En los días de nuestra entrada a
Descubrimos que, según los italianos, nos habían hecho una revalidación parcial. Pero en realidad nos dieron un gran aliviane. De las 17 materias que había yo aprobado en México, revalidaron 11, con la salvedad de que las materias italianas eran anuales, y las mexicanas, semestrales. Salimos ganando.
El primer año, siguiendo los lineamientos comentados con Salvati, nos inscribimos a Teoría Económica, con Giancarlo De Vivo; Economía Política II, con Sebastiano Brusco, Matemáticas Financieras, con Carlo Bertoni; Planificación Económica Territorial, con Gianni Mottura e Historia de las Doctrinas Políticas, con Leonardo Paggi.
En los primeros días se me hizo un poco difícil entender las lecciones, particularmente la de matemáticas. Me hacía bolas con eso de la “ix” y la “ípsilon”, acostumbrado como estaba a la equis y la ye. Otra cosa que me golpeó fue el olor a sudor añejo que albergaban las aulas. Si bien, por razones de la falta de gas, esas primeras semanas yo tampoco me bañaba, el tufo al entrar era repelente en el sentido estricto de la palabra: abrías la puerta y como que el olor te rebotaba. Y una de mis primeras sorpresas fue ver que en el pasillo había unos enormes muebles que servían como gancho colectivo: todos llegaban colgaban allí sus abrigos y se metían a clases. Mi primer pensamiento fue: “¡Cámara, aquí nadie se roba los abrigos!”.
En Teoría Económica leíamos a Knut Wicksell, de quien sólo habíamos tenido vagas referencias en México. La escuela escandinava del pensamiento marginalista, muy interesada en la sustitución de bienes; a la izquierda de la inglesa –que era la dominante aquellos años- y muy a la izquierda de la austriaca –que pasó a ser hegemónica en los ochenta. De Vivo era un maestro novato, con quien no hice química.
Bertoni, el de Matemáticas Financieras, se parecía al profesor chiflado (versión Jerry Lewis), sólo que pasadito de peso. Era simpático y explicaba bien, sólo que su materia estaba difícil: además de las matemáticas financieras en sentido estricto, vimos vectores, autovectores, valores, autovalores, y algo de programación en Fortran.
Gianni Mottura decía ser el Papa de los Valdeses (era sacerdote de la iglesia valdesa) y además era dirigente de Avanguardia Operaia (Vanguardia Obrera). Su clase pudo ser maravillosa, si se hubiera ceñido al tema –estrictamente, la planeación económica del territorio: delimitación de zonas fabriles, comerciales, habitacionales, mixtas y verdes en función de las expectativas económicas y demográficas, algo en lo la que la ciudad y la provincia de Módena eran ejemplos excelentes-. Pero andaba en el rollo de explicar cómo se forman el empleo y el desempleo en sus distintas categorías, haciendo énfasis en la situación de las mujeres y en los cambios cualitativos en la composición de las tasas de desempleo a partir de la migración del campo a la ciudad. Algo también muy interesante, pero no tan novedoso para mí como lo otro. Por otra parte, a Mottura le gustaba bajar a cada rato al bar a echarse una copita.
Sebastiano Brusco era la verdadera autoridad en planificación económica territorial, y –al menos en términos de difusión y autopromoción- pieza importante en la ordenada opulencia modenesa. Pero su curso era, casi en su totalidad, un análisis minucioso del libro de Piero Sraffa “Producción de mercancías por medio de mercancías”. Sraffa fue un economista cercano a Keynes, pero también a Gramsci (de hecho, él le regalo las plumas y los cuadernos con los que el líder marxista escribió sus famosos “Cuadernos de
Brusco competía con Salvati como profesor influyente en
La clase de Leonardo Paggi, Historia de las Doctrinas Políticas, era chida. Paggi no era economista, sino un historiador, situado en el ala izquierda del PCI. Allí descubrimos a Bobbio, nos metimos en hondos análisis históricos acerca del liberalismo como fenómeno opuesto al consociacionismo y, obviamente, nos internamos en los complejos meandros de Gramsci, de quien Paggi es un gran experto. Al profesor le interesaba particularmente un tema cuyo estudio a mí también me parecía seductor: la génesis, desarrollo y muerte del fascismo.
Las 150 horas y los primeros amigos
Algunas de las materias de
Dos de las materias obligatorias que nos habían revalidado, Economía Política I y Economía y Política del Trabajo eran frecuentadas por algunos de estos obreros. En particular, por cuadros sindicalistas. Asistimos como oyentes a algunas de estas clases. La primera era impartida por Fernando Vianello, un gordito barbón que explicaba con mucha claridad. La segunda, por Vittorio Foa, un importantísimo líder sindical, miembro de la dirección del Partido de Acción (de resistencia antifascista), luego del Partido Socialista y, en esa época, uno de los dirigentes nacionales del Partido de Unidad Proletaria (PdUP), que acababa de fusionarse con el grupo de Il Manifesto. Sus clases eran mucho de historia viva y había que conocer demasiado los nombres y las circunstancias, y nosotros no teníamos ese conocimiento. Lo entretenido era ver las preguntas y las posiciones de los obreros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario