jueves, junio 23, 2022

(E)Lecciones colombianas

 

Soy de los que creen que toda elección trae lecciones de política, aunque sean en otro lado. Y de quienes piensan que todo resultado electoral es barómetro de estados de ánimo colectivos, que suelen ir más allá de las fronteras estatales o nacionales. Por eso vale la pena dar una vuelta con lo sucedido en Colombia, que ha elegido a su primer presidente declaradamente de izquierda, Gustavo Petro.

Lo primero a hacer notar es que, en la primera vuelta de esa elección, el candidato que quedó eliminado fue Federico Fico Gutiérrez, quien competía por la coalición de partidos liberales y de derecha que habían dominado por décadas, a veces alternándose entre ellos, la política colombiana. Una coalición similar había derrotado a Petro en 2018, y derivó en la presidencia de Iván Duque. Desde hace al menos diez años, el personaje político hegemónico de los grupos políticos tradicionales ha sido el expresidente conservador Álvaro Uribe. Por eso en Colombia se habla del uribismo como una corriente en sí.

Las características principales del uribismo son la búsqueda del orden y la seguridad, la concepción de Colombia como “una democracia profunda” (es decir, completa) y la negación de que exista cualquier oposición entre la población en general y las elites. En otras palabras, la defensa de las estructuras económicas y sociales vigentes.

En 2022 se esperaba que la alianza de los partidos tradicionales terminaría por disputar a Petro, en segunda vuelta, la presidencia. Pero Fico Gutiérrez se fue sorprendentemente al tercer lugar, con poco más del 22% de los votos. Sucedió que un personaje que se había movido en la periferia de la política, el empresario de la construcción y exalcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, se llevó la mayor parte del voto conservador.

El caso de Hernández es peculiar, porque se trata de un político claramente populista. Entregó, por ejemplo, su salario como alcalde a los estudiantes destacados de su localidad. Centró su campaña en un ataque directo a la clase política tradicional, donde “sinvergüenzas” era la palabra más ligerita. Se destacó en la agresión verbal hacia sus rivales. Desarrolló su campaña fundamentalmente a través de las redes sociales (“candidato TikTok”) y su lema fundamental se lo copió directamente a un político que él admira: “No mentir. No robar. No traicionar”. Propuso hacer un montón de cosas con un gobierno austero, pero en general la política económica que proponía era de amplias facultades para el mercado. Además de AMLO, admira al salvadoreño Bukele.

Resulta por lo menos interesante que Hernández haya derrotado a Fico en la primera vuelta. Es una revelación del hartazgo de la mayoría de la población hacia la clase política tradicional, que no fue capaz de ofrecer algo diferente a su gastado discurso de orden, seguridad, inversión y desarrollo. No le importó que Hernández hubiera dejado una estela de escándalos en su paso por la alcaldía (eso sí, redujo el déficit) o que sus planes fueran contradictorios. Simplemente era alguien peleado con los de siempre. Con los que no distinguen que haya distancia entre las elites y el ciudadano común y prometen más de lo mismo.

Más revelador, todavía, resultó que Uribe y el uribismo hubieran preferido apoyar a Hernández que a Petro en la segunda vuelta. Prefirieron al candidato que les decía “ladrones” que al que apelaba a que el pueblo llano se divorciara electoralmente de las elites. Lo hicieron, porque sabían que Hernández no haría cambios económicos en lo fundamental (y aquí no importa si Petro es un reformista o un radical, porque todo lo que huela a izquierda es “subversivo” y tampoco importa que Hernández sea un tipo de ocurrencias, sin programa; al fin y al cabo, es empresario exitoso).

Esto nos lleva a otro asunto: la gran capacidad del pensamiento conservador para meter a toda la izquierda en el mismo plato. Para ellos Lula, Mújica, Hugo Chávez, Boric y la Concertación, Díaz Canel, Ortega, Arce son todos lo mismo. Esa incapacidad de ver diferencias y hacer de todos un mazacote es otra manera de no querer enfrentarse a la realidad.

