martes, noviembre 29, 2011

Biopics: Hacia la unidad de la izquierda


Los miembros del Comité Nacional del MAP solíamos reunirnos formalmente cada dos sábados. En una de las primeras, nos asignamos tareas y comisiones. Hortensia Santiago y yo éramos la Comisión de Capacitación. También participé activamente en la redacción del librote en el que se convirtieron las Tesis y el Programa de Acción, y seguía en la redacción de la revista Solidaridad.
La principal actividad de la Comisión de Capacitación fue un curso sindical que organizamos –y yo di en parte- en el recién fundado Instituto de Estudios Obreros Rafael Galván, en la casona de la calle Zacatecas en la colonia Roma. Asistieron cuadros sindicales de distintas partes del país, sobre todo –pero no solamente- electricistas de la Tendencia Democrática y miembros del FAT (Frente Auténtico del Trabajo). La idea central del curso era la de pasaje de explotados a productores; de la idea economicista del sindicato a la de la agrupación que conoce a fondo la empresa para la que trabaja, no se deja engañar, propone y, si puede, también dispone. Y jamás ahoga a su fuente de trabajo.

Pocos meses habían pasado, sería septiembre de 1981, cuando surgió, a instancias del Partido Comunista Mexicano, la iniciativa de unir a las distintas agrupaciones de la izquierda socialista en un solo partido. Se trataba de una idea largamente acariciada en muchos lados y daba la impresión de que no había cristalizado simplemente por la inercia de las organizaciones. Heberto Castillo al principio mostró gran interés por la fusión. Igual lo hicieron los grupos que habían coincidido en la Coalición de Izquierda en las elecciones de 1989.
Para los comunistas del partido aquello iba más allá. Significaba de entrada un distanciamiento de la tradición soviética, tantas veces sectaria y era parte de un largo proceso de revisión y autocrítica que se había desarrollado dentro de ese partido. Lo paradójico es que al menos dos de las agrupaciones fusionantes, el Partido del Pueblo Mexicano y el Partido Socialista Revolucionario, eran prosoviéticas y con resabios estalinistas. También se fusionaría el Movimiento de Acción Unitaria Socialista.  
Las coincidencias del Movimiento de Acción Popular con el PCM eran varias. La primera, en la lucha sindical universitaria. La otra, el acercamiento ideológico a partir de la reflexión reformista que había tomado carta de ciudadanía en ese partido, que lo alejaba paulatinamente de la ortodoxia y lo acercaba a posiciones socialdemócratas de izquierda.
Por lo tanto, era lógico que cuando en una reunión del Comité Nacional se propuso que el MAP se fusionara en el nuevo partido unitario, la respuesta fuera afirmativa e incluso entusiasta. No hubo un solo voto en contra y solamente una abstención, la de Hortensia Santiago.
Varios preguntamos abiertamente si el MAP seguiría como corriente política organizada dentro del nuevo partido. La respuesta de los dirigentes fue que no, que si aceptábamos la fusión, eso significaba de plano nuestra disolución como organización política. Ante las continuas y genuinas dudas, Rolando Cordera zanjó la discusión con una frase inolvidable:
-El MAP es un estado de ánimo.
Eso es lo que efectivamente terminamos siendo.

Los compañeros del PCM recibieron gustosos al quinto elemento de la fusión, pero de manera sorpresiva, el anuncio de nuestra llegada al futuro partido provocó la furia de Heberto Castillo, quien no nos bajaba de “membrete” (no tardaríamos mucho en demostrar que estaba equivocado) y puso un ultimátum: si entraba el MAP, el PMT se salía del acuerdo de unidad.
Tengo una hipótesis fuerte respecto a esta rabiosa negativa. En el Movimiento de Acción Popular abundaban los intelectuales y los socialdemócratas. Los primeros amenazaban la pretensión hebertista de monopolizar, o de perdida oligopolizar, la opinión del partido en los medios, de llevar él la guía intelectual. Los segundos constituían un peligro todavía mayor: a la larga le podrían quitar el carácter revolucionario-socialista al partido. Hizo tremendo berrinche, que sería todavía más grande cuando compañeros sinaloenses del Partido Mexicano de los Trabajadores decidieron, ante la postura de Heberto, renunciar al PMT y afiliarse al MAP.

martes, noviembre 15, 2011

La caída de un bufón



Salió por la puerta trasera, pero aún allí encontró a sus detractores que lo esperaban. “¡Bufón!”, le gritaban una y otra vez, de manera despectiva, en un coro que era parte de la fiesta popular provocada por su salida del gobierno. Era el fin de la Era Berlusconi, tal y como la conocimos. Ojalá sea el final definitivo.



“Soy el hombre más perseguido de la historia”.

Entender la llegada al poder de Silvio Berlusconi –y, más aún, su permanencia a pesar de la ineptitud y el escándalo- es entrar a una historia fascinante, que salta de la farsa a la comedia y a la tragedia y que tiene mucho que enseñar a los estudiosos de la política.

Durante años, desde el fin de la II Guerra Mundial, en Italia se sucedieron gobiernos hegemonizados por la Democracia Cristiana, partido que –dado el sistema electoral casi estrictamente proporcional- tenía que coaligarse con otras organizaciones políticas moderadas para hacer gobierno. Había un veto de hecho al Partido Comunista y a los grupos neofascistas.

A principios de los años noventa, cuando el muy corrupto Partido Socialista Italiano se había convertido, con votaciones rara vez superiores al 15 por ciento, en la bisagra fundamental para formar gobiernos, y la gente estaba cada vez más cansada de la partitocracia, estalló una serie de escándalos de corrupción, conocida como tangentopoli (“mordidópolis”), que involucró a las principales formaciones de la coalición de gobierno y que llevó a la investigación judicial nacional conocida como “Manos Limpias”, que terminó, entre políticos encarcelados y empresarios suicidas, con la desaparición de varios de los partidos italianos históricos y con la llegada de un gobierno “tecnócrata” de transición, al mando de Carlo Azeglio Ciampi.

Se creyó –al igual que sucede ahora en otros países- que el culpable verdadero de la crisis era el sistema electoral proporcional, así que la principal tarea del gobierno de Ciampi fue una reforma que lo convirtió en sistema mixto, bajo la idea de que diputados de distrito estarían más cerca de las necesidades de sus electores.

“Estoy ungido por el Señor”

La situación estaba más que dada para una victoria del Partido Democrático de Izquierda, heredero del viejo PCI, y entonces apareció en el campo el empresario Silvio Berlusconi, dueño de las tres cadenas más importantes de la televisión privada. El 26 de enero de 1994 presentó en su TV un discurso que iniciaba “Amo a Italia” y concluía en la necesidad de crear una coalición a favor de “la libertad, la familia, la empresa y la tradición italiana y cristiana”.
En esa emisión anuncia el nacimiento de Forza Italia, un partido ad hoc, que obtuvo 21 por ciento de los votos, impulsada por sus anuncios en televisión y el temor a “los comunistas”.

“Soy simplemente un empresario que hace milagros”

Esto le bastó a Berlusconi para ganar. Se alió con la secesionista Lega Nord en el norte del país, y con la neofascista Alleanza Nazionale en el sur. Un tipo astuto: sus coaligados no estaban aliados entre sí.

El primer gobierno Berlusconi duró apenas poco más de un año, a partir de la ruptura con los norteños, que llegaron hasta a acusarlo de ser parte de la Cosa Nostra. El cavaliere dijo que jamás se volvería a sentar en la misma mesa con Umberto Bossi, el dirigente de la Lega.  Muy pronto volvieron a ser aliados.

Aquel gobierno fue sustituido por uno apartidista, “tecnócrata”, presidido por Lamberto Dini, a quien siguieron –sin pena ni gloria- dos gobiernos de izquierda, el de Romano Prodi (quien le ganó un debate televisivo al cavaliere cuando recordó que la ley lo había obligado a vender su periódico… y Silvio lo vendió a su hermano) y el de Massimo D’Alema.

Mi valentía está fuera de discusión, mi sustancia humana, mi historia, los otros se la sueñan”

Para las elecciones de 2001, Berlusconi prepara una jugada maestra. En un programa de TV se compromete públicamente, en un “Contrato con los italianos” a cumplir 5 puntos: exenciones y rebajas de impuestos, mejora de la seguridad, aumento de las pensiones, disminución a la mitad de la tasa de desempleo y aumento de al menos 40 por ciento en grandes inversiones de infraestructura. Firma que si no cumple los propósitos, no se volverá a presentar a elecciones.

Una mirada serena sobre estas promesas lleva a la conclusión de que, si se cumplieran, el resultado en términos fiscales sería desastroso. Más gasto, menos ingresos. Pero funcionó en lo electoral y Berlusconi regresó al poder.

