jueves, julio 03, 2008

Leyendas olímpicas: Humberto Mariles

El único mexicano que ha ganado dos medallas de oro y el único que consiguió tres preseas en una sola edición olímpica, fue también un hombre que vivió y murió en medio de la intriga –que es un deporte nacional no reconocido.
El teniente coronel Mariles viajó a la cita olímpica de 1948, en Londres, en contra de las órdenes del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. Meses antes, el presidente Miguel Alemán había ordenado cancelar el viaje. ¿La razón esgrimida?: “No pueden ganar”. La real: Mariles es conocido avilacamachista y su relación con el grupo de militares cercano a Alemán no es buena.
A su llegada a Europa, fue requerido por el embajador en Italia, quien le dijo que tenía orden de aprehensión por desacato a la autoridad, peculado y deserción. Entendió entonces que estaba obligado a ganar.
La gira preolímpica del equipo ecuestre fue muy exitosa. Destacó en particular Raúl Campero, quien obtuvo siete primeros lugares y cinco segundos. Pero en Londres, Mariles decidió que Campero, y Joaquín Solano lo acompañaran en la Prueba de Tres Días (adiestramiento, competencia de salto y carrera steeplechase a campo traviesa). Se inscribió junto con Rubén Uriza y a su cuñado Alberto Valdés en la Copa de las Naciones (competencia de salto). Dejó afuera a Victor Manuel Saucedo. Se gestaban rencores.
El equipo mexicano de los Tres Días obtuvo el bronce, a pesar de haber sido castigado duramente en la prueba de doma.

La Copa de las Naciones fue parte de la ceremonia de clausura de esos juegos. El último jinete fue precisamente Mariles, montando sobre Arete, el famoso alazán tuerto. Hizo un recorrido casi impecable, con el que se llevó el oro individual y confirmó que también por equipos México se llevaba los máximos honores.
El presidente Alemán llamó al teniente coronel para felicitarlo y decirle lo orgulloso que estaba el país. Es obvio que ya no había acusaciones en su contra… y Mariles se convirtió en alemanista furibundo.
Cuenta la leyenda que, en los días de cambio presidencial, Mariles –ya ascendido a general- fue el encargado de entregar las instalaciones de la residencia oficial de Los Pinos al equipo entrante, y ahí se hizo de palabras con Uruchurtu, López Mateos y el mismo Ruiz Cortines, a quienes acusó de sinvergüenzas y traidores.
La fría respuesta de Ruiz Cortines, ya presidente, fue destruir el equipo ecuestre y quitarle los terrenos a la escuela de equitación. A partir de entonces, el sino se le volteó y –aunque seguía siendo una figura muy popular- perdió prestigio y, sobre todo, poder.
En 1967, por un altercado de tráfico, Mariles disparó sobre el otro automovilista, quien murió una semana después. Fue condenado a siete años de prisión, pero salió en 1971, para volver a ser aclamado como héroe deportivo.
A los dos días de que fue vitoreado por las masas en el Desfile de la Revolución, el caballista recibió la orden de ir a París, supuestamente para comprar unos caballos. En Francia, comió con dos tipos en un restaurante. Eran narcotraficantes. Los tres fueron detenidos.
Dos semanas después, el medallista olímpico amaneció muerto en su celda. Al parecer, fue envenenado. Y, aunque posteriormente el oficial mexicano fue absuelto de los cargos de narcotráfico, la maraña de intrigas nunca logró desatarse. Como no se han podido desanudar la grandiosa leyenda olímpica y la descomunal leyenda negra que acompañan para siempre la figura de Humberto Mariles.


1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por los sueños
Ziggymoon