martes, julio 31, 2012

Milton Friedman: un centenario polémico


Decía John Maynard Keynes que “hombres prácticos, que se creen libres de toda influencia intelectual, normalmente son esclavos de las ideas de algún economista difunto”. Ese economista difunto fue, durante buena parte del siglo XX, el propio Keynes. Desde el último tercio del siglo pasado y en la primera década del actual, el economista difunto ha sido Milton Friedman, quien hoy cumple cien años de nacido.

El problema, tanto con Keynes como con Friedman, es que la mayor parte de los “hombres prácticos” son esclavos intelectuales de una versión simplificada, y a menudo distorsionada, de las ideas de estos economistas.


Friedman era originalmente un matemático, que se interesó en la economía e hizo sus estudios de posgrado en esa área del conocimiento. Su formación fue la de la escuela inglesa de microeconomía. Es decir, su base es la misma que la de Keynes: Alfred Marshall. Pero, diría después el propio Friedman: “hago la reverencia a  Marshall, pero camino junto a Walras” (este último es la figura máxima de la Escuela de Lausana, mucho más conservadora que la inglesa).

Pocos lo saben, pero Friedman trabajó con el gobierno de Roosevelt, durante la época del New Deal, keynesianismo clásico, de gran gasto público para generar empleo. De hecho, estaba a favor. Se trataba, según él, “de respuestas adecuadas al problema del desempleo”. En lo único en que disentía de las políticas de Roosevelt era en los controles de precios y salarios que, según Friedman, debían dejarse a la oferta y demanda.

A partir de los años sesenta, cuando escribe, junto con Anna Swchartz, su monumental “Historia Monetaria de Estados Unidos”, Friedman comienza a desarrollar una teoría opuesta a la que entonces era hegemónica. Va naciendo el monetarismo moderno.

Hay varias ideas centrales. Una es que la verdadera causa de la Gran Depresión en EU fue una errada política monetaria, que limitó en exceso la oferta de dinero (es decir, un shock financiero que se hizo duradero y tuvo efectos en la economía real por una política demasiado astringente).

Otra, el concepto de que la inflación es siempre un fenómeno monetario. En otras palabras, que no resulta de la disputa por la distribución del ingreso (no la causan un aumento en la gasolina o en las tasas de interés, una devaluación o un aumento salarial generalizado). Detrás de esta idea subyace una noción fundamental para el monetarismo friedmaniano, según la cual, la economía debe ser vista como una ciencia positiva, sustentada en las matemáticas, y no como una ciencia social, cargada de valores políticos y morales.

Finalmente, la idea que tuvo mayor impacto: su crítica a la curva de Philips (que dice, grosso modo, que a menor inflación, mayor desempleo, y viceversa), lo que implica que, si un gobierno intenta  aumentar el empleo mediante políticas que atizan la inflación, logrará su objetivo sólo en el corto plazo, porque a la larga el nivel de empleo estará determinado por la oferta, la demanda y las imperfecciones de los mercados laborales.

Las implicaciones de todo eso son enormes, en términos de política económica. Friedman dice que la política fiscal es poco eficiente para distribuir recursos e impulsar la economía. Por eso, proponía un impuesto único (que podría ser el IVA generalizado, por ejemplo), acompañado por “impuestos negativos” (es decir, subsidios monetarios directos) para los más pobres (como podría ser el Programa Oportunidades, por ejemplo). También proponía que varios de los servicios públicos (como la escuela) pudieran ser parcialmente sustituidos con impuestos negativos (vales para una escuela privada). Igualmente, hablaba de “bienes comunes”, como el medio ambiente, y de la necesidad de que quien contamine, pague. ¿Les suena conocido todo esto?

Todo lo anterior se traduce en un sector público más pequeño y mayores libertades económicas. De manera congruente, Friedman estaba a favor de la liberalización de las drogas y la prostitución, en contra de todos los monopolios (aunque hacía hincapié en los públicos) y en contra del servicio militar obligatorio  y de toda legislación que limitara las libertades individuales.

El éxito de Friedman se dio, precisamente porque pocos años después de que saliera a luz su teoría, en las naciones industrializadas se dieron dos fenómenos contemporáneos. Uno fue la entonces llamada “estanflación” (estancamiento con inflación); el otro, la crisis fiscal de los Estados.

A partir de ahí, no importó que su teoría no haya dado una nueva explicación del ciclo, sino que se haya limitado a demostrar la inutilidad de las políticas anticíclicas del momento. Tampoco importó que, en los hechos, la aplicación de estas políticas –en términos de distribución del ingreso nacional-  implicaba el fin de una era de estabilidad política basada en pactos sociales implícitos o explícitos. Menos todavía, que estaba basada en una fe profunda en el funcionamiento automático del mercado, a pesar de sus imperfecciones y de las expectativas no siempre informadas de manera correcta.

Lo que importaba realmente, en términos políticos, era que ponía un hasta aquí a la progresiva disminución del área de mercado en las sociedades capitalistas, que corporativizaba a las sociedades en la lucha contra la inflación y que daba un modelo decoroso a políticas que profundizaban las diferencias sociales.

Hay distintas maneras de poner fin a un pacto nacional. Una de ellas es la dictadura. Varias de las recetas de Friedman, fueron llevadas a cabo con exageración –ya se sabe que los acólitos suelen ser más extremistas que los sacerdotes- , durante los primeros años de la dictadura de Pinochet en Chile.