Es posible que Petro le falle a los colombianos, y también que intente aderezar un mal gobierno con políticas erráticas. O que le gane el ego. Pero es improbable que termine hermanado con los peores del grupo. Ha hablado de “la política de la muerte” de Maduro y ha pedido que en Cuba haya “diálogo social”. El caso es que la otra opción en la segunda vuelta era un personaje en verdad peligroso. Y los colombianos eligieron votar entre esos dos riesgos, ninguno de ellos comprometido a fondo con la democracia, porque los encontraron preferibles a “los de siempre”. Eso dice mucho.

El que aquellos hayan sido preferibles demuestra otra cosa: la democracia colombiana no era tan “profunda” como decían los uribistas, por bien que funcione institucionalmente. Y “los de siempre” van a tener que cuidarla mucho, esta vez, desde la oposición, sin el poder y -esperemos- sin la prepotencia y con la sociedad civil.

jueves, junio 09, 2022

AMLO y neoliberalismo; a confesión de parte...

El presidente López Obrador, con esa habilidad suya de decir las cosas como las va pensando, afirmó que “si el modelo neoliberal se aplicara sin corrupción, no sería del todo malo”. Luego se siguió derecho y sin frenar: “Se puede tratar del modelo económico más perfecto, pero con el agravante de la corrupción no sirve nada”.

A confesión de parte, relevo de pruebas, diría el jurista. Pero como hay bastante tela que cortar, abundemos.

Si una cosa buena tenía el candidato AMLO en la campaña que lo llevó a la presidencia, era su capacidad de hacer diagnósticos sobre lo que estaba mal en el país. Y se lanzó contra un modelo, el del capitalismo salvaje, que había cobrado preeminencia en México y en el mundo a partir de la crisis fiscal de los Estados, que se detonó a partir de los años setenta y que explotó en nuestro país con la crisis de 1982.

Buena parte del descontento social acumulado en las últimas décadas, que AMLO aprovechó políticamente, nace de que se trató de un modelo económico que no sólo excluyó a las mayorías, cuyo nivel de vida avanzó lentamente, sino también debilitó a las redes públicas de protección -en salud, educación, infraestructura y vivienda- que permitían la movilidad social, la esperanza de un mejor futuro. López Obrador se presentó como esa esperanza.

El debilitamiento de aquellas redes de protección fue sustituido en nuestro país por distintos programas diseñados para paliar la pobreza y reducir los casos extremos. En algunos, como Solidaridad, había participación de las comunidades. En otros, Prospera, Progresa, Cruzada contra el Hambre, se buscaba focalizar la entrega de ayudas en quienes más los necesitaran, de acuerdo con diferentes métodos y definiciones, a veces hechos en campo y otras desde los escritorios. En todos los casos había un ingrediente de clientelismo político. En ninguno, el esbozo de un modelo alternativo de nación.

Y si una cosa no delineó AMLO en aquella campaña electoral, más allá de consignas y retórica, fue una serie de propuestas articuladas que propusieran un cambio de eje, de acuerdo con el diagnóstico. Fue una suma de propósitos puntuales, a menudo contradictorios entre sí.

¿Y qué es lo que hemos tenido con AMLO en el gobierno? Más de lo mismo. Sus preocupaciones centrales en macroeconomía son que no haya deuda, que no haya déficit y que el tipo de cambio frente al dólar sea estable. Nada de buscar una reforma fiscal. En ese rubro, su discurso se parece al de los panistas en los años setenta.

También hemos encontrado que, mientras se desploma la inversión pública y se profundiza el deterioro de la red social de protección, propia de los Estados de Bienestar, los recortes al gasto sirven para alimentar los programas sustitutos, los apoyos directos que palian la pobreza, pero no cambian las condiciones en la que la pobreza se reproduce.

Apenas a los cien días de gobierno, López Obrador decretó que México había “dejado atrás la pesadilla de la época neoliberal”. Lo dijo cuando sólo habían cambiado el equipo de gobierno y la correlación política de fuerzas. La diferencia principal era que él estaba al frente. Y es la que sigue siendo, porque tampoco es que podamos decir que se ha abolido la corrupción, ni mucho menos.

