miércoles, febrero 25, 2009

Biopics: Sentimientos y escaladas

Una muerte inesperada

Un día, al regresar de la universidad, recogí las cartas del buzón. Había una de mis papás dirigida a Eduardo. Sin pensarlo, se la dí. Pero palideció apenas la empezó a leer. Era de pésame por la muerte de su padre, pero él no estaba enterado. Me dio una pena terrible –y más porque sabía que una de las obsesiones de Eduardo era demostrarle a su papá, un señor severo, que él sería un profesionista muy capaz- y entre varios cuates intentamos consolarlo. Llamó a su casa y le dijeron que no le habían avisado al momento para evitar que cometiera el acto impulsivo de ir a México; que su mamá había escrito una carta varios días después del suceso y que estaría por llegar. Efectivamente lo conocían: tuvimos que hacer entre varios labor de convencimiento para que no se regresara y la misiva de su mamá llegó un par de días después.

A mí me dio una pena muy grande que Eduardo se hubiera enterado a través de mis padres, pero él me aseguró que fue mejor, porque la carta no tenía tanto dolor. No sé si lo hizo para tranquilizarme.

Un triángulo platónico

No es filosofía, ni matemáticas. Sucede que hay amistades directas y siempre frescas, de pensar juntos en voz alta y coincidir, de fraternidad y apoyo mutuo constante –como la que desarrollé, pensando en mis cuates italianos, con Claudio Francia-, y hay amistades que tienen un componente de encanto, una suerte de enamoramiento en el que priman la confianza el afecto: ese tipo de amistades en la que cuentas tus más recónditos sueños y te quedas un poco alelado con la otra persona. Esa fue la amistad, muy íntima, que trabé con Anna y Paolo, en un triángulo en el que yo estaba excluido de la parte física, pero de muy poco más.

Ambos eran muy atractivos, y yo no era el único en percibirlo. Decía un compañero, Roberto Balduini: “¡Qué bella es Anna Bernardi! ¿Pero cómo voy a intentar ligármela si su novio es el tipo más simpático de toda la facultad?”. Tenían una suerte de agradable calma interna, de paz, a pesar de que estuvieran metidos a fondo en los debates existenciales típicos de la generación. De alguna forma, el asunto del feminismo militante –que en muchas otras situaciones era fuente de tensión- en ellos se resolvía con una mirada introspectiva, con una revisión de lo que eran, lo que sentían, lo que querían ser.

Paolo provenía de una familia católica pequeño-pequeño burguesa. Su padre era un empleado bancario con notable aversión al riesgo. Eran gente bondadosa, pero no por ello buena, ya que estaban encorsetados por prejuicios –que mi amigo me hacía notar, a cada rato, con tacto pero con precisión. Paolo había sido muy católico de pequeño (en pláticas personales encontramos muchos elementos en común en esa formación, como las filminas de Bambo y las primeras dudas teológicas, pero el pequeño Paolino había sido medio fanático) y, obediente a esa formación, en el liceo estuvo en la megaultra: Poder Obrero. Tenía una hermana bonita y neurótica, Clelia, que era profesora de educación física (aunque fumaba como chacuaco) y que jugaba con Mapes al gato y el ratón.

Conocí mejor a la familia de Anna (de hecho, años después viví en casa de sus padres). Nino, el papá, era un empresario semirretirado, que también había estudiado la carrera de economía. Un señor duro y tierno al mismo tiempo (tierno como su corazón; duro como la formación fascista que recibió). Iris, la mamá, estaba medio sorda y era muy cariñosa. La señora era monárquica –más por afición a la crónica rosa que por convicción política- y tenía gustos rococó, pero afirmaba que votaba por la izquierda “para que el voto de sus hijos contara doble”. Anna tenía un hermano mayor, que había nacido durante un bombardeo aliado a Módena (“por eso es tan nervioso”, decía Iris), y que vivía en Ferrara.

Paolo era un cuate sencillo, casi modesto, sobre todo en vista de sus grandes capacidades. Un tipo siempre dispuesto a ayudar, pero sobre todo dispuesto a abrirse, a expresar sus debilidades y conflictos personales –a veces con notable autoironía-. Una persona organizada y alegre que, sin embargo, estaba dejando poco a poco escapar la pasión. Ana tenía más carácter, era más rebelde y siempre buscaba pensar fuera del cuadro preestablecido. Las discusiones culturales de la época la impulsaban cada vez más a ello. Si las conversaciones con Paolo eran de una apertura insólita, también me identificaba mucho, personalmente, con Anna. Así me imaginaba que sería yo si hubiera nacido mujer.

