martes, abril 27, 2010

Biopics: Ante la reforma política de JLP

He comentado que uno de los puntos que, al igual que al resto del pemetismo sinaloense, me diferenciaba del Comité Nacional, era la actitud ante la reforma política impulsada por el gobierno de José López Portillo, conocida como la LOPPE.

López Portillo había abierto las elecciones a partidos no registrados, lo que ofrecía espacios de acción política legal, tanto a quienes habían pugnado por una apertura electoral como quienes habían optado por la violencia, en agrupaciones guerrilleras. Por un lado, el gobierno cedía a la presión popular; por otro, el sistema priísta buscaba vías de legitimación, después de unas elecciones presidenciales en las que sólo contendió el candidato oficial, y que daban muy mala imagen.

La reforma liquidaba la figura de diputados de partido e introducía el sistema mixto de representación: 300 diputados elegidos por la vía tradicional, de ganador de distrito, y 100 diputados elegidos en listas plurinominales. La LOPPE estableció dos categorías de reconocimiento: el definitivo y el condicionado (un partido debía obtener 1.5 por ciento de los votos para hacer definitivo su registro). Se incorporaron legalmente tres partidos, el Partido Comunista Mexicano –que había estado en la semiclandestinidad-, el Partido Socialista de los Trabajadores –que era una escisión del CNAO- y el Partido Demócrata Mexicano, de viejos sinarquistas.

Era paradójico que una de las agrupaciones que más había luchado por una apertura democrática profunda, precisamente el PMT, a la hora de la verdad haya decidido no acogerse al registro condicionado y luchar por el registro definitivo para otra fecha. El argumento central de Heberto era que, como el gobierno controlaba las elecciones, tenía en sus manos los números y el condicionamiento electoral era, en realidad, condicionamiento político: es decir, nos podía hacer fraude. El camino del registro definitivo sin haber contendido anteriormente estaba diseñado para que nadie lo recorriera.

Una parte del cálculo de Heberto era política, y sus razones tenía para prever que los manejos del gobierno –en esa época Gobernación controlaba las elecciones- querrían castigar al partido. La otra parte estaba fundada en la desconfianza hacia las propias fuerzas. La implantación del PMT en el país era muy desigual y, organizativamente, estaba muy atrasado. Heberto desconocía, por otra parte, el alcance de su influencia en la cultura política del país en ese momento (tengo la impresión, mas no la certeza, de que en aquel entonces la subestimaba, así como considero que años después la apreció en exceso).

Por nuestra parte, en Sinaloa éramos un partido bastante activo, con muchos miembros. Todos estábamos convencidos de la vía electoral y pensábamos que podíamos ser competitivos en el terreno local. Así que, cuando el gobierno estatal –como siempre, a la seguidilla del federal- planteó realizar unos foros para una reforma político-electoral en la legislación estatal, el tema nos interesó.


La reforma política local interesó también, por supuesto, al Partido Comunista y, a instancias de Jorge Medina Viedas, varios partidos de izquierda nos reunimos para elaborar una posición común ante la iniciativa. Por el PMT asistimos Renato Palacios y yo; por el PCM, Medina Viedas y Audómar Ahumada, por el trosquista Partido Revolucionario de los Trabajadores –que en Sinaloa no era más que el membrete de un activista- fue Simón Castillejos y por el Partido del Pueblo Mexicano –que tenía presencia limitada en el sur del estado- un cuate que estuvo como convidado de piedra. El resultado fue un documento del que redacté la mayor parte, que publicamos como desplegado en los periódicos locales el 23 de junio de 1978, y que decía en sus párrafos sustanciales:

“No se puede hablar de reforma política refiriéndose exclusivamente a cambios en la legislación electoral, sin garantizar que las mayorías populares, hasta ahora marginadas del quehacer político, tengan acceso a las decisiones de Estado. Esto implica necesariamente que:

Los obreros y los campesinos tengan plena libertad de afiliación al partido que más les simpatice, sin que esto ponga en peligro su fuente de trabajo,

Se termine la práctica nefasta de que son los sindicatos y los ejidos como tales, y no sus miembros, los que participan en los partidos políticos,

Se respete el derecho de sindicalización irrestricta de todos los trabajadores, incluyendo soldados y marinos,

Se garantice el derecho irrestricto de huelga y de contratación colectiva para todos los trabajadores,