Sepultó el nombre, pero la ortodoxia económica y las otras prácticas siguen bien vivitas.

Tal vez esa falta de diferencias sea lo que explique la frase reciente del Presidente, a la que dotó del conveniente spin del “si se aplicara sin corrupción”.

Hay que decir, en descargo de López Obrador, que utilizó el adjetivo “económico” cuando dijo que el neoliberalismo podía ser el modelo “más perfecto”. Quiero entender que, a su entender, la ventaja es económica, pero no social. Pero eso, a la vez, significa considerar que ambos elementos son independientes entre sí. Que la lógica de “crecer primero, distribuir después”, y hacerlo con el mínimo de controles institucionales, funciona bien en términos de crecimiento. Y eso no es cierto. Como tampoco lo sería el contrario: “distribuir primero, crecer después”.

Producción y distribución van de la mano, suelen determinarse de manera simultánea, y funcionan bien en sociedades que, al tiempo que generan incentivos para la inversión privada, han sido capaces de mantener servicios públicos de cierta calidad y de sostener un acuerdo social que permite una distribución del ingreso menos sesgada y desigual. Es algo que varias naciones han logrado a través, no de revoluciones o reinvenciones del país, sino de reformas consecutivas y progresivas.

Aquí las revoluciones y reinvenciones han sido más de cambio de personajes que de modelos. Lo único novedoso ha sido la desnaturalización de algunas instituciones autónomas y los intentos por tomar el poder en otras, mientras se busca reeditar las formas (que en política son fondo) del priismo más tradicional.

No hay tal giro a la izquierda, más que en la retórica y en algunas acciones internacionales en las que se confunde a regímenes autocráticos peleados con EU con “izquierda”.   

Lo que sí hay es un profundo conservadurismo en muchos renglones. López Obrador ha dicho que “la familia mexicana es la principal institución de seguridad social”. Así, se la ve como sustituto de las instituciones públicas a la hora de cubrir necesidades sociales (pensemos en la desafortunada idea de que sustituya “con prevención” a los hospitales psiquiátricos). El arte de echar agua a los frijoles.

Y claro, si hay divorcios -dice AMLO- son parte de la desintegración social del periodo neoliberal (del que, por lo visto, Venustiano Carranza fue precursor). Porque, se sabe, quienes desintegran a las sociedades y su tejido no son los miembros del crimen organizado (“no pasa nada”).     

miércoles, junio 01, 2022

Zarpa el Capitán Kirk


 

Mexicanos en GL.  Mayo de 2022

En el segundo mes de la temporada de Grandes Ligas, los peloteros mexicanos vivieron una suerte de montaña rusa. Del slump a la racha; de la racha a AAA y de regreso; de la salida de calidad a la feria de palos; de ponchar a todos a tirar un salvamento; de abanicar las tres a pegar cuadrangular. Así es el beisbol. A destacar en el mes, el segundo aire que le dio la nacionalidad mexicana a Randy Arozarena y, sobre todo, que la nave del Capitán Kirk enderezó el rumbo y está disparando cañonazos a lo largo y ancho del diamante.

Aquí el balance del contingente nacional en el mes, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado representando a México en el Clásico Mundial o en otro torneo de primer nivel). En esta ocasión resultó particularmente difícil escoger el orden entre los primeros cuatro.

Julio Urías el año pasado ganó 20 juegos, con una efectividad de 2.96 carreras limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas. En 2022 ha mejorado su PCL, a 2.89, y sin embargo su récord es de 3 ganados y 5 perdidos. La diferencia, claro está, es el apoyo ofensivo recibido. En mayo estuvo ligeramente menos bien que en abril: De sus 6 salidas, 4 fueron de calidad: de esas cuatro, ganó una y perdió las otras tres… y también ganó una en la que sólo llegó hasta el quinto episodio. Su control ha estado de lujo (llegó a lanzar 25 entradas seguidas sin dar pasaporte), pero ahora ha recibido más cuadrangulares que la norma. Su marca en el año: 3-5, 2.89 de efectividad y 42 ponches recetados.

