miércoles, junio 24, 2015

Biopics: la locura burocrática


Mi aversión a la burocracia es tal que he procastinado muchas semanas con esta entrega de los biopics, nada más para no recordar la de trámites que tuve que pasar en aquella instancia en Italia.

Quien crea que la burocracia mexicana es infernal, no ha vivido en Italia. Una vez me tocó estar haciendo un trámite y, en la mesa de junto, un hombre gritaba desesperado: “¡Estoy vivo! ¿Qué no me ve?”. Le habían pedido un “certificado de existencia en vida”.

Ya algo más había yo sufrido con los retrasos de la entrega de la beca, y sus repercusiones en el banco, que he relatado con anterioridad.

En el caso que nos ocupa, todo empezó con la compra del auto, y la necesidad del seguro, que a su vez implicaba la necesidad de un certificado de residencia. En tanto, me habían entregado un papelito provisional, que no sé qué tanto protegía al coche y sus ocupantes.

De entrada, había hecho yo el trámite mío y de mi familia en la Questura, que es más bien de carácter policial: que ellos sepan que tú vives en esa ciudad y que lo haces legalmente. Esa vez estuvo bien, aunque había mucha más gente que en los años setenta –eran las primeras olas de migración hacia Europa-, porque, como traíamos a un niño chico y a un bebé, nos hicieron pasar primero.

Con el papel de la Questura, pude ir al Anagrafe (es decir, al registro civil) y declarar, en papel timbrado, mis ingresos anuales. Eso serviría para establecer la cuota a pagar en el jardín de niños, en el que Rayo llevaba ya varias semanas (resultó ser la más baja: como preguntaría Raymundo al año siguiente: “¿En Italia éramos pobres, verdad papá?”), y para la solicitud de residencia.

Lo que estuvo fácil fue inscribirme para pagar impuestos. Lo hice por la tenencia del bendito auto, que variaba si era a gasolina o a gas, si tenía dos o cuatro puertas, si tenía o no aire acondicionado, si tenía radio o no. Lo que nunca se me ocurrió pagar fue la tenencia de la televisión (había dos tarifas, según si la tele era a color o blanco y negro: si pagabas la tarifa en blanco y negro, te visitaba la Guardia delle Finanze y resultaba que tu TV era a color, te la secuestraban: ponían sobre el aparato un saco de lona que amarraban con un candado y las multas por romper ese sello eran estratosféricas).

Tras la solicitud de residencia, llegaron unos vigili urbani a verificar que vivíamos donde decíamos, Patricia les dijo que sí y que ahí vivíamos y zas, que no nos dan la residencia, porque la planta baja de la casa no tenía “certificado de habitabilidad”.

Las opciones, entonces, eran: o remodelábamos la planta baja para dotarla de otra ventana y hacíamos el trámite para que toda la casa tuviera certificado, o buscábamos una nueva visita, lo que no era sencillo.

Uno de los profesores de la Facultad, que había sido maestro mío una década atrás, Paolo Bosi, era asesor de la ciudad y amigo del jefe del registro civil. Hablaría con él, diciendo que había sido una confusión “porque la esposa del dottore Báez no habla italiano” y que en realidad vivíamos en la parte de arriba, que obviamente sí tenía el famoso certificato d’abitabilità. La cita se pospuso una semana, porque el funcionario se había ido de semana blanca a esquiar, pero Bosi y el bueno de Paolo Silvestri habían logrado hablar con él.

El día que sabíamos que vendrían los vigili urbani, disfrazamos nuestra vivienda de oficina, subimos ropa y juguetes a dos recámaras de la casa de los señores Bernardi y todo mundo participó en la comedia. Un par de semanas después teníamos la anhelada residencia en Italia, y nos darían el papel del seguro del auto…sólo que, como nos habíamos tardado más de tres meses en el trámite, tuve que pagar una multa por el retraso.  
   

jueves, junio 04, 2015

La reforma de los semivivos


En la novela de ciencia ficción Ubik, de Philip K. Dick, hay un grupo de personas conocido como los semivivos. Son gente que no está viva ni está muerta, que es mantenida en una situación de criogenización, que tiene contacto esporádico con los vivos, pero que normalmente lleva una especie de vida virtual, en un universo creado por su mente semicongelada.

El símil vino a la mente tras el escueto anuncio de la SEP acerca de la suspensión indefinida de la evaluación a los maestros, que es parte nodal de la reforma educativa. Esta queda ahora en una situación como la de aquella novela: está semiviva, criogenizada, en una congeladora verdaderamente fría.

