martes, diciembre 20, 2011

Los 10 deportistas mexicanos de 2011



1. Paola Espinosa
2. Adrián González
3. Chicharito Hernández
4. Yahel Castillo
5. Aída Román
6. Paola Longoria
7. Yovani Gallardo
8. Julián Sánchez
9. Julio Gómez
10. Juan Manuel Márquez







Esta lista implica cambios en la de 10 atletas mexicanos del Siglo XXI

Y aquí está la lista del 2010

Los 10 deportistas mexicanos de la década 2000-2009

1. Ana Guevara
2. Rafael Márquez
3. Lorena Ochoa
4. María del Rosario Espinoza
5. Paola Espinosa
6. Guillermo Pérez
7. Soraya Jiménez
8. Fernando Platas
9. Belem Guerrero
10. Iridia Salazar


jueves, diciembre 15, 2011

Biopics: la formación del PSUM


El berrinche de Heberto
Luego de que, en el proceso de fusión de las organizaciones de izquierda, se aceptara al Movimiento de Acción Popular, Heberto Castillo se salió del acuerdo de unidad y empezó a hablar mal del partido que surgía. No por coincidencia, al ingeniero Castillo le concedieron espacios que antes estaban vedados para él. Así, aparecía en TV para que criticar que los comunistas hegemonizaran el partido, y para prueba, decía que ellos estaban a favor de la hoz y el martillo, cuando él había propuesto un machete y un nopal (meses después me enteré que Fidel Castro, tan cercano en el corazón a Heberto, alguna vez propuso un machete y una caña de azúcar para el logotipo del PCC). El gobierno, feliz de que una figura reconocida como el ingeniero Castillo le pegara al partido naciente de la izquierda unificada, y ni quien se fijara que Heberto era mucho más radical y ortodoxo que los antiguos comunistas, en pleno y dificultoso proceso de socialdemocratización al menos desde 1968.
La gota que derramó el vaso, y la bilis hebertista, fue la defección de compañeros del PMT en Sinaloa hacia las filas del MAP, como vía para entrar al partido unificado. En Culiacán –como sospechará el lector asiduo de esta biografía- la retirada de Heberto cayó como balde de agua helada. Era previsible que el grupo más tradicional y populista, encabezado por Jaime Palacios y Heriberto Meza Campusano, se mantuviera fiel al PMT, pero también que el Comité Estatal se fragmentaría. Un grupo, encabezado por Arturo Guevara, decidió que había que entrar al nuevo partido. Renato Palacios y José Antonio Zurdo Ríos, que habían estado en la tendencia “gordillista”, prefirieron quedarse. El grupo de Guevara empezó a afiliar gente, hasta que –cuando llevaban algo así como 450- desde la dirección nacional del MAP les llegó, vía Pablo Pascual, la consigna de que ahí le pararan, para que Heberto no la armara más de pedo (y tal vez para no disgustar a los preciados aliados comunistas).
Heberto igual la armó de pedo. En el programa de televisión de Luis Spota dedicó casi toda la entrevista a despotricar contra sus ex súbditos sinaloenses y a referir historias fantásticas en las que la base pemetista perseguía a los intelectualitos quemándoles las hojas de afiliación.
(Dice Arturo Guevara que, muchos años después, se encontró con Heberto, y el Ingeniero Castillo le ofreció disculpas por su actitud y hasta le dio la razón al grupo de militantes sinaloenses que hostigó por años. Como yo no estaba presente, no puedo más que hacer la referencia, con todo y fuente).

Los prolegómenos
Las cúpulas de las organizaciones fusionantes determinaron que el Congreso constituyente del nuevo partido estuviera compuesto por delegados de cada grupo, electos en asambleas conjuntas a lo largo y ancho del país, de forma tal que cada quien pudiera verificar la representatividad de quienes asistieran. Además había una cuota fija de 25 delegados para cada una de las cuatro organizaciones.
A mi hermano se le ocurrió casarse en esas fechas –mediados de octubre de 1981-, y encima de eso lo hizo en Aguascalientes, así que no asistí al primer día de la última Asamblea General del MAP, realizada en el Teatro del Pueblo, en la colonia Morelos, donde se eligió a los delegados de cuota.
Tampoco resulté electo en la asamblea de la UNAM –donde, sorpresivamente, resultamos ser más los mapaches que los pescados-; pero al final conseguí mi plaza con “los restos” (es decir, fui de los delegados que resultaron electos a partir de la suma de los votos “sobrantes” de cada organización en las asambleas) en una ultimísima asamblea del MAP, en el recién inaugurado Auditorio Rafael Galván, en la sede del SUTIN (y Guevara se impresionó con las prestaciones de los compañeros nucleares: al lado del auditorio había una guardería para hijos de los trabajadores, que el sinaloense definió como “sueca”).   
Otra parte de los prolegómenos fue formar parte del equipo que haría el programa del nuevo partido, que esencialmente estaba formado por miembros del PCM y del MAP (había un par del Partido del Pueblo Mexicano, pero pronto defeccionaron). Este grupo estaba liderado por Eduardo González Ramírez, un economista tamaulipeco, profesor de la Facultad, que encabezaba a los asesores del grupo parlamentario de la Coalición de Izquierda, y con quien acabaría teniendo una muy buena relación. Entre los asesores de los diputados despuntaban un joven hiperactivo de mi edad, Jorge Alcocer –quien fungía entonces como brazo derecho de González- y, como prospecto estrella, un sonorense recién egresado, Enrique Provencio.

