miércoles, enero 27, 2016

The Revenant: el buen cine sobrevive



No sé si The Revenant: El Renacido, de Alejandro González Iñárritu vaya a obtener uno o muchos premios Óscar, pero sí que es una película política y humanamente profunda, más allá de su impactante estética. Es una obra destinada a durar, y destinada a hacer pensar –y sentir- a muchas generaciones, si es que la frivolidad del siglo no nos atropella.

La historia es conocida y no tiene mucho sentido volverla a contar. Pero hay que decir que la obra tiene muchos subtextos: está lejos, muy lejos, de ser principalmente una película de aventuras, de sobrevivencia y de venganza. Es un ensayo filosófico contado con un lenguaje visual exquisito.

Efectivamente, se trata –en primer lugar- de supervivencia. De darwinismo en el sentido más natural y más estricto. Y es, desde el lado humano, una crítica integral al darwinismo social que a cada rato se quiere colar en las ideologías.

En ese mundo salvaje, en el que los personajes humanos se vuelven parte de la naturaleza, ¿de dónde salen las furias para atacar sin piedad, y también las fuerzas para resistir? De un principio fundamental: la defensa de los propios críos. Es lo que mueve a la osa que ataca al explorador Hugh Glass (Di Caprio), lo que mueve al jefe Perro-Alce a una serie de matanzas, lo que mueve al propio personaje central a mantenerse vivo y cobrar venganza.

Ese darwinismo animal es acompañado por el otro, el de la conquista que hacen los sedicentes civilizados europeos de los territorios de los indios salvajes. Y este otro darwinismo –el que implica la superioridad de una cultura o una raza o un grupo social-, es el que desencadena el verdadero horror. Es el que tiene la maldad en su estructura.

En ese mundo de cada quien para sí y Dios contra todos (la mayor parte del tiempo), no hay lugar para los débiles. Para quienes guardan algo de ternura y algo de corazón. Serán destrozados, cada quien a su manera, como también lo será el antagonista, representante máximo de los que, dominados por el miedo, quieren destruir todo lo que les estorba. Ese mundo parió el actual, el que vivimos, tan diferente pero con tantas, perturbadoras, similitudes.

También es una película sobre las raíces, la pertenencia. Extraño, si durante la mayor parte sólo vemos al redivivo. El hombre es un animal social y un animal cultural. Un animal de familia.

Es una película sobre la frontera, las múltiples fronteras. La que enfrenta a culturas muy diferentes, sí, pero sobre todo la frontera principal: la que hay entre la vida y la muerte. Es allí, en ese filo, donde se mueve, muere y renacer, para volver a morir y renacer el personaje central.

Affe des todes, mono de la muerte: así recuerda Jorge Luis Borges que describen algunos pensadores al sueño. El viaje del renacido está acompañado por este mono: la realidad se confunde con el sueño. Y las imágenes de la naturaleza cobran significado onírico (los árboles se levantan hacia el cielo, y son raíz y permanencia, y son preludio de la muerte porque la vida nos es prestada). El vivo-muerto pasa de momentos de cruda realidad a ratos de espejismo, en un camino siempre en la frontera muerte-vida, hasta llegar a su destino.

Y su destino –que es el de todos- es un sueño repetido. Es, en clave del Nuevo Mundo, la yukki-onna, la mujer de nieve, que Kurosawa retrata en el capítulo “La Tormenta de Nieve” de su película Sueños (un claro homenaje, pienso; así como hay otro a Aguirre: la cólera de Dios en la primera parte de la película).   
 
Así es la vida, “el día tormentoso”. Las ramas parecen caer, pero el tronco permanece.

El filme tiene un ritmo especial. A algunos aficionados de las películas de acción les puede parecer lento. Pero es perfecto: un ritmo en el que se entrecruzan largos momentos de calma con violencia repentina, un ritmo que envuelve y vuelve un tanto onírica la experiencia (precisamente, te mete en los tiempos del personaje); un ritmo que permite pensar por algunos instantes.    

