miércoles, diciembre 18, 2024

Siria y los tankies




Ahora que ha caído el régimen de Bachar al-Assad en Siria, parece ser buen momento para hablar de los tankies, una especie política que, no sólo se resiste a la extinción, sino que ha logrado reproducirse, en particular entre la autoproclamada izquierda latinoamericana. ¿Quiénes son los tankies?

Originalmente eran los comunistas de la vieja guardia, que aplaudían todo lo que hiciera la Unión Soviética. Se les dice así porque aprobaron la entrada de tanques soviéticos para aplastar la rebelión en Hungría, en 1956, y la primavera de Praga, en Checoslovaquia. Lo segundo es particularmente significativo, porque aquella primavera que aplastaron los tanques de Brezhnev estaba dirigida por un ala renovadora dentro del propio Partido Comunista Checo. 

Detrás de la lógica de los tankies estaban (siempre han estado) una lectura superficial de las cosas, un marxismo mal leído y peor entendido y una tendencia al maniqueísmo. Y detrás de sus sentimientos, una clara preferencia por los regímenes autoritarios, sin importan qué tan inhumanos sean. 

Un buen tankie desprecia por igual a la izquierda democrática que a la extremista, y no hace distingo alguno hacia lo que considera “la derecha”. Le dan igual los fascistas declarados que los demócratas, al cabo que considera a todos siervos del imperialismo. Y, cosa muy importante, imperialismo sólo hay uno: el de Estados Unidos. 

Por lo mismo, no le importa si en EU gana un progresista o un conservador, un protector de los derechos civiles o un impulsor del racismo y la xenofobia. Por definición, el yanqui es enemigo de la humanidad, y contra él lucha (o dice luchar). 

Por esas razones principales, al tankie la caída del bloque soviético, el fin de la URSS y la terminación de la Guerra Fría le pasaron de noche. Como rompían con su visión dual del mundo, prefirió ignorarlas. Se volvió como esas viudas que todavía le hacían su sopa favorita al esposo fallecido. Se pasó la realidad por el Muro de Berlín (porque el Arco del Triunfo es burgués). 

Ahora el comunismo al estilo soviético no existe en ningún lado. El modelo maoísta tampoco funcionó, pero los chinos fueron capaces de hacer cambios hacia un capitalismo controlado por el Estado y por el Partido Comunista (que de eso todavía tiene el nombre). Algo similar sucedió en Vietnam. Lo que resta son Estados policiacos, militares y hasta teocráticos, todos ellos de capitalismo de cuates, que se envuelven y mal esconden su carácter autoritario o totalitario en la retórica socialista y antiyanqui. Y a veces sólo en lo segundo, como en la muy derechista Rusia de Putin. Estos gobiernos tienen la ventaja de que el tankie es capaz de defenderlos, aun ante la más amplia evidencia de que, además de exacerbar la desigualdad, tienen a la población reprimida y empobrecida. De Cuba, a Nicaragua y Venezuela. De Rusia y Belarús a Turkmenistán. De Irán a la Siria de Assad. 

Es cierto que, durante décadas, Estados Unidos se ha ganado a pulso su mala fama en la opinión internacional (algunos todavía recordamos los nombres de Jacobo Arbenz, Mohammed Mossadegh y Salvador Allende) y que la potencia americana, más que amigos, tiene intereses. También, que muchos de sus cínicos movimientos estratégicos son tan de corto plazo que acaban revirtiéndose. Pero el tankie suele ver una gran conspiración inacabable, en la que una suerte de Estado Mayor de la Burguesía, con sedes en Washington y Nueva York, busca apropiarse del mundo, y en particular de los recursos naturales de los países tercermundistas (como si la economía mundial fuera todavía primordialmente extractivista). No faltará quien diga que todo lo sucedido en Siria es parte de la estrategia de EU para apropiarse del petróleo de ese país (sin tratar de averiguar que su producción es 0.05% del total mundial, o que sus reservas petroleras son el 0.2% del mundo). 

Ahora que salen más a la luz los crímenes de Bachar al-Assad contra su propio pueblo, no falta el tankie que, entristecido por la derrota de Putin, de los ayatolas y de Hezbolá, insiste en que al menos se trataba de un gobierno formalmente laico y que lo que sigue será peor. Quién sabe si en lo último tenga razón, porque la guerra allí no ha terminado y hay muchas facciones en juego. Pero lo seguro es que cayó un tirano, uno de los carniceros más grandes del siglo XXI. Assad, además, generó una enorme oleada de refugiados (más de la cuarta parte de la población siria), lo que a su vez ha fortalecido la ola ultraderechista en Europa. Hay que alegrarse de su caída. 