A la hora de la verdad, no cumplió ni una. Las bajas en los impuestos nacionales fueron compensadas por aumentos en los impuestos locales y en los aranceles. El crimen aumentó 6.7 por ciento. El desempleo bajó notablemente, de 9.9 a 7.1 por ciento, pero no quedó a la mitad. 1.8 millones de pensionados tuvieron el aumento prometido; otros 6 millones se quedaron esperando. Las inversiones en infraestructura crecieron 21.7 por ciento. En enero de 2009 una sentencia de la corte estableció que el contrato firmado en TV no tenía valor legal alguno. Para entonces Silvio ya había buscado varias veces la reelección.

Berlusconi justificó que, dadas las condiciones externas, su gobierno realizó un “milagro continuo”, que no le reconocían debido a una “campaña negra” de los medios de oposición, a quienes acusó de “comunistas”. En esa época, la deuda pública de Italia, históricamente grande, llega hasta la hipertrofia.

Así respondía Berlusconi a las críticas: “Italia es el país con las regiones más ricas de Europa, un país con el más alto número de automóviles respecto a la población, el más alto número de celulares. Somos grandes playboys, por lo que todos nuestros muchachos mandan al menos diez mensajes al día a sus diez novias y somos el país con más casas en propiedad de las familias. Cuando The Economist imagina una Italia sostenida por muletas, dice una cosa profundamente contraria a la que vivimos los italianos, que es una situación de bienestar y de gozo por haber nacido en el país más bello y uno de los más ricos del mundo”, declaró, en presencia de Tony Blair.


“Soy incapaz de decir que no. Por fortuna soy un hombre y no una mujer”.

De los últimos diez años, Berlusconi gobernó en ocho y medio.

En previsión de un crecimiento de la izquierda, la coalición berlusconiana reformó de nuevo la ley electoral, para favorecer de manera extrema a quien obtenga la mayoría relativa. En los comicios del 2006, el tiro le salió por la culata: con una ventaja mínima en el voto popular, la izquierda se llevó una amplia mayoría legislativa. Berlusconi no aceptó los resultados y se le tuvo que forzar la dimisión.

El siguiente gobierno de izquierda fue un fracaso. Por una parte, la adopción del Euro había generado una mayor división social, en contra de asalariados y pensionados, que no fue atacada. Por otra, los aumentos fiscales para paliar el déficit no fueron acompañados por una disminución del gasto corriente, haciendo más evidente la distinción entre “ellos, los políticos y nosotros, los ciudadanos”.  La coalición de nueve partidos que había llegado al poder terminó por fracturarse. Tiempo para Silvio III.

“¿Saben por qué les gusto tanto a las señoras? Deriva del anagrama de mi nombre: l’unico boss virile.”

Berlusconi disolvió su partido Forza Italia (que, por cierto, tuvo muchos eventos con show y multitud de bellas edecanes, gran coro que canta el himno del partido, agitado y paternalista discurso del líder… pero ningún congreso nacional digno de ese nombre) y lo fusionó con otras organizaciones de centro-derecha, para fundar el Pueblo de la Libertad, partido que lo nombró presidente por aclamación (oficialmente, con el 100 por ciento de los votos). Esta agrupación, aliada con la Lega Nord, ganó las elecciones de 2008.

“Ya no acepto el disenso”

Berlusconi había empezado siendo un buen comunicador político. Supo agrupar en torno suyo todo el miedo al comunismo cebado durante años por la iglesia católica y los partidos de centro-derecha. “Dicen que han cambiado, pero mírenlos, lean su prensa: ¡son los mismos!”. Siempre hablaba con palabras sencillas. Perfectamente medido: un poco didáctico y un poco exaltado, sin las abstracciones y las palabrejas comunes a la clase política tradicional.

“Obama tiene todo para llevarse bien con él: es joven, es guapo, y también bronceado”.

Pero en la medida en que involucionaron sus gobiernos, el comunicador fue dejando su lugar al bufón, hasta verse totalmente dominado por él. Salieron a flote el carácter cada vez más autoritario del premier, su obsesión por librarse de los intrincados problemas legales a través de la aprobación de leyes ad hominem, sus escándalos personales (destaca el caso Ruby, la menor de edad marroquí que asistía a sus bacanales) y las respuestas que querían ser chuscas, pero que en realidad eran patéticas.  Quería responder a su decadencia con el bunga-bunga (dime qué presumes y te diré de lo que careces). Era ya, para decirlo como el caricaturista Altan, “Silvio Banana”, un personaje impresentable a nivel internacional, y el prestigio mundial de Italia había caído a niveles ínfimos.

Me parece que en Italia no hay una crisis fuerte. La vida en Italia es la de un país próspero, el consumo no ha disminuido, con trabajo se logra apartar un lugar en el avión, los restaurantes están llenos”.

Cuando sobrevinieron los problemas financieros, se mantuvo como si nada estuviera ocurriendo, a pesar de que la economía italiana estaba totalmente estancada, la crisis de la deuda pública fuera cada vez más apremiante y el regodeo de la política pospusiera una y otra vez las reformas necesarias.

“Los comunistas se transformaron en laboristas en Gran Bretaña, en socialdemócratas en Alemania…”

También rompió con su antiguo aliado Gianfranco Fini, al grado que el neofascista parecía un demócrata al lado de Berlusconi. Era Nerón tocando la lira ante el incendio de Roma.

“¿Eres pobre? Culpa tuya”

Resulta por lo menos aleccionador constatar que lo que no logró la oposición, lo que no logró la prensa, lo que no lograron los jueces, lo haya logrado el mercado. Que Berlusconi haya caído por la gracia de ese tótem del cual él siempre se declaró ferviente admirador. Pero es claro que, si seguía en el poder –pensando en leyes para salvarse a sí mismo de la persecución de la justicia, nunca para su país- la idea misma de unidad monetaria europea se iría al traste. La de Italia es una economía demasiado grande como para ser rescatada de manera tradicional (y eso que, con Silvio, pasó del 5º al 8º lugar mundial). 
 
“El hombre que jodió un país entero”, decía The Economist en una portada. Sí, pero también un país entero (o algo así como la mitad más uno de un país) que se dejó joder, seducido por las poses de playboy, por el nacionalismo de opereta, por el temor al fantoche del “comunismo”. Un país que se vistió de modernidad cuando en realidad abrazaba el inmovilismo y las antiguas formas corruptas de ligar poder político y negocios. Un país que decía mirar al futuro cuando corría hacia su pasado más negro.

Ahora llega otro tecnócrata, para aplicar las recetas amargas por las que ningún político quiere pagar. ¿Qué seguirá después? Ojalá y la racionalidad cubra el vacío de poder que dejó el final de la Primera República, y que los electores italianos se pongan, de una vez por todas, cera en las orejas, para estar sordos ante los cantos de sirenas. No podemos asegurar que así será.

“Gadafi es una persona inteligentísima. De otra manera no hubiera podido estar en el poder más de 40 años”.

martes, noviembre 08, 2011

Los mercados y la polis

La agonía del gobierno de Yorgos Papandreu en Grecia ha sido una de las más interesantes en los últimos años. Resulta de una combinación inédita de crisis económica interna, problemas en la conformación de la Unión Europea, luchas de poder dentro de la misma e inestabilidad social, con presiones desde la izquierda y desde la derecha. Encima de eso, la fallida propuesta de un referéndum, le pone el ingrediente extra de enfrentar a la polis, los ciudadanos, con los mercados. Todo un caso.

Tenemos de inicio una economía relativamente débil que entra a la Unión Europea bajo la promesa de ingentes subsidios en un proyecto de modernización de largo plazo. Ayudada por estos subsidios, y por la contratación creciente de deuda, Grecia alcanza altas tasas de crecimiento, acompañadas por un aumento geométrico del gasto corriente del gobierno (cuya burocracia se multiplica) y de las pensiones (que se ubican entre las más generosas de Europa gracias a las presiones de poderosos sindicatos).

Mientras la barca va —es decir, mientras la economía de Europa se mantiene estable—, el sistema funciona, ya que Grecia representa una porción relativamente pequeña del producto (2.2 por ciento del PIB). Cuando estalla la crisis del 2008, y todo mundo empieza a ver con más detalle las finanzas nacionales, resulta que el gobierno griego había mentido acerca de su déficit público (que era 14 mil millones de euros superior) y de su deuda pública (que representaba 127 por ciento del PIB).

