Eco hace la distinción entre lista cerrada (que puede ser un top ten que define cierto canon o el directorio telefónico, de finalidad estrictamente pragmática) y la lista poética, que siempre -de manera ideal- termina en un etcétera porque es infinita. De hecho, una de las formas de la poesía es hacer listas, cuya fuerza deje en nosotros una impresión, una huella estética. Y el listado -siempre una mezcla de lo clasificatorio y lo lírico- es parte fundamental de la cultura occidental.
Pensé, entonces, en bajar de las grandes torres y fijarme en autores más cercanos a la cultura popular. Ahí están Joaquín Sabina y Luis Miguel Aguilar, una lista de dos que podría, tal vez, ampliarse al infinito.
No es casual que el primer disco de Sabina se llame Inventario. El cantautor comparte con los barrocos el gusto por la enunciación, y la enunciación como poesía. Pongo dos ejemplos. En una canción aparecen, de manera simbólica porque la enumeración del infinito es imposible, todos los hombres que nunca será Sabina, pero que pudo haber querido ser. En la otra, la lista descriptiva de todos los que están en una noche de movida madrileña, se convierte en "el paisaje de la multitud" y el poeta es sólo un borrón en aquel paisaje humano (que si lo pintaran, estaría en la exposición montada por Eco en el Louvre).
Joaquín Sabina
No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio,
si la vida se deja, yo le meto mano; si no, aún me excita mi oficio.
Y como además sale gratis soñar, y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida
a vivir otras vidas, a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré.
Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse,
mercader en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans.
Viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén,
policía ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez.
Tahur en Montecarlo, cigarrillo en tu boca, taxista en Nueva York,
el más chulo del barrio y tiro porque me toca, suspenso en religión.
Confesor de la reina, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín,
comunista en las Vegas, ahogado en el Titanic, flautista en Hammelin.
Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera.
Billarista a tres bandas, insumiso en el cielo, dueño de un cabaret,
arañazo en tu espalda, tenor en Rigoletto, pianista de un burdel.
Bongosero en La Habana, cazador en Venecia, anciano en Shangri La
polizón en tu cama, vocalista de orquesta, mejor tiempo en LeMans.
Cronista de sucesos, detective en apuros, conservado en alcohol,
violador en tu sueños, suicida en el viaducto, guapo en un culebrón.
Morfinómano en China, desertor en la guerra, boxeador en Detroit,
cazador en la India, marinero en Marsella, fotógrafo en Playboy.
Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera.
Nietos de toreros disfrazados de ciclistas,
ediles socialistas, putones verbeneros,
peluqueros de esos que se llaman estilistas,
musculitos, posturitas, cronistas carroñeros,
divorciadas calentonas con pelo a lo Madonna,
trotamundos fantasmas, soplones de la pasma,
pintorcillos vanguardistas, genios del diseño,
camellos que te pasan papelinas contra el sueño,
marcadores de paquete en la cola del retrete,
escritores que no escriben, vividores que no viven,
jet de pacotilla, directores que no ruedan,
mas chorizos que en Revilla con corbatas de seda,
muera la locura, viva el trapicheo,
tontopollas sin cura, estrategas del magreo,
petardeo de terraza, pasarela, escaparate,
archy, joy, stella, ¿como vais de chocolate?
tiburones de la noche con telefono en el coche y con fax.
caballeros en oferta, señoritas que se quieren casar.
caraduras, obsesos, gualtrapas, lameculos.
azafatas de congreso del brazo de sus chulos.
Superman en camiseta, y en la pista dando brincos
la coleccion de tetas que hacen bulto en Telecinco,
mulatonas caribeñas que ponen a la peña de pie,
Blancanieves en tripié, amor descafeinado,
Cenicienta violando al principe encantado,
cicerones de la ruta del mal. mercachifles del vacio total,
especialistas en nada, inventores del tebeo,
Julietas demacradas que no encuentran a Romeo,
estaban todos menos tú,
todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
como un idiota para oirte repetir
en el contestador que te has largado de Madrid.
