Esa improbable coyuntura permitió que Eduardo Cervantes Salgado ni siquiera rozara la esquina de una primera plana en los principales diarios de México. Pero el 6 de noviembre las autoridades lograron acreditar que el sujeto –detenido en abril por matar a mazazos a su propia madre- había asesinado y devorado parcialmente a su novia, Karen Guadalupe González.
En las notas de interiores se destacaba que esto significaba que Karen, cuyo cadáver mutilado apareció en el norte de la ciudad, no había sido asesinada –como se pensó originalmente- por El Caníbal de
Cervantes era discreto, no fue capturado espectacularmente, no llamó la atención más que de algunos especialistas, que descubrieron una similitud entre los cortes hechos a la madre –los pedazos fueron recogidos en el canal del desagüe- y los que recibió la muchacha, que resultó haber sido su ex novia. El único detalle emotivo del caso es que la joven fue identificada por su tatuaje: un corazón roto.
Cuando José Luis Calva Zepeda, El Caníbal de
Cosas que pasan por no escribir poesía.
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