En términos del tamaño de la UE son cantidades teóricamente manejables, pero sucede que Grecia no es el único Estado en crisis financiera-presupuestal. En menor grado, Portugal, Irlanda, Italia y España se encuentran en condición delicada. Un plan de rescate demasiado benévolo generaría un efecto-demostración que dificultaría replicarlo en economías más grandes. Además, Grecia ha mentido sobre su situación y, en la lógica de control de los socios principales del Euro, no puede premiársele. Lo lógico es que siga una serie de condicionamientos: ayudas y condonación parcial de las deudas, sí, pero a cambio de severos ajustes presupuestales, que darían al traste con la enorme y carísima red de subvenciones y de protección social armada por los sucesivos gobiernos griegos.

En otras palabras, Grecia por sí sola no ponía en riesgo grave a la zona euro, pero su comportamiento podría provocar olas expansivas que sí generaran dicho riesgo. Es sólo una de las contradicciones derivadas de la coexistencia de naciones-Estado, con una política económica independiente y soberana, dentro de una organización supranacional, que va más allá del bloque económico de comercio, se convierte en unión monetaria y apunta a una federación. Los tratados de Maastricht supuestamente limarían esta contradicción pero, a la hora de la prueba del ácido, se ve que no fue así.

Y ése es el punto toral que está detrás del fallido intento de Papandreu por llamar a la polis a decidir si quería o no los ajustes. No se trató solamente —aunque también lo fue— de la búsqueda de que alguien más compartiera la responsabilidad o el costo político. No se trató nada más —aunque también lo fue— de enviar el mensaje de que el gobierno griego no iba… lo llevaba la UE. Que no era Papandreu, sino Merkel y Sarkozy. Era también un aldabonazo para decir algo que debía ser obvio, a cambio de la entrada a la zona euro y las múltiples subvenciones, Grecia había cedido una parte de su soberanía.

El peligro de que, a pesar de que el gobierno explicara la conveniencia —o la inevitabilidad, como mal menor— del programa de ajustes, la reacción natural de la polis fuera la de rechazar los ajustes, con la consecuencia de la expulsión de la zona euro, la reaparición devaluada del dracma y la aceleración de la espiral de crisis en Grecia y en toda Europa.

Era una respuesta muy posible. Hay que recordar que el electorado griego se ha decantado históricamente por la izquierda. El Movimiento Socialista Panhelénico, de Papandreu, obtuvo el 44 por ciento de los votos, pero a su izquierda están el Partido Comunista, con 8 por ciento, y la Coalición de la Izquierda Radical, con el 5 por ciento. Los conservadores tuvieron el 35 de los votos y el restante 6 por ciento corresponde a una agrupación nacionalista. En ese contexto ideológico, era obvio que toda propuesta de recortes tendría una dura respuesta popular, con el agregado de que los grupos más radicales la utilizarían para cargar agua hacia su molino.

En ese sentido era de esperarse que los mercados reaccionaran con más rapidez que los políticos y que los forzaran a impedir dicha consulta. A los mercados no les interesa la polis, sino la certidumbre de las transacciones. Ya habían castigado a Grecia por dar información falsa (ya se sabe que los mercados funcionan aceptablemente cuando la información fluye y es veraz y causan desastres cuando la información es insuficiente o equívoca), ahora se mostraban dispuestos a lanzarse contra toda Europa. Los mismos bancos europeos se deshacían con rapidez de bonos de deuda soberana de diversas banderas. El capital no tiene patria, ni siquiera continente. No le interesa la democracia más que de manera marginal. Pero tiene sentido común las más de las veces.

Y en este caso, los mercados tienen como aliados a quienes llevan las riendas de la Unión Europea. Alemania y Francia son quienes mayor poder de largo plazo pueden obtener a través de un Euro capaz de imponerse como divisa internacional; quienes mejor pueden utilizar, en los mercados globales, la fuerza de la Europa unida; quienes entienden con más claridad el concepto de hegemonía. En la medida en que la UE camine hacia una federación, en el sentido estricto de la palabra, con políticas supranacionales, más poderosas serán. Eso es también lo que piden los mercados, por su necesidad de certidumbre.

Lo que está en juego no es que Grecia pague sus errores e irresponsabilidad (que el pueblo griego pague con altos intereses los beneficios del pasado). Tampoco, la cuestión estricta de la deuda (naciones como Grecia e Italia tienen enorme deuda pública, pero relativamente baja deuda privada de las familias, lo contrario sucede en Francia y el Reino Unido). Lo que está en juego es saber quién manda: la señora Merkel y los mercados. Ahora los griegos (y portugueses, irlandeses, italianos y españoles) lo saben.

Una pregunta queda en el aire. ¿No era obvio para Papandreu que los mercados matarían el referéndum y sepultarían con facilidad a su gobierno? Tal vez no, Pero tal vez sí, y lo que hizo el primer ministro, muy a la griega, fue cumplir con su trágico destino.

jueves, noviembre 03, 2011

México en los Panamericanos de Guadalajara: un balance deportivo

Es tiempo de hacer un balance deportivo de la delegación mexicana a los XVI Juegos Panamericanos, realizados en Guadalajara. Para ello, es necesario dejar triunfalismos y derrotismos, y hacer un comparativo razonable con lo realizado en la edición anterior, efectuada en Río de Janeiro 2007.
Lo primero que hay que decir es que lo correcto es comparar Panamericanos con Panamericanos, no con Juegos Olímpicos o con Centroamericanos y del Caribe. Peras con peras y manzanas con manzanas. Comentaremos, pero sólo como addendum, algunas posibilidades a futuro.
Esto viene a cuento porque algunos han insistido en que el recuento tan favorable a México está viciado por la existencia de muchas medallas en deportes no olímpicos ("medallas de chocolate", les llegaron a decir). El caso es: 1) que en la edición en la que México había conseguido anteriormente más oros, Mar del Plata 1995, varios de sus triunfos también fueron en estos deportes: de hecho ganó más títulos en frontón en Argentina que en México; 2) que. aun si eliminamos todas las medallas de deportes no olímpicos, México se mantiene en el cuarto lugar del medallero, con 27 oros y 101 medallas totales, rompiendo sus máximos históricos; 3) en Río 2007 obtuvimos medallas en 23 deportes; en Guadalajara 2011, en 33.
Eso significa, simple y llanamente, que la delegación mexicana tuvo en Guadalajara la mejor actuación de su historia. Pero es un resultado desigual y combinado, así que vale la pena desmenuzarlo.

Confirmando la tendencia que se había verificado en los JCC de Mayagüez, la situación en los tres deportes más importantes del ciclo olímpico es preocupante. En atletismo obtuvimos 10 medallas en total, 4 oros, 4 platas y 2 bronces. En Río habíamos ganado 15: 3 oros, 7 platas y 5 bronces. Locales, y a la baja. Como de costumbre, los semifondistas fueron quienes más contribuyeron, y finalmente México volvió a tener un 1-2 en marcha. Marisol Romero fue la figura, Juan Luis Barrios demostró que es atleta de elite y la dupla Nava-Ojeda devolvió el orgullo a la marcha mexicana. Gabriela Medina fue la sorpresa positiva en los 800 metros. Lanaro y Rifka cumplieron en salto de garrocha y de altura. Fuera de eso, los velocistas hicieron el ridículo, refrendando el fracaso de Mayagüez, se mantiene la pobreza -a veces extrema- en las pruebas de campo y Éder Sánchez se demostró como el perdedor con los peores pretextos (fue spaghetti en Pekín; en Daegu, que se preparaba para los Panamericanos y ahora fue el ácido láctico).
En natación, 4 bronces panamericanos no son nada de qué vanagloriarse. Una medalla más que en Río, pero 2 platas menos. México cayó al décimo lugar del medallero en la especialidad, por debajo de Cuba, Chile e Islas Caymán. Las mujeres dieron un poco la cara, en especial Fernanda González. La natación varonil es un desastre total, imposible de maquillar.
En ciclismo, el estancamiento es evidente. Otra vez 4 medallas y ningún oro, mejorando marginalmente los colores de las medallas. Hay dos jóvenes prometedoras, Luz Gaxiola y Sofía Arreola. Como en Río, los hombres no lograron colarse a un solo podio.