Y tiene, hay que subrayarlo, una cinematografía impresionante. Por una parte está el manejo de la luz natural, que permite sentir a la naturaleza, casi físicamente, en toda su salvaje belleza. Por otra, un uso maestro del travelling, que nos permite –por ejemplo- ver largas escenas de una batalla con un flujo perfecto y mínimos cortes.  Un trabajo complejo y ejecutado con la destreza y la sensibilidad de quien hace algo más que dominar absolutamente el oficio. Lubezki es un genio.

¿Qué decir de González Iñárritu? Primero, que es un creador. Y eso no es sencillo en el mundo de hoy. Es un innovador del cine. Y, me queda cada vez más claro porque tuve que superar prejuicios, es un hombre profundo.

Una película con mucho estilo, pero con todavía más substancia, The Revenant: el Renacido está destinada a trascender en la historia de la cinematografía, mientras otras perecerán con los años. La supervivencia del más relevante.

miércoles, enero 20, 2016

El delirio económico





Quienes tenemos edad recordamos lo difícil que era vivir con hiperinflación. Corría el sexenio de Miguel de la Madrid, años 80, y uno nunca sabía si lo que llevaba en la bolsa le iba a alcanzar, porque los precios cambiaban día con día. En esos años también hubo escasez ocasional de algunos productos básicos: de repente faltaba la leche; otras veces, la carne de res o el huevo. Era complicadísimo vivir así.

Ahora imaginemos que a esa inflación se le acumula que los bienes que escasean de la canasta básica son el 87 por ciento: es decir, casi todos: alimentos, medicinas, papel del baño y otros productos higiénicos. Agreguémosle una recesión profunda (no un mero estancamiento, como en el México de hace tres décadas), la existencia de cuatro tipos diferentes de valor del dólar y tendremos una idea de cómo la están pasando los venezolanos.

Una situación de este tipo es, evidentemente, de emergencia económica. Ésta se puede tratar de dos maneras distintas: a través de medidas unilaterales o mediante un pacto que tome en cuenta los distintos intereses sociales.

En el México de aquellos años, la serie de medidas unilaterales del gobierno se topó con la rejega realidad y no funcionó. La inflación empeoraba y la economía no jalaba. Hasta que hubo un pacto para la estabilidad y el crecimiento económico aminoró la escalada de precios y se generaron condiciones para salir del atolladero.

En la Venezuela de hoy, la política de confrontación le está ganando la partida a la más elemental lógica económica. El gobierno de Nicolás Maduro ha entendido la emergencia como oportunidad para una fuga hacia adelante –y, de paso, para un enfrentamiento entre el Ejecutivo bolivariano y el Legislativo opositor-. Y resulta en la receta perfecta del desastre.

La idea, detrás del decreto de Maduro, de imponer un corralito cambiario con tintes políticos y de abrir la (muy probable) posibilidad de que el Estado se apropie de bienes privados en las cadenas productivas estratégicas, no sólo no sirve para acotar los problemas económicos que hoy atraviesa Venezuela, sino que los exacerba.

Lógicamente, la propuesta del presidente venezolano se encontrará con el veto de la Asamblea con mayoría opositora, Maduro dirá que las cosas no se resuelven porque el legislativo lo bloquea y todo se reducirá a una disputa político-propagandística de señalamiento de culpables, mientras que lo poco que queda de la economía termina de irse por el caño.

Prueba de que a Maduro no le interesa una salida económica a la crisis en la que ha metido a su país es la designación de Luis Salas como una especie de superministro de Economía Productiva.

Luis Salas
Salas es un sociólogo de 39 años, en cuyos escritos no se muestran conocimientos de economía, sino una suerte de marxismo de manual mal digerido, acompañado por una serie de ideas que se pretenden originales, pero que en realidad son derivadas –e igualmente mal digeridas- de la sociología latinoamericana del desarrollo de los años setenta y ochenta.

El atractivo y lo relevante de Salas, a los ojos de Maduro, es precisamente que no es economista y que reduce los problemas económicos a una confrontación política. De esa manera, el mandatario venezolano se libra de los molestos economistas del chavismo, que llevan rato pidiendo la unificación de los tipos de cambio como primer paso de racionalidad para terminar con distorsiones inflacionarias y con una fuente tremenda de corrupción.