La asamblea de unificación
El congreso que formó el Partido Socialista Unificado de México tuvo lugar la primera semana de noviembre en el Auditorio Nacional. En él se fusionaron el Partido Comunista Mexicano (PCM), Partido del Pueblo Mexicano (PPM), Movimiento de Acción Popular (MAP), Partido de la Revolución Socialista (PRS) y Movimiento de Acción y Unidad Socialista (MAUS), además de algunos grupos menores y partidos locales.
El orden anterior corresponde al tamaño de las organizaciones, a partir de las asambleas de delegados. Nosotros los mapaches pertenecíamos al grupo político más joven y creíamos que seríamos el más pequeño de los fusionantes, así que nos sorprendió ser el número tres, y estar más cerca del PPM en número de militantes, que de los dos más pequeños. Luego constataríamos que el PPM había inflado su padrón, compuesto sobre todo de campesinos nayaritas. Eso quiere decir que, si no hubiera habido pruritos con Guevara y los sinaloenses para que detuvieran un proceso de afiliación y participación que de seguro hubiera llegado a unos dos mil militantes, hubiéramos aparecido como la segunda fuerza fusionante, y eso le hubiera dado otro matiz político al naciente partido.
En el congreso fundacional se vio que, de los cinco fusionantes, el único que tenía puntos de vista discordantes en su interior era el PCM. Los demás éramos monolíticos, o casi.
El PCM tenía al menos tres corrientes visibles: la nomenklatura, que era reformista y pragmática y pugnaba por la unidad de la izquierda, y los renovadores, o renos, que a su vez respondían a dos grupos o posiciones muy distintos: por un lado, los iconoclastas, que estaban poniendo a revisión prácticamente todo el pensamiento y la acción de izquierda (Roger Bartra, su exponente más representativo); por el otro, los estalinistas que habían sido desplazados de la cúpula.
El PPM, que venía del fraude electoral cometido contra Alejandro Gascón Mercado en Nayarit en 1975 (Gascón, con el PPS; ganó las elecciones, pero la dirección nacional de ese partido cambalacheó la victoria por una senaduría para su secretario general, Jorge Cruickshank, lo que generó la escisión), era un partido estalinista y personalista. Prosoviético y atrasado como la chingada. Sólo unos pocos de los cuadros del PPM fueron evolucionando sus puntos de vista a lo largo de los siguientes años (recuerdo, por ejemplo, al buen Sabino Hernández Téllez).
Nosotros, los del MAP; ya se sabe, éramos la derecha con veleidades socialdemócratas (aunque también obreristas). El cuarto partido, el PSR, era, si es posible, todavía más estalinista que el anterior, con un líder jetón, de apellido Jaramillo, y unos cuantos jóvenes impreparados. El quinto, el MAUS, estaba compuesto mayoritariamente por “viejitos” (supongo hoy que muchos han de haber sido como de mi edad actual). Eran socialistas, varios de ellos luchadores sindicales, que habían roto con el comunismo de tiempo atrás, de cuando el PCUS mandaba sobre los partidos nacionales. Los mapaches del MAP, como era previsible, nos llevamos muy bien con los ratones del MAUS.
En el asamblea de unificación se votó el nombre (los del PSR traían una propuesta como de trabalenguas), logotipo (votamos a favor de la hoz y martillo que enfurecían a Heberto), lema y canción (votamos en contra de “Proletarios del Mundo, uníos” y de “La Internacional”).
A continuación se dio la Convención Electoral, donde se votó por candidato a la Presidencia de la República, y Arnoldo Martínez Verdugo derrotó ampliamente a Gascón Mercado y también se nombró al Comité Central (todavía por cuotas de organización fusionante: los del MAP sumamos a Gustavo Gordillo y José Woldenberg a los nueve integrantes de lo que había sido nuestra Comisión Política).
En la Asamblea de Unificación, junto con Pepe Ayala (q.e.p.d)
Una tarde, a mitad de la asamblea, llega Hermann Bellinghausen con una noticia infausta: El Salvador había derrotado a México en fut. No iríamos al Mundial de España.

martes, diciembre 13, 2011

El Purificador y la República Amorosa



Hay quienes han reaccionado con tremenda ingenuidad ante el nuevo rostro que está presentando en sociedad Andrés Manuel López Obrador. Se congratulan de que haya abandonado su lenguaje ríspido de confrontación y consideran que ello es signo de moderación, y que el tabasqueño ha aprendido al menos alguna de las muchas lecciones que le debió de haber dejado la experiencia de 2006.

Otros se muestran preocupados por el cariz aparentemente religioso de sus discursos y sus textos y se imaginan una suerte de neofundamentalismo en ciernes, a partir del paso del juarismo a la República Amorosa.

La verdad yo no veo ni lo uno, ni lo otro. Los cambios son cosméticos y menores. Intentaré explicarme.

Primero, Andrés Manuel responde a lo más obvio: el error más grande de su campaña anterior fue hacer gala de radicalismo (recordemos, por ejemplo, los spots en los que presentaba, burlones, a los ricachos que ganaban 15 mil pesos al mes) y el más medido por los encuestadores fue el que lo ubicaba como un personaje rijoso y peleonero.  Se trata de una respuesta política de botepronto: “no echaré bronca, amor y paz”.

¿Pero se parece en algo AMLO II a Lula IV, que se moderó en serio, ganó por fin las elecciones y resultó ser un buen presidente de Brasil? ¿Se parece, de perdida, a Humala II, que le bajó al discurso incendiario, se puso traje y fue escogido en Perú, como mal menor ante Keiko Fujimori?

Creo que no. Que cuando mucho se parece a Daniel Ortega III. Y para muestra sus “Fundamentos para una República Amorosa”.

En ellos, AMLO, pasa —en el discurso— del padre severo que, admonitorio, amenazaba con castigar a los malos del país, al padre bonachón, que abraza a todos sus hijos y pide que se quieran. Lo que no deja de lado es el paternalismo.

Andrés Manuel sigue barajando, hoy como hace seis años, la idea de un cambio súbito, a partir de la actuación de un héroe capaz de establecer un nuevo orden. Tiene una suerte de fiebre refundacional. Ahora hace hincapié en lo moral, en vez de partir de lo económico y social. Pero eso tampoco es nuevo.

Hace seis años, AMLO hablaba de encabezar “la purificación de la vida nacional”, dijo que hacía falta “una renovación tajante” porque “ni modo que no vamos a necesitar una nueva política si estamos viendo que hay un doble discurso, que impera la hipocresía”.

El Purificador, ahora en veste amorosa, hace referencia a una realidad, la pérdida de valores en nuestra sociedad y, a partir de ella, teje —en clave pseudomística— el viejo concepto realista- socialista del “hombre nuevo”.

Frente a la descomposición social, AMLO II habla de “auspiciar una nueva corriente de pensamiento para alcanzar un ideal moral, cuyos preceptos exalten el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria”. Y dice que, “sin ese ideal moral, no se podrá transformar a México”.

Un ideal de persona, un arquetipo que “haga frente a la mancha negra de individualismo, codicia y odio que se viene extendiendo cada vez más”, que genere ciudadanos despojados de los defectos propios de la sociedad capitalista. Una persona altruista, solidaria, fundida en el “nosotros” y opuesta al “yo, un cosmos” que cantara Walt Whitman.

“La Revolución” —escribía el Ché Guevara— “no es únicamente una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen; es además una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales”. El propio Ché hablaba de la importancia de que el trabajo ya no fuera visto como sacrificio, sino como un placer (y AMLO, por su parte, da el ejemplo del tequio oaxaqueño, para luego citar a José Martí sobre las bondades de autolimitarnos como parte de la forja de la personalidad).