La promoción del maniqueísmo político en México y en otros países de América Latina ha servido para que crezca el número de tankies en la región. Esos que creen que el desastre cubano se debe al embargo estadunidense, que el fraude electoral de Maduro fue “patriótico” y que es mejor no hablar de Nicaragua porque les da penita. Son los que dicen que “daba lo mismo” entre Trump y Harris, que Ucrania debe ceder territorio a Rusia a cambio de paz, que los crímenes de guerra de Israel justifican las acciones terroristas de Hamás y, en fin, que el mundo se divide entre países pobres buenos y países ricos malos. A ver si el varapalo en Siria hace que algunos de ellos entren en razón (todos, imposible, porque así es esto del fanatismo).

sábado, diciembre 07, 2024

Struwwelpeter recargado y a la mexicana

 


Conocí a Struwwelpeter -el libro con dibujos de Heinrich Hoffmann- en una de esas larguísimas pláticas de adolescencia con Hermann Bellinghausen. Me enseñó una edición que guardaba su papá. La reacción inmediata fue de horror, porque las ilustraciones eran totalmente gore. La didáctica era muy simple: "si haces algo malo, te va a pasar algo peor". En resumen, la instrucción a través de la imagen de la desgracia (o peor, de la tragedia).

Lo más curioso es que, cuando Struwwelpeter se publicó por primera vez, en 1845, fue presentado con el subtítulo Historias muy divertidas y 15 estampas aún más graciosas para niños de entre 3 y 6 años. Se le consideraba un bonito regalo navideño. Si para un adulto tiene una extraña y repulsiva fascinación morbosa, no me quiero imaginar qué angustias pudo haber causado a los niños a quienes originalmente estaba dirigido.

Otra cosa extraña del librito es la desproporción de los castigos, que no va de acuerdo a la travesura o desobediencia cometida. A un niño muy agresivo y mala onda lo muerde un perro, pero hay varios que se mueren por pecados muy menores. Y no hablemos del pequeño chupadedos, víctima de un auténtico sicópata.

A continuación, un divertimento: una versión mía sobre seis de los diez poemas del librito, con lenguaje coloquial mexicano (no como unas traducciones horribles) que, además, toma en cuenta algunas de sus contradicciones y, de pilón, tiene algo de mala leche. 





Struwwelpeter


Struwwelpeter era un hippioso 
de verdad zarrapastroso.
Con greña afro y sin bañar,
las uñas largas se fue a dejar.
Pinche Struwwel Changoleón,
ser tan guarro está cabrón.
Pura mugre, sarna y roña,
¡Huele peor que Noroña! 



La increíble y triste historia de la pequeña pirómana


 "Si juegas con cerillos te vas a quemar",
le dice Mamá a la niña babosa.
Pero la escuincla se pone a jugar.
Los prende: se cree muy chistosa.

Los gatos maullan: "no no, no lo hagas",
la torpe chamaca los manda a volar,
pero muy pronto la alcanzan las llamas,
todo su vestido se empieza a quemar.

Se quema la espalda, la nariz, la boca,
el pecho, las piernas y hasta el corazón;
pinche niña mensa, pinche niña loca,
ora sí se puso tremendo quemón.

Entre quemaduras, la niña agoniza.
Lo que fue tan bello ahora es un despojo.
Nada queda de ella: tan solo cenizas;
sólo sobreviven sus zapatos rojos.

Y si te preguntas a qué se debe ésto:
a que los zapatos eran hechos de asbesto.


 
Kaspar contra la sopa



Kaspar era un gordazo y también un mamilón. 
"¡No quiero sopa! ¡No quiero sopa!"
gritaba con su vozarrón,
"¡Es que no quepo en mi ropa!"
(es que le daba coraje
que no cambiaran potaje).

"Toy a dieta, ya no como, 
me cae que no abro la boca.
¿Qué tal si me dan un pomo
en vez de esa horrible sopa?"
(pero le servían lo mismo:
la sopa era el catecismo)

El chamaco se hizo flaco 
(no le ofrecieron ni un taco)
Luego parecía un hilo
que no pesaba ni un kilo.
La sopa jamás comió
(sólo eso se cocinó)
y al final se petateó.