Para Salas, la inflación “no es una distorsión de los mercados”, sino una “herramienta de lucha política” con la que los empresarios presionan a los gobiernos. Dice que “la inflación no existe en la vida real” y que los precios aumentan por “el egoísmo”.

Opina el superministro que “los precios siempre están controlados”. Es decir, no existen la oferta y la demanda. Mucho menos, la competencia. O los controla el gobierno o los controlan los comerciantes y productores. Si estos últimos son una clase “parasitaria y rentista”, entonces qué mejor que los controle el gobierno.

Dice Salas que en el capitalismo se vive en constante “guerra económica”, y su propuesta es que –en vez de que las personas sean rebajadas al nivel “de predador o de presa… viva o pendeja”-, debe crearse un frente “contra la plutocracia”. Por lo tanto, hay que evitar todas las propuestas que muevan hacia el “capitalismo popular”, empezando por las del ala histórica del chavismo.

En esa lógica delirante, el precio internacional del petróleo no tiene relevancia; tampoco, el tamaño del déficit público, los niveles de producción de bienes y servicios, la oferta de moneda o su precio, la estructura de los precios relativos (incluidos los salarios) o el comportamiento de la balanza de pagos.

En resumen, lo que plantea el cerebro económico de Maduro es destruir el Estado burgués y sustituirlo por el “Estado comunal”.  Todo se resuelve sacando a los consumidores de la dependencia del sector privado y desarrollando la economía “artesanal” que ha emergido en la crisis.

¿Qué es la economía artesanal? Elaborar con mano propia los bienes escasos. Como el champú que usa Maduro –Salas dixit.

A lo mejor los cubanos pueden asesorar a Venezuela en economía artesanal. En los años de escasez más dura en la isla, por ejemplo, hacían vasos cortando botellas y sellándolas con cera. Y hasta fabricaban alambiques para hacer aguardiente de arroz.
 
En cualquier caso, estos delirios de caricatura llamarían a risa si no fueran trágicos. En su papel de superministro, Salas supervisará al encargado de la cartera de Finanzas y Banca. Venezuela tiene problemas para rato.

martes, enero 19, 2016

Biopics: Fin del juego (de cambiar de país)



Verano del 87. Estaba por llegar a su fin mi año sabático. Había quedado claro que regresaríamos a México (en verdad, Patricia nunca había tenido la más mínima intención de hacer la prueba de quedarnos en Italia y nunca quemamos las naves –dejar el departamento en México-).

Vendí la bici, con la que alguna vez llevé al pequeño Camilo a visitar nuestro viejo y cambiadísimo vecindario de estudiantes,  a un compañero chileno de la Facultad (no fui capaz de cobrarle la apuesta que hicimos cuando estudiantes, sobre cuánto duraría el maldito Pinochet). Vendí el auto, a través del mismo mecánico. Vendí, incluso, al buen Otello, el traje de esquiar que Rayito había usado sólo aquella vez de las cascadas congeladas. El triciclo de Camilo sería, años después, usado por los hijos de Anna y Paolo, quienes se habían casado en abril. Le escribí a mi mamá para que inscribiera al Rayo a la escuela más cercana.

Le agradecí mucho a don Nino y donna Iris su hospitalidad. A él lo recuerdo caminando entre la niebla, mientras carga, por una razón ignota y nostálgica, el martillo deportivo con el que aseguraba haber competido en los Juegos Olímpicos de Berlín. También lo hice, y lo sigo haciendo, con Paolo y Anna, por su solidaria amistad.

Cuando fui a ver lo de mi viaje de regreso, el tal Leonardo Burócrata me dijo que no le habían llegado los boletos. Le comenté que ya no tenía dinero y estaba con mi familia. Su cínica respuesta: “Quando slitta, slitta” (Cuando resbala, resbala). Se refería a la fecha de partida.

La fecha no resbaló. Compré mi boleto y dejamos definitivamente Módena e Italia a finales de julio.   

Había pasado un año muy interesante, diferente. Vivido con cierta lentitud precisamente porque era diferente. Un año en el que jugué –esa es la palabra- a que cambiaba de país.

Los de la embajada italiana me propusieron renovar la beca. Les conté las anécdotas de Leonardo y se expresaron muy apenados, pero nunca me devolvieron lo del pasaje. Evidentemente aquella aventura había quedado cancelada.