Hacía yo muchas cosas con ellos. Rolar, ir a comer o al cine, y platicar, platicar, platicar acerca de cómo habíamos sido formados, de los bigotes de sensibilidad felina que nos habían sido cortados, pero no extirpados, y de las maneras para que volvieran a crecer. Los amaba, pero aquello era, necesariamente, un triángulo platónico.

Visita a Cinisello Balsamo

En algún momento de aquella época escribí en mi diario: “lo que necesito es dar amor”. Tal vez por eso –o por alguna razón más física- se me ocurrió partir un domingo hacia Milán, o más precisamente hacia Cinisello Balsamo, donde vivía Luisa, la chavita que me había ligado en los primeros días de Perugia.

Tomé el tren y llegué al internado de la Bocconi, en busca de Castañares. Era la hora de la comida, pero el comedor universitario estaba cerrado. Pregunté entonces cuál era la trattoria más barata de los alrededores. Me dieron la dirección, pero me dijeron que se comía muy mal. Con el precio me bastaba, seguro allí estaría el buen Casta. Efectivamente, allí lo encontré y, tras comer –muy mal- tomamos un camión a la periferia obrera, el famoso hinterland milanés. Menuda fue la sorpresa de Luisa al escuchar mi voz en el interfon. Nos hizo pasar a su casa (primera vez que ví una televisión en la cocina), donde tomamos un refrigerio. Luego paseamos por el lugar, y Luisa y yo nos dimos besos y besos y besos y besos mientras Castañares la hacía de chambelán. Besos y besos y besos era lo que yo quería dar y recibir. Creo que Luisa también. Para entonces ella ya estudiaba medicina. Fue la última vez que nos vimos. Recientemente me enteré, a través de internet, que es una reconocida psiquiatra.

En la montaña con Martinez

Aquella primavera y verano hicimos varias excursiones al Apenino modenés. Montañismo amateur, guiados por un cuate del grupo grande, Gianni Martinelli, apodado “Martinez”, cuya máxima gracia –además de su conocimiento de la zona- era afirmar constantemente que El Zorro existe de verdad.

Desde el excursionismo de la primaria, cuando íbamos al Popo y al Ixta, me ha gustado la montaña. Caminar entre senderos escarpados, rodeados primero de vegetación cambiante y luego de rocas exigentes –y vistas extraordinarias-, buscar los mejores caminos, seguir rutas y desobedecerlas, respirar la humedad, sentir el fresco, la lluvia, el sol con más fuerza. Y subir. Supongo que es lo mismo que le gustaba a Martinez.

Una de esas ocasiones tomé una ruta diferente a la punta del cerro, que resultó más larga y, para colmo, desemboqué en una pista de ski seca. Eso quiere decir que era terreno erosionado, con pedrúsculos y una suerte de grava. Subir fue el suplicio de Sísifo: unos metros hacia arriba, otros resbalando hacia abajo. Cuando estaba por llegar a la cima vi las espaldas de las Tres Gracias –quienes, correctas, habían seguido a Martinez-, pero no escuchaban mis gritos –ya estaba cansadísimo- y discurrían tranquilamente sobre algún tema culturoso. Llegué con las uñas, arrastrándome. Apenas me siento a retomar el aliento, la Dandi avanza hacia el precipicio, echa dramáticamente el pecho hacia delante, los brazos hacia atrás, y exclama: “Soy la Niké”.

En ese momento entendí que la marca Nike no era Mike con ene, sino que hacía referencia a la Victoria de Samotracia.