La desaparición de los delitos de carácter político y social, y poor lo tanto, que se decrete una Ley de Amnistía,

Se elimine la intervención estatal en los sindicatos, a través de la Junta de Conciliación y Arbitraje,

Termine la intervención estatal en las organizaciones campesinas

Se respete efectivamente el voto popular,

Se establezca el voto proporcional y se termine con los diputados de partido,

Se suprima la intervención policiaca que sufren quienes pretenden organizarse con independencia del gobierno…

La LOPPE niega o dificulta seriamente la participación directa, legítima y franca de todas las fuerzas de la oposición, en particular las de los partidos y agrupaciones de izquierda; ha constituído a la Comisión Federal Electoral en un superpoder de control político, con facultades superiores a la Constitución

…los partidos de izquierda abajofirmantes sostenemos que una verdadera reforma política en Sinaloa dene fundarse en lo siguiente:

-Libertad de afiliación de los trabajadores de todos los sindicatos

-Sistema electoral de características absolutamente proporcionales, de manera que, realmente, la representación de los órganos de elección popular esté en correspondencia con la voluntad del pueblo

-Que el número mínimo de afiliados para que una organización pueda ser reconocida como partido estatal sea de mil ciudadanos

-Que las formas internas de organización de cada partido sean respetadas en lo absoluto

-Existencia plena de derechos políticos para ministros de culto religioso, soldados y marinos

-Que la Secretaría de Gobierno del Estado no tenga poder alguno sobre el registro legal de partidos y asociaciones

-Que las comisiones electorales en el estado estén integradas exclusivamente por un comisionado de cada partido y, en caso de que existan, también por un representante de cada candidato independiente.

En el sentido de lo antes manifestado, los partidos signatarios vemos conveniente comparecer a las audiencias de la Comisión sobre la Reforma Política, a emitir nuestras opiniones en extenso y defender nuestros puntos de vista…

…Partimos de entender, desde luego, que la reforma política debe ser obra de la lucha de los partidos populares, de la clase obrera y del pueblo en un concierto de unidad y organización. Desechamos toda ilusión de que una reforma política, e incluso electoral, sea sólo por decisión unilateral del gobierno. El pueblo debe darse su régimen de convivencia que estme acorde a sus intereses…”.

Firmábamos, en el orden, PMT, PRT, PCM y PPM.


La siguiente semana, los compañeros del Comité Estatal del PMT estuvimos preparando el documento que presentaríamos ante la Comisión de Reforma Política del Estado de Sinaloa –y que también terminé redactando yo.

El texto citaba varias partes de la declaración de principios del partido y decía, además, que “suponer que una reforma electoral es, en sí, una reforma política, equivale a igualar participación con delegación”, pasaba por una crítica a la LOPPE donde “se mantiene predominantemente el anticuado sistema de votación por mayoría relativa… es, en suma, una trampa para que los partidos minoritarios nunca lleguen a ser mayoritarios”, explicaba por qué el PMT lucharía por el registro definitivo “a nivel federal” (abriéndonos una ventanita para el registro local) y proponía, en concreto, “que los integrantes del Congreso del Estado sean elegidos por el sistema de votación directa proporcional, con restos mayores y sin porcentaje mínimo”, aumentar a 50 el número de diputados, divididos en cinco circunscripciones, que los regidores fueran electos también por votación directa y proporcional, integración partidista del Consejo Estatal Electoral y acceso a medios electrónicos locales.

En esa magia estábamos cuando llegó una comunicación tronante del Comité Nacional. Alguien, desde Mazatlán, les había enviado el desplegado y Heberto nos desautorizaba a participar en las audiencias, porque era “hacerle el juego al gobierno”. Además, nos cagoteaba por haber aceptado, en el texto, los derechos de los ministros de culto (un tema caro al PCM) y, peor, la sindicalización de soldados y marinos (una insistencia del PRT).

-Pues en lo de los soldados y marinos sí tiene razón Heberto –alcanzó a decir Guevara, compungido.

A los pocos días, Liberato Terán, del PC, vino con un recado:

-En las audiencias de la reforma política nos preguntaron si ustedes iban a asistir. Les respondimos que no somos sus mandaderos.

-Pues entonces no le digan al Secretario de Gobierno que no vamos a poder ir –ripostó Guevara.

miércoles, abril 21, 2010

Franqui, o la muerte de un fantasma

Carlos Franqui volvió a morir el 16 de abril.