Cada cierto tiempo sueño que regreso a Módena. Son sueños en los que la angustia se entremezcla con la esperanza de que esta vez sí me voy a quedar. Y esa Módena onírica tiene partes iguales a la ciudad verdadera y otras muy diferentes –en especial, una suerte de galería laberíntica en el centro histórico-. Alguna vez Taide, mi esposa, me dijo que lo que representa Módena en esos sueños es la felicidad.

Sé perfectamente que mi vida fue mucho mejor en México de lo que hubiera sido en Italia. Tal vez esa había sido mi intuición y mi decisión de siempre. También sé que me quedé con un gusanito de insatisfacción.

miércoles, enero 06, 2016

Ucronías, las historias que no fueron





 En vez de hacer un balance del año terminado o, peor todavía, una perspectiva del que apenas empieza, podremos ponernos a pensar en lo que no fue y, por lo tanto, no será. Puede ser una buena vacuna contra la malhadada costumbre de simplemente proyectar lo de hoy para un mañana inercial. El futuro no suele ser inercial.

¿Qué mejor manera de especular que a través de la ucronía? La ucronía es una suerte de historia contrafactual llevada a los extremos. La historia contrafactual es el análisis de lo que hubiera sucedido a partir de un cambio en algún momento histórico. Hay varios ejemplos de ella: ¿Qué hubiera sucedido con el PIB de Estados Unidos si se hubiera retrasado la invención del ferrocarril? ¿Cuáles hubieran sido los cambios en la política de haber sobrevivido Kennedy al atentado que acabó con su vida?

Mientras que la primera pregunta puede contestarse a través de corridas estadísticas (y el resultado es apenas un retraso de un par de años), en la segunda cabe más la especulación (y hay libros que suponen su reelección sin problemas y otros que hacen hincapié a una serie de escándalos con los que tiene que lidiar).
La ucronía tiene más de ejercicio literario de ficción y termina con la creación de mundos paralelos, que pueden ser muy diferentes del actual, pero –si la ucronía está bien hecha- resultan inquietantemente posibles. Van algunos ejemplos.

En 2008 la revista Letras Libres pidió a distintos escritores hacer algún ejercicio de ucronía. El más memorable resultó el de José Emilio Pacheco, Desde las mesas de fondo de La Bombilla, dos comensales disparan a José de León Toral y el candidato Álvaro Obregón no es asesinado. “El Caudillo Inmortal, el Padre de la Patria, el Rayo de la Guerra, el Héroe de la Paz que, como Presidente Vitalicio, Secretario del PRO y Jefe Máximo de las fuerzas armadas, condujo a México a lo largo de casi todo el Siglo XX”, hasta su muerte, un 2 de octubre de 1968, y hay una matanza contra quienes festejan el fin de la tiranía.

Hay varias historias que imaginan un triunfo de la Confederación en la Guerra de Secesión americana. Una es Bring the Jubilee (Lo que el Tiempo se Llevo, en la edición española), de Ward Moore; en ella, los sureños conquistaron América Latina y su capital es Leesburgh –antes llamada Ciudad de México-; un historiador nacido en el derrotado y empobrecido EU, viaja al pasado con el fin de estudiar la guerra, pero accidentalmente causa la muerte del oficial que ocuparía una posición clave en la batalla de Gettysburg, y le da vuelta a la historia: el mundo que vivimos es resultado de ese Efecto Mariposa. El tipo queda atrapado en un pasado que lo conducirá a un futuro diferente al que vivió.

Otra es del campeón de la ucronía, Harry Turtledove: How Few Remain parte de que los soldados de la Unión no pudieron hacerse –como en realidad sucedió- de un mensaje que detallaba la estrategia del general sureño Robert E. Lee, la guerra se prolonga e incluso hay una Segunda Guerra Mexicana (porque los sureños quieren llegar al Pacífico y le han comprado Chihuahua y Sonora a Maximiliano).