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Niklas y los chamacos de tinta

Tres alemanes racistas
de un negrito se burlaban
El mago Niklas les grita:
"Chamacos no sean gandallas,
el negro no tiene culpa,
ya no le hagan trifulca".
Los muchachos no escucharon 
y al negrito lo bulearon.
Y que el mago los envuelve,
que los mete a un tintero,
que de ahi salen bien negros,
y la tinta es indeleble.

¡Ay qué pinche castigote!
¡Ay que Niklas tan culero!
Racista de capirote
los volvió negros a güevo.
¡Qué va a ser eso un castigo! 
Ora sí lo contradigo:
Negros como la tinta,
se ligan a güeras gringas

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El Club de los Chupadedos


La mamá dice a Conrado:
"¡Jamás te chupes el dedo!
Pues vendrá un sastre malvado
que te la va a hacer de pedo.
Con tremendas tijerotas
el pulgar te va a cortar.
Conrado, no seas idiota
que cucho vas a quedar."

El niñete, que era tonto,
apenas se va la ñora 
el consejo pronto ignora
y el dedo se chupa a fondo.
Llega el sastre larguirucho,
con tijeras especiales
le tumba los dos pulgares
y el chamaco queda cucho.

Brota sangre, claro está
de esos deditos partidos.
Conradito, malherido,
la sangre se chupará.

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Instrucciones para cuando sopla el viento

Cuando arrecia el temporal
es mejor quedarse en casa;
si eres poco cerebral
te sales a echar la guasa.

Este muchacho baboso
a dar la vuelta salió,
la tormenta lo envolvió: 
fue algo muy doloroso.

Con el paraguas voló,
fue más alto que las nubes,
ya nunca más regresó:
hoy vuela con los querubes.

La moraleja es muy clara:
si con lluvia has de salir
el paraguas no hay que abrir
o la pagarás muy cara.







 




lunes, diciembre 02, 2024

Algunas claves en la victoria de Trump

 


Ahora que Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos, es hora de tratar de analizar algunas de las claves que pueden explicar su triunfo.

Este año, las encuestas preelectorales estuvieron bastante cerca del resultado final. En promedio, fallaron por poco menos de 3 puntos porcentuales. En los estados-bisagra, el error fue todavía menor: 2.2 puntos. Por tercera ocasión, las encuestas subestimaron a Trump; pero esta vez por menos que en 2016 y 2020. Y aunque queda claro que las encuestas de opinión tienen una incertidumbre inherente, también es cierto que sí sirven para medir el estado de la opinión pública. Por eso, es relevante escudriñar en las encuestas de salida -y otras-, para ver qué está detrás de las decisiones de voto.

El tema más importante para los electores de Trump fue, en general, la economía y, en particular, la inflación; para los votantes de Harris, fue la democracia.

Lo curioso del caso es que la tasa de inflación en Estados Unidos en 2024 es del 2.4 anual y el crecimiento del PIB es del 2.8 anual. Nada mal, en comparación con otras economías del mundo. ¿Qué pasó, entonces? De entrada, que una cosa es la inflación este año, y otra, la de los tres años anteriores. En 2021, fue de 7 por ciento, la más alta desde 1981. Aquí gana la memoria de mediano plazo. De salida, que los salarios medios han ido por detrás de los precios -aunque haya habido un crecimiento en el empleo-. Es decir, ha ocurrido un deterioro de los salarios reales.

El comportamiento del PIB, que usualmente se utiliza como proxy para ver si la economía va bien (cosa que ayuda electoralmente al gobierno en turno), en realidad mide la dinámica de la economía, no el bienestar económico de la población. Además, una cosa son los datos duros y fríos, y otra son las percepciones de la gente. Los números pueden decir que la economía va bien, pero una parte importante de los ciudadanos puede sentir lo contrario -como también se puede observar, en el sentido inverso, en México-. En Estados Unidos, la mayoría siente que gana menos que antes y muchos de ellos votaron por quien ofreció soluciones simples a un problema complejo: aranceles a las exportaciones para atraer inversión y expulsión del país de quienes compiten con bajos salarios. Si se aplicaran las medidas proteccionistas de Trump, la inflación crecerá y no habrá la recolocación de empresas prometida, pero eso es parte de la complejidad que la gente no quiere o no puede ver.