En algún otro momento, Guevara fue más explícito. El Hombre Nuevo, que despreciara los bienes materiales, era una necesidad política para un sistema que, sabía el Ché, era incapaz de generar con la eficacia del capitalismo los satisfactores materiales.

Sabemos, por experiencia, que ni la URSS ni Cuba generaron hombre nuevo alguno. Que los discursos humanistas (basados en el deseo de justicia social que alimentó las revoluciones) eran sólo parte de la maquinaria de propaganda de sus respectivos regímenes totalitarios. Que para que una sociedad abandone una mentalidad de supervivencia, debe primero tener las condiciones económicas para ello.

Andrés Manuel puede, en la construcción mental de su República Amorosa, llenarse la boca de frases para la gayola como “la inmensa bondad que hay en nuestro pueblo”, pero luego se contradice cuando atribuye, de manera casi lineal, la actual ola de violencia, la pobreza y la explotación. “La pobreza y la falta de oportunidades de empleo y bienestar originaron este estallido de odio y resentimiento”. Como si la disputa por enormes mercados ilegales no tuviera nada qué ver; como si pobreza y falta de oportunidades no hubieran sido, desde hace muchas décadas, desde mucho antes de las matazones y la sevicia, la característica social más notable y detestable del país.

Peor es la conclusión para hacer frente al problema que más lacera a nuestra sociedad: “es el bien lo que suprime al mal”. Uno se pregunta si querrá acabar con los Zetas con una sobredosis de ternura o si va a asfixiar a La Familia con besos y dulzuras.

Los Estados democráticos no se forjan con amor, sino con reglas acordadas de manera colectiva que se hacen respetar, y que superan las tensiones naturales de la convivencia social. Con normas comunes. La izquierda democrática en el mundo ha luchado para que esas reglas sean justas, para que las normas no exceptúen a los poderosos, para que las instituciones sirvan a la gente común, para que se avance en la igualdad.

Lo de AMLO II es otra cosa. Es un desplante lírico para edulcorar su ferviente deseo purificador de raíz de la vida nacional y de ser, él, Andrés Manuel López Obrador, el Amén. Como siempre.

Quienes, desde la izquierda moderada y ante la ausencia de otras opciones, decidan votar por AMLO, están en todo su derecho. Pero por favor, que no vengan a decirnos que cambió en lo fundamental. Hay un Comité de Salud Pública detrás de la República Amorosa. Los perredistas moderados ya conocerán su furia en carne propia.

miércoles, diciembre 07, 2011

Un libro en 140 caracteres

Los políticos tienen cada vez más problemas con la lectura. Los mexicanos, en particular, encima tienen la tendencia a confundir autores: La Silla del Águila, de Enrique Krauze; Cien Años de Soledad, de Mario Vargas Llosa y Un Tranvía Llamado Deseo, de José Emilio Pacheco son sólo unos cuantos de sus deslices. Imagínense la dificultad para reconocer trama y personajes.

Todavía a principios de siglo, un político se conformaba con una presentación power-point de cinco páginas en la que se resumía algún texto complicado. Ahora exigen más capacidad de síntesis, que el tiempo corre y están muy ocupados.

En época de twitter (y de déficit de atención), nada mejor que el ladrillito de 140 caracteres para sintetizar danzones literarios (o valses, mazurkas, hip-hops y quebraditas). Por lo tanto, para beneplácito de aspirantes a candidaturas de todo tipo, aquí se sintetizan obras cumbre de la literatura en lo que cabe un tuit.


La Divina Comedia, Dante Alighieri

Virgilio guía a Dante al Limbo, chido y con poetas, al Infierno, gacho y con torturas, al Purgatorio, feo. Beatriz lo lleva al cielo. Gûeva.

Pedro Páramo, Juan Rulfo

Narrador llega a Comala, pueblo pinche. Le hablan espectros. Murmullos. Alguna vez fue la Media Luna. Todos son hijos de un tal Pedro Páramo.

Rayuela, Julio Cortázar

Oliveira conoce a la Maga. Al de arriba no le gusta el jazz. Pobre Bebé Rocamadour. Amalan noemas. Líos de Talita y Traveler con el mate.

El Tambor de Hojalata, Günther Grass

Oskar no quiere crecer. Pandillero, niñodios, vitricida, payaso en guerra. Hace que el padre trague culpas. Deviene baterista sacalágrimas.

La Ciudad y los Perros, Mario Vargas Llosa

El Esclavo muere en accidente de colegio militar. El Poeta y otro saben que lo mataron. Los callan por honor. El vil Jaguar era el asesino.

Los Hermanos Karamazov, Fedor Dostoievsky

Padre mala onda tiene 4 hijos. Se lía con putita. Asesinado. El hijo culpable se suicida, otro es condenado, otro enloquece y uno la libra.

La Sombra del Caudillo, Martín Luis Guzmán

El General Aguirre se hace guaje sobre sus aspiraciones presidenciales. Pero no es el tapado del caudillo. Cuando se destapa, pum, masacre.

La Hoguera de las Vanidades, Tom Wolfe 

Amo del Universo domina Wall Street. Se pierde y accidenta en NY con la persona equivocada. El sistema lo convierte en el villano favorito. 

Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez

Macondo, los locos Buendía. Aureliano pierde guerras. Llueve. Remedios asciende, Amaranta teje mortaja, mariposas amarillas y cola de cerdo.

Rebelión en la Granja, George Orwell

Cerdos guían Revolución Animalista. Napoleón traiciona a Snowball, instaura régimen de terror, propaganda y hambre. Los cerdos son humanos.

El Nombre de la Rosa, Umberto Eco

Baskerville y Adso investigan crímenes en abadía medieval. Recorren biblioteca de Babel. Màs muertos. El culpable, ciego, no gusta de risas.

martes, noviembre 29, 2011

Biopics: Hacia la unidad de la izquierda


Los miembros del Comité Nacional del MAP solíamos reunirnos formalmente cada dos sábados. En una de las primeras, nos asignamos tareas y comisiones. Hortensia Santiago y yo éramos la Comisión de Capacitación. También participé activamente en la redacción del librote en el que se convirtieron las Tesis y el Programa de Acción, y seguía en la redacción de la revista Solidaridad.
La principal actividad de la Comisión de Capacitación fue un curso sindical que organizamos –y yo di en parte- en el recién fundado Instituto de Estudios Obreros Rafael Galván, en la casona de la calle Zacatecas en la colonia Roma. Asistieron cuadros sindicales de distintas partes del país, sobre todo –pero no solamente- electricistas de la Tendencia Democrática y miembros del FAT (Frente Auténtico del Trabajo). La idea central del curso era la de pasaje de explotados a productores; de la idea economicista del sindicato a la de la agrupación que conoce a fondo la empresa para la que trabaja, no se deja engañar, propone y, si puede, también dispone. Y jamás ahoga a su fuente de trabajo.