Tratándose de una reforma constitucional, matarla de un plumazo hubiera sido ilegal. Ya sabemos que el gobierno se compromete formalmente  a cumplir y hacer cumplir la Constitución. Se decidió, entonces, pararle el corazón, enviarla a la cámara criogénica y hacer como que todavía existe. Por lo pronto, no resucitará hasta nuevo aviso.

En febrero de 2013, cuando se promulgó la reforma educativa, el presidente Peña Nieto señaló: “avanzamos en la construcción de un marco legal moderno y eficaz, y fortalecemos la rectoría del Estado mexicano en la educación, esencial para superar los retos de este sector estratégico para el desarrollo nacional. Sin duda, éste es un cambio de fondo, que marcará para bien el rumbo de México en las siguientes décadas…”.

Efectivamente, uno de los objetivos centrales de esa reforma era fortalecer el papel del Estado en el ámbito educativo, y arrancar el control a los grupos de poder sindicales, fortalecidos durante lustros por la inacción gubernamental. Suspender la evaluación significa, en palabras llanas, que el Estado mexicano se reconoce como incapaz para llevar a cabo esa tarea.

Ha sido una victoria para la CNTE, y –por su parte- la dirigencia del SNTE, que luego de la detención de su dirigente histórica, Elba Esther Gordillo, había apoyado de dientes para afuera la reforma, ha guardado un piadoso y conveniente silencio, porque la abdicación del Estado también le es útil.

A primera vista, de lo que se trata es de ceder en el principal de los argumentos de la CNTE en la expectativa de que esta organización desista de intentar boicotear violentamente las elecciones del próximo domingo.

Si es así, las autoridades han actuado con una ingenuidad asombrosa: es evidente que la agenda de la Coordinadora va mucho más allá de la evaluación magisterial; de lo que se trata es, en su estrategia delirante, de crear condiciones prerrevolucionarias, y el boicot a los comicios federales, y a todo lo que huela a democracia institucional, es una parte medular. Y la previsible respuesta de la CNTE no se ha hecho esperar.

En otras palabras, el gobierno ha dado todo a cambio de nada.

Hay varias cosas que preocupan particularmente. Una es la decepción que la medida genera en los casi 200 mil maestros –los buenos maestros, los que son mayoría- que se inscribieron al concurso de oposición para lograr una plaza en el magisterio, y en los cerca de 60 mil profesores que buscaban una promoción en el servicio docente. Para ellos, la posposición indefinida de sus esperanzas. Hay que conciliar con los otros, los que secuestran camiones, queman papeletas y congresos locales; los que desquician las ciudades, bloquean negocios, toman casetas de peaje y exigen tener el control político-corporativo de las plazas.

Otra es el mensaje que esto conlleva. De nada sirve estudiar, intentar hacer carrera, manejarse dentro de las instituciones, si con marchas, palos y bombas molotov se puede lograr más. Se puede, incluso, darle la vuelta a la Constitución y llevarla de paseo. Es un mensaje que diversos actores de la vida social –llámense taxistas, solicitantes de tierra o vivienda, caudillos que mandan al diablo las instituciones y un largo etcétera- pueden entender como una invitación a estrangular lo estrangulable, al cabo que así es como en realidad se arreglan las cosas.

Se supone que el objetivo de la renuncia era generar condiciones de tranquilidad para las elecciones. Estas existirán de todos modos en la mayor parte del país. Y de todos modos no las habrá donde la CNTE tiene asentados sus reales. El proceso se llevará a cabo con relativa normalidad. En cualquier caso, lo que hace esta medida es quitar trascendencia al momento electoral.

Me explico. El domingo los mexicanos elegiremos a nuestros representantes en la Cámara de Diputados, cuya principal labor es la aprobación de leyes. Nos importan las elecciones porque nos importa la legislación que emane del Congreso. ¿Pero qué pasa cuando esas normas, aprobadas por diputados y senadores federales y los congresos locales se convierten en papel de estraza con un simple comunicado? ¿Para qué tantos brincos, tanto gasto, tanta parafernalia democrática?

Esto nos lleva a una conclusión dramática. No sólo es la reforma educativa (ya con minúsculas, ni modo) la que ahora está en el reino de los semivivos. Es el propio gobierno federal, que verá disminuida su capacidad para hacer cumplir las otras reformas ya aprobadas, y muy acotada la posibilidad de que la legislatura que se votará el domingo apruebe nuevas reformas de gran aliento.

Decíamos que los semivivos de la novela tienen contacto esporádico con los vivos. Si el gobierno quiere enviar una señal positiva a la sociedad, debe reprogramar a la brevedad las evaluaciones al personal docente; tal vez así puede evitar el proceso de criogenización al que él mismo se está sometiendo.