miércoles, octubre 17, 2007

Biopics: Noches de Skadarlija I

Para la semana en Yugoslavia, el Doctor Flores elaboró –ayudado por Castañares- un programa muy vago, que más bien dejaba mano libre. Incluía, eso sí, una nueva visita al Combinado Agroindustrial PKB. Ante la insistencia de Casta de más actividades, Flores declaró: “¡Por favor, no dejemos que nos persiga el fantasma del Capitán Salinas!”. Flores regresaba a Roma esa misma noche; luego traería a su esposa y a su ayudante Solares. Consuelo estaba muy sentida porque le habíamos dicho que se había visto lambiscona con Echeverría y quería irse ya a Italia. Flores la instó a no hacerlo, y acabó siendo la última en salir de Yugoslavia, por razones que se verán más adelante.

El evento principal del día para una parte de nuestro grupo era discutir con los estudiantes yugoslavos “de verdad” con los que había hablado una parte del grupo la mañana en que los otros fuimos al PKB. Gracias al hecho de que Julio Figueroa estaba zafado de sus tuercas, se acordó que se iba a discutir de sexo.
La cita fue en el café del Hotel Jugoslavija, que era como el del Hotel María Isabel, incluso en el estilo de los comensales. Llegaron bastantes estudiantes –las muchachas, muy bonitas casi todas- y, bueno, se habló de sexo.
La visión de Julio sobre la vida sexual de los mexicanos era apocalíptica y estaba llena de tópicos. A mí me tocó fungir de traductor al inglés y en varias ocasiones tuve que decir que no estaba de acuerdo, porque la vida cotidiana que describía correspondía, si acaso, a comunidades atrasadas del Bajío más mocho e intolerante.
Era una mesa larga y, de hecho, se formaron cuatro conversaciones. En la principal, estábamos Julio, Eduardo, yo y cuatro yugoslavos: Mira Nenezic, Slobodan Marinkovic (Soba), Mira Gnatovic y Liljana Milicic. A mi lado, Consuelo, Medina Araujo y otro Slobodan (Boban) platicaban sobre medios de comunicación; yo intentaba entrar a esa charla, pero tenía que traducir a Julio. En una esquina, Jorge Carreto y Lada Muminagic hablaban en español de no sé qué; en la otra, Jorge Castañares y Branko Nikolic platicaban de política.
La reunión tuvo dos conclusiones. Una, personal de Julio Figueroa: que los yugoslavos, aunque la situación era mejor que en México, tampoco estaban liberados sexualmente. Otra, colectiva: que como era cumpleaños de Carreto había que festejarlo esa noche en Skadarlija, la calle del viejo Belgrado que está llena de restaurantes típicos. No nos acompañaron Medina Araujo ni Castañares, pero sí Antonio Mártir y Vicente Villamar, que habían estado en la otra actividad vespertina. También fue Goran Crnogorcevic, estudiante de ingeniería, del grupo de líderes estudiantiles de la Liga de los Comunistas Yugoslavos.