Pocos meses habían pasado, sería septiembre de 1981, cuando surgió, a instancias del Partido Comunista Mexicano, la iniciativa de unir a las distintas agrupaciones de la izquierda socialista en un solo partido. Se trataba de una idea largamente acariciada en muchos lados y daba la impresión de que no había cristalizado simplemente por la inercia de las organizaciones. Heberto Castillo al principio mostró gran interés por la fusión. Igual lo hicieron los grupos que habían coincidido en la Coalición de Izquierda en las elecciones de 1989.
Para los comunistas del partido aquello iba más allá. Significaba de entrada un distanciamiento de la tradición soviética, tantas veces sectaria y era parte de un largo proceso de revisión y autocrítica que se había desarrollado dentro de ese partido. Lo paradójico es que al menos dos de las agrupaciones fusionantes, el Partido del Pueblo Mexicano y el Partido Socialista Revolucionario, eran prosoviéticas y con resabios estalinistas. También se fusionaría el Movimiento de Acción Unitaria Socialista.  
Las coincidencias del Movimiento de Acción Popular con el PCM eran varias. La primera, en la lucha sindical universitaria. La otra, el acercamiento ideológico a partir de la reflexión reformista que había tomado carta de ciudadanía en ese partido, que lo alejaba paulatinamente de la ortodoxia y lo acercaba a posiciones socialdemócratas de izquierda.
Por lo tanto, era lógico que cuando en una reunión del Comité Nacional se propuso que el MAP se fusionara en el nuevo partido unitario, la respuesta fuera afirmativa e incluso entusiasta. No hubo un solo voto en contra y solamente una abstención, la de Hortensia Santiago.
Varios preguntamos abiertamente si el MAP seguiría como corriente política organizada dentro del nuevo partido. La respuesta de los dirigentes fue que no, que si aceptábamos la fusión, eso significaba de plano nuestra disolución como organización política. Ante las continuas y genuinas dudas, Rolando Cordera zanjó la discusión con una frase inolvidable:
-El MAP es un estado de ánimo.
Eso es lo que efectivamente terminamos siendo.

Los compañeros del PCM recibieron gustosos al quinto elemento de la fusión, pero de manera sorpresiva, el anuncio de nuestra llegada al futuro partido provocó la furia de Heberto Castillo, quien no nos bajaba de “membrete” (no tardaríamos mucho en demostrar que estaba equivocado) y puso un ultimátum: si entraba el MAP, el PMT se salía del acuerdo de unidad.
Tengo una hipótesis fuerte respecto a esta rabiosa negativa. En el Movimiento de Acción Popular abundaban los intelectuales y los socialdemócratas. Los primeros amenazaban la pretensión hebertista de monopolizar, o de perdida oligopolizar, la opinión del partido en los medios, de llevar él la guía intelectual. Los segundos constituían un peligro todavía mayor: a la larga le podrían quitar el carácter revolucionario-socialista al partido. Hizo tremendo berrinche, que sería todavía más grande cuando compañeros sinaloenses del Partido Mexicano de los Trabajadores decidieron, ante la postura de Heberto, renunciar al PMT y afiliarse al MAP.

martes, noviembre 15, 2011

La caída de un bufón



Salió por la puerta trasera, pero aún allí encontró a sus detractores que lo esperaban. “¡Bufón!”, le gritaban una y otra vez, de manera despectiva, en un coro que era parte de la fiesta popular provocada por su salida del gobierno. Era el fin de la Era Berlusconi, tal y como la conocimos. Ojalá sea el final definitivo.



“Soy el hombre más perseguido de la historia”.

Entender la llegada al poder de Silvio Berlusconi –y, más aún, su permanencia a pesar de la ineptitud y el escándalo- es entrar a una historia fascinante, que salta de la farsa a la comedia y a la tragedia y que tiene mucho que enseñar a los estudiosos de la política.

Durante años, desde el fin de la II Guerra Mundial, en Italia se sucedieron gobiernos hegemonizados por la Democracia Cristiana, partido que –dado el sistema electoral casi estrictamente proporcional- tenía que coaligarse con otras organizaciones políticas moderadas para hacer gobierno. Había un veto de hecho al Partido Comunista y a los grupos neofascistas.

A principios de los años noventa, cuando el muy corrupto Partido Socialista Italiano se había convertido, con votaciones rara vez superiores al 15 por ciento, en la bisagra fundamental para formar gobiernos, y la gente estaba cada vez más cansada de la partitocracia, estalló una serie de escándalos de corrupción, conocida como tangentopoli (“mordidópolis”), que involucró a las principales formaciones de la coalición de gobierno y que llevó a la investigación judicial nacional conocida como “Manos Limpias”, que terminó, entre políticos encarcelados y empresarios suicidas, con la desaparición de varios de los partidos italianos históricos y con la llegada de un gobierno “tecnócrata” de transición, al mando de Carlo Azeglio Ciampi.

Se creyó –al igual que sucede ahora en otros países- que el culpable verdadero de la crisis era el sistema electoral proporcional, así que la principal tarea del gobierno de Ciampi fue una reforma que lo convirtió en sistema mixto, bajo la idea de que diputados de distrito estarían más cerca de las necesidades de sus electores.

“Estoy ungido por el Señor”

La situación estaba más que dada para una victoria del Partido Democrático de Izquierda, heredero del viejo PCI, y entonces apareció en el campo el empresario Silvio Berlusconi, dueño de las tres cadenas más importantes de la televisión privada. El 26 de enero de 1994 presentó en su TV un discurso que iniciaba “Amo a Italia” y concluía en la necesidad de crear una coalición a favor de “la libertad, la familia, la empresa y la tradición italiana y cristiana”.
En esa emisión anuncia el nacimiento de Forza Italia, un partido ad hoc, que obtuvo 21 por ciento de los votos, impulsada por sus anuncios en televisión y el temor a “los comunistas”.

“Soy simplemente un empresario que hace milagros”

Esto le bastó a Berlusconi para ganar. Se alió con la secesionista Lega Nord en el norte del país, y con la neofascista Alleanza Nazionale en el sur. Un tipo astuto: sus coaligados no estaban aliados entre sí.

El primer gobierno Berlusconi duró apenas poco más de un año, a partir de la ruptura con los norteños, que llegaron hasta a acusarlo de ser parte de la Cosa Nostra. El cavaliere dijo que jamás se volvería a sentar en la misma mesa con Umberto Bossi, el dirigente de la Lega.  Muy pronto volvieron a ser aliados.