Este escritor y periodista autodidacta creó en 1955, en la clandestinidad contra Batista, el diario Revolución, órgano del Movimiento 26 de Julio. Sufrió prisión. Fue liberado y participó en la recolección de fondos para la aventura del Granma, del que fue el último tripulante (y uno de los doce sobrevivientes). En la sierra, dirigió Radio Rebelde y fue un contacto fundamental entre el movimiento de masas, centrado en las ciudades, y la guerrilla rural. Desde la toma del poder hasta 1963, dirigió Revolución. Durante ese periodo cabildeó para concitar el apoyo de intelectuales europeos y norteamericanos para la revolución cubana. Sus diferencias con los comunistas lo sacaron del periódico -que sería cerrado pocos meses después- y del país, fue enviado a Europa, a actividades de promoción cultural. Rompió abiertamente con el régimen a raíz de la invasión soviética a Checoslovaquia, en 1968 (la evidencia de que no sería posible hacer un "socialismo con el rostro humano").

Es entonces su primera muerte. Se convierte en un enemigo. La obsesión del régimen castrista por falsificar la historia toma elementos prestados de Stalin, y el revolucionario Franqui desaparece de todos los documentos. Hasta de las fotografías.




"Descubro mi muerte fotográfica.
¿Existo?
Soy un poco de blanco,
un poco de negro,
un poco de mierda
en la chaqueta de Fidel."


En el exilio, Franqui se da a la tarea de reconstruir la historia de la revolución cubana. De su magia y su fuerza. De la traición de la que fue objeto. Lo hace con base en documentos que celosamente guardó, en contra de los deseos controladores de la burocracia. El Libro de los Doce, Diario de la Revolución Cubana y Retrato de Familia con Fidel son textos fundamentales para conocer, desde adentro, lo que pasó.
El fantasma trabaja sin venderse al enemigo, sin conseguir empleo en los periódicos burgueses porque seguía siendo socialista. Pero también sin callar: "Si la verdad no es revolucionaria, ¿qué cosa es la revolución?". La importancia de escribir la historia, de que los participantes documenten lo sucedido; la importancia de que la realidad pueda ser entendida en sus múltiples detalles y facetas. Franqui lo hizo desde su trinchera: en su recuento, destaca la organización de las masas urbanas del Movimiento 26 de Julio, el papel fundamental de la huelga general en la victoria, y la guerra de posiciones -que se da desde la etapa armada- para fijar liderazgos a la hora de la victoria, donde Fidel, emulando a Mussolini en la Marcha Sobre Roma, toma simbólicamente las ciudades que ya había liberado el 26-J.
Son libros en los que se refleja claramente la personalidad y la psicología de los participantes, en los que se adivinan intenciones y se va trazando un claroscuro en el que la tiniebla penetra de manera inexorable.

¿Qué quiere Franqui? No caer en el lugar común de que la historia sólo la escriben los ganadores. Quiere también respetar la memoria de su amigo Camilo Cienfuegos, quien insitía en que tenía que escribirse la historia de la revolución y Fidel Castro le respondía que no había tiempo para eso.
“Hay que escribir la historia, porque tú vas a estar viejo, vas a decir muchas mentiras, y no estará aquí Camilo para decirte que vas mal" -rebatió Camilo, según cuenta Franqui en Retrato de Familia sin Fidel. Y poco después desapareció en el accidente aéreo que lo convirtió en icono revolucionario, pero también lo calló para siempre.
¡Qué iba a saber el pobre Camilo que, a los 50 años de su muerte, las cien toneladas de su silueta gigantesca en la plaza de la Revolución repetirían dogmáticas, en letras de acero, "Vas bien, Fidel"!

En algún momento de Retrato de Familia, el antiguo revolucionario describe la compleja relación entre los hermanos Castro:
"Raúl dirá: 'Si a Fidel le pasa algo, el Almendares se llamará el río rojo: correrá sangre, no agua'.
Y Fidel: 'Si a mí me ocurre algo, vendrá Raúl": algo así como el diluvio."