Nos fuimos en camión, con buen ambiente. Ahí decidí que la yugoslava que más me gustaba era Mira Gnatovic, frágil y de mirada dulcísima, estudiante de economía.
Ella champurreaba el francés, así que tuve que hacer gala de mis escasos conocimientos adquiridos en el IFAL para hablar con ella. Estaba dispuesto hasta a aprender serbio-croata.
Llegamos a una taberna muy parecida a las de Viena, nomás que con los retratos broncíneos de Marx, Engels y Tito. Goran pidió cevapcici, que son unas riquísimas salchichas de carne molida con harta cebolla, y vino para todos.
A los pocos minutos llegaron al mismo lugar Fidel Herrera, Femito, Rodolfo Echeverría, Medina Araujo y Adolfo Desentis. Se sentaron en una mesa junto a la nuestra y pidieron lo mismo.
Yo le hablaba a Mira del Quijote, le decía que había que vivir la vida quijotescamente, de tal manera que, si no hay un más allá, eso sea una injusticia. Le decía que si no vencemos a los gigantes, que si nos repelen los molinos de viento, eso debería ser una injusticia. En esas andaba, cuando Fidel Herrera se acerca y le da una rosa a Mira, diciéndole:
-Hello, I’m Fidel.
-Fidel comme Fidel Castro? –preguntó ella.
-Non, Fidel comme Fidel Velázquez, un homme politique mexicain que’est un traditeur de la classe ouvrier –dije yo, molesto sobremanera con la intromisión de Herrera.
Entonces que Fidel se enoja y comenzamos una discusión fortísima sobre quién es el revolucionario, la realité nationale, les ouvriers, la démocratie, porque el debate fue en francés para que Mira entendiera. Parecíamos dos carneros chocando su testuz para ganar la hembra. Aunque Fidel sabe hablar francés, no me ha de haber ido tan mal, porque él se dio la vuelta, enojadísimo, para hablar con otras personas. Inflamado ya de espíritu revolucionario, hablé con Mira del 68, de Tlatelolco, del 10 de junio, del control corporativo sobre obreros y campesinos. Ella traducía al serbo-croata a Soba.
Llegaron unos músicos a tocar música yugoslava que Lada Muminagic, hermosa y grácil, bailó sobre la mesa. También tocaron Cielito Lindo, y Branko Nikolic insistía en que era una canción yugoslava.
Idos los músicos, Rodolfo Echeverría –ora sí que ya del otro lado de la barricada- empezó a despotricar contra Hernando Pacheco, “ese maricón de mierda”.
-Pero bien que le hace los discursos a tu papá –rebatió Figueroa.
Las cosas estaban tensas y amenazaban con ponerse feas. Fidel me conminó a dar un discurso. Mártir, preocupado, me dijo “no caigas en provocaciones, compañero”, y me pidió en voz baja que no lo hiciera ideológico. Obviamente que no iba a caer en el juego e, inspirándome en Scheel, brindé por el vino, que alarga la vida y refuerza la mente y por el placer de brindar entre amigos. Lada brindó por la amistad mexicano-yugoslava y Fidel Herrera, aún enchilado, gritó:
-Órale, vamos a cantar. El que sea deveras revolucionario que empiece a cantar.
Me dieron ganas de cantar “De ranchero a diputado”, pero se hubiera generado una bronca. Entonces que se escucha a Consuelo: “Yo quiero que a mí me entierren/ como a un revolucionario/ envuelto en bandera roja/ y con mi fusil al lado”. Canto yo, canta Villamar –quien andaba algo ebrio, con eso de que nadie le entendía el ruso-, canta Mártir.
-Continúa, continúa –clamó Fidel cuando dejé de cantar.
-No me sé el resto de la letra –respondí.
Y Villamar en voz altísima: -“Porque yo soy militante/ del Partido Comunista”.
Cinco minutos después, intempestivamente, los priístas se fueron. Fidel farfullaba amenazas.
Branko Nikolic, quien en principio me había caído un poco mal porque me parecía que estaba del lado de ellos, dijo: “Fidel dice que ustedes son estúpidos y pequeño burgueses, que él es hijo de campesinos, que ha luchado toda su vida para hacerse, que para ustedes todo ha sido fácil y que no tienen idea de lo que es su país. Esos son discursos sentimentalistas y subjetivos. Es su excusa porque él es parte del aparato de gobierno. Nosotros somos revolucionarios. No estamos incondicionalmente con nuestro gobierno, como lo demuestran las luchas que los estudiantes yugoslavos hemos desarrollado desde las gloriosas jornadas de junio del 68”. Aplausos de todos.
Goran se alza de la mesa: “El estúpido es él. ¡Que viva la revolución socialista!”. Brindis, risas y descorches de botella. Jorge, con una sonrisa de oreja a oreja, gran cumpleaños. Mártir, satisfecho: es nuestro “veterano del 68”. Villamar repite, saliendo del clóset ideológico: “Camaradas, soy militante del Partido Comunista”.
Descubro que Mira ha dejado caer al suelo la flor que le dio Fidel. Le digo que es bella, que es femenina y libre, como el aire. Sonríe. Se le ve complacida. Eduardo se inspira y se tira tremendo rollo sobre la mujer socialista: para que exista gente como ellas es por lo que luchamos. Mujeres y hombres libres, iguales y participativos. Continúo a tirarle a Mira españoles y revolucionarios piropos de mi colección. Nuestras miradas se cruzan, me siento pleno. Vino, Mira, Skadarlija y Socialismo.

Al otro día me enteré de que Soba era el novio de Mira. Como diría el maese Ballesté: “Esto de jugar a la vida…”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, te felicito por tu blog, mas el motivo real de mi coment, es ponerme en contacto contigo ya que estoy a cargo de la organizacion de el 65 aniv de la petro, tu post de la petro me conmovio....!!!!
Dra. Dora Donato
doradonato@hotmail.com