El economista estadunidense argumentó en su defensa que las propias políticas que él proponía a la larga minarían el poder autoritario y que, de todos modos, el gobierno anterior a Pinochet había roto el pacto social. La “larga” fueron 17 años durísimos para la mayoría de los chilenos y, en especial, los más pobres.

El verdadero triunfo de Friedman fue la aplicación de las políticas thatcherianas en Gran Bretaña: disminución al impuesto sobre la renta, aumento de impuestos indirectos, aumento en las tasas de interés y disminución del gasto social, sobre todo en educación superior y vivienda. Esto implicó, por necesidad, romperle el espinazo a los sindicatos británicos.

Al cabo de pocos años, las políticas inspiradas en Friedman se fueron generalizando (él mismo fue importante asesor de Reagan), y dieron como resultado una época de crecimiento económico relativo y una brecha creciente entre los más ricos y el resto de la sociedad. También significaron un alto a la movilidad social que había caracterizado a decenas de países desde la posguerra: se ha hecho más difícil destacar viniendo desde abajo.

La crisis de 2008, proveniente precisamente de mercados financieros que envían señales falsas y se llevan entre las patas a la economía real, ha sido una fuerte llamada de atención al monetarismo. La demanda de activos financieros está dominada por la especulación, no por el intercambio. Las recetas de política monetaria y astringencia fiscal están dificultando la recuperación y exasperan a la población, poco dispuesta a sacrificar su nivel de vida. El paradigma friedmaniano –o, más exactamente, el de quienes aplicaron selectivamente algunos de sus puntos de vista- se encuentra, francamente, en crisis.

Lo que no está a la vista –o, cuando menos, yo lo desconozco- es un economista, o una escuela de pensamiento, capaz de pensar por fuera del círculo y hacer una crítica propositiva a las ideas hegemónicas, tal y como Friedman –de manera audaz- lo hizo al pseudokeynesianismo en boga, hace ya medio siglo.

viernes, julio 20, 2012

Barcelona 92: Las chicas doradas del hockey

 Otra reseña de cuando fui enviado por El Nacional a cubrir los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.



9 de agosto de 2012

 El hockey sobre pasto es uno de esos deportes incomprendidos que tienen su momento de máximo brillo en los juegos olímpicos. Una disciplina prevalentemente amateur, en la que priva entre sus jugadores un espíritu de amistad y compañerismo que raras veces se observa en otros deportes. En esta ocasión el partido se llevó a cabo en la pequeña ciudad de Terrassa, a 39 kilómetros de Barcelona.

El partido del viernes en la noche era la finalísima entre España y Alemania, en la categoría femenil. Antes de los juegos, nadie daba un quinto por las españolas. La historia del hockey en España había sido de apoyo unilateral a los varones, las escuadras femeninas languidecían en sus clubes y muy pocas jóvenes practicaban este deporte. La obligación de contar con un equipo para los juegos olímpicos forzó a los españoles a voltear los ojos hacia sus mujeres deportistas. La idea era cumplir dignamente, Y ahora iban por el oro.

El estadio de Terrassa, chico pero muy bien hecho y con buena visibilidad en todos lados, se mostraba lleno a reventar desde la segunda parte del juego por el bronce entre Corea del Sur y Gran Bretaña, que ganaron las últimas en tiempo extra. Calor sí, pero sin la humedad avasallante de Barcelona: jornada perfecta para el espectáculo deportivo. En las porras, hay convivencia pacífica y hasta sonrisitas entre las diferentes nacionalidades.

Ni coreanas ni británicas ni españolas son muy altas. Tienen, eso sí, una magnífica condición física. Son rápidas, son luchadoras, son muy hábiles, son fuertes. Las alemanas, adicionalmente, superan como norma el 1.70. Es un juego de conjunto que rara vez permite el estrellato, pero que requiere técnica, picardía, saber jugar por abajo. A diferencia del futbol, la complexión física es definitivamente secundaria y, aunque hay golpes con el stick, y pelotazos, el contacto personal es menor.

Justo a donde estamos sentados llega una alegre familia madrileña, todos con el número 2 en la espalda. Son los padres y hermanos de una de las delanteras titulares, Natalia Dorado, "que en el apellido llevamos el resultado de hoy". El área reservada a los VIP está a reventar, el señor Dorado los mira y sólo justifica a Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona, quien era el único funcionario con fe en el equipo, por la sencilla razón de que una de las titulares es su sobrina. "No se pararon en todo el torneo, solo les llama el olor a medalla", dice Dorado.

Quienes presenciamos en México la final de los Juegos Centroamericanos entre las nuestras y las jamaiquinas, no podemos sino notar la enorme diferencia de juego que las separa de estas olímpicas. No es el cuerpo ni el espíritu de lucha, tampoco parece ser la fuerza: es la velocidad y la técnica pero, sobre todo, el hambre de gol. En el abismo comparativo, mexicanas y jamaiquinas jugaron en cámara lenta, alejadas de toda opción real de gol porque atacaban menos de lo que se defendían.

El hockey olímpico es total. Movimientos de fuelle con sólo tres defensas y dos delanteras en posición relativamente constante. Las emociones y posibilidades de gol se suceden una tras otra. Frente a este juego, el futbol es un ensayo sobre la estática.

Entre el griterío de Terrassa, España anota un gol tempranero y se ve sometida a una constante presión germana. Las valkirias gigantescas se ven enteras y decididas. Cada que la árbitra marca un corner corto en contra de España, la señora Dorado le grita: "¡Está ciega, vieja bruja!". Su esposo acota:

-Mira, que esa jueza tiene cara de tío.