Turtledove también es autor de Joe Steele, una novela en la que Stalin es hijo de emigrantes georgianos en EU y se abre paso en la política gringa, con métodos brutales. Se enfrenta al líder soviético, Trotsky, pero al final se alía con él y con Churchill para derrotar a Hitler. La victoria sobre Japón tarda más que en la realidad histórica porque Joe Steele mandó asesinar a varios de sus generales “por incompetentes” y a varios científicos del Proyecto Manhattan (Einstein, Fermi, Oppenheimer).

Un cuento maravilloso de Turtledove narra el esfuerzo que hacen un grupo de frailes cristianos y de clérigos musulmanes por convencer, en el Siglo VIII, al líder de los búlgaros –un pagano- a convertirse a su religión. Los cristianos tienen a su favor que al búlgaro le gusta la bebida; los musulmanes, la perspectiva de tener varias esposas. Al final, lo que decide es el cielo: mucho mejor departir con vírgenes que cantar loas a Dios por la eternidad. Bulgaria y buena parte de Europa central se islamizan y el imperio bizantino cae cinco siglos antes.

Philip Roth tiene una novela, El Complot contra América, en la que el aviador Charles Lindbergh, conocido antisemita, gana la presidencia de Estados Unidos por el partido republicano en 1940, con la consigna de “Voten por Lindbergh o voten por la guerra”. EU firma un pacto de no agresión con Alemania Nazi y con Japón. Hay conflictos que llevan al país al borde de la guerra civil. El asunto se resuelve con la desaparición de Lindbergh, la radicalización del vicepresidente (y los pogromos) y nuevas elecciones, en las que gana Roosevelt. La vida de los judíos en Estados Unidos se vuelve difícil y está contada por un niño, el propio Philip Roth.

A veces no conviene cambiar la historia. En Making History, de Stephen Fry, el personaje logra viajar al pasado y envenenar con unas píldoras anticonceptivas masculinas el pozo del pueblo donde nació Hitler. Al regresar al futuro, resulta que no hubo Hitler, pero sí nazismo, con un líder igualmente carismático, pero más paciente y efectivo. De hecho, el agua del pozo la usaron para esterilizar a los judíos europeos.

Una de las novelas ucrónicas más destacadas es de Philip K. Dick, conocido por ser la fuente de películas como Blade Runner, El Vengador del Futuro y Sentencia Previa. La novela se llama El Hombre en el Castillo. En esta historia alterna, Franklin D. Roosevelt es asesinado y las administraciones republicanas son incapaces de sacar a Estados Unidos de la depresión económica. En esas condiciones, enfrenta al eje nazi-fascista en una situación de debilidad y es derrotado. La novela se desarrolla en unos Estados Unidos divididos en zonas de influencia alemana y japonesa, Lo interesante es que los personajes leen una novela ucrónica… en la que alemanes y japoneses fueron derrotados por los Aliados en la Guerra Mundial.

El inglés Brian Aldiss tiene dos cuentos extraordinarios de historia contrafactual. Uno se llama “¡Peligro: Religión!” y juega con la idea de mundos paralelos. Un sociólogo británico es raptado por unos humanos provenientes de otro bucle de tiempo, que han logrado encontrar el camino para ver otras posibles derivaciones históricas. Estos hombres viven en un mundo dominado por la Iglesia Católica, con grandes diferencias sociales y niveles de servidumbre inaceptables para nuestros estándares. Buscan sociólogos de otras historias para que los ayuden a combatir una insurrección popular. El británico encuentra eso inaceptable y busca ayuda de otros sociólogos capturados, pero se encuentra con dificultades: uno, por ejemplo, viene de una realidad en la que hay una dictadura maoísta global. Finalmente se hace de un aliado: deciden usar el bucle para destruir el mundo de sus raptores. Al final de la historia, resulta que al aliado no le interesan la democracia o los derechos humanos: quiere destruir a los cristianos con las innumerables centurias del milésimo César.

El otro se llama “Capullo en Flor”. Es un relato erótico. Lobinson Jon hace el amor con una joven prostituta en una Inglaterra conquistada por China. La muchacha le habla de rumores increíbles: que en realidad China nunca derrotó a Occidente y que todo es propaganda. Lobinson Jon se burla de ello. Luego del acto sexual, se asoma por la ventana y la descripción del Londres con techos de teja que mira es, en realidad, la de un pueblo chino tradicional. Lo curioso es que esta ucronía necesita ahora dos cambios de la historia, no sólo uno.