Aquel gobierno fue sustituido por uno apartidista, “tecnócrata”, presidido por Lamberto Dini, a quien siguieron –sin pena ni gloria- dos gobiernos de izquierda, el de Romano Prodi (quien le ganó un debate televisivo al cavaliere cuando recordó que la ley lo había obligado a vender su periódico… y Silvio lo vendió a su hermano) y el de Massimo D’Alema.

Mi valentía está fuera de discusión, mi sustancia humana, mi historia, los otros se la sueñan”

Para las elecciones de 2001, Berlusconi prepara una jugada maestra. En un programa de TV se compromete públicamente, en un “Contrato con los italianos” a cumplir 5 puntos: exenciones y rebajas de impuestos, mejora de la seguridad, aumento de las pensiones, disminución a la mitad de la tasa de desempleo y aumento de al menos 40 por ciento en grandes inversiones de infraestructura. Firma que si no cumple los propósitos, no se volverá a presentar a elecciones.

Una mirada serena sobre estas promesas lleva a la conclusión de que, si se cumplieran, el resultado en términos fiscales sería desastroso. Más gasto, menos ingresos. Pero funcionó en lo electoral y Berlusconi regresó al poder.

A la hora de la verdad, no cumplió ni una. Las bajas en los impuestos nacionales fueron compensadas por aumentos en los impuestos locales y en los aranceles. El crimen aumentó 6.7 por ciento. El desempleo bajó notablemente, de 9.9 a 7.1 por ciento, pero no quedó a la mitad. 1.8 millones de pensionados tuvieron el aumento prometido; otros 6 millones se quedaron esperando. Las inversiones en infraestructura crecieron 21.7 por ciento. En enero de 2009 una sentencia de la corte estableció que el contrato firmado en TV no tenía valor legal alguno. Para entonces Silvio ya había buscado varias veces la reelección.

Berlusconi justificó que, dadas las condiciones externas, su gobierno realizó un “milagro continuo”, que no le reconocían debido a una “campaña negra” de los medios de oposición, a quienes acusó de “comunistas”. En esa época, la deuda pública de Italia, históricamente grande, llega hasta la hipertrofia.

Así respondía Berlusconi a las críticas: “Italia es el país con las regiones más ricas de Europa, un país con el más alto número de automóviles respecto a la población, el más alto número de celulares. Somos grandes playboys, por lo que todos nuestros muchachos mandan al menos diez mensajes al día a sus diez novias y somos el país con más casas en propiedad de las familias. Cuando The Economist imagina una Italia sostenida por muletas, dice una cosa profundamente contraria a la que vivimos los italianos, que es una situación de bienestar y de gozo por haber nacido en el país más bello y uno de los más ricos del mundo”, declaró, en presencia de Tony Blair.


“Soy incapaz de decir que no. Por fortuna soy un hombre y no una mujer”.

De los últimos diez años, Berlusconi gobernó en ocho y medio.

En previsión de un crecimiento de la izquierda, la coalición berlusconiana reformó de nuevo la ley electoral, para favorecer de manera extrema a quien obtenga la mayoría relativa. En los comicios del 2006, el tiro le salió por la culata: con una ventaja mínima en el voto popular, la izquierda se llevó una amplia mayoría legislativa. Berlusconi no aceptó los resultados y se le tuvo que forzar la dimisión.

El siguiente gobierno de izquierda fue un fracaso. Por una parte, la adopción del Euro había generado una mayor división social, en contra de asalariados y pensionados, que no fue atacada. Por otra, los aumentos fiscales para paliar el déficit no fueron acompañados por una disminución del gasto corriente, haciendo más evidente la distinción entre “ellos, los políticos y nosotros, los ciudadanos”.  La coalición de nueve partidos que había llegado al poder terminó por fracturarse. Tiempo para Silvio III.

“¿Saben por qué les gusto tanto a las señoras? Deriva del anagrama de mi nombre: l’unico boss virile.”

Berlusconi disolvió su partido Forza Italia (que, por cierto, tuvo muchos eventos con show y multitud de bellas edecanes, gran coro que canta el himno del partido, agitado y paternalista discurso del líder… pero ningún congreso nacional digno de ese nombre) y lo fusionó con otras organizaciones de centro-derecha, para fundar el Pueblo de la Libertad, partido que lo nombró presidente por aclamación (oficialmente, con el 100 por ciento de los votos). Esta agrupación, aliada con la Lega Nord, ganó las elecciones de 2008.

“Ya no acepto el disenso”

Berlusconi había empezado siendo un buen comunicador político. Supo agrupar en torno suyo todo el miedo al comunismo cebado durante años por la iglesia católica y los partidos de centro-derecha. “Dicen que han cambiado, pero mírenlos, lean su prensa: ¡son los mismos!”. Siempre hablaba con palabras sencillas. Perfectamente medido: un poco didáctico y un poco exaltado, sin las abstracciones y las palabrejas comunes a la clase política tradicional.

“Obama tiene todo para llevarse bien con él: es joven, es guapo, y también bronceado”.

Pero en la medida en que involucionaron sus gobiernos, el comunicador fue dejando su lugar al bufón, hasta verse totalmente dominado por él. Salieron a flote el carácter cada vez más autoritario del premier, su obsesión por librarse de los intrincados problemas legales a través de la aprobación de leyes ad hominem, sus escándalos personales (destaca el caso Ruby, la menor de edad marroquí que asistía a sus bacanales) y las respuestas que querían ser chuscas, pero que en realidad eran patéticas.  Quería responder a su decadencia con el bunga-bunga (dime qué presumes y te diré de lo que careces). Era ya, para decirlo como el caricaturista Altan, “Silvio Banana”, un personaje impresentable a nivel internacional, y el prestigio mundial de Italia había caído a niveles ínfimos.

Me parece que en Italia no hay una crisis fuerte. La vida en Italia es la de un país próspero, el consumo no ha disminuido, con trabajo se logra apartar un lugar en el avión, los restaurantes están llenos”.

Cuando sobrevinieron los problemas financieros, se mantuvo como si nada estuviera ocurriendo, a pesar de que la economía italiana estaba totalmente estancada, la crisis de la deuda pública fuera cada vez más apremiante y el regodeo de la política pospusiera una y otra vez las reformas necesarias.

“Los comunistas se transformaron en laboristas en Gran Bretaña, en socialdemócratas en Alemania…”

También rompió con su antiguo aliado Gianfranco Fini, al grado que el neofascista parecía un demócrata al lado de Berlusconi. Era Nerón tocando la lira ante el incendio de Roma.