Es precisamente en un corner corto que con un disparo durísimo las teutonas logran el empate con el que termina el primer tiempo. Poco después se arma el revuelo en la tribuna. Todos dirigen la mirada al palco central. Estallan en aplausos.

-Es el Rey, la Reina y Felipe, ¡hombre, qué honor! -dice una señora que hasta antes de ese momento había hablado sólo en catalán.

En el medio tiempo, una muchedumbre rodea el palco para mirar al rey de todos los españoles. Cuando don Juan Carlos aparece, las senyeras callan. A veces da la impresión de que el rey quiere demostrar, con su mera presencia, que España es una alrededor de su figura, y no un rompecabezas balcánico pegado con engrudo.

-Seguro ganamos, quién sabe qué tiene el Rey que adonde va el tío, gana España -dice el madrileñio señor Dorado-. Por eso le llaman El Ubicuo. ¡Miren, está con La Llorona (la infanta Elena)!

-Oiga -le preguntamos- ¿y si el príncipe Felipe decide escoger consorte entre las medallistas de oro?

-¡Hala, chicas, que si ganan tienen todo! -responde a su modo el señor Dorado.

El segundo tiempo es parejo y disputado. Mantienen velocidad y fuerza. No piden ni dan tregua. El señor Dorado se confiesa:

-No es que sea egoista, pero a cada jugadora le van a dar cuatro y medio millones de pesetas por el oro, más 12 millones que da la Caixa, el principal banco de Barcelona.

-Pero eso se los dan cuando cumplan 50 años -acota el padre de Mariví, la portera, sentado detrás de nosotros.

-No pienso morirme antes de eso -dice el señor Dorado.

-Pues yo, cuando oiga el himno español, me voy a cagorrinar -exclama el papá de la guardameta.

Nos comenta Dorado que las muchachas llevan apenas cino o seis años jugando hockey. Pero esta vez ha habido apoyo. Tienen, por ejemplo, sticks a su medida y estuvieron concentradas en Terrassa seis largos meses antes de los Juegos -los padres tuvieron que ser comprensivos-. El hockey no es un deporte elitista, un buen bastón cuesta menos de 40 dólares.

Con el marcador 1-1 van a tiempo extra. En una jugada de mucha habilidad Eli Maragall -sí, la sobrina del alcalde- anota el gol dorado. Las chicas no se repliegan ante los embates alemanes, pero el tiempo pasa a su favor. Cuando faltan 26 segundos, el entrenador español cambia a su portera y la convierte en la deportista mejor pagada del mundo: 20 millones de viejos pesos por segundo. Y no tocó la pelota. Lo mejor es que ese dinero lo cubrirá una aseguradora estadunidense que hizo con los españoles una apuesta peor que la que hizo Nike con Sergei Bubka. La única chica que se quedó sin jugar fue Celia Corres y lo más probable -dicen los familiares de las demás- es que no la alinearon al final por una bofetada que le propinó la mamá de la jugadora al entrenador. Le salió caro el sopapo.

Las españolas se llevaron triple premio: la medalla, las pesetas y el más inesperado: un beso personal del príncipe Felipe. El papá de la portera se ha de haber cagorrinado.

Dan unas ganas enormes de que en el hockey mexicano ya se dejen de grillas y se pongan a trabajar, porque es una deporte precioso y, por sus características, es propicio para que los mexicanos destaquen. España dio el ejemplo con su equipo femenino. Sí se puede.



Aquí, para los muy clavados en el hockey, el partido completo (empieza al minuto 55 del video):




martes, julio 17, 2012

Barcelona 92. Marcha, sudor y lágrimas

En el verano de 1992 cubrí los Juegos Olímpicos de Barcelona para El Nacional. Han pasado 20 años. Aquí algunas de las reseñas de ese inolvidable evento.