Pero ya. Al momento de su segunda muerte, Franqui no era más que un viejo periodista semidesconocido. Borrado en Cuba, era un viejo fantasma afuera de ella. Y sin embargo, sus textos, inconseguibles -y su vida misma, irrepetible- son ejemplo de que las verdades se pueden decir, y de que los ideales y las palabras permanecen.

martes, abril 13, 2010

Biopics: Culiacán cotidiano

En el segundo semestre que dí clases en la UAS, me levantaba temprano –aprendí pronto a justipreciar las clases de las 7 de la mañana, antes del calor atroz-, me iba caminando a Ciudad Universitaria y daba un buen número de materias: Estructura Económica de México II, Estructura Económica de América Latina II y algunas Economías Políticas (fue en Culiacán donde me chuté completito El Capital, entre otros textos sacros). No sería hasta el siguiente ciclo que podría enseñar la materia que más me interesaba, Teoría y Política Monetaria.
A clases partía con un café en la panza, pero después de la jornada matutina salíamos varios profes al centro a desayunar en la carreta de Pancho, en la calle Rosales, un delicioso coctel de camarón con pulpo, con su pepino, cebolla, jitomate, jugo de limón, catsup y salsa Guacamaya, con hartas galletas y acompañado de una refrescante agua de cebada. De ahí, partíamos a la cartolibrería (una papelería grandota que vendía algunos libros) a agenciarnos el unomásuno, que era entonces un periódico bastante bien hecho y que hacía furor entre los lectores de izquierda. El uno llegaba a Culiacán entre las 11 y las 13 horas y se agotaba con rapidez. Normalmente, si alguno de nosotros no podía ir al centro a esas horas, encargaba a un compañero que escondiera un ejemplar entre La Prensa o El Heraldo y, a deshoras, podía comprarlo, victorioso. Además, yo compraba Proceso, Nexos (que acababa de salir, era tan científica como político-literaria y tenía un formato tabloide bastante chido) y Le Monde Diplomatique en español.
Tras recoger las lecturas, regresaba a casa o –de manera cada vez más frecuente- nos dirigíamos a las oficinas del IICH (Instituto de Investigaciones de Ciencias y Humanidades) que dirigía Jorge Medina Viedas y que era el centro efectivo de toda la grilla universitaria sinaloense –y de buena parte de la grilla de los partidos de izquierda en la región.
De ahí, a casa, a bañarse, tener una comida ligera y ponerse desnudo sobre las sábanas, las piernas abiertas y el ventilador prendido a todo lo da, a ver la televisión. Las caricaturas de Fantasmagórico y Las Aventuras de Rocky y Bullwinkle, y la enésima repetición de Mi Marciano Favorito. El calor era tan fuerte que no daba ni para poder pensar. Dicen los culichis que en Culiacán sólo hay dos estaciones: el verano y la del tren. Yo percibí más variedad: calor, mucho calor y un calor de la chingada (he de acotar que el calor simple dura sólo diciembre y enero). Sólo tres canales tenían recepción: el Dos, el Cinco (con “nieve”) y el 13 (con “nieve” y en blanco y negro).
A veces nos aventurábamos a visitar a los Palacios, Jaime y Lorena o a los Guevara, Arturo y Jose, que vivían cerca. Era más común hacerlo con los Palacios, aunque su casa no tuviera clima, tal vez porque camino a los Guevara había unos perros muy bravos, porque con Arturo no se hablaba más que de política y porque Patricia hizo buenas migas con Lorena.
Una vez a la semana, iba con el buen Matías Lazcano a visitar al auto desastrado en Durango. Matías me había conseguido un mecánico para repararlo. Tardó como un año en hacerlo y el chiste salió en 42 mil pesos, y tras un año de uso lo vendí en 60 mil (que, en términos reales, eran como 48 mil al momento del accidente). Hubiera sido más cómodo malbaratarlo in loco.
De regreso, si había tiempo, me volvía a bañar antes de ir a las clases de la tarde. En ese horario no se sabía qué era peor, si agarrar el sol cegador del ocaso (aunque luego los atardeceres eran espectaculares) o aguantar los mosquitos durante la noche. Las aulas tenían grandes ventanales, que las mantenían ventiladas sin tanto gasto, pero permitían la entrada de grandes cantidades de bichos.
Al final de la jornada laboral, era común que nos quedáramos cotorreando en el cubículo René Jiménez Ayala y yo. René era prácticamente la única persona allí con la que se podía hablar ampliamente de literatura, de música, de ciencia o de temas de cultura general, más allá de la política o la economía. También era el único con quien se podía hablar de futbol americano (aunque él tuviera el defecto imperdonable de irle a los Vaqueros de Dallas).
“Mi René” había llegado a la UAS en plena explosión enferma y se había quedado en Sinaloa (él decía que no, pero fue para siempre), pero conservaba un cierto estilo chilango de ver las cosas. Con nuestro peculiar sentido del humor, que algunos suelen confundir con mamonería, hacía unas descripciones sociológicas desternillantes sobre los sinaloenses, en las que se pitorreaba de su machismo, su proclividad a la violencia, sus métodos de construcción; del estilo de sus fiestas y borracheras, de su uso del lenguaje, su desconocimiento de los modales o su falta de ilustración. En fin, Mi René se la pasaba burlándose de su cultura (“aunque la cultura sinaloense es el arquetipo de un oxímoron”, decía) y, lo más gracioso, lograba hacerlo destilando, al mismo tiempo, un enorme cariño por la tierra que lo adoptó y su gente. Mientras hablábamos, en mangas de camisa y apenas reponiéndonos de la insolada, pasaba un estudiante apretándose el suéter porque esa noche hacía un “friazo” de 23 grados, y nos carcajeábamos. Por supuesto, las pláticas con Mi René merecen un apartado propio, pero será en otra entrega.
Más noche, solía salir con Patricia a cenar unos tacos y dedicar las últimas horas a la redacción de los primeros capítulos de la tesis, relativos al contexto de política económica en que se desarrolló la concentración bancaria de los primeros años setenta. La excepción eran los martes, que eran largas noches de reunión del Comité Estatal del partido, en un localito pequeño y mal ventilado, en la esquina de Ángel Flores y Corona.
Casi todos los fines de semana realizaba tareas partidistas, que implicaban a menudo viajes por distintas partes del estado, aunque a mí se me asignó, en particular, el municipio de La Cruz de Elota. A veces, estas tareas se prolongaban hasta el domingo, pero normalmente terminaban al anochecer del sábado. Entonces Patricia y yo hacíamos otras cosas, como ir al cine (había dos salas decentes en una ciudad de casi medio millón de habitantes, cuando llegué; se habían duplicado, y eran cuatro, cuando me fui), a pasear o ver la tele (las pelis del Cinco, aunque lo único que se veía bien era el Dos: el éxito histórico de Siempre en Domingo durante un par de décadas, tuvo al menos tantas raíces tecnológicas como político-culturales, en mi opinión).