Randy Arozarena bateaba para .203 con un triste OPS de .526, y era la sombra del Novato del Año de 2021, cuando recibió su certificado de naturalización mexicana. A partir de ahí su bate despertó. El jardinero de Tampa, nacido en La Habana, bateó en mayo para .308, con 4 jonrones y 16 producidas. Así le dio la vuelta a un slump que duraba toda la temporada. ¿Beneficios del pasaporte o simplemente se calentó lo que tenía que calentarse? Su único problema con la majagua: su proclividad a poncharse: ha degustado 51 sopitas de pichón. En el año: .250, 4 jonrones, 20 impulsadas, OPS de .711 y 7 robos de base.

Luis González estaba bateando, a mediados de mayo, para .349… y a los Gigantes se les ocurrió mandarlo de regreso a AAA para abrir espacio a un titular que venía de regreso de la lista de lesionados. No duró ni una semana en sucursales y lo volvieron a llamar. Con un fildeo adecuado, pero sobre todo con un bate encendido, el zurdo sonorense se adueñó de la titularidad del jardín derecho (ya no sólo como la parte gruesa del platoon, que va contra pitchers derechos). En el mes bateó para .368, con un jonrón y 13 producidas. Además, ha subido en tres ocasiones a la loma de pitcheo, en juegos ya decididos (fue lanzador en la Universidad de Nuevo México) y sólo le pegaron una vez. En la temporada: .347 de promedio, 2 cuadrangulares, 19 producidas, 3 robos y un excelente .869 de OPS. Como pitcher, 6.23 de ERA. Ya se habla de él en la lista de candidatos a Novato del Año de la Liga Nacional.

Alejandro Kirk, decíamos el mes pasado, fue afectado en su bateo y continuidad por ser el receptor titular de los Azulejos de Toronto. Pero Danny Jansen regresó de la lista de lesionados, se puso detrás del plato, y el tijuanense pasó a ser bateador designado. Ya era una máquina de embasarse (es uno de los pocos peloteros que tiene más bases por bolas que ponches) y fue calentando su bat, que es lo que le faltaba. En el mes de mayo bateó para .362; en la segunda quincena, para .444, y en la última semana, para .615. Una locura. Y con esos porcentajes, ahora ya hay hits a la hora buena, que también escaseaban. En el año, .304, 3 jonrones, 13 producidas y OPS de .814. Veremos qué tan lejos llega la nave del Capitán.  

Luis Urías, de los Cerveceros, debutó en mayo. También volvió de la lista de lesionados. Empezó a tambor batiente y, poco a poco, sus números se han normalizado en un porcentaje no muy alto, pero ha demostrado poder, ojo en el plato (se poncha bastante, pero recibe un montón de bases por bolas) y gran guante. .245 de porcentaje, 5 vuelacercas, 11 producidas, 18 anotadas y .756 de OPS.

Sergio Romo regresó de la lista de lesionados de Seattle. Y se ha parecido al de hace una década, cuando era estrella en San Francisco. El Mechón no ha lanzado mucho, pero lo ha hecho de manera sumamente efectiva. Tiene PCL de 1.13, acumuló rápidamente 3 holds y ha ponchado a 5 rivales.

Giovanny Gallegos, habiendo tenido una campaña buena en general, está a punto de perder su puesto de cerrador de los Cardenales de San Luis a manos del intratable Ryan Heisley. Un par de rescates desperdiciados lo pusieron en el predicamento, y de nada valió que a la siguiente oportunidad ponchara a los cinco enemigos que enfrentó. En el año, 0 ganados y 2 perdidos, 3.86 de efectividad, 8 juegos salvados, 1 hold, 3 rescates desperdiciados y 23 chocolates.