Otra ocasión se organizó una excursión “grande”, que implicaba quedarnos a acampar en unas cabañitas. Ese fin de semana llegó Clara Chiapponi de visita a Módena, con la intención declarada de pasarlo conmigo. Pero yo preferí ir a la montaña (tal vez acicateado por una breve ruptura de Paolo y Anna, y porque él andaba tras una ex novia y ex compañera de Poder Obrero, que resultaba ser nada menos que la Betti). Aunque nos tocaría una cabaña para nosotros, Clara aceptó de no muy buena gana (y a cada rato detenía la marcha para mirar el paisaje y echarse un cigarro). A cambio, le hice un poemita que no me quedó tan mal… y también le hice uno a Anna.

miércoles, febrero 18, 2009

Lutero Rapero

A veces lo aburrido da pie a lo divertido. La lectura de Genealogía de los Estilos Económicos, un libro acerca de la influencia de las religiones en la economía - tema interesante pero libro escrito con un horrendo estilo académico mitteleuropeo-, me llevó a buscar diferencias entre el luteranismo y otras doctrinas protestantes desarrolladas en el Siglo XVI. Y me topé con esta joya, elaborada por estudiantes de historia de la Universidad de Yale. Lutero rapero.



'95 Theses' Rap

If you havin' Church problems then don't blame God, son...
I got ninety-five theses but the Pope ain't one.

VERSE 1

Listen up, all my people, it's a story for the telling
'bout the sin and injustice and corruption I been smelling:
I met that homie Tetzel, then I started rebelling
Once I seen the fat Indulgences that he been selling.
Now the Cath'lics of the world straight up disgracin' me
Just because I waved my finger at the papacy.
My people got riled up over this Reformation...
That's when Leo threatened me with Excommunication.
I warned y'all that Rome best agree to the terms.
If not, then you can eat my Diet of Worms!
You think you done something spectacular?
I wrote the Bible in the vernacular!
A heretic! [What?] Someone throw me a bone.
You forgot salvation comes through faith alone.
I'm on a mission from God. You think I do this for fun?
I got ninety-five theses but the Pope ain't one.
Save me!

CHORUS

Ninety-five theses but the Pope ain't one.
If you havin' Church problems then don't blame God, son...
I got ninety-five theses but the Pope ain't one.

VERSE 2

One Five One Seven... that's when it first went down.
Then the real test was when it started spreading around.
Sixty days to recant what I said? Father, please!
You've had, what? Goin' on fifteen centuries?
"Oh snap, he's messin' with the holy communion."
But I ain't never dissed your precious hypostatic union!
"One place at one time." Well, thank you Zwingli.
Yeah, way to disregard that whole "I'm God" thingy!
Getting' all up in my rosary... you little punk.
Your momma shoulda told you not to mess with no monk.
What you bumpin' me for? Suddenly you sore.
Keep that up, you'll have yourself another Peasant War.
You blame common folk for the smack they talkin'...
You ain't even taught them proper Christian doctrine.
With my hat, my Bible, and my sexy little nun,
I got ninety-five theses but the Pope ain't one.
Save me!

CHORUS

VERSE 3

When I wrote the ninety-five, haters straight up assailed 'em.
Now they only care whether or not I nailed 'em or mailed 'em.
They got psychoanalytic. Now everyone's a critic,
And getting on my case just because I'm anti-Semitic.
I've come back from obscurity to teach y'all a lesson,
Cuz someone here still ain't read their Augsburg Confession.
I said Catholicism brings a life of excess,
And we all remember what went down with Philip of Hesse!
But you forgot about me and my demonstration?
Like you can just create your own denomination?
"We don't like this part, so we'll just add a little twist."
Now we Anglican, Amish, and even Calvinist.
I gave you the power, you gone and abused it.
I gave you God's truth, you just confused it.
Don't you never underestimate the s*** that I done...
I got 95 theses but the Pope ain't one.
Save me!

CHORUS

Shout out to Johann Gutenberg... I see you baby.


Traducción/traición libre:

El rap de las 95 tesis

Si tienes problemas con la Iglesia, no culpes a Dios, hijo..
Tengo 95 tesis pero el Papa nel

VERSO 1

Escucha, pueblo mío, la historia que voy contando
del pecado y la injusticia y la corrupción que he estado olfateando.
Conocí al carnal Tetzel y me rebelé
cuando vi las indulgencias que se puso a vender.
Ora los católicos del mundo me traen bien amolado
nomás porque le puse el dedo al papado.
Mi raza se agitó con la reformación...
y Leo me amenazó con la excomunión.
Les advertí que Roma tenía que ceder.
¡Y si no que comiera mi Dieta de Worms!
¿Piensas que has hecho algo espectacular?
¡Yo escribí la Biblia en lengua vernácula!
¡Un hereje! [¿Qué?] Alguien que me tire un hueso.
Olvidan que la Salvación es por la fe, sólo por eso.
Estoy en misión divina. ¿Creen que es por joder?
Tengo 95 tesis, pero el Papa nel.
¡Sálvenme!