jueves, abril 08, 2010

Preferencia política y deportes favoritos

¿Hay una correlación entre el deporte favorito y la posición política? Un estudio hecho en Estados Unidos sugiere que sí. Que los amantes del golf y las carreras de NASCAR son muy republicanos, mientras que quienes gustan del basket, el tenis o el futbol (soccer) tienden a ser demócratas.
Los datos corresponden a una encuesta realizada por Scarborough -un proyecto conjunto de Nielsen y Arbitron- a más de 218 mil adultos estadunidenses. Se les preguntaba qué deporte veían por televisión, qué tanto les gustaba, cuál era su preferencia partidista y su historial de participación electoral. El eje de las abscisas divide la preferencia partidista: en la parte izquierda de la gráfica (de azul), la preferencia demócrata; en la derecha (de rojo), la republicana. El eje de las ordenadas define la propensión promedio a votar: quienes se encuentran arriba votan más.
Si recordamos las características demográficas elementales en Estados Unidos, buena parte de la gráfica cobra un sentido muy claro. Los hombres ven más deporte por televisión que las mujeres, y los hombres -en elecciones recientes- han tendido a votar republicano más que las mujeres. No extraña, por tanto, que la gráfica esté ligeramente movida hacia la derecha (y el color rojo). Esta puede ser la razón por la que los dos deportes más populares en EU, el beisbol (MLB) y el americano (NFL), así como los juegos olímpicos, estén apenas del lado rojo (dice el reporte que el grueso de los votantes que cambian de partido es fan del beis). En todos los deportes, quienes ven la versión femenina (LPGA, tenis, WNBA) están a la izquierda de quienes ven la masculina, lo que probablemente se deba a que hay más mujeres espectadoras.
Hay una correlación positiva entre nivel de ingresos y voto republicano; también la hay entre nivel de ingresos y afición al golf. Las carreras de la serie NASCAR -esas vueltas interminables al óvalo- son populares sobre todo en estados republicanos, pero entre un público más popular, por lo que no hay tanta tendencia a asistir a las urnas. El hockey sobre hielo, si bien se practica sobre todo en estados demócratas, es un deporte del gusto casi exclusivo de los blancos... que tendencialmente votan republicano. Lo contrario sucede con el basquetbol (NBA) y el futbol (MLS): en el primer caso hay una alta proporción de aficionados afroamericanos; en el segundo, de latinos -que tal vez votan menos que el promedio porque no son ciudadanos-. Otro elemento: el futbol americano es más de suburbio o pueblo; el baloncesto es más citadino.
Los deportes más populacheros, como lucha libre, deportes extremos o carreras de dragsters, son vistos por personas que -independientemente de sus simpatías políticas- tienden a votar poco. En estos casos hay una correlación con un bajo nivel de escolaridad.
Y lo que me parece un tanto sorprendente (¿será el factor ciudad?) es el carácter claramente demócrata del tenis.
De la gráfica salen conclusiones interesantes, útiles para un político capaz de leer las encuestas más allá del popularómetro. Un buen lugar para anunciarse en una primaria republicana es en la transmisión de un torneo de golf y para hacerlo en una primaria demócrata, en un partido de basquet. El beis y el americano son los espacios ideales para una campaña general. Y el fut o las luchas, el adecuado para que los demócratas llamen a sus bases a empadronarse y votar.