Pasemos ahora a los deportes en donde hubo un avance apreciable. Donde es más evidente es en los clavados. México hizo una plausible imitación de China y se llevó el carro completo de manera espectacular. A pesar de la coexistencia no siempre pacífica de cinco entrenadores, el fogueo constante y la competencia nacional e internacional, han convertido a México en una potencia en la especialidad. México supero con facilidad a medallistas olímpicos y mundiales y se llevó 12 medallas (8 oros), frente a las 6 (3 oros) que había obtenido en Río de Janeiro.
También hubo buenas sorpresas en la gimnasia artística. En Río se había obtenido un bronce por equipos femenil (luego retirado por una estupidez burocrática de la delegación). En Guadalajara, la cosecha fue de 3 oros, una plata y 3 bronces, revirtiendo la tendencia a la baja y encontrando nuevas figuras en Daniel Corral y Ana María Lago. Estados Unidos trajo un equipo B, reforzado en la rama femenil por dos atletas del equipo A que se reponían de lesiones, entre ellas Shawn Johnson, campeona mundial all-around y olímpica en viga de equilibrio (misma prueba que ganó la mexicana Lago, de 16 años).
El tiro con arco es otro deporte en el que la mejora mexicana es evidente, porque sus competidores ya están en la élite mundial. Las mujeres arrasaron con el oro por equipos e individual (Alejandra Valencia y el desparpajo de sus 16 años derrotaron a la campeona mundial), mientras que Aída Román se quedó con el bronce. Los hombres se quedaron con la plata (y el abanderado Juan René Serrano, como empieza a ser su preocupante costumbre, falló a la hora buena). En Río sólo se habían obtenido una plata y un bronce.
En remo, convertimos una plata en oro, y además ganamos otro oro, una plata y un bronce. En pentatlón moderno no se consiguió nada en Río y ahora un oro, con Oscar Soto, un bronce, con Tamara Vega, y dos plazas olímpicas.
Finalmente está el boxeo, en donde México tuvo la misma cantidad de oros (1), pero consiguió 4 platas y 4 bronces, frente al único bronce en Río.Una de las platas provino de la derrota del medallista mundial de bronce, Oscar Valdez, frente al cubano Lázaro Jorge Álvarez, actual campeón mundial. Hay que acotar que Estados Unidos no mandó a su equipo A a los Panamericanos (pero no les había ido nada bien en el Mundial de Bakú)..

Del taekwondo se esperaba mucho y se obtuvo poco. El pleito intestino entre los entrenadores Onofre y Salazar, en vez de promover en positivo la competencia entre los taekwondoines, está causando estragos. Hubo una medalla más que en Rïo, pero los colores se trocaron. Allá fueron 3 oros y un bronce. En Guadalajara, un oro, una plata y tres bronces. María del Rosario Espinoza y Guillermo Pérez no calificaron a los Panamericanos. De sus verdugos, sólo Damián Villa hizo una buena competencia (aunque cayó en la final, por especulador). Irma Contreras se llevó el único oro.
Fuimos potencia panamericana en canotaje. Ya no lo somos. De 5 oros conseguidos en Brasil, ahora sólo fue uno. Everardo Cristóbal Quirino repitió en el C-1, pero no ha podido encontrar una buena pareja desde que se deshizo de Valdés para competir junto a su primo Dimas Camilo, primero y con Castañeda, ahora. Manuel Cortina fue un desastre. A cambio, la delegación obtuvo plata en el K4 femenil, 500 metros.
En tiro deportivo alguna vez tuvimos leves esperanzas. Ahora es una sola, una jovencita de 17 años que se llevó el único bronce. En Brasil habían sido tres las medallas de ese metal.

En varios otros deportes hubo mejorías que van de lo relativo a lo muy relativo. Cynthia Valdez, en gimnasia rítmica tuvo unos grandes juegos, llevándose dos oros y tres platas, pero su compañera Rut Castillo no pudo competir por doping y México no se inscribió en la rutina por equipos. La dupla de volibol de playa dio un torneo riñonudo, eliminando a las de EU, pero Bibiana y Mayra se quedaron en la orilla frente a Brasil  (pasaron de bronce a plata). En judo, Vanessa Zambotti -que da una de cal y dos de arena- no pudo repetir el oro de Río, pero de una medalla pasamos a cinco, merced al mayor fogueo internacional. En halterofilia, Carolina Valencia se lesionó y no pudo defender su título. Damarys Aguirre refrendó su plata y en total sumamos 6 medallas, el doble que en Río, con la sorpresa de que una fue de los varones. En lucha, pasamos de un solitario bronce a una plata (hacía años que no se llegaba a una final) y dos terceros lugares. Exactamente lo mismo sucedió en esgrima. En tenis, trocamos una plata por un oro (y en los dos casos, la mayor parte del mérito debe adjudicársele a Santiago González). En vela, siempre con los mismos (y siempre con Tania Elías Calles quedándose en la rayita), mejoramos un poco los metales. En badminton, ecuestres y tenis de mesa se consiguieron medallas donde antes no las había. En gimnasia de trampolín se debutó con un bronce.

Continuemos el análisis con los deportes de conjunto. Lo más destacable son las medallas de plata conseguidas por los equipos de basquetbol, un deporte muy practicado y en el que es paradigmática la división de los federativos. Con apoyos diferentes entre ellos, pero inferiores a los recibidos por otras disciplinas, con una grilla tan grande que dos semanas antes de los Juegos no se sabía si iban a participar (los basquetbolistas ni siquiera están en el libro oficial de la delegación), las dos escuadras, a base de riñones y buen baloncesto, dieron una agradabilísima sorpresa, que dificilmente se repetirá si nadie da un fuerte manotazo sobre la mesa y empieza a poner la casa del basquet mexicano en orden (adelanto que ni el Presidente ni la Conade darán ese manotazo).
En el futbol, el Tri varonil cumplió, al ganar un torneo de bajo nivel, mientras que el femenil demostró su estancamiento al llevarse un bronce, a pesar de la ausencia de Estados Unidos.
De los demás deportes de conjunto, es menester dar un reconocimiento a las escuadras femenina de balonmano y masculina de volibol, que hicieron un torneo más que decoroso y se quedaron a un tris del podio. Las mujeres del voli de sala se vieron muy mal. En balonmano masculino, waterpolo y hockey, los esfuerzos no bastaron para salir de la mediocridad. En beisbol ganaron todos los partidos menos los importantes. En softbol seguimos mal y en rugby estamos todavía en pañales.

Terminamos el análisis con los deportes no olímpicos. México mejoró notablemente en squash respecto a Río: 4 oros y 7 medalls en total, frente a un 1 oro y 4 medallas en Brasil. Gran actuación de Samantha Terán. En karate, Bertha Gutiérrez convirtió en oro su plata brasileña y además obtuvimos 3 platas y 2 bronces. En boliche, para atrás, con una plata solitaria. Logramos broncitos en patinaje y ski acuático, que antes no hubieron. El frontón produjo 5 oros y 9 medallas totales (¿alguien esperaba más?) y el racquetbol, con la imbatible Paola Longoria, otras cinco doradas, una plata y un bronce. En la cuenta de estos deportes, México se llevó 15 oros, frente a 12 de Estados Unidos, 8 de Colombia y 7 de Argentina.


En resumen, un crecimiento real, pero con algunas zonas oscuras evidentes. Como de costumbre, los deportes en los que se buscó más roce internacional para los competidores dieron, por lo general, mejores resultados. Ojalá y no pase con Guadalajara 2011 lo que sucedió con México 1968 y se utilicen estos éxitos deportivos como plataforma para el despegue de los deportes olímpicos y panamericanos en esta joven generación y las siguientes.

Algo que puede impedir ese despegue -y más en una situación de posible alternancia política- es que las expectativas deportivas creadas por estos Juegos sean excesivas, y se pretenda un espejo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Sobre eso hay que ser muy claros. A nivel de auténtica elite se encuentran solamente los clavados.Tal vez algo se pueda rascar en tiro con arco (si Valencia mantiene su desparpajo, Román demuestra su calidad y Serrano se quita los changos de la espalda), pentatlón moderno, boxeo y taekwondo (si los sorteos nos favorecen en éstos dos) y los marchistas cincuenteros pueden aspirar al bronce. Las dos parejas campeonas de remo pueden llegar a la final y la dupla femenina de volibol de playa a cuartos de final. Todo lo demás seria sumamente sorpresivo. Las grandes metas deben fijarse para Río 2016.