Canto y su triste Gólgota  
1º de agosto de 1992

La tarde no parecía prestarse para la tragedia. El calor pegajoso no acababa de ceder al emprender el largo trayecto de la Plaza Espanya al Paseo de la Zona Franca, donde se realizaría la parte sustancial de la competencia de 20 kilómetros marcha.
Quien ha practicado esta dura disciplina sabe que no solamente requiere de técnica y resistencia, de pulmones y corazón, sino también de una gran capacidad de aguante al dolor.
Los marchistas, a lo largo de su carrera, van desarrollando ampollas que van abarcando las distintas partes del pie de manera progresiva: la parte inferior de los dedos, la planta a la altura de los talones, la parte superior de los dedos y así hasta cubrir todo el pie. Las ámpulas luego son callos y el pie se endurece, se convierte en una máquina de caminar.
Pero eso no es todo, el tipo de movimientos pone mucha tensión en los músculos de la pantorrilla, en el talón (lo que luego provoca fuertes dolores de cabeza) y hace peligrar las rodillas, que se tienen estiradas de manera antinatural. Para terminar, los roces en axilas y en la entrepierna llegan a ser extremadamente molestos, por más crema o aceite que se utilice. En cierta medida, es una disciplina para masoquistas. Tal vez por eso nos gusta tanto a los mexicanos.
Con 26 grados a la sombra -que hacen necesario abastecerse de un litro de agua y unos melocotones- los marchistas están calentando. También el ambiente en el Paseo se calienta. Hay aficionados mexicanos, franceses, británicos, un nutrido grupo de italianos y muchísimos españoles, convencidos de que su Valentín Massana va a hacer la gran hazaña. Entre los marchistas que hacen ejercicios de calentamiento destaca Ernesto Canto, el ex campeón olímpico y mundial. Con la seña del pulgar levantado responde a las palabras de aliento de sus compatriotas. Cerca de él pasa el dirigente de la Conade, el gran marchista Raúl González.
-¿Cómo la ves, Raúl? -le preguntamos.
-A ver cómo nos va -responde con una sonrisa que no proporciona mucha esperanza.
Hay un buen sonido y, por él, un animador -quien, como buen español, no se calló la boca durante toda la competencia- presenta a los atletas, comenta las reglas de la marcha y nos recuerda que el recorrido constará de nueve vueltas a un circuito de dos kilómetros, después de los cuales los marchistas harán la subida hasta el estadio de Montjuic. Los nervios de los competidores, segundos antes de la salida, se propagan quinientos metros a la redonda. Salen y en el bloque delantero está Ernesto Canto, quien compite con una fuerte gripe. Dos kilómetros después empiezan a rezagarse varios competidores: un etiope, un británico, un estadunidense, un brasileño y, sobre todo, un pobre laosiano que está muy lejos de la categoría olímpica. El bloque de punta es todavía grande y compacto.
Tercera vuelta: nuestro archirrival Maurizio Damilano va en la punta del bloque de líderes, acompañado por los españoles Massana y Plaza, los chinos Chen y Li, el polaco Korzeniowski, el ruso Shchennikov, el campeón mundial Blazek y los tres mexicanos. Los jueces -vestidos, como siempre, de color mamey- rondan sobre los pies de los competidores. Hay una gorda que parece maestra de geografía. Ninguno tiene tipo de atleta.
En el séptimo kilómetro, Canto empieza a rezagarse de manera notable, en su rostro se adivina desesperación. Ya está lejos de aquel hombre tan confiado en sí mismo y en sus triunfos. Los otros mexicanos, Joel Sánchez y Daniel García, están todavía pegados al grupo de siete líderes. Lejos están los tiempos en que nos reíamos de la táctica del quebequense Guillaume Leblanc, quien en Panamericanos y Semanas Internacionales de Caminata solía irse en punta para luego tronar. Ahora le lleva 30 metros al mexicano mejor colocado, Daniel García, en quien menos fe se tenía en México.
Siguen las vueltas y el grupo se hace pequeño. El anunciador catalán insiste en comparar los tiempos con las marcas mundiales, olvidando el ascenso que le espera a los atletas. Los españoles en la calle animan ruidosamente a sus hombres, que están peleando hombro con hombro con Leblanc y el gigante Damilano.Shchennikov, el chino Li y Korzeniowski desaparecen de escena. Otro italiano, De Benedictis, quien camina entre rictus de dolor, pero a un rápido ritmo constante, es el único que parece no estar perdiendo terreno. El joven Daniel García, cada que pasa frente a un grupo de mexicanos hace un esfuerzo por acelerar, pero se ve que las fuerzas no le dan. Joel Sánchez se ha rezagado más, está detrás de un húngaro desconocido. Y Canto está desconocido. Sus piernas parecen moverse en cámara lenta. No se sabe si enjuga el sudor, la flema o las lágrimas. La proverbial soledad del corredor de fondo se multiplica en él. Es el hombre más solo del mundo y un australiano que flota descaradamente está por rebasarlo frente a sus seguidores mexicanos.
"¡Vamos chavales!", grita el público local a los catalanes Plaza y Massana. Los aplausos son de estruendo cuando dejan, junto con Leblanc, atrás a Damilano, mostrándole a él también que los años no pasan en balde. El laosiano, a quien todos los demás competidores llegaron a sacarle una vuelta de dos kilómetros de ventaja, ya desapareció. Un brasileño pelón, que a la postre será el último en entrar al estadio, hace esfuerzos para respirar. El pequeño grupo de adelante no baja su ritmo. El único mexicano que está cumpliento las expectativas es Daniel García: pelea el séptimo lugar con un alemán y un irlandés. Joel está muy atrás. Canto es una sombra penosa.
Al terminar la última vuelta y tomar el asenso al Estadi, el alto Plaza y el chaparrito Massana, alumnos de los caminantes Marín y Llopart, están haciendo el 1-2 para España, ante el clamor popular. Los sigue Leblanc. De Benedictis está manteniendo su ritmo y ha desplazado a Damilano. Hay un largo vacío entre estos cinco y el resto (García va 500 metros detrás del líder, en la séptima posición). Al pasar, contrito el rostro del esfuerzo y el dolor, los tenis dejan huellas de sudor en el pavimento. La humedad los está deshidrantando. Pasan húngaros, germanos, un lituano, el australiano correlón, Querubín el colombiano, pasa Joel, pasan muchos más. Abajo aparece la triste gorrita verde de Canto. La subida al Montjuic será su Gólgota. Hoy la prensa lo crucificará y no parece tener oportunidad de resurrección.
Faltaba el numerito de los jueces. Precisamente en la parte inmediata anterior a la entrada del estadio, a la que no se permitió el paso al público, aparece uno de los de mamey con la tercera y última amonestación para Massana (y yo creí que el pobre hombre no tenía chance), para descalificarlo a la Bautista sin presión popular. Plaza será oro y Leblanc plata. Como hace doce años, el máximo beneficiado resultó ser un italiano: De Benedictis, quien a base de mantener el ritmo se hizo con el bronce. Es demasiado para ser casual. ¿Opinará lo mismo la máxima autoridad de la Federación Internacional de Atletismo, el italiano Primo Nebiolo?
Mientras una parte del público festejaba especialmente esta medalla (la primera medalla catalana, decían), quise comer el último de los melocotones. Estaba podrido.