Alex Verdugo, según los analistas, ha sido uno de los bateadores con peor suerte en 2022. Le pega duro y bien a la pelota, se poncha menos que en años anteriores… y sin embargo terminan sacándolo de out. El slump que inició a fines de abril se prolongó hasta mediados de mayo, y el jardinero de los Medias Rojas no termina de salir. La sabermetría, y su capacidad para ser pelotero clutch, produciendo cuando es más necesario, han permitido que siga en la titularidad. Sus números: .227, 3 cuadrangulares, 24 producidas, 16 anotadas y OPS de .598

Ramón Urías está demostrando que su nivel sí es de Grandes Ligas, y que no es solamente el hermano mayor de Luis. El infielder de Baltimore tuvo un buen mes de mayo, con bateo productivo y poder más que ocasional. Subió sus numeritos a .232 (que es el promedio de las mayores), con 4 jonrones, 15 producidas, 18 anotadas y .648 de OPS. Si algún pero hemos de ponerle, es que se poncha en exceso (para ponerlo en contexto: ha sido pasado por los strikes el doble de veces que Verdugo, con menos turnos al bat).

Víctor Arano, como se esperaba, vio bajar su nivel en mayo. El relevista intermedio de los Nacionales de Washington, a cambio, obtuvo su primer salvamento del año y 3 holds. Su PCL es de 3.92 y ha ponchado a 23 bateadores.

José Urquidy ganó dos juegos en mayo y perdió sólo uno. Eso no significa que el mazatleco haya tenido un buen mes. Tuvo dos salidas de calidad, una que iba muy bien, pero se suspendió por lluvia y dos aperturas verdaderamente preocupantes. En cada una de ellas le conectaron la friolera de 12 hits (y curiosamente en una terminó ganando el juego, así es esto del apoyo ofensivo de los Astros) y nunca se vio dominador. En el año tiene 4-2, una mediocre efectividad de 4.80 y 34 estrucaos (así le dicen a los ponches en el Caribe). Lo grave es su WHIP: se le embasan por hit o pasaporte 1.58 bateadores por entrada… y como Urquidy es controlado, eso se traduce en que los rivales le batean para un robusto .330

Andrés Muñoz tuvo un mayo para el olvido. La clave ha sido el control de las esquinas: cuando va por ahí, es retahíla de ponches. Cuando no, de nada sirve lanzar a 100 millas por hora si va por el centro y conectan la pelota. El mochiteco de los Marineros se agenció dos holds en el mes. A cambio, tiró un rescate y perdió dos juegos en el relevo. En lo que va de campaña: 1-2, 3 holds, un juego salvado, 22 ponches y 5.27 de PCL

Luis Cessa también tuvo un mes horribilis desde la loma de pitcheo. Pero el relevista de los Rojos se las arregló para ganar dos juegos, aunque perdió uno. En 2022 lleva 2-1, 3 holds, 7 ponches y 5.79 de PCL.  

Isaac Paredes ha visto algo de acción, jugando la tercera base para Tampa. El de Hermosillo ha estado bien con el guante, y demostrado tener mucho poder, pero le falta contacto y le sobran abanicadas. Batea para .208, con 3 palos de vuelta entera y 8 carreras impulsadas.

Humberto Castellanos operaba como quinto abridor de los Diamondbacks de Arizona y tuvo cuatro aperturas decentes, pero no profundas, en mayo, para caer feamente en las siguientes dos. Al jalisciense le pegaron feo en ellas porque estaba lesionado del codo, lo que nunca es sencillo de arreglar. Inicia junio en la lista de lesionados. Sus números: 3-2, 5.68 de limpias y 32 ponches.

Alejo López, tras andar un rato en la puerta giratoria entre las Mayores y AAA, parece haberse asentado con los Rojos de Cincinnati como segunda base sustituto y bateador designado en la parte flaca del platoon (contra lanzadores zurdos). El capitalino ha anotado 5 carreras, pero aún no produce ninguna. Batea para .268 de promedio y .626 de OPS. Tiene una colchoneta estafada.

Daniel Duarte, está en la lista de lesionados por 60 días: 10.13 de PCL, 2 chocolates, sin decisión.

Óliver Pérez dejó marca de 1-1 y un penoso 15.75 de carreras limpias antes de que le dieran las gracias.