En México
Un trabajo similar, con propósitos parecidos, podría realizarse en México. Quien más se ha dedicado a medir las aficiones deportivas ha sido Roy Campos, de Consulta-Mitofsky. Gracias a él sabemos, por ejemplo, que los fans de las Chivas no son la mitad de la afición futbolera más uno, sino cerca de la cuarta parte, y que pelean el liderato de afición con el América (normalmente lo deciden los villamelones, que le van al que gane), que la afición de Pumas es tendencialmente joven y de un nivel económico superior, mientras que la del Cruz Azul suele pertenecer a clases populares.
No sé si fue Roy o Ricardo de la Peña quien hizo hace aproximadamentee una década, una encuesta que cruzaba preferencia partidista con favoritismo futbolero. Recuerdo claramente que, en Monterrey, la afición por los Rayados era mayoritariamente panista, mientras que la de los Tigres tendía a votar por el PRI. Y me acuerdo, también que la afición puma no era tan de izquierda como se supondría con eso del himno a puño alzado, pero sí que era la más antipriísta (en ese sentido, Demetrio Sodi, en una votación que se dirimía entre PAN y PRD, escogió bien el espacio para hacerse propaganda... otra cosa es que lo haya hecho tan desastrosamente y que lo hayan cachado en la movida).
Tengo la impresión de que, si se hiciera en México un ejercicio similar al gringo, los fans del beis resultarían priístas -por razones de distribución regional de la afición- y los del americano mayoritariamente panistas -por vía de sus ingresos superiores a la media-. Los del fut -un deporte tan popular en el país como la Vírgen de Guadalupe- son la verdadera incógnita.
Finalmente -recordando que la izquierda romana le va en futbol a la Roma y la derecha le va al Lazio-, me pregunto qué tan generalizada, a nivel mundial, es la tendencia a ligar las preferencias políticas con las deportivas. Si, al final de cuentas, no son resortes psicológicos parecidos los que nos hacen escoger candidato, deporte favorito y equipo de nuestros amores.