CORO

95 tesis pero el Papa nel.
Si tienes problemas con la Iglesia no culpes a Dios, hijo...
tengo 95 tesis pero el Papa nel.

VERSO 2

Uno Cinco Uno Siete... fue cuando empezó.
La verdadera prueba fue cuando se difundió.
¿Sesenta día para retractarme? ¡Padre, no chingue!
Llevan con eso siglos; más de quince.
"Hey miren, está jugando con la sagrada comunión."
¡Pero si nunca he denunciado la trinitaria unión!
"Una cosa a la vez" Ah, gracias Zuinglio.
¡Sí, qué manera de ignorar el rollo de "Soy Dios"!
Me tienes hasta el rosario, patancito ojete.
Tu mamá debió decirte que no te metas con los monjes.
¿Por qué me empujas si luego a tí te duele?
Sigue así, tendrás otra guerra campesina.
Acusas al populacho por las zonzeras que claman...
ni siquiera les enseñaste buena doctrina cristiana.
Con mi sombrero, mi Biblia y mi monjita sexy,
tengo 95 tesis, pero el Papa nel.
¡Sálvenme!

CORO

VERSO 3

Cuando escribí las 95, las críticos las asediaron.
Ahora sólo les importa si las clavé o las mandé por correo.
Se volvieron sicoanalíticos, ahora todos son críticos,
y se van sobre mí sólo porque soy antisemita.
He regresado de la oscuridad a enseñarles una lección,
porque alguien por ahí aún no lee la Confesión de Augsburgo.
Dije que el catolicismo trae una vida de excesos...
¡Y todos recordamos lo que hizo Felipe de Hesse!
¿Se olvidaron de mí y de mi demostración?
¿Cómo que se puede nomás así crear tu propia denominación?
"No nos gusta esta parte, le cambiamos una pizca."
Y ya sale el anglicano, el Amish o el calvinista.
Les dí el poder y abusaron de él.
Les dí verdad de Dios, y se hicieron bolas.
Nunca subestimen lo que logré hacer...
Tengo 95 tesis pero el Papa nel.
¡Sálvenme!

CORO

Grito a Johann Gutenberg... I see you baby.

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Johann Tetzel era un dominico que vendía indulgencias en Alemania; la Dieta de Worms fue una reunión en la que intentó que Lutero se retractara de sus tesis, pero no lo hizo ("Eat your Diet of Worms" es un buen juego de palabras: tráguense su Dieta de Worms o su dieta de gusanos); Ulrico Zuinglio fundó la iglesia (protestante) suiza, tuvo con Lutero una discusión teológica -conocida como Disputa de Marburgo- en la que no llegaron a acuerdos; las Confesiones de Augsburgo son el texto básico del luteranismo; Felipe de Hesse fue un campeón político de la reforma luterana (y era bígamo, por eso se le ve en el video con dos mujeres).

jueves, febrero 12, 2009

Sueño 15. El Barco de la Revolución (1-IV-1976)