Y hay otra gran meta: aprovechar la localía para superar a Cuba en los JCC de Veracruz 2014. Quedamos relativamente cerca de ellos en Cartagena de Indias y se han estancado (en un alto nivel).


miércoles, noviembre 02, 2011

Viñetas panamericanas II

La venganza de los nerds

La esgrima alguna vez fue refugio deportivo de aristócratas, luego lo fue de soldados. Estos siguen existiendo en esta disciplina, pero cada vez hay más esgrimistas con pinta de estudiantes aplicados. Al menos esa es la impresión que me dejaron en los Juegos Panamericanos.
Asistimos a las fases eliminatorias de espada femenina y sable masculino, en la Unidad Revolución, de la colonia Providencia. Inician como un circo de tres pistas, que en determinado momento de la jornada se convertirá en uno de cinco, con enfrentamientos simultáneos. A nosotros nos toca primera fila, frente a la pista verde y junto a los entrenadores, que gritan desde las gradas. Primero es la poule eliminatoria femenina (se forman grupos que combaten en round robin, lo que sirve para la siembra de octavos de final y las escasas eliminaciones). Hay una dominicana elegantísima, cuyo entrenador cubano le grita tras cada contienda "¡Vira!, ¡Mírame a los ojos!" antes de darle instrucciones. Junto a mí llega el entrenador de Estados Unidos, que habla inglés con acento francés: su pupila, Courtney Hurley, una joven con tipo de muy bien portada. A ella sí le entiendo bien las descripciones que hace de cada rival. El grupo es cerrado, pero dominado por Hurley y la veterana canadiense Switzer. En otras pistas compiten las mexicanas Andrea Millán, con éxitos, y Alexandra Avena, con puras derrotas.
Vienen los octavos y, en la primera ronda de enfrentamientos, nos concentramos en la pista amarilla, donde la mexicana Millán vence a una chilena. Luego, en la que tenemos enfrente, hay un duelo típico de espadas: la venezolana Eliana Lugo, fuerte y agresiva, frente a la chilena Caterin Bravo, que tiene pinta de joven profesora de literatura, con sus lentes y su pelito y tiene una estrategia defensiva y de toques al contragolpe. Es un duelo que se va al alargue, y gana la venezolana, apoyada por el público, que siempre prefiere el ataque.
Luego toca ver la poule de hombres. Nos tocó enfrente el que a la postre sería el grupo de la muerte, compuesto por un brasileño pelirrojo con pinta de matemático, un venezolano de barbita y calvicie precoz, también de lentes, que parece estudiante de maestría en filosofía, dos personajes con pinta de aristócratas: un canadiense -que es el campeón defensor- y un argentino de ascendencia alemana. Completan el grupo un mexicano y un chileno. El mexicano no tiene entrenador, o no lo parece: en su lugar hay un cuate como de su edad que lo graba mientras grita: "¡Atento, Perro!, ¡Por el costado, Perro!". Lo bueno es que los consejos del amigo o hermano o coach le funcionan. El argentino domina el grupo, el mexicano derrota al canadiense y al chileno, que no ganó un solo duelo y es el único eliminado.
Los hombres en sable son diferentes que las mujeres con espada: mucho más agresivos, los toques se suceden más rápido y a menudo son simultáneos. En sable, si eso sucede, el punto se adjudica al esgrimista que estaba atacando.
En los cuartos de mujeres, la mexicana pierde de manera cerrada ante Kelley Hurley, la hermana mayor de la gringuita que había visto de cerca (acabaron haciendo el 1-2). Una cubana y una argentina completarán las semifinales y el podio.
En los octavos de hombres, el espigado argentino, Alexander Achten, gana con facilidad. Pero enfrente nos toca el duelo decisivo: al campeón canadiense Boudry toca enfrentarse -no sabemos si por casualidad o por estrategia- con el medallista olímpico de EU, James Williams (quien también parece estudiante de una maestría en ciencias). Duelo con animadversión y furia. Gritos a cada toque y reclamos al juez para que lo conceda cuando es simultáneo. El canadiense resulta reclamonsísimo. Termina por exasperar al gringo y gana por un solo punto. En otras pistas, el mexicano Ayala cae ante el venezolano nerdoso Jensen (en la foto).
Poco antes de los cuartos, el argentino Alex (los que estamos en primera fila casi nos llevamos de a cuartos con él) dice que confía en ganar el oro si derrota a Boudry, que es quien le toca. Inicia ganando Achten, y el canadiense se pone a reclamar. "¡Calmado, Alex, tú concentrado!", le dice el entrenador. Siguen las quejas de Boudry a los árbitros, que no prosperan. Alex pone cara de extrañeza. "¡No caigas en su juego!", grita el entrenador, pero el aristócrata argentino ya se desconcentró. Al final gana el canadiense, que repetirá título (y el venezolano con tipo de filósofo se llevará bronce).
No crea el lector que todos son como el canadiense. Relatan que otro esgrimista venezolano, en un punto que decidía quien pasaba a semifinales y que le fue otorgado, fue con los jueces y atentamente les dijo que no, que el chileno había tocado primero.

Los baños (y el secreto) del Omnilife


De la esgrima nos vamos al fucho, tras una rápida comida. Dicen que estadio Omnilife está lejísimos y que por eso no se llena. Eso creíamos, pero nel, todo es relativo. Está más cerca del centro de Guadalajara que el Azteca del centro de la capital (y si me apuran, creo que también está más cerca que CU). Tampoco es cierto que sea medio inaccesible. El caso es que llegamos media hora antes del partido semifinal entre México y Costa Rica.
Si uno llega al estadio de CU media hora antes, se encuentra las gradas medio llenas (si el partido es ante un equipo de poca convocatoria) o llenísimas (si es un clásico). Aquí no. Entraba mucha gente, pero el estadio se veía medio vacío. El Omnilife, a imitación de los estadios de Estados Unidos, tiene una amplia zona de pasillos traseros, donde cabe un mall. Por ahora hay más puestos de comida que otra cosa, muy ordenaditos, cada uno con un nombre propio de la imaginación de Vergara.
Por dentro, es monumental y la vista de la cancha es muy buena desde cualquier asiento. Faltan diez minutos para el juego y todavía se ve vacío. Lanzo una hipótesis: "la gente no se apura a llegar porque los asientos son numerados". Mi esposa Taide comenta: "pero en los partidos normales se ve así y seguro venden los boletos por bloques". Para meditar más sobre el asunto, decido ir al baño.
Los baños son lo mejor del Omnilife. Parecen de hotel o de restaurante bueno. Pulquérrimos, con lavabos y manijas de diseñador. Y uno que sólo había tenido que apurar en las porquerizas del Azteca, Azul, Olímpico Universitario, del Seguro Social y Foro Sol. Ahí sí -creo que sólo ahí- es como estadio de Grandes Ligas.
Se cantan los himnos, el partido empieza y el aforo no está ni a la tercera parte. ¿Qué pedo? ¿No que estaban agotados los boletos? Concibo otra hipótesis: "A lo mejor mucha gente se confundió y cree que el partido de México es el de las 8 de la noche".
El juego es malito, y el pasto artificial, que crea unos botes irreales, lo empeora. Atacan los mexicanos y, a diferencia de lo que ve uno en un partido de liga, los que no traen la bola no tienen claro qué hacer. Es el reino de la improvisación, en ambos lados. Pero los nuestros son, sin duda, los mejores jugadores. El portero de Costa Rica ya no siente lo duro, sino lo tupido, y no me refiero al ataque mexicano, sino a los gritos de "¡Puuuuuuuto!" cada vez que despeja (son divertidos al principio, luego cansan). A los 20 minutos del primer tiempo, el estadio está lleno como a la mitad.
El dominio de México se refleja en el marcador. Un gol del Cepillo Peralta. Luego otro, en una serie de rebotes que parece eterna. Se está muriendo el primer tiempo, y el estadio se empieza a llenar. Llega una familia a la fila de enfrente, otra a la fila de atrás.
En los albores de la segunda parte, el mejor gol de México, que parece sellar la victoria, porque Costa Rica no trae nada (y jugando a nada se encontró con una victoria improbable ante Brasil). La gente sigue llegando. Se hace la ola. Se canta el Cielito Lindo. En la cancha hay poco (dos fallas de México, una buena atajada de Corona). Y todavía hay gente que arriva. Son 40 minutos del segundo tiempo y baja por las tribunas, entre gritos de "¡Vuelta, vuelta!", una muchacha. Se sienta entre los chavos de al lado de nosotros. Acaba de llegar al estadio.
El secreto del Omnilife, que tan a menudo parece vacío, es sencillo (y lo comprobamos en otras sedes deportivas): los tapatíos son ultra-hiper-impuntuales.