Adiós a la pesadilla del cero
8 de agosto de 1992


Barcelona es una ciudad que en la noche no quiere dormir y que despierta tarde. Ayer a las siete de la mañana sólo dos tipos de personas habitaban sus calles: las prostitutas de regreso del trabajo y los interesados en asistir a los 50 kilómetros de marcha olímpica.
A pesar de la hora, la temperatura ya es de 25 grados, con una humedad cercana al 80 por ciento. Partirán, de seguro rumbo al dolor y la deshidratación, 42 atletas. Sólo tres encontrarán también la gloria de una medalla. Saldrán en grupo. No todos llegarán, y los que lo hagan entrarán bien seprarados al estadio.
En la primera y la segunda vueltas al circuito de Zona Franca, el atleta ruso Potashev toma la delantera, pero los tres mexicanos no dejan que se les despegue. Cuando el robusto del Equipo Unificado es amonestado por primera vez, a la altura del quinto kilómetro, es absorbido por el grupo de líderes que encabezan los tres mexicanos. Hay cooperación entre los nacionales. En términos ciclísticos, Germán Sánchez y Miguel Ángel Rodríguez trabajan como gregarios de la carta fuerte de México: Carlos Mercenario.
El ritmo es intenso y la temperatura ha subido ya un grado. México no duerme, pendiente de sus televisores. Sánchez y Mercenario cruzan en primer lugar la marca de los diez kilómetros. A esas alturas tempranas del día, quien se decidía a subir al estadio de Montjuic tardaba media hora y llegaba bañado en sudor. A esas alturas tempranas de la competencia, el cuerpo de los marchistas empieza a sentir los efectos de la deshidratación. Intentarán beber, cubrirse de esponjas húmedas, pasar bajo una ducha; sentirán que el cuerpo les explota por dentro y seguiran caminando.
Son 15 kilómetros y tres ex-soviéticos son los primeros: Potashev, Perlov y Spitsyn. El primero, de stalinianos bigotes, tiene ya tres amonestaciones. La estrategia de los mexicanos es evidente: trabajando en conjunto, de manera solidaria, impedirán que alguien se les escape definitivamente. Poco después. con dos ex-soviéticos absorbidos y Potashev descalificado, hay un nuevo jalón: es el finlandés Kononen, al que persigue un grupo de diez comandado por Germán Sánchez. Pasan los 25 kilómetros, media prueba, con Mercenario en segundo lugar; la mejor carta mexicana no está dispuesta, de plano, a que ningún otro competidor se le vaya. El cansancio, sin embargo, comienza a hacer sus estragos en Carlos. Bebe agua con desesperación, la sed se lo está comiendo. Pero no ceja.
A las dos horas de la competencia, Mercernario es alcanzado por el grupo de persecusión, en el que también va el gregario Rodríguez. Ya son 27 grados a la sombra y humedad en 83 por ciento. Kononen va adelante, seguido por el canadiense Guillaume Leblanc y Mercenario, líderes del grupo. Leblanc será descalificado poco después. Rodríguez recibe su segunda amonestación, pero mantiene su labor de apoyo a Mercenario.
Es el kilómetro 32 y se desarrolla el movimiento táctico más importante de toda la prueba. Tres marchistas: Mercenario, el ruso Perlov y el polaco Korzeniowski se separan del pelotón de perseguidores. Emprenderán la caza del finlandés solitario.
Kononen les lleva un minuto, luego 49 segundos, luego 17. Los tres fugados lo alcanzan poco antes del kilómetro 35. El calor hace mella y el finlandés truena. Hay un rictus de dolor en los rostros de Mercenario y Perlov. No sabemos si el polaco es el menos cansado o el más estoico de los tres. Korzeniowski lleva ya dos amonestaciones. El mexicano Sánchez, más atrás, es descalificado.
Los últimos 15 kilómetros son los peores de la prueba. El marchista no sabe qué cosa predomina, si el cansancio o el dolor. Los pies son pura agonía. El aliento falta. Los poros se sienten obturados. El marchista tiene, entonces, tres prioridades: resistir, resistir y resistir. En tanto, atrás, el alemán Weigel y el ruso Spitsyn empiezan a descontar la ventaja de los fugados del kilómetro 32.
Como si leyera el reloj, al entrar a la cuarta hora de la caminata, Perlov jala intentando quitarse a sus rivales. Carlos está decidido a no dejarse y el que se sienta es el polaco. El ruso y el mexicano pasan juntos la marca de los 40 kilómetros.
No han completado otro circuito y Perlov da otro jalón. Esta vez es insostenible y Mercenario no aguanta el ritmo. Ya para entonces no se sienten las piernas y es cuestión de enfrentar con la voluntad el cuerpo que ya pide paz, evitar la deshidratación y cuidar la velocidad.
En ese momento difícil, y de manera tal vez paradójica, el polaco Korzeniowski ayuda a Mercenario alcanzándolo. Carlos se le pega y mantiene el ritmo. El alemán Weigel, quien va en cuarto lugar, tiene dos minutos de retraso. La medalla es ya, esencialmente, combate contra el agotamiento. Pero Carlos -animado por Raúl González desde el camellón- quiere un buen metal.
Kilómetro 47, uno antes del ascenso a Montjuic, el polaco ataca y se despega. Perlov, en tanto, se ve tieso y extremadamente adolorido, pero no cede su ventaja hasta tomar el monte. Será la agonía dentro de la agonía; los tres protagonistas enfrentando el reto más duro cuando ya casi no les quedan fuerzas.
Perlov va a sabiendas de que el ascenso no es su fuerte, de que está amonestado y de que el cansancio no debe traicionarlo. El oro olímpico está de por medio. Dejará que la ventaja disminuya, pero no soltará el primer lugar.
Korzeniowski, que tan estoico se veía, está desfalleciente, pero no quiere dejar que Carlos Mercenario lo cace. El mexicano, a pesar del dolor evidente que siente en todo el cuerpo, mantiene el ritmo. Raúl González, quien también está subiendo el monte, le dice que lo presione. Acorta distancias. El polaco voltea, siente pasos, acelera, se apresura. Perlov ya llegó al estadio, Korzeniowski no quiere ser cazado al final.
Quien termina cazando al polaco, casi a las puertas del Estadi, es un juez. Lo descalifica cuando ya acariciaba la plata. Lo sabe el estadio. Lo sabe México cuando Mercenario cruza por la puerta de Maratón. El sudor que trae en cada célula, en poro pegajoso, en cada glóbulo rojo, es contagioso. La plata de los 50 kilómetros es de Carlos Mercenario. Es del equipo. Es de México. Los semblantes de los mexicanos en Barcelona, empezando por el del director de la Conade, cambian. La angustia desaparece. La pesadilla del cero olímpico ha terminado. Carlos Mercenario es un río de sudor y su sonrisa es un río de cansada felicidad. Ha cumplido con honor y pundonor.

