miércoles, mayo 07, 2008

Glorias olímpicas: Abebe Bikila



Hijo de un pastor del altiplano etiope, Abebe Bikila ingresó a la Guardia Imperial de su país para ayudar a mantener a su familia. Allí lo descubrieron para el atletismo, y muy pronto destacó. Calificó de última hora a los juegos de Roma, en 1960, donde compitió en el único maratón totalmente nocturno en la historia olímpica.
Bikila corrió descalzo. No lo hizo para hacer una declaración política, sino porque los tenis que le dieron no le quedaban bien y él había realizado casi todo su entrenamiento sin zapatos (otra versión dice que el entrenador escandinavo del equipo etiope lo decidió, porque así Bikila era más rápido). El recorrido era espectacular: por la Via Appia hasta desembocar en el Arco de Constantino. Precisamente de ese arco habían salido, 25 años atrás, los soldados italianos, dispuestos a la conquista de Abisinia, en el alucinado intento de Mussolini por reconstruir el Imperio Romano.
La estrategia de Bikila fue mantenerse en punta y despegarse en la última parte del recorrido, cosa que hizo con facilidad. Su llegada triunfal, que significó la primera medalla olímpica de oro para un país africano, fue un momento destinado a permanecer. Descalzo, el atleta de la nación paupérrima y hasta hace poco colonizada, ganaba la carrera de maratón en la capital del país que quiso volver a ser imperio, y no lo fue.
La victoria romana significó para Bikila el ascenso a sargento, y un anillo de diamantes –a cambio, el Negus Haile Selassie se quedó con la medalla histórica-. Pero Etiopía no era un país tranquilo. Bikila, como parte de la Guardia Imperial, fue involucrado en un fallido intento de golpe de Estado, en el que no tuvo parte activa. Junto con los otros conjurados, fue condenado a morir en la horca, pero el Emperador amnistió al héroe nacional y lo reincorporó a filas. Los demás no corrieron la misma suerte.
El espigado atleta esperaba volver a la carga un ciclo olímpico después, en Tokio. Seis semanas antes de los juegos, durante un entrenamiento, Bikila se dobló del dolor: era apendicitis y fue operado de urgencia. Apenas terminó su convalecencia, partió a Japón y se presentó en la línea de salida, ahora con sus zapatos bien puestos. Misma táctica, idéntico resultado. Fue el primer hombre en defender con éxito su título en el maratón olímpico. De premio, el emperador lo volvió a ascender y le regaló un vocho, y la historia olímpica lo encumbra entre sus mayores glorias.
Iba por la tercera medalla en México, pero en el kilómetro 17, a la altura del Sanatorio Español, cuando va en el grupo puntero, siente que las rodillas ya no dan más de sí. Apesadumbrado, se retira de la competencia, que ganaría su compatriota Mamo Wolde.
Al año siguiente, mientras manejaba en el famoso vocho que le regaló el Negus, Bikila se topa con un caótico enfrentamiento entre estudiantes y fuerzas del orden. Trata de no atropellar a los jóvenes, su auto vuelca y cae sobre una zanja. El bicampeón olímpico queda parapléjico. Cinco años después muere de un derrame cerebral, consecuencia indirecta de aquel accidente.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Espero que haya pasado un satisfactorio y feliz cumpleaños. Muchos abrazos y demás desde acá, la tierra del no olvido y los sueños recurrentes.
Ziggymoon