Los 9 segundos


Durante estos Panamericanos fuimos a diversas disciplinas de combate. A mi juicio la más fuerte y demandante es el judo. También es uno de los más complicados de entender para los legos. Comprender lo que es un ippon está sencillo, porque es equivalente al nocaut, así como la acumulación de puntos cuando un contendiente inmoviliza al rival. Pero muchos vemos un waza-ari y creemos que es un yuko, y viceversa, y las puntuaciones cuando un judoka se libra de una llave rebasan mi comprensión. Aún así, con tanta ignorancia -compartida con la mayoría del público- es entretenido, emocionante y espectacular. Algunas llaves, estrangulamientos y luxaciones son tremendas. Además el judo, lo sabemos, es el desgreñadero.
La cita fue en el CODE II, el mismo domo de las luchas, envuelto en un griterío constante. Algunas peleas terminan rápido, otras se van al alargue y hasta la decisión. Hay cuatro mexicanos en contención y se ve que los judokas se emocionan mucho con tanta porra atronadora. Uno de ellos, Isao Cárdenas, medallista mundial de bronce, gana sus combates hasta llegar a la final de mat, donde pierde -como es su costumbre- con el campeón mundial Tiago Camilo, de Brasil. Otros hacen su luchita, en pos del repechaje. Una judoka nacional, Lenia Ruvalcaba, no dura ni 9 segundos ante la cubana, que le hace un fácil ippon.
En medio del ruidoso ambiente, pasa una cámara de televisión y los aficionados que están junto a mí levantan una larga manta, tan larga que llega hasta donde estoy. Levanto la esquina de la manta y echo el grito de "¡Mé-xi-co!". En una de las finales de repesca, el canadiense, que va perdiendo, levanta espectacularmente a un venezolano, que cae sobre el cuello en el ippon. Al pobre lo inmovilizan y lo sacan el camilla. Vemos un combate épico entre la cubana y una estadunidense, que va ganando la antillana, pero que es resuelto con fiereza por la gringa, en una llave tan cabrona que obliga a su rival a tapear y rendirse.
Toca de nuevo el turno a Lenia. Luchará por su supervivencia contra una brasileña. El combate dura exactamente 9 segundos y la mexicana es de nuevo puesta fuera con un ippon."¡Qué bárbara!", comento en voz alta, "No duró ni 10 segundos en ninguno de sus combates". En eso me doy cuenta de que la familia de junto está discretamente bajando la manta: son sus parientes y amigos, que tienen cara de tristeza. Chin, qué pena.
Peor vergüenza sentí cuando me enteré que Ruvalcaba fue medallista de plata en los paralímpicos de Pekín. Es débil visual y luchó por mucho tiempo para ser considerada en las competencias convencionales. Y le tocó la llave con la campeona mundial y la subcampeona olímpica. Ahora lo veo de otra manera: esos 9 segundos de Lenia en el tatami eran, en sí, su triunfo.

Karate Kids

Las finales de karate se llevaron a cabo en el deportivo San Rafael, enclavado en una zona popular de la ciudad (insisto, qué envidiable densidad de unidades dedicadas al deporte). Atisbando la programación me dí cuenta de que el evento duraría poco: sólo cuatro semifinales y dos finales, que se resolverían en menos de hora y media.
Llegamos puntuales y el gimnasio estaba a menos del 20 por ciento de su capacidad. Hora de las semifinales masculinas. En una de ellas, el mexicano Ramírez derrota con facilidad a un brasileño. Chido, lo veremos en la final. Pero las contiendas de karate me recuerdan a las de tae-kwon-do de hace un par de décadas: fintas, fintas, fintas y poquísimos golpes. Cada intento es excitante, pero son pocos y las contiendas, muy cortas. Al final de la jornada lo comentaría con Taide mi hija, practicante aficionada de artes marciales; ella estuvo de acuerdo y concluyó: "Por eso le ganó el rugby para llegar a ser olímpico".
Una de las semifinales de mujeres se decide rápido, con victoria de la mexicana Caballero. La otra se va al alargue y la guatemalteca, con una patada al tórax se repone de una desventaja y termina llevándose la decisión. Fue la única pelea con chispa.
Paso a un receso cómico-deportivo con las simpáticas mascotas Huichi, Gavo y Leo simulando combates. El gimnasio está aproximadamente al 50 por ciento... y sigue llegando gente.
Final masculina, la única que nos toca de cerca. El mexicano va ganando 2-1 cuando faltan 10 segundos, pero el venezolano se aviva, empata y fuerza un round de alargue, en el que se lleva el oro.
Hacen algo de tiempo y desarrollan la ceremonia de premiación. Ahora ya están llenas como el 80 por ciento de las gradas. Sigue llegando gente. Momento de ver la final femenil. Habrá sido la distancia, pero en esa final yo ví cómo la mexicana conectaba el punto de la victoria y el oro y los jueces, con unas banderitas muy cucas y muy arcaicas, se lo daban a la guatemalteca, que ganó 2-1. Bueno, dos platitas son buenas, me digo, y veo que el local está casi lleno.
Antes de la premiación a la guatemalteca salimos del complejo. En sentido contrario caminaban, con algo de prisa, una señora y su hijito. Ya no les tocaría ver nada.

Memorizar La Bayamesa 


Día de atletismo, el deporte rey en este tipo de competencias internacionales. El estadio es bonito, pero a todas luces insuficiente para la demanda (los boletos nos los consiguió de último momento Edgar Valero) e incompleto, con tribunas hechizas frente a la zona del salto de longitud. Es el gran circo multipistas. Y como es el último día, son puras finales.
En disco femenil, el oro y el récord panamericano es para Cuba. En los espectaculares 110 metros con vallas, gana con facilidad el campeón olímpico Dayron Robles. También Cuba se llevará los 800 metros planos varoniles, con un atleta más presumido que los velocistas gringos superestrellas, el salto de garrocha (donde el cubano se enfrascó en gran duelo con el mexicano Lanaro y con un gringo, para terminar ganando y rompiendo récord regional), el lanzamiento de jabalina (otro triunfo de Cuba), los 3 mil steeplechase en ambas ramas (una victoria de EU, otra de Venezuela), el salto triple femenil, donde una colombiana dio la sorpresa sobre la olímpica cubana Savigne y los relevos, donde -como Jamaica y Estados Unidos mandaron un equipo B- Cuba volvió a imponerse en tres de ellos, y Brasil en uno, mientras México hacía el ridículo en los cuatro.
Una hermosa jornada deportiva, aderezada con la repetición hasta el cansancio del himno nacional cubano. Las dos Taides acabaron aprendiéndose La Bayamesa y a mí la tonada me duró como tres días en la cabeza.


Mi querido capitán    


Penúltimo día de los Panamericanos, que ya han hecho estragos en la salud de Taide, mi esposa, con el cuerpo cortado y amenaza de gripón. Así que salgo, muy tempranito, con Taide mi hija para ver los 50 kilómetros de marcha, en un circuito por la magnífica Avenida Vallarta. Llegamos cuando la prueba lleva como media hora y las calles están todavía semivacías. Nos colocamos estratégicamente debajo de un árbol. Está fresco, pero no tardará en hacer calor. Vemos pasar el pelotón puntero, son cinco marchistas: los mexicanos, los guatemaltecos y un ecuatoriano, Chocho. Pocos metros atrás pasa un grupo con dos colombianos, el ecuatoriano Saquipay y un brasileño. Descolgados, un salvadoreño y un chileno que flotan, otro brasileño, un gringo, dos ticos y muy atrás, un gringo viejo, de 50 años, que quién sabe cómo le hizo para inscribirse a esta prueba con un registro de más de 5 horas.
Pasan las vueltas. Tomamos un refrigerio comprado en la tienda de atrás. Platico con mi hija de mis experiencias como marchista. Llegan junto a nosotros unas chicas de Chihuahua, admiradoras de Horacio Nava, nuestra carta fuerte, y nada más a él le echan porras. Distribuyen aplaudidores. Se va formando el ambiente. Medimos a cuánto están haciendo los dos kilómetros (que implica pasar dos veces frente a nosotros): en 9 minutos y 7 segundos. "¡Mantén el ritmo!", le grito a Nava. Por ahí pasa Carlos Mercenario, medallista olímpico. Al rato veo a Raúl González, nuestra máxima gloria en la marcha, y me tomo una foto con él. El otro competidor nacional es su pupilo.
Pasa la mitad de la prueba. El chileno, el brasileño retrasado y el gringo viejo han sido descalificados. Nava se rezaga unos metros del grupo. Checamos. Los dos K en 8:51. Siguiente vuelta, 8:45, Nava está un poco más retrasado. "¡Pégate, pégate!", le grito cuando pasa frente a nosotros. De los perseguidores, sólo uno de los colombianos mantiene el ritmo. El otro ha tenido que hacer una parada técnica en unos sanitarios que tenemos como a 20 metros. Saquipay está echando el bofe. Viene de nuevo el pelotón, pero ya sin el ecuatoriano Chocho, que ha sido descalificado. 8:54, Nava ya se pegó.
Un par de vueltas más (estaremos en el kilómetro 30) y el grupo se ha deshecho. "Ya empezó", exclama Raúl González atrás de nosotros, y se mueve hacia la zona de abastecimiento. Pasan el mexicano Ojeda, a unos metros va un guatemalteco, Nava está en tercer lugar y el otro guatemalteco se rezaga. De regreso -no ha pasado un kilómetro- y el chihuahuense alcanza al chapín. El cuarto guatemalteco ya está retrasadísimo, y parece lesionado. Saquipay abandona justo frente a nosotros. El único que parece amenazante es el colombiano, que está recortando distancias. "Cuando pasen los mexicanos y el colombiano frente a nosotros, en diferente dirección, estaré tranquilo", le comento a Taide.
Tiempo después -los atletas están empapados, han cambiado a cada vuelta su gorra sudorosa por otra, que contiene pedacitos de hielo-, Nava toma la punta, Leyver lo sigue de cerca, el guatemalteco se aleja y el colombiano ya no recorta tiempo, incluso lo pierde. Los mexicanos son los únicos que siguen a 9 minutos el par de kilómetros. Hace rato que las calles están repletas y se escucha retumbar el grito de "¡Mé-xi-co!". Me acerco a la zona de abastecimiento para preguntar cuántas vueltas faltan, si dos o tres. Faltan tres. Sólo hay cinco atletas en la misma vuelta. La distancia entre los mexicanos y el resto es creciente. Se dibuja una sonrisa en el rostro del soldado Nava cuando le grito: "¡Vamos, capitán, ya queda menos!".
Cuando pasan de ida frente a nosotros, en la última vuelta, Taide y yo nos encaminamos a la meta. Tardamos poco en ver a Horacio, que viene de regreso, y ahora su sonrisa es enormísima. Detrás va José Ojeda, que tiene la sonrisa sólo en sus ojos, y un rato después, el guatemalteco, quien también se ve satisfecho. Ya están en los arcos. Es el 1-2 para México. La medalla de oro que ya nos tocaba ver, en unos juegos tan exitosos.

