Cuatro materias resultaron importantes: eran Economía y Política Agraria, con Gianni Mottura, donde revisamos, por una parte, las tesis del “renegado” Kautsky, la vía junker y la vía farmer de la acumulación, así como una serie de artículos sobre la reforma agraria en Italia (que tenía varios puntos en común con la mexicana; entre otras, el uso político) y sus efectos en la economía regional; “Ciencia de
Las otras cuatro materias resultaron fundamentales.
Michele Salvati, el jefe intelectual de ese grupo de jóvenes profesores, daba “Economía Industrial”, y se enfocaba en dos asuntos: los ciclos largos de creación y destrucción de capital –cómo a cada periodo de crecimiento corresponde el auge de ciertas ramas de la producción y cada crisis corresponde a un reacomodo del capital, que sale de estas ramas y pasa a generar otras, que serán las locomotoras del siguiente período de crecimiento- y los cambios en la toma de decisiones de las empresas –el paso de la racionalidad económica abstracta a las distintas razones organizacionales y psicológicas que han ido de la mano con el pasaje de la empresa tradicional a los corporativos modernos-. Y en medio de sus lecciones, Salvati a menudo se salía del tema, pero siempre para decir alguna genialidad políticamente incorrecta que –al final nos dábamos cuenta- efectivamente estaba ligada a los problemas que abordaba.
Massimo Pivetti daba Teoría Económica II. La parte central de su curso era un análisis detallado de
Salvatore Biasco daba Economía Internacional, era tímido y miraba siempre a la ventana durante sus lecciones, que no eran fáciles de seguir (en el fondo, hablaba para sí mismo; era un cuate muy neurótico que ponía seguros a sus sábanas para que no se le movieran durante el sueño, según contaban los compañeros que vivían con él). Pero los temas que tocaba, las lecturas que escogía y la manera aguda con la que trataba el asunto eran deslumbrantes. Con él vimos todo lo relativo al manejo de la balanza de pagos, pero también las relaciones políticas que estaban detrás de los movimientos internacionales de capital, del manejo de las finanzas mundiales y –en particular- el papel de la inflación en todo este enjuague.
La materia “Complementos de Matemáticas para Economistas” tenía relativamente pocas matemáticas. Se llamaba así porque en Italia los catedráticos son dueños de su cátedra, y suele haber sólo una por facultad. El nombre era un eufemismo para “Política Monetaria con Riccardo Parboni”, porque la titular de ese nombre era Maria Antonietta Campus. Parboni era un maestro joven, superneuras, que nos dio una visión filosófica del significado de la moneda en las culturas, nos enseñó una historia de las doctrinas de teoría monetaria –donde destrozaba con virulencia, pero también con precisión de cirujano, el monetarismo, la teoría que se quería proponer como alternativa a la crisis que azotaba el mundo- y también se internó en el grave asunto de las finanzas internacionales, explicando cómo en realidad se trata de un enorme juego de poder.
Si con Pivetti y Salvati entendí las bases del funcionamiento del sistema financiero (de cómo las decisiones de ahorro se convierten en decisiones efectivas de inversión), Biasco y Parboni me dieron muchísimas claves para la comprensión del “sistema-mundo”. Ese año decidí que mis áreas de especialización serían la teoría monetaria, el sistema financiero y la economía internacional.
Ahora que la economía mundial se encuentra en una severa crisis aquellas viejas lecciones vuelven a la mente, y lo hacen de manera machacona. Las tesis de Biasco, pero sobre todo las de Parboni –un genio muerto prematuramente- merecen, al menos, otro capítulo.
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