viernes, junio 28, 2024

Glorias olímpicas: Ramón Fonst

 

Cuba ha dado al mundo grandes deportistas. Pero si uno le pregunta a un cubano quién es el mejor de todos los tiempos, el primero que suele venirle a la mente es Ramón Fonst, el Nunca Segundo.

Ramón Fonst Segundo nació en La Habana, Capitanía General de Cuba, Reino de España, en 1883. Moriría en esa misma ciudad en 1959, ya habiendo triunfado la revolución castrista. En el interin, a punta de espada y de otras armas de la esgrima, fue el primer medallista olímpico latinoamericano, el primer campeón, el máximo medallista cubano de todos los tiempos (sólo puede ser empatado por Mijaín López, si éste gana en París 2024) y el más longevo campeón de esgrima del subcontinente.

En los Juegos de 1900, la esgrima fue el deporte en el que más atletas se inscribieron. Sólo en espada participaron 102 tiradores. Entre ellos, un jovencito de 16 años que hubo de derrotar a su padre para que éste lo dejara inscribirse en la justa. Ramón Fonst, aunque había crecido en Francia, decidió participar representando a su tierra natal, que para entonces apenas había alcanzado la independencia, pero estaba bajo el protectorado de Estados Unidos.

Larguirucho, zurdo, elegantísimo en el estilo, avanzó a través de las diferentes etapas, a pesar de que los jueces evidentemente favorecían a los competidores locales. Llegó a la fase final, cada uno de los últimos nueve tiradores tenía que enfrentarse a los otros ocho. El adolescente Fonst sólo perdió dos duelos y se coronó campeón olímpico. Posteriormente compitió en el campeonato que incluía a profesionales -fue una concesión que tuvo que hacer Pierre de Coubertin a los organizadores-: un round robin con duelos a un solo toque. Fonst perdió sólo uno, ante Albert Ayat. Suficiente para quedarse sólo con la plata.

Regresaría a competir en la siguiente cita olímpica. Saint Louis 1904. Lo hizo en florete individual, donde ganó el oro de manera invicta. También en espada, su especialidad, se llevó los máximos laureles. Y compitió en florete por equipos, una alineación constituída por dos cubanos (Fonst y Manuel Díaz) y un estadunidense, Albertson Van Zo Post. Este equipo derrotó en la final, por 7 combates a 2, a la selección de EU, y ocupó lo más alto del podio. El cuarto oro y la quinta medalla para el fuera de serie cubano.

Por distintas razones, Fonst tardaría un tiempo en volver a la cita olímpica. Entre ellas, la I Guerra Mundial. Durante la misma, el cubano hizo distintas exhibiciones: en una de ellas, derrotó a 100 rivales sin perder un solo punto. Hubo un torneo mundial y Fonst lo ganó en las tres armas: florete, espada y sable. No volvería a competir en unos Juegos Olímpicos hasta París 1924, cuando acababa de cumplir 41 años. Fue el abanderado de su delegación y compitió en espada. Pasó las dos primeras rondas perdiendo uno solo de los duelos, pero se quedó en la raya de conseguir otra medalla, al ser eliminado en la semifinal. Los espadachines cubanos, por su parte, cayeron en cuartos de final en la prueba por equipos.

No sería el final de la carrera deportiva de Fonst. Los primeros juegos deportivos regionales de la historia, los Juegos Centroamericanos y del Caribe serían otra marquesina. En los primeros, realizados en México 1926, el Nunca Segundo se llevó las tres medallas de oro individuales de la esgrima, y una más, por equipos, en florete. No se retiraría hasta Panamá 1938, en otros JCC, donde -con 55 años- Fonst todavía obtendría un oro y una plata por equipos, en espada y florete. Serían las medallas 124 y 125 de una carrera brillantísima. Como Fonst también practicó boxeo, ciclismo y tiro, resultaba natural que se convirtiera, años después, en presidente del Comité Olímpico Cubano. Una gloria olímpica que nunca se alejó del deporte.


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