Así, con ese gusto, realzado por todas las otras victorias mexicanas y por el éxito de Guadalajara como anfitriona, sí puede ir tranquila la familia -¡ocho días después de haber llegado!- a visitar el extraordinario Hospicio Cabañas.



martes, noviembre 01, 2011

Viñetas panamericanas I

Estas viñetas son la primera de dos entregas sobre mi experiencia en los Panamericanos de Guadalajara

 
Tout Wanatos


El Club de Golf Santa Sofía está bastante alejado del área metropolitana de Guadalajara. Y la carretera, a los pocos kilómetros, ya está atascada. El taxista dice que es por la gente que va a la prueba ecuestre, la segunda en la Prueba de los Tres Días, campo traviesa. No le queremos creer, pero tiene razón. Para esquivar el tráfico, nos deja en la puerta del club. Hay que caminar cuesta arriba unos dos kilómetros, y por fortuna una amable familia en una camioneta Lobo (todos los tapatíos serán amables con nosotros) nos deja subir en la parte de atrás.
Gran cola para entrar, se vendieron los 17 mil boletos. La gente pasa al campo y puede transitar por las distintas zonas en las que los jinetes pasan a toda velocidad en sus imponentes caballos y saltan los obstáculos. Sale un jinete o una amazona cada seis minutos y el binomio tiene que recorrer un trayecto de 5.2 kilómetros con 22 obstáculos en menos de 9 minutos y medio.
Allí está todo Wanatos. Los ricos, los que quieren serlo y muchos de los que sueñan con serlo. Hartas camionetotas. Señoras pintadas de rubio con tremendas botas. Señores de sombrero vaquero que llaman por celular a sus amigos para decirles que el evento está buenísimo. Saludos de beso, abrazos a mitad entre lo político y lo empresarial. Un sol que cae a plomo.
Y el evento, efectivamente, es impresionante. Un gozo para la vista. Mi esposa decide buscar un lugar estratégico desde donde poder observar la mayoría de los saltos. Mi hija y yo damos la vuelta por el circuito para ver de cerca cómo libran los obstáculos. "Ya vienen, pónganse a un metro de la pista, porque se ponen nerviosos", nos dicen. Notamos que los caballos parecen más dóciles cuando los montan las mujeres, será que les tiran mejor vibra. Una gringa, una canadiense, una venezolana hacen que salten con suavidad. Binomios verdaderos. En un obstáculo en el que el jinete tiene que dar una especie de vuelta en horquilla, al ecuatoriano se le sale el caballo de ruta y avanza sobre unos espectadores. Un niño corre de espaldas despavorido y se cae, pero el jinete logra controlar al animal y regresar a la pista (terminará volando cuando su montura no libra el último obstáculo). En otra ocasión, nos toca ver cómo el caballo en vez de saltar, se estrella contra el pequeño muro de madera, decorado con piñas de agave y barriles tequileros. Otro ecuatoriano eliminado. Van muchos, el recorrido es difícil.
Nos reencontramos con Taide mi esposa, y nos toca ver el recorrido limpio de uno de los mexicanos (terminaría en séptimo lugar), luego el calor arrecia y vamos por agua. Unos colononones. No, esos son para las cervezas. Damos otra vuelta y, aproximadamenete cinco horas después de que llegamos, nos enteramos que van por el jinete 35 y son 49. Mejor emprender el regreso antes de que aquello se convierta en un atascón sensacional. Somos muchos los que salimos, pero todavía entra algo de gente ("qué extraño", me digo, "cinco horas de retraso").
Por fortuna el regreso es de bajada y hay un camión especial super lleno que sale rumbo a Zapopan en esos momentos. Será un trayecto lento. Luego un taxi para unas karnes en su jugo con sus cervezas, llegar a la Minerva y caminar desde ahí al centro, por la agradibilísima Avenida Vallarta, de viejas casas solariegas, a veces convertidas en negocios, cruzar Avenida Chapultepec -donde hay un "fan-fest" dominado por un tianguis de artesanías que no deja ni caminar- e internarnos en el centro histórico de la ciudad, señorial y bien conservado.


Las Leonas y el Tuca


Una de las cosas buenas de estos Panamericanos es la inteligente utilización de los deportivos públicos para dotarlos de infraestructura nueva o remodelada. Es el caso del complejo ubicado en la bonita colonia Providencia. La densidad de unidades deportivas en Guadalajara es una de las explicaciones de los éxitos recientes de los atletas jaliscienses en las olimpiadas nacionales.
En el Estadio Panamericano de Hockey jugaban el equipo femenino más poderoso contra el más débil. Argentina (que en final resultó sorprendida por Estados Unidos) contra Barbados (en la foto). Para las Leonas, aquello fue un entrenamiento: pases certeros y veloces, jugadas prefabricadas, dribles, tiros desde todos los ángulos. Para las barbadenses, aquello fue un suplicio. Hubo un momento -el partido ha de haber estado 9-0- en el que por fin una delantera de Barbados pudo adentrarse en la zona defensiva rival, entre los vítores del público. La bola le pega en el pie, falta. La muchacha hace una tristísima cara de puchero: "Fuck!", exclama. Ninguna de sus compañeras llegaría tan lejos. Las Leonas se toman en serio todo el partido -"respetar al rival", le dicen-. Termina 19-0.
El segundo juego es mucho más parejo. Canadá y Trinidad-Tobago se disputan el pase a la semifinal. Ambas cayeron con Argentina y derrotaron a Barbados. El partido es de ir y venir. El público entiende el hockey en lo estrictamente elemental: como futbol con sticks. "Ahí viene una diagonal matona", exclama una aficionada. Las trinitarias logran el primer gol y es el momento de también nosotros tomar el símil futbolero. Su entrenador, muy gritón, de seguro les ordena que defiendan el golecito, que significa el pase, y las canadienses se la pasan "apedreando el rancho" ante una defensa cada vez más cerrada y heroica. El estilo del entrenador trinitario me recordó al del Tuca Ferretti. La portera canadiense no juega, nomás grita para animar a sus compañeras. Es aplaudida cuando toca la bola a mediados del segundo tiempo. Faltan ocho minutos y Trinidad-Tobago se ha salvado como ocho veces, pero en un short corner cae el ansiado gol del empate. El público, que al principio apoyaba a las caribeñas, ahora está con las canadienses. ¿Qué hace el Tuca trinitario ante el empate? Pues defenderlo. La justicia llega faltando dos minutos para el final: Canadá anota, se lleva el triunfo, el pase y elimina a TNT.
A la salida, uno se asoma y ve cómo calientan los jugadores de frontón, como hacen piruetas en el Patinódromo las patinadoras de figura y camina entre bosquecitos y canchas en un lugar muy adecuado para la práctica social del deporte.
Comemos cerca de ahí. En la mesa de junto, federativos menores del hockey mexicano. Grillísimos. Hablan de todo -elecciones, presupuestos, cofradías y grupos de poder-. De todo, menos del deporte.