“¿Eres pobre? Culpa tuya”

Resulta por lo menos aleccionador constatar que lo que no logró la oposición, lo que no logró la prensa, lo que no lograron los jueces, lo haya logrado el mercado. Que Berlusconi haya caído por la gracia de ese tótem del cual él siempre se declaró ferviente admirador. Pero es claro que, si seguía en el poder –pensando en leyes para salvarse a sí mismo de la persecución de la justicia, nunca para su país- la idea misma de unidad monetaria europea se iría al traste. La de Italia es una economía demasiado grande como para ser rescatada de manera tradicional (y eso que, con Silvio, pasó del 5º al 8º lugar mundial). 
 
“El hombre que jodió un país entero”, decía The Economist en una portada. Sí, pero también un país entero (o algo así como la mitad más uno de un país) que se dejó joder, seducido por las poses de playboy, por el nacionalismo de opereta, por el temor al fantoche del “comunismo”. Un país que se vistió de modernidad cuando en realidad abrazaba el inmovilismo y las antiguas formas corruptas de ligar poder político y negocios. Un país que decía mirar al futuro cuando corría hacia su pasado más negro.

Ahora llega otro tecnócrata, para aplicar las recetas amargas por las que ningún político quiere pagar. ¿Qué seguirá después? Ojalá y la racionalidad cubra el vacío de poder que dejó el final de la Primera República, y que los electores italianos se pongan, de una vez por todas, cera en las orejas, para estar sordos ante los cantos de sirenas. No podemos asegurar que así será.

“Gadafi es una persona inteligentísima. De otra manera no hubiera podido estar en el poder más de 40 años”.

martes, noviembre 08, 2011

Los mercados y la polis

La agonía del gobierno de Yorgos Papandreu en Grecia ha sido una de las más interesantes en los últimos años. Resulta de una combinación inédita de crisis económica interna, problemas en la conformación de la Unión Europea, luchas de poder dentro de la misma e inestabilidad social, con presiones desde la izquierda y desde la derecha. Encima de eso, la fallida propuesta de un referéndum, le pone el ingrediente extra de enfrentar a la polis, los ciudadanos, con los mercados. Todo un caso.

Tenemos de inicio una economía relativamente débil que entra a la Unión Europea bajo la promesa de ingentes subsidios en un proyecto de modernización de largo plazo. Ayudada por estos subsidios, y por la contratación creciente de deuda, Grecia alcanza altas tasas de crecimiento, acompañadas por un aumento geométrico del gasto corriente del gobierno (cuya burocracia se multiplica) y de las pensiones (que se ubican entre las más generosas de Europa gracias a las presiones de poderosos sindicatos).

Mientras la barca va —es decir, mientras la economía de Europa se mantiene estable—, el sistema funciona, ya que Grecia representa una porción relativamente pequeña del producto (2.2 por ciento del PIB). Cuando estalla la crisis del 2008, y todo mundo empieza a ver con más detalle las finanzas nacionales, resulta que el gobierno griego había mentido acerca de su déficit público (que era 14 mil millones de euros superior) y de su deuda pública (que representaba 127 por ciento del PIB).

En términos del tamaño de la UE son cantidades teóricamente manejables, pero sucede que Grecia no es el único Estado en crisis financiera-presupuestal. En menor grado, Portugal, Irlanda, Italia y España se encuentran en condición delicada. Un plan de rescate demasiado benévolo generaría un efecto-demostración que dificultaría replicarlo en economías más grandes. Además, Grecia ha mentido sobre su situación y, en la lógica de control de los socios principales del Euro, no puede premiársele. Lo lógico es que siga una serie de condicionamientos: ayudas y condonación parcial de las deudas, sí, pero a cambio de severos ajustes presupuestales, que darían al traste con la enorme y carísima red de subvenciones y de protección social armada por los sucesivos gobiernos griegos.

En otras palabras, Grecia por sí sola no ponía en riesgo grave a la zona euro, pero su comportamiento podría provocar olas expansivas que sí generaran dicho riesgo. Es sólo una de las contradicciones derivadas de la coexistencia de naciones-Estado, con una política económica independiente y soberana, dentro de una organización supranacional, que va más allá del bloque económico de comercio, se convierte en unión monetaria y apunta a una federación. Los tratados de Maastricht supuestamente limarían esta contradicción pero, a la hora de la prueba del ácido, se ve que no fue así.

Y ése es el punto toral que está detrás del fallido intento de Papandreu por llamar a la polis a decidir si quería o no los ajustes. No se trató solamente —aunque también lo fue— de la búsqueda de que alguien más compartiera la responsabilidad o el costo político. No se trató nada más —aunque también lo fue— de enviar el mensaje de que el gobierno griego no iba… lo llevaba la UE. Que no era Papandreu, sino Merkel y Sarkozy. Era también un aldabonazo para decir algo que debía ser obvio, a cambio de la entrada a la zona euro y las múltiples subvenciones, Grecia había cedido una parte de su soberanía.

El peligro de que, a pesar de que el gobierno explicara la conveniencia —o la inevitabilidad, como mal menor— del programa de ajustes, la reacción natural de la polis fuera la de rechazar los ajustes, con la consecuencia de la expulsión de la zona euro, la reaparición devaluada del dracma y la aceleración de la espiral de crisis en Grecia y en toda Europa.

Era una respuesta muy posible. Hay que recordar que el electorado griego se ha decantado históricamente por la izquierda. El Movimiento Socialista Panhelénico, de Papandreu, obtuvo el 44 por ciento de los votos, pero a su izquierda están el Partido Comunista, con 8 por ciento, y la Coalición de la Izquierda Radical, con el 5 por ciento. Los conservadores tuvieron el 35 de los votos y el restante 6 por ciento corresponde a una agrupación nacionalista. En ese contexto ideológico, era obvio que toda propuesta de recortes tendría una dura respuesta popular, con el agregado de que los grupos más radicales la utilizarían para cargar agua hacia su molino.

En ese sentido era de esperarse que los mercados reaccionaran con más rapidez que los políticos y que los forzaran a impedir dicha consulta. A los mercados no les interesa la polis, sino la certidumbre de las transacciones. Ya habían castigado a Grecia por dar información falsa (ya se sabe que los mercados funcionan aceptablemente cuando la información fluye y es veraz y causan desastres cuando la información es insuficiente o equívoca), ahora se mostraban dispuestos a lanzarse contra toda Europa. Los mismos bancos europeos se deshacían con rapidez de bonos de deuda soberana de diversas banderas. El capital no tiene patria, ni siquiera continente. No le interesa la democracia más que de manera marginal. Pero tiene sentido común las más de las veces.