Y una tribu de repatriados de Ibiza,
que dejaron de ser hippies, pero no de ser palizas,
filosofos con caspa, venus oxidadas,
apostoles del sida, lengua envenenada,
motoristas hitlerianos con guantes en la mano.
guitarristas de loquillo, Kubalas de banquillo.
doctores en chorradas, triunfadores con mosca,
yuppies que esta temporada no se comen una rosca,
equilibristas del tedio, un gorila armando gresca en el bar,
vampiros al asedio de sangre fresca para chupar.
paparazzis, reinonas, skins, perdonavidas,
y un notario de Pamplona que viene a la movida,
muertos que no se suicidan, niñatos, viejos verdes,
y un cuñado de una querida del Marqués de Villaverde.
pinchadiscos que te dejan k.o.
con la cosa del bakalao,
morenazos de balcón y rayos u.v.a.,
futurologos borrachos como cubas,
un tal Pepe que te puede contar
doce mil de Lepe sin respirar,
naricillas de saldo, tabiques de platino,
y un psicologo argentino mostrándote el camino,
estaban todos menos tú,
todos menos tú,
y yo marcando el 369 22 30
sin escuchar lo que me cuentan
todos menos tú
todos menos tú
y yo mas triste que un pingüino en un garaje
como un borrón en el paisaje de la multitud
de todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
sin escuchar lo que me cuentan
todos menos tú
y yo con manchas de carmín en la memoria
igual que un perro en el tejado de mi juventud
entre todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
pasando de lo que me cuentan
todos menos tú.
Luis Miguel Aguilar, a sus 54 años, sigue siendo la gran promesa de la literatura mexicana de mi generación. A Luis Miguel le apasionan las listas, que ha incorporado repetidamente a su obra poética y narrativa: listas de calamidades viales con su vocho, de cosas a las que hay que temer al llegar a los 40, de cosas que mejor uno no debió haber dicho o hecho. Uno de sus libros más entrañables, Chetumal Bay Anthology, trasterra al Caribe la obra de Edgar Lee Masters (que no es, en el fondo, sino una lista de muertos, que el índice del libro delata). Acaba de publicar, casi al unísono con Eco, Las cuentas de la Ilíada y otras cuentas, con un revelador epígrafe de Paul Claudell: “¿para qué sirve el escritor/ si no es para llevar las cuentas?”.
Pero la que a mí me parece la más representativa de las enumeraciones de Luis Miguel es su poema hermético El Futbol de Antaño. Una lista de nombres de futbolistas de los años sesenta, hecha en endecasílabos (una silaba por jugador alineado en un equipo) que, además del placer sonoro de nombres y apodos, tiene para los miembros de nuestra generación un sabor mágico, como el del chicle bomba de la infancia. Es, en efecto, una epifanía para unos cuantos escogidos: los que podemos visualizar aquellas canchas, recordar el rostro del Pipis Ruvalcaba (¡O el Japo Magaña!), cerrar los ojos y ver el cabezazo del Tubo Gómez y la estirada extrema del Piolín Mota. En su edición en libro (Nadie puede escribir un libro, Cal y Arena), cada nombre tiene su explicación, y el poema ocupa varias páginas. Aquí, en cambio, un link lleva a mis recuerdos personales.
Pensé, entonces, en bajar de las grandes torres y fijarme en autores más cercanos a la cultura popular. Ahí están Joaquín Sabina y Luis Miguel Aguilar, una lista de dos que podría, tal vez, ampliarse al infinito.
No es casual que el primer disco de Sabina se llame Inventario. El cantautor comparte con los barrocos el gusto por la enunciación, y la enunciación como poesía. Pongo dos ejemplos. En una canción aparecen, de manera simbólica porque la enumeración del infinito es imposible, todos los hombres que nunca será Sabina, pero que pudo haber querido ser. En la otra, la lista descriptiva de todos los que están en una noche de movida madrileña, se convierte en "el paisaje de la multitud" y el poeta es sólo un borrón en aquel paisaje humano (que si lo pintaran, estaría en la exposición montada por Eco en el Louvre).
Joaquín Sabina
La del Pirata Cojo
No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio,
si la vida se deja, yo le meto mano; si no, aún me excita mi oficio.