Estoy en un enorme barco que hace la travesía Río de Janeiro-Nueva York. Es un barco lleno de revolucionarios italianos que vana combatir el fascismo. Hay diversas clases en este barco: primera, camarotes de segunda y cubierta. Yo duermo en cubierta, con algo de frío. En el sueño que tengo esa noche descubro que el barco en el que viajamos va a ser saboteado. Sentado en las bancas de cubierta, arropándome junto a un compañero veo, aterrorizado, cómo grupos de saboteadores perforan los botes salvavidas y los echan al mar enbravecido que, sin problemas, se los traga. Veo también algunas riñas entre la tripulación y pasajeros -no sé decir cuál de los dos grupos es el de los saboteadores. Grupos pequeños, que también saben lo que sucederá, se lanzan al mar en botes salvavidas en buen estado. Cuando venga el naufragio los botes alcanzarán solamente para los pasajeros de primera y camarotes; los de cubierta nos ahogaremos, como cuando el Titanic. Decido que me tengo que colar a la parte de camarotes; si no lo hago, de seguro moriré.
Despunta la mañana, en masa salen a cubierta, multicolores, los pasajeros de los camarotes de segunda. Entre ellos, Paolo y Anna, quienes me saludan afectuosamente. En voz baja les cuento lo que soñé, y de mi necesidad de pasar a los camarotes de segunda para sobrevivir. Paolo tiene un buen plan: conchabar con 100 mil liras a Michelini, el profesor de estadística, p
ara que me consiga un camarote, ya que -contra lo que podría suponerse- todavía quedan algunos libres.
A mediodía la gente de cubierta puede pasar a la sección de tiendas y supermercados, que está en la zona de camarotes de segunda. Michelini checa y controla las entradas. Veo cómo Paolo le pasa, subrepticiamente, las "cento carte". Logro pasar, cotorreándome a un mesero, a la sección de primera, donde están los dirigentes. De ahí he de colarme a la de los camarotes de segunda, para no salir de ahí, no sea que me descubran. Paso debajo de unas escaleras en cuyos escalones están iluminados con neón los nombres de los dirigentes del PCI. Cuando repto bajo el escalón "Berlinguer" alguien coloca el baúl de Berlinguer -tan pesado como el de Echeverría- en el escalón, que cede, doblándome la espalda. Alcanzo a zafarme y a serpear hasta la parte de los camarotes de segunda. Sólo me resta saber si Michelini cumplió y me consiguió dónde quedarme.
Paseo un poco por la librería del barco -hojeo Time, The Economist, Mad- y me encuentro con una de las chavas de Puglia que conocí en Chianciano, en el coloquio sobre Gramsci. Ella estaba conmigo -ahora lo veo- y Paolo también le había conseguido camarote. Me dice que se siente mal, que se siente culpable. ¿Qué derecho tiene ella a sobrevivir si otros mueren? ¿Bajo qué lógica se elige quién vive y quién se ahoga? Por su tono me da la impresión de que fui yo quien la incitó a buscar camarote. Me cuestiona sobre el caso. En un primer momento me entran ganas de explicarlo todo diciendo que yo soy mexicano,
que en el tercer mundo las cosas son diferentes, que soy necesario a la revolución. Pero no me convenzo a mí mismo. Le digo que es igualmente injusto que otro se salve por mi muerte y que yo quiero vivir, que soy joven. Por el pasillo pasa Paolo, me guiña un ojo. Todo arreglado, me da la llave.
El camarote tiene una vieja cama matrimonial desvencijada y una antigua mesita-tocador, una ventana que da al mar. Duermo como un leño. La mañana siguiente abro la puerta del camarote contemporáneamente a Paolo y Anna, quienes entran al cuarto y cotorrean unos minutos. Luego de esto Paolo, quien está en traje de baño, decide irse a la piscina de primera a echarse unos clavados. Anna todavía tiene sueño y se recuesta en mi cama. Le comento que quizá sería conveniente usar el techo del barco como pista, de la cual podrían partir aviones hacia Nueva York. En eso se abre el techo y un pajarito (el de Escher) dice cantando que la travesía lleva muchos años, pero que en avión no se llega nunca y, lo que es más, no llegan todos juntos. Comprendo que el barco es la Revolución Socialista. Se cierra el techo y Anna se mete bajo las sábanas, parte de sus piernas se deja ver. Abre la boca y, con naturalidad, me inclino a besarla. Cuando lo hago, y nuestras piernas se entrecruzan, ella reacciona, se aleja y camina hacia la ventana.
Pocos instantes después llegan de visita Beppe y Jorge. Beppe dice muy quitado de la pena, confiado e ingenuo, que está en cubierta. Fuma como chacuaco, habla de la gente que ha conocido en el viaje (soccia ragàzz), de la experiencia tan válida y positiva, etcétera. Me entra un poco de remordimiento. Jorge, quien está muy serio, le propone que lo lleve a esquiar -o a velear-, lo que Beppe acepta. El sexto sentido de Jorge lo ha llevado a descubrir algo que nosotros no habíamos sospechado: que el naufragio sería tal vez en pleno día. Así, diplomáticamente, sin decir nada, Jorge podrá alejarse -aun siendo pasajero de cubierta- y no perecer. Beppe se salvará sin darse cuenta; no eligió su salvación.
Dejan el cuarto y Anna, sentada en la ventana, habla y balancea las piernas. En el fondo se distingue Venecia. En la siguiente escena llego a Venecia en un barco chico a vapor. No sé qué ha sucedido, pero estoy bien, y vivo.