Y en este caso, los mercados tienen como aliados a quienes llevan las riendas de la Unión Europea. Alemania y Francia son quienes mayor poder de largo plazo pueden obtener a través de un Euro capaz de imponerse como divisa internacional; quienes mejor pueden utilizar, en los mercados globales, la fuerza de la Europa unida; quienes entienden con más claridad el concepto de hegemonía. En la medida en que la UE camine hacia una federación, en el sentido estricto de la palabra, con políticas supranacionales, más poderosas serán. Eso es también lo que piden los mercados, por su necesidad de certidumbre.

Lo que está en juego no es que Grecia pague sus errores e irresponsabilidad (que el pueblo griego pague con altos intereses los beneficios del pasado). Tampoco, la cuestión estricta de la deuda (naciones como Grecia e Italia tienen enorme deuda pública, pero relativamente baja deuda privada de las familias, lo contrario sucede en Francia y el Reino Unido). Lo que está en juego es saber quién manda: la señora Merkel y los mercados. Ahora los griegos (y portugueses, irlandeses, italianos y españoles) lo saben.

Una pregunta queda en el aire. ¿No era obvio para Papandreu que los mercados matarían el referéndum y sepultarían con facilidad a su gobierno? Tal vez no, Pero tal vez sí, y lo que hizo el primer ministro, muy a la griega, fue cumplir con su trágico destino.

jueves, noviembre 03, 2011

México en los Panamericanos de Guadalajara: un balance deportivo

Es tiempo de hacer un balance deportivo de la delegación mexicana a los XVI Juegos Panamericanos, realizados en Guadalajara. Para ello, es necesario dejar triunfalismos y derrotismos, y hacer un comparativo razonable con lo realizado en la edición anterior, efectuada en Río de Janeiro 2007.
Lo primero que hay que decir es que lo correcto es comparar Panamericanos con Panamericanos, no con Juegos Olímpicos o con Centroamericanos y del Caribe. Peras con peras y manzanas con manzanas. Comentaremos, pero sólo como addendum, algunas posibilidades a futuro.
Esto viene a cuento porque algunos han insistido en que el recuento tan favorable a México está viciado por la existencia de muchas medallas en deportes no olímpicos ("medallas de chocolate", les llegaron a decir). El caso es: 1) que en la edición en la que México había conseguido anteriormente más oros, Mar del Plata 1995, varios de sus triunfos también fueron en estos deportes: de hecho ganó más títulos en frontón en Argentina que en México; 2) que. aun si eliminamos todas las medallas de deportes no olímpicos, México se mantiene en el cuarto lugar del medallero, con 27 oros y 101 medallas totales, rompiendo sus máximos históricos; 3) en Río 2007 obtuvimos medallas en 23 deportes; en Guadalajara 2011, en 33.
Eso significa, simple y llanamente, que la delegación mexicana tuvo en Guadalajara la mejor actuación de su historia. Pero es un resultado desigual y combinado, así que vale la pena desmenuzarlo.

Confirmando la tendencia que se había verificado en los JCC de Mayagüez, la situación en los tres deportes más importantes del ciclo olímpico es preocupante. En atletismo obtuvimos 10 medallas en total, 4 oros, 4 platas y 2 bronces. En Río habíamos ganado 15: 3 oros, 7 platas y 5 bronces. Locales, y a la baja. Como de costumbre, los semifondistas fueron quienes más contribuyeron, y finalmente México volvió a tener un 1-2 en marcha. Marisol Romero fue la figura, Juan Luis Barrios demostró que es atleta de elite y la dupla Nava-Ojeda devolvió el orgullo a la marcha mexicana. Gabriela Medina fue la sorpresa positiva en los 800 metros. Lanaro y Rifka cumplieron en salto de garrocha y de altura. Fuera de eso, los velocistas hicieron el ridículo, refrendando el fracaso de Mayagüez, se mantiene la pobreza -a veces extrema- en las pruebas de campo y Éder Sánchez se demostró como el perdedor con los peores pretextos (fue spaghetti en Pekín; en Daegu, que se preparaba para los Panamericanos y ahora fue el ácido láctico).
En natación, 4 bronces panamericanos no son nada de qué vanagloriarse. Una medalla más que en Río, pero 2 platas menos. México cayó al décimo lugar del medallero en la especialidad, por debajo de Cuba, Chile e Islas Caymán. Las mujeres dieron un poco la cara, en especial Fernanda González. La natación varonil es un desastre total, imposible de maquillar.
En ciclismo, el estancamiento es evidente. Otra vez 4 medallas y ningún oro, mejorando marginalmente los colores de las medallas. Hay dos jóvenes prometedoras, Luz Gaxiola y Sofía Arreola. Como en Río, los hombres no lograron colarse a un solo podio.

Pasemos ahora a los deportes en donde hubo un avance apreciable. Donde es más evidente es en los clavados. México hizo una plausible imitación de China y se llevó el carro completo de manera espectacular. A pesar de la coexistencia no siempre pacífica de cinco entrenadores, el fogueo constante y la competencia nacional e internacional, han convertido a México en una potencia en la especialidad. México supero con facilidad a medallistas olímpicos y mundiales y se llevó 12 medallas (8 oros), frente a las 6 (3 oros) que había obtenido en Río de Janeiro.
También hubo buenas sorpresas en la gimnasia artística. En Río se había obtenido un bronce por equipos femenil (luego retirado por una estupidez burocrática de la delegación). En Guadalajara, la cosecha fue de 3 oros, una plata y 3 bronces, revirtiendo la tendencia a la baja y encontrando nuevas figuras en Daniel Corral y Ana María Lago. Estados Unidos trajo un equipo B, reforzado en la rama femenil por dos atletas del equipo A que se reponían de lesiones, entre ellas Shawn Johnson, campeona mundial all-around y olímpica en viga de equilibrio (misma prueba que ganó la mexicana Lago, de 16 años).
El tiro con arco es otro deporte en el que la mejora mexicana es evidente, porque sus competidores ya están en la élite mundial. Las mujeres arrasaron con el oro por equipos e individual (Alejandra Valencia y el desparpajo de sus 16 años derrotaron a la campeona mundial), mientras que Aída Román se quedó con el bronce. Los hombres se quedaron con la plata (y el abanderado Juan René Serrano, como empieza a ser su preocupante costumbre, falló a la hora buena). En Río sólo se habían obtenido una plata y un bronce.
En remo, convertimos una plata en oro, y además ganamos otro oro, una plata y un bronce. En pentatlón moderno no se consiguió nada en Río y ahora un oro, con Oscar Soto, un bronce, con Tamara Vega, y dos plazas olímpicas.
Finalmente está el boxeo, en donde México tuvo la misma cantidad de oros (1), pero consiguió 4 platas y 4 bronces, frente al único bronce en Río.Una de las platas provino de la derrota del medallista mundial de bronce, Oscar Valdez, frente al cubano Lázaro Jorge Álvarez, actual campeón mundial. Hay que acotar que Estados Unidos no mandó a su equipo A a los Panamericanos (pero no les había ido nada bien en el Mundial de Bakú)..