Y como además sale gratis soñar, y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida
a vivir otras vidas, a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré.
Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse,
mercader en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans.
Viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén,
policía ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez.
Tahur en Montecarlo, cigarrillo en tu boca, taxista en Nueva York,
el más chulo del barrio y tiro porque me toca, suspenso en religión.
Confesor de la reina, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín,
comunista en las Vegas, ahogado en el Titanic, flautista en Hammelin.
Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera.
Billarista a tres bandas, insumiso en el cielo, dueño de un cabaret,
arañazo en tu espalda, tenor en Rigoletto, pianista de un burdel.
Bongosero en La Habana, cazador en Venecia, anciano en Shangri La
polizón en tu cama, vocalista de orquesta, mejor tiempo en LeMans.
Cronista de sucesos, detective en apuros, conservado en alcohol,
violador en tu sueños, suicida en el viaducto, guapo en un culebrón.
Morfinómano en China, desertor en la guerra, boxeador en Detroit,
cazador en la India, marinero en Marsella, fotógrafo en Playboy.
Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo
la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo,
el viejo truhán, capitán de un barco que tuviera por bandera
un par de tibias y una calavera.
Nietos de toreros disfrazados de ciclistas,
ediles socialistas, putones verbeneros,
peluqueros de esos que se llaman estilistas,
musculitos, posturitas, cronistas carroñeros,
divorciadas calentonas con pelo a lo Madonna,
trotamundos fantasmas, soplones de la pasma,
pintorcillos vanguardistas, genios del diseño,
camellos que te pasan papelinas contra el sueño,
marcadores de paquete en la cola del retrete,
escritores que no escriben, vividores que no viven,
jet de pacotilla, directores que no ruedan,
mas chorizos que en Revilla con corbatas de seda,
muera la locura, viva el trapicheo,
tontopollas sin cura, estrategas del magreo,
petardeo de terraza, pasarela, escaparate,
archy, joy, stella, ¿como vais de chocolate?
tiburones de la noche con telefono en el coche y con fax.
caballeros en oferta, señoritas que se quieren casar.
caraduras, obsesos, gualtrapas, lameculos.
azafatas de congreso del brazo de sus chulos.
Superman en camiseta, y en la pista dando brincos
la coleccion de tetas que hacen bulto en Telecinco,
mulatonas caribeñas que ponen a la peña de pie,
Blancanieves en tripié, amor descafeinado,
Cenicienta violando al principe encantado,
cicerones de la ruta del mal. mercachifles del vacio total,
especialistas en nada, inventores del tebeo,
Julietas demacradas que no encuentran a Romeo,
estaban todos menos tú,
todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
como un idiota para oirte repetir
en el contestador que te has largado de Madrid.
Y una tribu de repatriados de Ibiza,
que dejaron de ser hippies, pero no de ser palizas,
filosofos con caspa, venus oxidadas,
apostoles del sida, lengua envenenada,
motoristas hitlerianos con guantes en la mano.
guitarristas de loquillo, Kubalas de banquillo.
doctores en chorradas, triunfadores con mosca,
yuppies que esta temporada no se comen una rosca,
equilibristas del tedio, un gorila armando gresca en el bar,
vampiros al asedio de sangre fresca para chupar.
paparazzis, reinonas, skins, perdonavidas,
y un notario de Pamplona que viene a la movida,
muertos que no se suicidan, niñatos, viejos verdes,
y un cuñado de una querida del Marqués de Villaverde.
pinchadiscos que te dejan k.o.
con la cosa del bakalao,
morenazos de balcón y rayos u.v.a.,
futurologos borrachos como cubas,
un tal Pepe que te puede contar
doce mil de Lepe sin respirar,
naricillas de saldo, tabiques de platino,
y un psicologo argentino mostrándote el camino,
estaban todos menos tú,
todos menos tú,
y yo marcando el 369 22 30
sin escuchar lo que me cuentan
todos menos tú
todos menos tú
y yo mas triste que un pingüino en un garaje
como un borrón en el paisaje de la multitud
de todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
sin escuchar lo que me cuentan
todos menos tú
y yo con manchas de carmín en la memoria
igual que un perro en el tejado de mi juventud
entre todos menos tú
y yo marcando el 369 22 30
pasando de lo que me cuentan
todos menos tú.