viernes, julio 13, 2012

Glorias olímpicas: Mark Spitz



Durante más de tres décadas Mark Spitz fue el tritón por excelencia, el epítome del nadador, el atleta que más oros ganó en unos Juegos Olímpicos en el Siglo XX, un ícono. También fue un deportista que se pudo sobreponer a lo que él llamaba fracasos –porque se ponía la vara muy alta- y a su propia soberbia.

Decían sus padres que desde los dos años, el pequeño Mark nadaba como pez en el agua. Un Natural con mayúsculas. Sus primeros triunfos los obtuvo a los 15 años, barriendo en las Macabiadas, y a los 17 ya poseía diez récords mundiales.

Rebosante de confianza, Spitz llegó a los juegos de México 68 y predijo que ganaría 6 medallas de oro. Habrá sido la altura o –más probablemente- la inmadurez, pero en la capital mexicana Spitz tuvo lo que calificó como “la peor competencia de mi vida”. En sus estándares, eso se traducía en sólo 2 medallas de oro, ambas en los relevos, plata en los 100 metros mariposa y bronce en los 100 metros libres. Por la boca había muerto el pez, pero volvería a flote.

Spitz se preparó concienzudamente para los juegos de Munich 72, y volvió a afirmar que ganaría 6 oros. De nuevo se equivocó: obtuvo 7 preseas doradas. No sólo eso: estableció récord mundial en cada una de las 7 finales que disputó. Sus medallas fueron en 100 y 200 metros libres, 100 y 200 mariposa y los relevos 4 x 100 libres, 4 x 200 libres y 4 x 100 combinado.

Al final, su éxito fue tan formidable que para el siguiente ciclo olímpico, todos los nadadores soviéticos usaban mostacho, en la creencia de que el bigote de Spitz le había sido de utilidad para las competencias (y no: era un capricho).

El primero de los oros de Munich, el de los 200 libres, fue resultado de una feroz competencia entre Mark Spitz y su compañero de equipo, Steve Genter. A éste se le había colapsado un pulmón poco antes de los juegos, se le drenó el fluido y regresó a la competencia. En la última vuelta, Genter iba delante de Spitz, pero se rompieron los puntos de sutura y empezó a sacar sangre. Fue entonces que Spitz lo rebasó. Genter no tomó la plata con gusto: comentó que antes de la carrera Spitz le había sugerido que se retirara, que se podía lastimar si competía. “No le creo nada a este tipo. Nada me hubiera gustado más que derrotarlo, pero simplemente no pude”. La relación de Spitz con Jerry Heidenrich, su compañero-rival en los 100 libres era igual de mala, si no es que peor.

Cuando todo parecía ser luz para Spitz, pocas horas después de haber recibido su séptima medalla de oro, un comando terrorista penetró la villa olímpica de Munich, con las conocidas y trágicas consecuencias. Al día siguiente de la matanza, Spitz –judío- hizo una breve declaración y, de inmediato, tomó un avión rumbo a Londres. No volvería a competir. Varios grandes nadadores de EU intentaron, con bombo y platillo pero sin éxito, repetir su hazaña. Tuvieron que pasar 36 años para que uno de ellos, Michael Phelps, la superara.

lunes, julio 09, 2012

Repensar las encuestas electorales



Las de 2012 resultaron ser unas elecciones difíciles para los encuestadores. A diferencia de los procesos electorales de 2000 y 2006, la gran mayoría de las mediciones hechas una semana o pocos días antes de la cita en las urnas resultaron alejadas del resultado final en rangos por encima del margen de error.

Es cierto que las encuestas no son bolas de cristal capaces de adivinar el futuro y –como insisten los expertos- simplemente toman una fotografía del instante.

Cierto, también, que, por más que se maneje esa insistencia, más de un medio que las contrata persiste en la lógica de la predicción, en una suerte de competencia.

Pero es cierto, finalmente, que cuando es tan grande la distancia entre la opinión pública medida y la opinión pública actuante –mediante su voto- pocos días después, se hace necesario que las empresas demoscópicas revisen a fondo qué fue lo que pasó, so pena de ver mermada su credibilidad como industria.