Del taekwondo se esperaba mucho y se obtuvo poco. El pleito intestino entre los entrenadores Onofre y Salazar, en vez de promover en positivo la competencia entre los taekwondoines, está causando estragos. Hubo una medalla más que en Rïo, pero los colores se trocaron. Allá fueron 3 oros y un bronce. En Guadalajara, un oro, una plata y tres bronces. María del Rosario Espinoza y Guillermo Pérez no calificaron a los Panamericanos. De sus verdugos, sólo Damián Villa hizo una buena competencia (aunque cayó en la final, por especulador). Irma Contreras se llevó el único oro.
Fuimos potencia panamericana en canotaje. Ya no lo somos. De 5 oros conseguidos en Brasil, ahora sólo fue uno. Everardo Cristóbal Quirino repitió en el C-1, pero no ha podido encontrar una buena pareja desde que se deshizo de Valdés para competir junto a su primo Dimas Camilo, primero y con Castañeda, ahora. Manuel Cortina fue un desastre. A cambio, la delegación obtuvo plata en el K4 femenil, 500 metros.
En tiro deportivo alguna vez tuvimos leves esperanzas. Ahora es una sola, una jovencita de 17 años que se llevó el único bronce. En Brasil habían sido tres las medallas de ese metal.

En varios otros deportes hubo mejorías que van de lo relativo a lo muy relativo. Cynthia Valdez, en gimnasia rítmica tuvo unos grandes juegos, llevándose dos oros y tres platas, pero su compañera Rut Castillo no pudo competir por doping y México no se inscribió en la rutina por equipos. La dupla de volibol de playa dio un torneo riñonudo, eliminando a las de EU, pero Bibiana y Mayra se quedaron en la orilla frente a Brasil  (pasaron de bronce a plata). En judo, Vanessa Zambotti -que da una de cal y dos de arena- no pudo repetir el oro de Río, pero de una medalla pasamos a cinco, merced al mayor fogueo internacional. En halterofilia, Carolina Valencia se lesionó y no pudo defender su título. Damarys Aguirre refrendó su plata y en total sumamos 6 medallas, el doble que en Río, con la sorpresa de que una fue de los varones. En lucha, pasamos de un solitario bronce a una plata (hacía años que no se llegaba a una final) y dos terceros lugares. Exactamente lo mismo sucedió en esgrima. En tenis, trocamos una plata por un oro (y en los dos casos, la mayor parte del mérito debe adjudicársele a Santiago González). En vela, siempre con los mismos (y siempre con Tania Elías Calles quedándose en la rayita), mejoramos un poco los metales. En badminton, ecuestres y tenis de mesa se consiguieron medallas donde antes no las había. En gimnasia de trampolín se debutó con un bronce.

Continuemos el análisis con los deportes de conjunto. Lo más destacable son las medallas de plata conseguidas por los equipos de basquetbol, un deporte muy practicado y en el que es paradigmática la división de los federativos. Con apoyos diferentes entre ellos, pero inferiores a los recibidos por otras disciplinas, con una grilla tan grande que dos semanas antes de los Juegos no se sabía si iban a participar (los basquetbolistas ni siquiera están en el libro oficial de la delegación), las dos escuadras, a base de riñones y buen baloncesto, dieron una agradabilísima sorpresa, que dificilmente se repetirá si nadie da un fuerte manotazo sobre la mesa y empieza a poner la casa del basquet mexicano en orden (adelanto que ni el Presidente ni la Conade darán ese manotazo).
En el futbol, el Tri varonil cumplió, al ganar un torneo de bajo nivel, mientras que el femenil demostró su estancamiento al llevarse un bronce, a pesar de la ausencia de Estados Unidos.
De los demás deportes de conjunto, es menester dar un reconocimiento a las escuadras femenina de balonmano y masculina de volibol, que hicieron un torneo más que decoroso y se quedaron a un tris del podio. Las mujeres del voli de sala se vieron muy mal. En balonmano masculino, waterpolo y hockey, los esfuerzos no bastaron para salir de la mediocridad. En beisbol ganaron todos los partidos menos los importantes. En softbol seguimos mal y en rugby estamos todavía en pañales.

Terminamos el análisis con los deportes no olímpicos. México mejoró notablemente en squash respecto a Río: 4 oros y 7 medalls en total, frente a un 1 oro y 4 medallas en Brasil. Gran actuación de Samantha Terán. En karate, Bertha Gutiérrez convirtió en oro su plata brasileña y además obtuvimos 3 platas y 2 bronces. En boliche, para atrás, con una plata solitaria. Logramos broncitos en patinaje y ski acuático, que antes no hubieron. El frontón produjo 5 oros y 9 medallas totales (¿alguien esperaba más?) y el racquetbol, con la imbatible Paola Longoria, otras cinco doradas, una plata y un bronce. En la cuenta de estos deportes, México se llevó 15 oros, frente a 12 de Estados Unidos, 8 de Colombia y 7 de Argentina.


En resumen, un crecimiento real, pero con algunas zonas oscuras evidentes. Como de costumbre, los deportes en los que se buscó más roce internacional para los competidores dieron, por lo general, mejores resultados. Ojalá y no pase con Guadalajara 2011 lo que sucedió con México 1968 y se utilicen estos éxitos deportivos como plataforma para el despegue de los deportes olímpicos y panamericanos en esta joven generación y las siguientes.

Algo que puede impedir ese despegue -y más en una situación de posible alternancia política- es que las expectativas deportivas creadas por estos Juegos sean excesivas, y se pretenda un espejo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Sobre eso hay que ser muy claros. A nivel de auténtica elite se encuentran solamente los clavados.Tal vez algo se pueda rascar en tiro con arco (si Valencia mantiene su desparpajo, Román demuestra su calidad y Serrano se quita los changos de la espalda), pentatlón moderno, boxeo y taekwondo (si los sorteos nos favorecen en éstos dos) y los marchistas cincuenteros pueden aspirar al bronce. Las dos parejas campeonas de remo pueden llegar a la final y la dupla femenina de volibol de playa a cuartos de final. Todo lo demás seria sumamente sorpresivo. Las grandes metas deben fijarse para Río 2016.


Y hay otra gran meta: aprovechar la localía para superar a Cuba en los JCC de Veracruz 2014. Quedamos relativamente cerca de ellos en Cartagena de Indias y se han estancado (en un alto nivel).