La primera vez que sufragué de manera relevante en una urna fue en las elecciones estudiantiles de
Por un lado estaba Unidad Democrática, que coaligaba al PCI con el PdUP y (sólo nominalmente) con el PSI; por otro estaban las dos planillas democristianas, Participación Democrática Popular, que era la del poder político establecido y Comunión y Liberación, que sí estaba basada en la fe y era un movimiento carismático que buscaba regresar a los aspectos elementales del cristianismo. También competían Compromiso de Izquierda Laica (con el apoyo de los partidos Socialdemócrata, Republicano y Radical) y Derecha Universitaria, los fachos.
Claudio Francia encabezaba, por supuesto, la lista de Unidad Democrática. Curiosamente, una chava de la facultad de economía era la primera en la planilla de Compromiso de Izquierda Laica. De ella sabíamos sólo por un recado que escribió en uno de los pizarrones de corcho para los anuncios, en el que solicitaba se le devolviera un cuello de zorro plateado que había dejado colgado junto con los abrigos. En el recado decía también: “Considero que un ladrón no tiene lugar en esta Facultad”. Alguien agregó: “… y tampoco quien viene a ella con un cuello de zorro plateado”.
De la campaña en sí –a parte una discusión interesante entre los de Unidad Democrática y los de Comunión y Liberación, que eran el único grupo de oposición con cierta presencia en la escuela- lo más destacable fue que los fascistas pegaron sus posters de Derecha Universitaria y cuando un compañero trató de despegarlos, lo único que consiguió fue cortarse feamente los dedos. Los cabrones habían colocado bajo el poster una estela de navajas de afeitar –de las de antes, que eran terriblemente afiladas.
Fue emocionante votar y poder hacerlo por la izquierda. En la facultad, Unidad Democrática barrió con más del 80 por ciento de los votos (y los compañeros hicieron una investigación para averiguar de dónde venían los míseros cuatro votos de los fachos). A nivel de la universidad, la planilla encabezada por Claudio ganó con casi las dos terceras partes de los votos. De hecho, así fue en toda Italia: en
Años después, Claudio Francia comentaría que aquel grupo de UD hizo muchas cosas benéficas para la universidad, pero que no tuvieron eco suficiente en la prensa. “Mientras que si 20 ultras gritaban ‘Mensa gratis’, los periódicos de inmediato lo publicaban”.
Los mexicanos jodidos y el mexicano pijo
Hay una buena anécdota de esa campaña. Un día llegó al buzón de nuestra casa propaganda electoral de Unidad Democrática. Para Eduardo Mapes y para mí. Quien sabe por qué no le llegó a Jorge Carreto.
Una noche llegué a casa antes que mis compañeros. En el buzón había tres folletos de Comunión y Liberación dirigidos a nosotros. Se me ocurrió destruir los que remitieron para Eduardo y para mí. Dejé el de Jorge en el buzón y me regresé en bicla al centro, donde encontré a mis cuates.
Cuando llegamos a la casa, como siempre, abrimos el buzón. Carreto se mostró extrañado y contrariado de que sólo a él le hubiera llegado la propaganda de la planilla católica. Entonces Mapes y yo nos lo cotorreamos: “Claro, de cómo vistes y cómo actúas se dan cuenta de que eres burgués y buscan tu voto; ni modo que lo buscara Unidad Democrática”. Se puso a tocar el piano con una nubecita negra sobre la cabeza. Un par de horas después confesé.
No estaba tan desencaminado. Meses más tarde nos enteramos por Anna Bernardi que, a nuestra llegada a la facultad, nos conocían como “I messicani sfigati e il messicano fighino”, cuya traducción literal es: “los mexicanos despanochados y el mexicano panochudo”, que a su vez significa aproximadamente “los mexicanos jodidos y el mexicano pijo”. Mapes y yo éramos los pandrosos y tercermundistas sfigati; Carreto, con sus saquitos de tweed y sus botas de mínima plataforma, el fighino.
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