El que la mayoría de los votantes de Harris haya señalado que su principal preocupación es la democracia, nos dice dos cosas. La primera, corroborada por las propias encuestas de salida, es que votaron más contra Trump que a favor de la vicepresidenta. La segunda, que en el grupo de los electores demócratas sí hay gente que entiende el peligro autocrático que representa el magnate republicano. La tercera, que su preocupación por la situación económica no fue el motor principal de su decisión electoral.

Hay que decir que la preocupación por la democracia, en los tiempos que corren, es relativa. Un ejercicio en Estados Unidos presentó dos candidatos hipotéticos, con agendas de política económica y social completamente distinta. Luego se presentó a los entrevistados que quien tenía la agenda que ellos preferían haría una serie de medidas claramente antidemocráticas para imponerlas. Entonces se les preguntó si, tras conocer eso, cambiarían el sentido de su voto. Sólo 3.5 por ciento lo hizo. Hoy en día, en EU y en el mundo, la “satisfacción con la democracia” parece directamente correlacionada con la aprobación de gobierno.

Harris mejoró 9%, respecto a Biden, entre las familias que ganan más de 100 mil dólares al año; Trump ganó 12%, respecto a 2020, entre los que ganan menos que eso.

Este es, quizá, el cambio demográfico más relevante en términos de las votaciones. Significa el ocaso de la coalición que le otorgó a los demócratas la mayoría de los votos ciudadanos en todas las elecciones, menos una, de las elecciones entre 1992 y 2020. La clase trabajadora ya no percibe a los demócratas como sus adalides, a pesar de la evidencia de que los republicanos sirven a los intereses de las grandes empresas. Entre los sindicalizados (es decir, entre los trabajadores que hacen negociaciones colectivas y no están casados con el individualismo de la derecha estadunidense), la ventaja de Harris sobre Trump fue menor a 10 puntos porcentuales. Entre los no sindicalizados, Trump arrasó.

En particular, la caída entre los votantes blancos sin estudios universitarios ha sido precipitosa. Eran la mitad del voto demócrata en la primera elección de Clinton, en 1992; ahora son menos del 30 %. En sentido contrario, los electores blancos con universidad, que eran apenas la quinta parte de los votantes de Clinton, ahora fueron casi el 40% de los de Harris.

Los blancos con estudios universitarios se movieron 7 puntos porcentuales a favor de la candidata demócrata; los no blancos sin estudios universitarios, 13 puntos hacia el candidato republicano. Y los blancos sin estudios, que ya eran mayoritariamente trumpistas, ahora lo son más.

El cambio en el voto latino (o hispano), se explica más por el lado del nivel de estudios que por de la etnicidad, a pesar del perfil claramente racista del trumpismo. Hay que decir, al respecto, que un error de los demócratas fue considerar ese voto por descontado, en particular el de las comunidades mexicana y puertorriqueña (en las que sí ganó, pero con un margen mucho menor al histórico). Cuando pierdes en Brownsville, en Río Grande y en McAllen, es que la cosa es grave. Al parecer, a muchos tejanos de origen mexicano les molesta que los demócratas los consideren “gente de color” unida en la lucha antirracista; y dicen que los republicanos son racistas, pero los demócratas, también.

El tema del aborto, que supuestamente atraería muchos votos a Harris (la mayoría de los estadunidenses está a favor) resultó menos trascendente de lo esperado. La razón tal vez estriba en que, pasada la decisión a los estados, los electores pudieron votar sobre ese asunto, sin tener que pasar por el voto presidencial en el camino. El hecho de que haya sido aprobado en estados como Montana, Missouri, Nevada y Arizona, donde ganó Trump, así lo demuestra.

En resumen, el voto demócrata es, cada vez más, el de las clases medias ilustradas -esas que no siempre quieren la respuesta simple a los problemas complejos- y su coalición con las minorías étnicas y con la clase trabajadora se ha debilitado (notablemente, en el segundo caso). Siguen teniendo a la mayoría de las mujeres de su lado, pero no por mucho. El voto republicano fue, cada vez más, la combinación del voto de los plutócratas, las clases medias sin estudios y una mayoría de los trabajadores. Su coalición, que era 90% blanca, ahora lo es en 75%.

Y si nos fijamos un poco más, ese tipo de partición de coaliciones electorales se parece mucho a la típica que se da en estos tiempos de populismo.

domingo, noviembre 24, 2024

15 películas de los años 30


A continuación, mi lista comentada de las 15 películas de los años 30 que más me han gustado.

(Largometrajes)

Modern Times (1936), Tiempos Modernos 

El hombre común ante el taylorismo, y sus dificultades para adaptarse a la nueva vida tecnológica que, sin tomar descanso ni permitirlo, ofrece el capitalismo industrial. El hombre común ante la ley y el hambre. El hombre común ante sus sueños de una vida mejor. Una película que combina, con gran ritmo, el humor, la diversión pura, el drama, el análisis social, las emociones y la melancolía. Eso le basta. Ha resistido el paso del tiempo. 



L'Age d'Or (1930)La Edad de Oro 

Creatividad sin límites, en una historia de amor loco (¿hay otro tipo de amor en el surrealismo?) , humor negro, salvaje y sin concesiones, con un ataque a la religión tan poderoso que sólo puede provenir de un creyente. Un filme tan de vanguardia que lo sigue siendo.


Redes, (1936)

Una pieza de arte revolucionario cinematográfico. Una pizca de Eisenstein como inspiración de Fred Zinemann, otra de Silvestre Revueltas con su música, la fotografía de Paul Strand y una gran capacidad sintética de cine-verdad, para dibujar la lucha de unos pescadores contra el acaparador y contra los políticos demagogos.


M. (1931) 


Una película inquietante y, a su manera, todavía actual. Gran uso del lenguaje cinematográfico para crear una atmósfera de tensión. Un hombre tenebroso, en realidad un infanticida serial, silba una canción y ofrece regalitos. Sólo el ciego es capaz de detectarlo. Así pasa en muchos niveles de las sociedades. Enorme actuación de Peter Lorre.




I Loved a Woman, (1933) 

A mi parecer es un film poco entendido. El empresario de la carne, actuado por Edward G. Robinson, que tiene el delirio de que ser industrial es un arte ¿no se parece acaso a tantos otros? Y su arte es igual de mala que la de la amante que le vende la idea. Además, todo, supuestamente, es nostalgia de una Arcadia americana ya ida. Gran parábola.



The Scarlett Empress, (1934) 


Un deleite visual, un tremendo ejercicio de estilo, en el que presenciamos la toma del poder de parte de Catalina la Grande, entre complots y decoraciones excesivas. Las escenas de Catalina subiendo a caballo las escaleras del castillo quedan para siempre en la retina.




Theodora Goes Wild, (1936)

Comedia con su dosis de misterio, que examina los pros y los contras de guardar secretos y tener una doble vida, así como las diferencias entre los pueblos moralinos y las ciudades pecadoras. Momentos muy divertidos.



Murder! (1930)

Un Hitchcock muy temprano, con una historia llena de vueltas de tuerca, en la que una mujer es condenada a muerte por un asesinato que (sospechamos) no cometió. El final es extravagante, por decir lo menos.


Der Blaue Engel, (1930) El Ángel Azul

Un clásico. La caída moral y humana del profesor Unrath a manos de Lola-Lola, una de las primeras femmes fatales, interpretada por una Marlene Dietrich excepcional... y es un gusto ver cómo el final del actor nazi Emil Jennings terminó siendo similar al del personaje de El Ángel Azul.



Alexander Nevsky, (1938) 


Otro gran filme de Eisenstein, épico, de corte nacionalista. Las escenas de la batalla sobre el hielo, irrepetibles. Las alusiones a los conflictos de la época en que se filmó, evidentes.



Freaks, (1932) 


El horror en versión de Tod Browning, con el agregado de que usa fenómenos de circo reales para contar la alucinante -pero extrañamente creíble- historia.




Dames, (1934) 


Las coreografías de Busby Berkeley son llevadas al paroxismo en esta delicia visual y musical. Una comedia romántica sirve de pretexto para la presentación de un espectacular número musical tras otro. 




Wuthering Heights, (1939) Cumbres Borrascosas 


Una gran rendición de William Wyler del clásico de Emily Brontë. La mejor de las distintas versiones cinematográficas que he podido ver.



(Cortometrajes)

Zero en conduite (1933) Cero en Conducta



Un himno a la rebeldía más ingenua y más dura, que es la de los niños. 



The Music Box (1932) 

La mejor de Laurel y Hardy. La idiotez del Gordo y el Flaco en esta película rebasa todo límite.




Ambos filmes están reseñados un poco más ampliamente en mi lista de cortometrajes preferidos


Menciones honoríficas:

City Lights (1931) - Chaplin como gran cineasta humanista.