He de agregar que cuando le conté este sueño a Anna, me dijo: "Caramba, ni en sueños te atreves a hacer el amor conmigo". Pero este es tema de otra entrega.

martes, febrero 10, 2009

Breve rosario de anécdotas italianas I (Biopics)

Duro contra el imperialismo

Vamos con Carlos Mársico al cine. El Modernissimo pasa Doctor Insólito, la gran película de Kubrick que habíamos disfrutado en algún cineclub y que le recomendamos calurosamente. A mitad de la proyección Carlos se levanta y grita: “¡No voy a ver más propaganda antisoviética!” y se retira haciendo aspavientos.

Ladrones de bicicletas

Estoy saliendo de la facultad y me encuentro a Mársico y Colashón. Me preguntan cuál es la bici de Mapes. La señalo y ellos, con sonrisa juguetona, la toman con todo y seguro y la suben en la combi con placas de Singapur de Carlos. “La vamos a llevar a casa”, dicen. Una señora grita “Ladri di biciclette!”, pero ellos ya partieron. Eduardo –quien todavía tenía otra clase- llega a casa con la cara larguísima, que se le dulcifica al descubrir su bicla recostada en la entrada. Todavía Carlos y Alberto le dicen que siempre estuvo allí, que no se la llevó a la escuela.

Bicichocones I

Voy por Via Giardini en bicla y en un semáforo –yo tengo el verde- se me cruzan un carro –que esquivo- y una anciana en bicicleta –a la que atropello-. La viejita sale con raspones, los testigos afirman, clasistas, que la culpa fue del automóvil (no es cierto, la ruca se quiso cubrir con el coche) ante los vigili urbani que llegan al lugar de los hechos. Pero el auto huyó. Ordenan que revisen a la viejita en el hospital, me piden identificación –les enseño mi credencial- y me dicen: “déjanos llevarte a tu casa, nos da mucha güeva ponernos a cuidar la salida de los niños de la escuela”. Por radio dicen: “hubo un accidente, hay un mexicano involucrado, vamos a verificar papeles”, suben la bici a su camioneta y me llevan a casa, donde nomás me depositan.

Cuando llegamos, Jorge Carreto se asoma. Ve que vengo en una patrulla y se precipita a tirar por el excusado un huatito de mota que atesoraba.

Bicichocones II

Eduardo y yo salimos una noche de vino de Cognento rumbo a Módena. Decidimos echarnos una carrerita (sería como de una hora). Ya estamos en la ciudad y Eduardo me lleva una veintena de metros. Cierro los ojos y acelero, desesperado. No debí haberlos cerrado. Me estrello contra un árbol y la rueda delantera de “Toña la Negra” (que así se llamaba mi bici) queda toda descuadrada. Yo tengo un par de raspones. Estoy a unas cuatro cuadras de casa de Anna Bernardi. Aprovecho para visitarla, y que me ponga tantito merthiolate.

Día y medio después voy por mi bici para llevarla al taller. Ya no está. Me tuve que comprar otra, de velocidades, a la que bauticé “Pamina”.

Vadillo (por fin) dispara una comida

Vamos Carreto, Mapes, Vadillo y yo a comer una pizza. Cuando llega el mesero con la cuenta, Vadillo saca un billete de diez mil liras y amablemente se ofrece a pagar.

-N’hombre, cada quien paga lo suyo –dice Mapes.

-No, que pague. Primera vez que vamos a cortar una flor de su jardín –digo yo.

Vadillo paga. Luego me pregunta cuánto dinero tengo. “Déjame ver”, digo, y abro mi cartera. “¡Faltan diez mil liras!”

-Se te cayeron saliendo de casa. Yo recogí el billete, y con ése pagué.

¿Eres de México?

Ya he comentado la primera impresión de Daniele Tomasi al saber que éramos mexicanos “¡Qué suerte, pueden leer a Neruda en su lengua original!”, y que el profesor Salvati se refirió al “bonapartismo institucional” pero eran sólo dos de las muy variadas que encontré.

“¡México! Borja. Gran nariz” –un cuate con el nos echamos una cáscara de fucho en Perugia.

“¿México? Yo tengo un primo en Texas” –un tipo en el tren.

“Allí es donde hacen edificios antisísmicos, porque tiembla mucho” –otro cuate en el tren.

“Sí, conozco a Manuel Raga, que juega basquet” –una chavita en otro tren.