Para ello, paradójicamente, los mejores instrumentos de análisis son las encuestas mismas.

La manera más fácil de sacarle el bulto al asunto es suponer que las mediciones eran correctas y que, en la última semana –o incluso en el momento mismo de la elección, hubo cambios en el electorado, ya sea porque los “indecisos” se decidieron de modo sesgado hacia López Obrador o porque hubo cambios de decisión de última hora.

Las encuestas de salida sin duda ratificarán el aserto de que a AMLO le fue bien entre los votantes que se decidieron al final, y que a Peña Nieto le fue mal. Pero está claro, también, que la proporción de estos electores sólo explica una parte del error, y no la más importante. ¿A qué se debió la otra?

Por otra parte, la hipótesis de un error muestral no se sostiene. Por una parte, varias de las encuestas de salida estuvieron mucho más cerca de los resultados finales, y las muestras para definir las secciones (casillas) a seguir, se realizaron con el mismo método con el que se hicieron las encuestas de seguimiento. Por la otra, es poco creíble, por pura lógica, un error muestral que conlleva a sesgos similares –sobrestimación del PRI, subestimación del PRD- en muchas empresas encuestadoras diferentes. En cualquier caso, la influencia del error muestral es menor, no generalizada y similar al pequeño sesgo que también se vio en algunas encuestas de salida.

La misma diferencia entre encuestas pre-electorales (erradas) y encuestas de salida (acertadas) nos hace pensar que el problema tampoco está principalmente en la tasa de rechazo. Si de manera sistemática una proporción mayor de votantes por AMLO rechazara las encuestas, eso se hubiera reflejado también en las de salida.

Esto nos lleva, necesariamente, varios lustros de regreso, a preguntarnos si en las encuestas electorales no basta con la información levantada, sino que hay que hacer una depuración para distinguir el votante posible del votante probable. Lo anterior implica no solamente hacer un análisis del comportamiento de los “indecisos”, sino también de quienes afirman haberse decidido por algún partido.

Según las autoridades electorales, 62 por ciento de los ciudadanos en el padrón asistió a las urnas el 1º de julio. Es seguro que el porcentaje de participación real es ligeramente mayor, debido a que en el padrón, aunque menos que antes, subsisten personas fallecidas o emigradas. Aún así, el abstencionismo es muy superior al medido por las encuestas.

Así que una de dos: o los “indecisos” son casi totalmente abstencionistas, o una parte de quienes afirman inclinarse por algún candidato, al final terminarán absteniéndose. O las dos cosas.

Ejercicios realizados en procesos electorales anteriores indican que, efectivamente, la gran mayoría de los indecisos termina absteniéndose; que, quienes sí votan, lo hacen por partidos menores en proporción muy superior a la media y tendencialmente lo hacen un poco menos por quien va adelante en las preferencias.

La pregunta es: ¿se comportaron esta vez de manera diferente los indecisos?  Si es así, ¿por qué? Por lo pronto, el único dato que parecería sostener esa hipótesis fue la pérdida de la enorme ventaja que tenía Peña Nieto entre los jóvenes y que casi se desvaneció el día de la elección. Todos los demás apuntan a un comportamiento tradicional de los indecisos.

¿Entonces? Adelanto una hipótesis. Una parte de los entrevistados, que finalmente no fue a votar, se decantó en las encuestas preelectorales por quien percibía iba adelante en las preferencias.

Esto explicaría, por ejemplo, no sólo por qué Peña Nieto resultó sobrestimado en las encuestas preelectorales nacionales, sino también por qué lo mismo resultó con Miguel Ángel Mancera e incluso con Andrés Manuel López Obrador, medido exclusivamente en el Distrito Federal. (Vamos, si AMLO estaba sobrestimado en el DF, evidentemente estaba muy subestimado fuera de la ciudad de México).

Diferentes ejercicios demuestran que la mayor parte de los ciudadanos encuentra que la mayoría de los familiares, vecinos y amigos votan por el mismo partido que ellos. Esto implica la creación de conglomerados (si quieren podemos hablar de clusters sociales), en los que domina una percepción… que no en todos los casos coincide con la realidad. El ciudadano que dice que votará y después no vota, en realidad lo que hace al responder es afirmar su pertenencia al cluster social de sus familiares, amigos y conocidos. En esas circunstancias, el DF resulta más perredista y el resto del país, más priista.

Surgirá de inmediato la pregunta. ¿A poco es un fenómeno nuevo? ¿Por qué no tuvo efectos en 2000 y 2006? La respuesta, creo yo, es clara: en 2000 y 2006 no se había generado una percepción tan amplia sobre quién resultaría ganador de la elección. De esa forma, la distribución de preferencias de los votantes potenciales que a final de cuentas se abstuvieron, se asemejó mucho más a la distribución final del voto.

En fin, son muchos los temas, que tendrán que ser analizados y discutidos por los expertos dentro de un clima de suspicacia que no va a ser fácil desterrar, al menos en el corto plazo. Es importante que salgan conclusiones, porque existe el riesgo para el gremio encuestador de que se quieran utilizar las fallas de este proceso –y, como siempre, no se ven los aciertos- para limitar legalmente la actividad de las empresas de opinión pública. Ya ven que en México se suele regular lo que no se entiende.

martes, julio 03, 2012

¿Quién suplantó al Titán?