Lucha lucha lucha

Noche de finales de lucha olímpica en el Code II. Gran estruendo en el domo. Se respira sudor. Circo de dos pistas en los repechajes de bronce; de una sola en la gran final. Es un espectáculo con verdadero espíritu olímpico, el moderno pugilato. Un deporte de contacto relativamente fácil de entender y muy emocionante. En la primera final, un dominicano derrota a un gringo, que hace berrinche, no saluda a su rival y pretende irse por otro lado hasta que lo regaña su entrenador, extrañamente parecido a Michael J, Fox. En la segunda, un cubano destroza a un puertorriqueño (escucho La Bayamesa y recuerdo a mi padre). La tercera es una gran pelea entre un cubano y un estadunidense con poses presumidas, que termina empatada. En el punto de oro, al norteamericano le toca bola negra y debe asumir actitud pasiva. Logra mantenerse dentro del ring hasta el último segundo: la fuerza del caribeño lo echa cuando el reloj ha concluido y él se ha llevado el oro. Gran victoria. En una de las peleas por el bronce de peso completo hay un cubano impresionante, que se despacha rápidamente al rival. ¿Quién le habrá podido ganar a éste? Un fortachón de EU, Dlagnev, que ni suda para despacharse a un canadiense que tuvo suerte en el sorteo. Salimos satisfechos: el alma de los juegos se nos ha pegado.

The Bourne Ultimatum


En el complejo de volibol juegan Estados Unidos y Puerto Rico. EU trajo a su equipo B, lo que significa que los boricuas le causan problemas. En una grada cercana hay un grupo de niños de primaria. Las escuelas privadas cerraron por los juegos; de las públicas reciben boletos para algunos eventos y así muchos menores que no hubieran podido asistir tienen esta gran experiencia. Los gritos de los niños son incansables: "¡Puer-to-Ri-co-Puer-to-Ri-co!!. Bueno, no de todos: hay un gordito que se ha parado como tres veces a comprar chuchulucos.
En el equipo de EU hay un güerito muy ganoso, de apellido Bourne. Todavía no entra a jugar. Cuando hay tiempo fuera, él se pone a calentar. Salta, hace remates de sombra, se estira. Pasa un set, pasan dos, pasan tres, y a Bourne nomás no lo meten a la duela: "¡Blondie-inside!", gritamos. Tras el cuarto set, el juego está empatado. Bourne calienta que calienta. Es el quinto y último, Puerto Rico se va arriba. Entonces el coach hace un movimiento sorprendente: saca de la duela a su mejor jugador, Patak (el de la foto), y mete al güero. Bourne falla lamentablemente su primer remate. El segundo es bloqueado y le da otro punto a Puerto Rico. Patak regresa al juego y Bourne, a la banca. Los gringos le dan la vuelta al set y ganan el reñido partido. Ahora entendemos el papel de Bourne en el equipo: lo metían a jugar para que Patak descansara un poco en los momentos clave.
El segundo partido es entre Cuba y Argentina. Los niñitos de primaria empiezan a corear "¡Ar-gen-ti-na!" cuando un señor del público, muy ideologizado él, se les acerca les dice que no, que hay que apoyar a Cuba e inicia una porra. Logra dividir a los infantes, entre la indiferencia de los maestros. El equipo argentino está plagado de jóvenes, pero es muy talentoso, empezando por el líbero Franco López. El cubano es potentísimo, los remates suenan efectivamente a cañonazo y la bola tras rebotar llega al segundo piso de las tribunas. Pero, a diferencia de los sudamericanos, los cubanos no juegan con alegría. Casi no se felicitan, son como autómatas, robots en el sentido etimológico de la palabra: trabajadores del volibol. Los argentinos juegan, disfrutan, se abrazan. Los cubanos le pegan bien fuerte al balón. Pum. Son mucho mejores, pero con garra y corazón Argentina les aguanta hasta el quinto set. Una lástima..

La noche de las cenicientas

Parecía un boleto equis. Semifinales de baloncesto femenino. Quièn iba a decir que sería una jornada histórica para el basquetbol mexicano. Habíamos alcanzado a ver por televisión el final de las dos victorias de último segundo que le habían dado a las chicas el pase a la semifinal. Eso en sí ya era increible. La división en el basquet mexicano, que lo ha hundido por dos décadas, amenazaba conque ni siquiera hubiera equipo local en el torneo panamericano. Los equipos se acabaron de armar con dos semanas de anticipación, con jugadores de las tres asociaciones rivales y entrenadores traídos de afuera, de España. Y estas muchachas, las cenicientas del torneo, a base de riñones y con un poquito de estrategia, ya saboreaban la semifinal, que tocaba contra Colombia.
El domo del CODE I (otro complejo deportivo social bien utilizado) estaba a reventar. El calor del público se fundía con el del ambiente. Largas y lentas colas para la cerveza (¡Ay, esas personas que hacen fila por media hora y frente al mostrador empiezan a decidir qué comprar!). El grito estentóreo: "¡Mé-xi-co! ¡Mé-xi-co!" cuando salen las cenicientas, lideradas por La Cucha Gómez (en la foto) y enfundadas en uniformes que parecen quedarles grandes.
Durante el partido el domo ruge, un estruendo contínuo, que impulsa a las mexicanas a dominar la duela. Los abucheos ponen nerviosa a alguna colombiana a la hora del tiro libre, pero las sudamericanas se muestran capaces de remontar una diferencia de 17 puntos y bajar por un rato breve nuestros decibeles. En los últimos minutos, el equipo mexicano retoma el control del partido y termina ganando por 6 puntos. El estadio entero estalla en júbilo, ondean las banderas y las sonrisas, las muchachas se abrazan. Después de muchas décadas, y a pesar de los destrozos del rufián federativo Toussaint, el basquet mexicano -el segundo deporte más practicado en el país- vuelve a brillar. Es hora de que alguien dé un manotazo sobre la mesa, porque talento y ganas hay, y mucho.
El regreso es ronco y feliz. Tomamos un refresco frente a la espléndida catedral, junto con otros fanáticos. Hay un ambiente de felicidad compartida. Intercambiamos información de triunfos y uno que otro sinsabor. Qué rica sabe la noche. 

La fuerza y la técnica

Competencia de halterofilia en el CODE Paradero, en la colonia Atlas ("colombia Atlas", corrige el taxista, que era malhablado como muchos tapatíos, pero un poco más que el resto). Otra instalación bien ubicada en un deportivo popular con alberca, canchas y gimnasios. El local de la competencia es pequeño y los mejores lugares están apartados para invitados especiales que nunca llegan. Veremos las finales varoniles de menos de 77 kilos y femeniles de menos de 63.
Lo primero que hay que hacer notar es que no se trata sólo de una competencia de levantamiento. También lo es de estrategia. Los competidores -y en particular los que aspiran a medallas- van cambiando los pesos de sus próximas cargadas, a partir de cálculos precisos y generando una guerra de nervios entre ellos.
Así, se las van arreglando para levantar apenas un prodigioso kilogramo más que el rival que tienen en la mira. Por ejemplo, en la competencia de hombres, la estrategia le funciona al estadunidense para superar al brasileño y asegurar el bronce. Luego, el gringo se pone una meta muy grande, esperando rebasar al ecuatoiano que va en segundo y al cubano que lidera. El ecuatoriano no puede con el nuevo peso, pero el cubano le aumenta un kilito para volverse inalcanzable, aun si el de EU hiciera bueno el levantamiento. El pesista Iván Cambar tiene éxito; Chad Vaughn falla en su intento. Oro para Cuba, plata para Ecuador y bronce para Estados Unidos.
En la competencia femenina esperábamos ver a Natalie Woolfolk, la "pesista zen" que no es muy buena, pero es todo un show porque siempre sonríe a la hora de levantar. No estaba inscrita. Aquí había esperanza mexicana, la sonorense Luz Mercedes Acosta (en la foto). La competencia es reñida y está claro que Luz, la colombiana Palomeque y la canadiense Girard son quienes pelearán las medallas. Durante el día he notado que Taide mi esposa pronostica a la perfección si se hará un levantamiento o no. "No me había dado cuenta, pero tantos años de practicar pesas me dieron el ojo clínico". Nos pide poner especial atención en piernas y rodillas: una flexión excesiva, un ligero movimiento de los talones a la hora del split, ciertos jadeos son indicadores de un posible fracaso. Nos hace percatarnos de que se requiere fuerza y técnica, pero lo determinante es la segunda. En efecto, la competidora más fuerte es la colombiana, pero la de mejor técnica es la canadiense, que terminará llevándose el oro. La mexicana es menos fuerte que Palomeque y menos técnica que Girard. Mejora sus marcas tanto en arranque como en envión, pero se queda con el bronce.
Tras esa jornada y unas fotos con las mascotas-botarga, regresamos al centro, a gozar un rato el paseo en calandria, bien platicadito, entre viejos edificios con historia, plazas, avenidas y callejuelas. Guadalajara deja en el visitante la nítida impresión de gran ciudad, bien hecha, consciente desde hace siglos de su destino, pero que a su vez respeta tradiciones. Una ciudad con gente que no tiene que andarse inventando falsas superioridades. Una sede digna de unos juegos bien organizados.

(Continuará).