“Aaaah, María Félix, gran belleza; Emilio Fernández, gran cineasta” –un señor con el me tocó compartir mesa en una fonda.

“México, la primera revolución traicionada del Siglo XX” –así nos dijo un viejo a Vadillo y a mí al salir de un restaurant.

“Oye mexicano, ¿cuántos indios has matado? –un niño al que nuestro vecinito Massimiliano le dijo de dónde era yo.

Pero la mejor es la de Franco, el papá de Claudio:

“México sí, Benito Juárez. Ví la película. Es muy buena la escena cuando van a fusilar a Maximiliano, él se da cuenta de que se reproduce la crucifixión, cede a un general el puesto de Cristo y él se pone como el mal ladrón, porque era el usurpador”.

-Oiga Franco, ¿cómo es que se acuerda tan bien de esa película?

-Porque la ví terminando el fascismo. Todo lo que ví luego de que nos pudimos quitar la venda negra se quedó grabado en mí de manera más luminosa.

jueves, febrero 05, 2009

100 películas iberoamericanas

 Hace unos días (febrero de 2009), el portal noticine.com realizó una encuesta, de la cual obtuvo una lista con las que son, a juicio de los votantes, las cien mejores películas iberoamericanas de la historia. Al ver la lista, noté que no había visto tres de las diez primeras (ahora sólo me queda una), que me falta conocer bastante cine argentino y colombiano... y que, a mi parecer, no están todas las que son (una decena de las listadas no me parecen tan buenas) ni son todas las que están (creo que faltaron algunos clásicos notables).
Así que echo al ruedo mi lista personal (con asterisco, las que también están entre las cien del sitio):

(Actualizada a junio de 2023)

1. Antonio Das Mortes* (1969)
2. Babel (2006)
3. Los Olvidados* (1950)
4. El hijo de la novia* (2001)
5. Roma (2018)
6. Nazarín (1958)
7. Belle epoque* (1992)
8. Amores perros* (2000)
9. Los hermanos del hierro (1961)
10. Todo sobre mi madre* (1999)
11. Central do Brasil* (1998)
12. Ágora (2009)
13. Redes (1936)
14. Rojo amanecer (1989)
15. Viridiana* (1961)
16. El Norte* (1984)
17. La niña de tus ojos (1998)
18. Danzón (1991)
19.
La Batalla de Chile: La insurrección de la burguesía* (1975)
20. Reed, México insurgente (1973)
21.
Una familia de tantas (1949)
22. El Laberinto del Fauno* (2006)

23. La Mala Educación
(2004)
24. El secreto de sus ojos (2009)
25. Deus e o Diabo na Terra do Sol* (1964)

26. Abre los ojos (1997)

27. El ángel exterminador* (1962)

28. Carne trémula (1997)

29. Arráncame la Vida (2008)

30. Escuela de vagabundos (1955)

31. La lengua de las mariposas* (1999)

32. Lucía* (1969)

33. Morirse está en Hebreo (2007)

34. El Chacal de Nahueltoro* (1969)

35. Fresa y chocolate* (1993)

36. Los peores años de nuestra vida (1994)

37. Bajo California: El límite del tiempo* (1999)

38. El Brigadista (1977)

39. Sin noticias de Dios (2001)

40. Segunda piel (2000)

41. Entre las piernas (1999)

42. La tierra prometida (1971)

43. Cidade de Deus* (2002)
44. Hable con ella* (2002)

45. Dona Flor e Seus Dois Maridos* (1976)

46. La historia oficial* (1985) 

47. Chico & Rita (2010)
48. Diarios de Motocicleta* (2004)
49. Y tu mamá también* (2001)
50. Lucía y el sexo (2001)

51. Ya no estoy aquí (2019) 
52. Jamón, jamón* (1992)
53. Hidalgo - La historia jamás contada (2010)
54. El Compadre Mendoza (1934)

55. ¡Átame! (1990)

56. La piel que habito (2011)
57. Neruda (2016)

58. El bulto (1991)
59. La Sombra
del caudillo (1960)
60. Tristana (1970)
61. El infierno (2010)
62. La ciudad y los perros* (1985)
63. Los lunes al sol (2002)

64. Por la libre (2000)

65. Volver* (2006)

66. Tangos, el exilio de Gardel (1985)

67.El crimen del padre Amaro* (2002)
68. Macunaíma (1969)
69. El castillo de la pureza (1973)