Mexicanos en GL. Mayo-junio

Siguen las pocas luces para los peloteros mexicanos en Grandes Ligas durante 2012. Llegó la mitad de la temporada y. por primera vez desde hace 5 años, no tenemos a ninguno en el Juego de Estrelllas. Para colmo, Jaime García se lesionó y Jorge de la Rosa todavía no hace su retorno a los montículos ligamayoristas, tras la operación al codo del año pasado.

En esas circunstancias, lo más relevante ha sido la desaparición del otrora “Dios azteca de la bases por bolas”, al perder Adrián González su disciplina en el plato, la estabilización del Patón Aceves como cerrador de los Medias Rojas, tras un inicio trastabillante y el ratito de ensueño en el que Luis Mendoza jugueteó con un no-hitter.
  
Aquí, el desempeño del contingente nacional, de acuerdo con lo realizado en la temporada (como siempre, se incluyen los mexico-americanos que estuvieron en el equipo de México en el Clásico Mundial).

Alfredo Aceves, aunque está claramente fuera de la posición en la que se siente más cómodo, se ha afianzado como cerrador de Boston, en sustitución de Andrew Bailey. Al principio, cada que entraba a relevar era un albur. Ahora, sin brillar en demasía, el Patón suele terminar salvando el juego. Su PCL, que era de 10.29 el primer mes, ha bajado a un decente 4.17, acumula 19 rescates, no ha desperdiciado más salvamentos (3, el primer més), pero ha perdido algunos juegos, para llegar a 0-5.  

Adrián González, salvo por su fildeo límpido (en la inicial, pero también como jardinero derecho) y su porte extraordinario de pelotero, está irreconocible en 2012. Ha perdido poder, conecta menos y, sobre todo, se le nota desesperado en la caja de bateo. El hombre que recibía casi 100 pasaportes por temporada cuando jugaba con los Padres, apenas lleva 23 bases por bolas en media campaña, a cambio de 63 ponches. Sus números, entonces, son los de un buen pelotero titular, no los de un superestrella: .272 de porcentaje, con 6 jonrones y 43 producidas. En los últimos días, el poder parece haber vuelto a su bat. Veremos si se mantiene o si el Titán ha sido suplantado este año por un beisbolista común y corriente.

Luis Ayala es una de las discretas razones por las que los Orioles de Baltimore son una de las sorpresas del año. Es un gusto que esté claramente de regreso, en versión mejorada, el relevista que brillara con Expos y Nacionales, y que tuviera un severo bache de 2008 a 2010. Su marca en el año, de 2-1, 1 salvamento, 6 ventajas sostenidas (holds) y un excelente 1.96 de carreras limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas.

Yovani Gallardo, sin estar plenamente dominador, ha lanzado mucho mejor en mayo y junio de cómo lo hizo a principios de año. Sobre todo, ha esquivado las salidas desastrosas. No ha contado con mucho apoyo ofensivo de su equipo. Su marca de ganados y perdidos es de 6-6, pero 14 de sus 17 salidas han sido de calidad (11 de 12 en los últimos dos meses), su PCL, de 3.87 ya está en línea con su promedio de por vida y los 101 ponches recetados hasta el momento indican que lleva ritmo para superar, por cuarto año consecutivo, la difícil marca de 200 chocolates en la temporada.

Scott Hairston.  El menor de los Hairston Arellano ha tenido más regularidad en el jardín de los Mets, sobre todo a partir de que en mayo su bat estuvo calientísimo. Batea para .255 con 10 cuadrangulares, 32 impulsadas y 4 bases robadas. Su talón de Aquiles sigue siendo el pitcheo derecho: les batea para .194, frente a .301 contra pitcher zurdo.

Jaime García, tras dos buenas salidas en mayo, empezó a resentirse del hombro de lanzar, el izquierdo, y a principios de junio entró a la lista de lesionados. Las dos salidas que tuvo ya con el hombro demasiado tenso no fueron afortunadas. De las 11 aperturas de la temporada, 6 han sido de calidad. Lleva marca de 3-4, con 4.48 de limpias y 51 ponches. Se espera que regrese después del Juego de Estrellas.  

Luis Mendoza. El veracruzano estaba por dejar la rotación de los Reales de Kansas City –y hasta había relevado unos partidos-, cuando lanzó 6 entradas sin hit y salió del juego tras recibir el primer imparable de un partido que no ganó. A finales de mes lanzó una joyita de 8 entradas y sólo 5 hits. Ya se quedó como abridor. 3 de sus 9 salidas han sido de calidad, tiene marca de 3-4, con 4.50 de PCL y 35 ponches.

Jerry Hairston Jr., tras un mayo de majagua caliente fue titular con los Dodgers en junio, jugando sobre todo en el infield. El veterano utility batea para .293, con 3 vuelacercas, 19 remolcadas y un robo de base.  

Marco Estrada se la pasó lesionado casi todo el mes de junio. El quinto abridor de los Cerveceros regresó a finales de mes. Ha tenido 6 aperturas, dos de las cuales fueron de calidad. Su marca, 0-3, con un hold, 4.50 de carreras limpias y 46 ponches.

Rod Barajas se sostiene con las uñas, gracias a su poder y capacidad de manejo de los lanzadores, en la titularidad en la receptoría de Pittsburgh. Batea para .218, con 7 jonrones y 18 producidas.

Rodrigo López. Continúa en AAA. Su marca: 0-1, 5.68 de PCL.

Fernando Salas. Tras un rato en ligas menores, el relevista de los Cardenales volvió a la gran carpa y, a diferencia de lo sucedido el año pasado, lo ha hecho sin pena ni gloria (o con más pena). Su marca 0-3, 6.04 de efectividad y un rescate desperdiciado.