Luis Miguel Aguilar, a sus 54 años, sigue siendo la gran promesa de la literatura mexicana de mi generación. A Luis Miguel le apasionan las listas, que ha incorporado repetidamente a su obra poética y narrativa: listas de calamidades viales con su vocho, de cosas a las que hay que temer al llegar a los 40, de cosas que mejor uno no debió haber dicho o hecho. Uno de sus libros más entrañables, Chetumal Bay Anthology, trasterra al Caribe la obra de Edgar Lee Masters (que no es, en el fondo, sino una lista de muertos, que el índice del libro delata). Acaba de publicar, casi al unísono con Eco, Las cuentas de la Ilíada y otras cuentas, con un revelador epígrafe de Paul Claudell: “¿para qué sirve el escritor/ si no es para llevar las cuentas?”.
Pero la que a mí me parece la más representativa de las enumeraciones de Luis Miguel es su poema hermético El Futbol de Antaño. Una lista de nombres de futbolistas de los años sesenta, hecha en endecasílabos (una silaba por jugador alineado en un equipo) que, además del placer sonoro de nombres y apodos, tiene para los miembros de nuestra generación un sabor mágico, como el del chicle bomba de la infancia. Es, en efecto, una epifanía para unos cuantos escogidos: los que podemos visualizar aquellas canchas, recordar el rostro del Pipis Ruvalcaba (¡O el Japo Magaña!), cerrar los ojos y ver el cabezazo del Tubo Gómez y la estirada extrema del Piolín Mota. En su edición en libro (Nadie puede escribir un libro, Cal y Arena), cada nombre tiene su explicación, y el poema ocupa varias páginas. Aquí, en cambio, un link lleva a mis recuerdos personales.
Luis Miguel Aguilar
El Futbol de Antaño
(un poema hermético)
¿Dónde fueron los nombres, me pregunto
Que hoy trivia son, y pasto de elegía?
Masopust, Kavasnak, Bosniak y Masek,
Smolarek, Svovoda, Uda Dukla,
Edú, Pepe, Coutinho, Lima, Manga,
Voronin, Bene, Spartak, Florian Albert,
Altafini, Botafogo, Chesternev,
Manquito Villalón, Pepín González,
Amaury Epaminondas, Florentino,
Ataulfo Pablo Sánchez Matulic,
Cisneros y McDonald, Mustafá,
Reinoso -el Fumanchú-, Necco y Bericco,
De Sales, Portugal, Juan Bosco, Cuenca,
Colmenero, Escalante, Larrasolo,
Javán Marinho, Peniche, Dante Juárez,
El Chato Ortiz y Romo, Luis Regueiro,
Mollinedo, El Espátula Rodríguez,
Ubniratao, Ubirajara, Ubiracy,
Los hermanos Delgado y los Majeswki,
Norberto Boggio y Claudinor Barbosa,
Ney Blanco, Lostanau, El Güero Jasso
Y Jasso El Bigotón, Héctor Hernández,
Sepúlveda, Moreno, El Cura Chaires,
Pina Arellano, Reyes, Ponce y Jara,
Tedesco, Giacomini, Etcheverri,
El Santos y un "Pelé", Pedro Dellacha,
El Cordobés García, El Charro Lara,
Los cuates Calderón, El Chino Estrada,
Antonio Mota, El Pipis Rubalcaba,
Vavá, Moacyr, Fragoso, Arlindo y Zague,
La Tota Carvajal, Walter Ormeño,
Borja (y la palomita contra Italia
A pase de) Pichojos, Jorge Iniestra,
Los dos Padilla, El Chale y El Gansito,
Del Águila, Del Muro, El Peque Díaz,
El Sausalito, Cárdenas y Gento,
El Monito Carús, Toño Munguía,
Belmonte, El Jamaicón, Fello, Mellone,
Y (por poco aquel gol del) Tubo Gómez.
Hoy vuelven bajo un sol de epifanía
Que es tiempo, y polvo, y juego de conjunto.
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