70. Sólo con tu pareja (1991)

71. Olimpiada en México (1969)

72. Como agua para chocolate* (1992)

73. Subida al cielo (1952)

74. Por si no te vuelvo a ver (1997)

75.  El Tres de copas (1986)
76. Gabriela (1983)
77. El Agente Topo (2020)
78. Os Fuzis (1964)

79. Cría cuervos* (1976)

80. A toda máquina (1951)

81. Águila o sol (1938)

82. La prima Angélica* (1974)

83. El Inocente (1956)

84. La Caza
* (1966)
85. Dos crímenes (1995)

86. La ilus
ión viaja en tranvía (1953)
87. El esqueleto de la señora Morales (1960)

88. La Ley
de Herodes (2000)
89. Mujeres al borde de un ataque de nervios* (1988)

90. El espinazo del diablo (2001)

91. Calabacitas tiernas (1949)

92. Acá las Tortas (1951)

93. El rey del barrio (1950)

94. La Tía Alejandra (1979)
95. Tesis (1996)
96. El Bello Durmiente (1952)

97.
 Los Caifanes (1966)
98. María Candelaria (1944) 
99. No (2012)
100. Los Amantes del Círculo Polar* (1998)

miércoles, febrero 04, 2009

Biopics: Semana Santa en Roma y Perugia

En Semana Santa del 76 decidí ir con Paolo y Anna a Roma. Una de las razones explícitas del viaje fue asistir a una suerte de convención de los extraparlamentarios que andaban armando una coalición para las próximas elecciones nacionales. Allí nos dimos cuenta de que era cierto que Módena era nominalmente la ciudad más situada a la izquierda en el espectro político italiano, pero que en realidad cada partido local era más conservador que su equivalente nacional. Así, mis cuates eran del PdUP, pero eran de los menos radicales de esa agrupación, como por su parte sucedía con los comunistas modeneses. Quedamos medio friqueados de esa asamblea, Anna y Paolo pensaban que eso significaba que las organizaciones más ultra como Avanguardia Operaia y Lotta Continua les iban a comer el pastel electoral, a la hora de repartición de escaños (se votaba por un partido y, dentro de la lista plurinominal, hasta por tres candidatos); al final –como más tarde se verá- resultaría lo contrario.

Nos quedamos en casa de uno de sus cuates –un departamento laberíntico en un edificio frígido, de la era fascista-, pero con quien más rolamos fue con Clara Chiapponi, amiga de Anna de la infancia. Clara estudiaba lenguas, daba clases de natación y medía 1.82. Había incluído en su firma una hoz y un martillo estilizados, se vestía a lo marimacho, amarrándose los jeans con una reata y fumaba como chacuaco –herencia de familia, su padre trabajaba como catador de tabaco-. Pero bajo esa cubierta dura era una mujer tierna, sensible y tenía una sonrisa fantástica (los dientes frontales apenas separados). Hicimos muy buenas migas.

Esa semana en Roma llovió a cántaros. Pésimo clima para dar el rol. Lo más rescatable fueron las pizzerías a las que nos llevó Clara y las largas vueltas que dí –en el asiento trasero de su moto- por la ciudad. Esa vez comprendí que la mejor manera para disfrutar de esa ciudad inconmensurable es precisamente recorriéndola en un alegre motorino, dejando que los edificios pasen veloces por tu mirada, dejando sus formas, y su brillo (o su pátina) confundirse con las de la gente que camina apresurada; que se combinen con la sensación del viento que golpea tu rostro, rodea tus flancos y tus piernas, con los olores varios –la confitería, la pizzería, el orín de gato- y con el fresco chipichipi que de repente es chaparrón y te obliga a refugiarte en un café popular (y Paolo y yo nos vemos chiquitos junto a nuestras compañeras, varios centímetros más altas que su pareja).

El tiempo se puso tan horrendo que mejor decidimos ir los cuatro a Perugia, y quedarnos en casa de Carlos Mársico. En el tren, Clara se acurrucó en mi hombro y en Perugia Carlos nos cedió amablemente su recámara (y Clara me regaló una sonrisa inolvidable). Pasamos dos días recorriendo Perugia, que mis amigos no conocían, bajo un clima benigno, rodeados por el olor dulzón a chocolate.


En esa ocasión, entre Anna y Clara