miércoles, abril 07, 2010

Victimismo vaticano


La que acaba de terminar ha sido la semana santa más difícil para la iglesia católica en más de medio siglo, por decir lo menos.
El escándalo que envuelve a la Iglesia, al Vaticano y al Papa mismo es, fundamentalmente, que salió a la luz pública la política institucionalizada de encubrimiento de los sacerdotes pederastas, que incurrían en prácticas no sólo inmorales, sino también criminales.
La respuesta del Vaticano ha tenido dos caras. En una, admite con horror y vergüenza la existencia de este tipo de comportamiento en algunos de sus ministros de culto y señala que no los tolerará. En otra, asegura que el asedio que sufre se debe a una campaña anticatólica, orquestada por fuerzas extrañas, que quieren destruir la religión.
Estas respuestas, además, se han dado con una sorprendente falta de coordinación en términos de comunicación social. El mismo día que el portavoz oficial del Vaticano ha tenido que rectificar y pedir perdón por declaraciones realizadas por el predicador de la Casa Pontificia (la majadera comparación de las críticas a pederastas con el antisemitismo), el Osservatore Romano da vuelo a la denuncia de “cristianofobia” y “ataques injustificados” expresada por un arzobispo.
Haremos bien en tomar nota del acto de contrición de la Iglesia, en la esperanza de que las palabras se tornen en hechos. Pero hay que indicar que la actitud victimista que ha tomado el Vaticano en poco ayuda a mejorar su situación y, en cambio, da cuenta de un autoritarismo persistente y de un creciente aislamiento frente a la sociedad y el resto del mundo.
Una serie de datos duros han salido a la luz. Las denuncias de violaciones repetidas a menores de parte de sacerdotes católicos en diversas partes del mundo, fueron sistemáticamente repelidas por la Iglesia, a pesar de las evidencias. En todo momento privó el espíritu de cuerpo por encima de la más elemental justicia. No sólo eso: a los denunciantes se les trató como mentirosos, como parte de un complot perverso.
El problema se agudizó tras de que se señaló que el entonces arzobispo Joseph Ratzinger protegió a un sacerdote criminal en su diócesis de Munich y Friburgo en 1980 (fue enviado a “terapia” y reasignado a otra sede, donde volvió a abusar de menores). Si bien el vicario asumió la responsabilidad de ese caso en particular, absolviendo al actual Papa, Ratzinger –ya como cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe - instruyó a los obispos a no cooperar con investigaciones civiles relativas a escándalos de pederastia sacerdotal.
La actitud dominante entre los altos prelados ha sido la de intentar pasar al “borrón y cuenta nueva”. Admiten errores pasados, afirman que lucharán porque no se repitan. Pero no están de acuerdo en que se insista en castigar penalmente a los culpables, ni en revisar la posición general de la Iglesia en la sociedad, a la que quiere dictar normas, pero sólo acepta las que van de acuerdo con su particular visión del mundo.
Castigar penalmente a los culpables significaría que no hay hombres o instituciones que estén por encima de las leyes, lo que va en contra de la permanente vocación de poder de la Iglesia católica. Hay quienes quisieran que el collarín fuera una especie de fuero.
Tal vez la reacción vaticana no habría sido tan militante si no hubiera sido tocado el Papa Ratzinger. Recordemos que el Vaticano es una monarquía absoluta. De ahí la cantilena de “mezquinas habladurías”, con las que ha querido descalificar a sus críticos. De ahí, el inédito acto del Colegio Cardenalicio, que salió en una defensa al Papa propia del Soviet Supremo. De ahí el soberano desprecio al tema de la pederastia en las alocuciones papales de la semana mayor.
Sabemos que el problema –una minoría de sacerdotes perversos- es muy antiguo, y que la vieja moralidad farisea evitó que muchos casos fueran conocidos a lo largo del tiempo. Queda claro que la política de cobertura era mucho más profunda en el papado de Juan Pablo II (ese conservador carismático cubierto de teflón), cuando las denuncias afloraron en masa. Y que Ratzinger, a diferencia de Woytila, inició su reinado criticando la “suciedad entre los que, por su sacerdocio, deberían estar entregados al Redentor”. Pero el caso es que, precisamente porque Ratzinger no es un comunicador tan hábil como Woytila –y no se siente tan fuerte políticamente- la reacción cupular ha sido de libro de texto de los regímenes autoritarios.
Preocupa esa soberbia sin propósito de enmienda. Preocupa porque nos dice mucho acerca de la vocación del poder por encima de la vocación por la justicia. Preocupa porque señala que la Iglesia no quiere ponerse en sintonía con las sociedades a las que sirve. Preocupa porque nos advierte que la preocupación de una de las instituciones clave de la civilización occidental está en la defensa corporativa y no en los valores a los que dice servir.
Tiene razón el nuncio vaticano cuando afirma que es necesaria una refundación de la iglesia católica. Requeriría un nuevo Concilio, una revisión a fondo, con las reformas conducentes para reacercarse a la feligresía. Sólo así puede salir fortalecida de esta crisis. Sólo así podrá responder positivamente a las necesidades sociales y espirituales de sus miembros. Desgraciadamente, es de preverse que la jerarquía lo impedirá.