Hubo una época en la que los nombres cubanos tenían un inconfundible sabor hispano-caribeño. Solían ser juguetones, a veces barrocos, pero estaban inconfundiblemente ligados a una tradición histórica y cultural. De ahí que muchos de ellos son perfectamente garcíamarquianos.
En la literatura, tienen a Lino Novás Calvo, Virgilio Piñeira, Severo Sarduy, Lisandro Otero, Cirilo Villaverde o Lydia Cabrera. En la política, a Haydée Santamaría, Universo Sánchez, Osvaldo Dorticós, Camilo Cienfuegos -por supuesto- y, del otro bando, Fulgencio Batista. No abundaré sobre mis tíos Digna y Fidelio. Y qué decir de los deportistas Teófilo Stevenson y Regla Sánchez.
Pero esos nombres tienden a desaparecer. Llegó la famosa "generación Y": unos pocos cubanos tienen nombres comunes y corrientes (pero poco sonoros). Para otros, ha privado la inventiva llevada al paroxismo.
En el roster cubano del Clásico Mundial de Beisbol contamos a Aroildis, Maikel, Yulieski, Ismel, Jonder, Vicyohandris, Yuneski, Yadier, Yaumier, Norge, Yoandris, Yoelvis, Nurbit, Yoennis y Leonys. Comparado con ellos, Frederich Cepeda parece un nombre normal. Y si pasamos a las mujeres -esta vez la lista es de medallistas olímpicas- tenemos a Yarelis, Yipsi, Yoanka, Eglis, Daynellis, Anaysi, Idalys, Yalennis y, por supuesto, Yumileidi.
Cuando un padre le pone nombre a un hijo, suele abrevar de la historia (familiar, social, cultural) para lanzarla al futuro. ¿Qué puede llevar a una generación entera de progenitores a abandonar esa costumbre?
Descarto, de antemano, el abandono supuestamente revolucionario del santoral eclesiástico, porque el cambio en la onomástica cubana es un fenómeno que no tuvo parangón en las naciones de Europa del Este (que todavía eran comunistas cuando en Cuba apareció la "Generación Y").
Aventuro, entonces, otra hipótesis: hay una negación del pasado (que avergüenza, porque de él siempre hablan mal los medios oficiales) y también una cerrazón al futuro. Faltan los Ernestos, los Camilos, las Celias, e incluso los Fideles y Raúles. Todo se resuelve en un juego de palabras, en una huella sonora carente de significado alguno.
No hay legado, tampoco perspectiva. ¿Qué queda entonces si no sólo un presente incierto?
1 comentario:
nunca habia hecho la asociacion entre el blog generacion Y y los nuevos nombres cubanos. Pero he de decir que al menos el blog aunque no es de floridas discursiones léxicas, es bastante chorero, en el buen sentido de la palabra.
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