Hablando de religión, hay una novela de Keith Roberts, titulada Pavana. La Armada Invencible sí fue invencible; Isabel I de Inglaterra fue asesinada, el protestantismo fue extirpado, el Papa tiene un enorme poder temporal y en el siglo XX viven con tecnología atrasada por un siglo respecto a nuestra historia.

Hay también ucronías españolas. La mayor parte de ellas, habría que imaginar, hablan de una república española triunfante sobre Franco. La suerte –buena o mala- de esa república depende, lógicamente, de la posición ideológica del autor. La más conocida es En el Día de Hoy, de Jesús Torbado, escrita en 1976, cuando apenas iniciaba la transición a la democracia. En la novela, la posibilidad de tener suministros permite a la República ganar la batalla del Ebro y los rebeldes huyen. Ernest Hemingway escribe la novela “Madrid era una Fiesta”. Pero eso significa que Alemania invadirá la república de España en el marco de la II Guerra Mundial…

Y nada menos que el ex presidente francés Valery Giscard D’Estaing escribió una novela ucrónica: La Victoria de la Grande Armée, según la cual Napoleón hace un movimiento estratégico genial durante su campaña rusa y termina ocupando Moscú. El resto es puro grandeur  francés.

Las historias ucrónicas no tienen que ser siempre políticas. El cuento The Undiscovered relata la historia de un dramaturgo inglés que se emborracha y cuando despierta está en un barco que lo llevará a América. Allí es capturado por los cherokees. Se hace llamar “Agita-la-lanza” (o Shakespeare, en inglés). Lo adoptan y ese extraño miembro de la tribu escribe una obra de teatro, Hamlet, que les parece absurda y divertidísima, cuando el pobre Agita-la-lanza creía que era una tragedia.

Un grupo de periodistas argentinos escribió diez historias ucrónicas con tema local: en una de ellas, el árbitro ve la “mano de Dios” de Maradona, lo expulsa, invalida el gol y Argentina es eliminada por los ingleses: el Pelusa se convierte, entonces, en un apestado social. En otra, lo que son las cosas, imaginan lo impensable: que el cardenal argentino Jorge Bergoglio se convierte en Papa e impone en el Vaticano un estilo tercermundista. Su único error, un lapso de siete años entre lo imaginado y lo sucedido. Ni modo.

Reitero que es notable la escasez de ucronías mexicanas. Va una serie de propuestas sobre el momento del cambio:

Hernán Cortés y Moctezuma han llegado a un arreglo; la expedición de Pánfilo de Narváez termina en naufragio, lo que retrasa la llegada de la viruela, evita la matanza de Tlatelolco a manos de Pedro de Alvarado y…

Las inundaciones en el Siglo XVII obligan a cambiar la capital de la Nueva España. Ya no será la Ciudad de México, sino Puebla…

Miguel Hidalgo se decide a tomar la Ciudad de México (por lo que no hay derrota en Puente de Calderón), lo que da un nuevo giro a la guerra de Independencia…

Guillermo Prieto llega tarde, por lo que no puede pronunciar su frase de “Los valientes no asesinan”. Los soldados de Landa han asesinado a Juárez…

Madero desconfía de Victoriano Huerta y, tras el alzamiento de la Decena Trágica, pone a Felipe Ángeles al mando de las tropas federales…

Carranza considera que el contenido del Telegrama Zimmermann puede ser interesante, en el Telegrama Carranza responde que…

La bala pasa rozando la cabeza del candidato Luis Donaldo Colosio, pero no lo toca...

Hay historias ucrónicas  anglosajonas, italianas, españolas, francesas, alemanas, japonesas, chilenas y hasta cubanas... Pero cabe una pregunta: ¿Por qué en México han sido tan escasas? Tal vez sea porque, en el fondo, le tenemos demasiada reverencia a la Historia.
  
Tal vez si pensamos en las historias que no fueron, podamos entender mejor la que sí sucedió. Por eso digo que, además de divertida, es una asignatura que los mexicanos tenemos pendiente.