En esa época no había posibilidad de un intercambio constante y al día de las noticias de México. Nos llegaban unas pocas por carta, y para los medios italianos, nuestro país simplemente no era noticia. Así, nos enteramos por la mamá de Carreto que a López Portillo le había salido una candidata independiente “feminista”; por Raúl Trejo, que el Partido Comunista Mexicano había lanzado una campaña en forma con Valentín Campa como candidato, aunque no apareciera en boletas; por mi papá, que
A cambio de ello, estábamos muy inmersos en el clima electoral y político italiano. Venían las elecciones políticas –diputados y senadores en una república parlamentaria- y se masticaba la posibilidad del sorpasso, de que la votación por el PCI rebasara a la democristiana y se abriera la posibilidad de que el Gran Partido formara gobierno.
Había varias discusiones. En el ámbito de centro-derecha, la preocupación ante una posible victoria comunista era muy grande, y se puede resumir en la frase del conocido periodista Indro Montanelli, quien pidió al bloque conservador “tápense la nariz y voten DC”. En el de la izquierda, era la eterna pugna por el “voto útil”. Los compañeros del PCI afirmaban que todo voto por el cártel de extrema izquierda –llamado Democracia Proletaria- iría a fondo perdido y podría mantener a
Suponíamos que a
El mismo ambiente, la misma eficiente publicación de resultados parciales del año anterior. El Partido Comunista estaba avanzando electoralmente en todo el país y, por supuesto, reafirmándose como mayoría absoluta en
Los cuates del PdUP estaban contentos. No sólo Democracia Proletaria había logrado cinco curules, sino que todas ellas habían sido ganadas por el PdUP (en las elecciones italianas se votaba por el partido y, dentro de la lista, por hasta tres candidatos). Para mantener la coalición, Vittorio Foa, quien había sido elegido en dos circunscripciones (y que, por cierto, era profesor de
Esa noche hubo fiesta en la ciudad, con todo y que no hubo sorpasso: las distintas agrupaciones de izquierda habían acumulado más del 46% de la votación.
Como la vez anterior, me pasé los días posteriores leyendo los análisis demoscópicos de los resultados. El que más me llamó la atención fue un análisis diferenciado de la votación por diputados y por senadores (se requería tener 18 años para votar por los primeros; 25 años para hacerlo por los segundos) que señalaba una clara ruptura del patrón electoral entre los jóvenes. El PCI tenía casi mayoría absoluta, y DP se despachaba con más del 10 por ciento… pero el MSI se acercaba a ese porcentaje. Los jóvenes no se tapaban la nariz y estaban radicalizados a diestra y siniestra. Supuse –como muchos otros- que, en la medida en que hubiera un recambio generacional, la mayoría de izquierda acabaría imponiéndose, y aplastando a la derecha radicalizada. La bola de nieve seguía creciendo. Sería a la próxima.
En realidad tuvieron que pasar 20 años para que la izquierda fuera mayoría absoluta, y eso porque
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