Olympia (1937-38) - Leni Riefenstahl inventó el documental deportivo con sus dos filmes sobre los juegos de Berlín (reseñados aquí)

El Compadre Mendoza (1934) - El sutil encanto del oportunismo político mexicano, retratado sin sutilezas.

A Night at the Opera (1935) - Una de las mejores películas de los Hermanos Marx. La breve transformación de escenario y lunetas de la ópera en parque y estadio de beisbol es de locura.

King Kong (1933) - El enorme primate sobre el Empire State, con Fay Wray en el puño, es, tal vez, la escena más icónica del cine de los años treinta.

The Spanish Earth (1937)  - Interesante documental sobre la Guerra Civil española. Narra Hemingway.

viernes, noviembre 08, 2024

Mitos geniales X: Rafael Castilleja (Biopics)


¿Cómo eran los periodistas de antes? Un buen ejemplo es Rafael Castilleja, de quien he comentado brevemente en las partes de los Biopics referentes a mi estancia en El Nacional. Van algunas viñetas.

El bazucazo y el director

Castilleja era un joven reportero que había iniciado desde abajo, como ayudante de redacción -hueso, se les decía- en El Nacional. Cuando tenía 24 años, lo mandaron a cubrir "los disturbios estudiantiles" de ese día, el 29 de agosto de 1968. Así lo contaba:
"Esa noche llegué muy emocionado a la redacción. Después del pleito entre los estudiantes y los granaderos, los chavos se encerraron en la Preparatoria Número Uno, entonces llegó el Ejército y de un bazucazo abrieron la puerta y entraron a madrearse y a detener a los estudiantes. Yo hasta había entrevistado al soldado que disparó y me dije: 'ahora sí me van a dar la de ocho'. La nota principal del diario.
Hice mi nota y al rato que me manda a llamar el director. Pensé que era para felicitarme por estar ahí en el momento (risas). Pero no, todo lo contrario.
-Oiga, Castilleja, usted está escribiendo puras mentiras.
-Noo señor, fue lo que vi. Hasta entrevisté al soldado que disparó la bazuca. Ahí está en la nota.
-Pues eso no es cierto. 
-Le juro que es verdad. Es lo que vi.
-Entonces usted vio alucinaciones. Aquí tengo la versión oficial, y es muy distinta a lo que usted escribe. Por ahí nos vamos a ir.
Nada más agaché la cabeza, hermano.
-Mire, le voy a dictar la nota con lo que verdaderamente pasó, usted no le va a cambiar ni una coma y la va a firmar. ¿Entendido?
-Entendido, señor director.
Me dictó el boletín, lo firmé y luego me fui al Palacio (así se llamaba la cantina cercana a la sede de El Nacional) a pasar el mal trago con unas cervezas. 'Ya me chingaron', me dije, ya se acabó mi carrera. Esa era mi preocupación.
Pero no. Al otro día me cambiaron a deportes, cubrí las olimpiadas y también el Mundial. Y en el Mundial entrevisté a Pelé."
Terminaba la anécdota con una sonrisa satisfecha.

El indispensable

Con el tiempo, Castilleja fue ascendiendo de puestos. Pronto fue jefe de redacción, y más tarde subdirector. Hay algunas claves que explican esos ascensos: una, que era un hombre muy trabajador, siempre pegado a la noticia; otra, que aprendió rápidamente algunas necesidades del periodismo de entonces: el uso de eufemismos, del "todo indica que" o "parece que", la capacidad para estar de acuerdo con el gobierno sin ser demasiado obvios y para pegarle a todo lo que parecía oposición sin ser muy directos, la obsecuencia con los encargados de prensa pero manteniendo las bases del oficio, de forma que los mensajes en cabezas y redacción siguieran las instrucciones, pero no fueran tan evidentes; una tercera clave, su buen trato personal. Castilleja era un hombre amable, que no solía levantar la voz, aun cuando fuera seco con alguno de sus subordinados. Prefería las alianzas y no daba ataques de frente, sino de lado.
Así, cuando Pepe Carreño Carlón llegó a la dirección de El Nacional, Castilleja aparecía como el personaje indispensable, el que tradicionalmente había fungido de bisagra y de hilo de conducción entre la redacción, el sindicato y la dirección del diario. Eso, sobra decirlo, le daba un aura de poder al que él fingía no aspirar, pero que usaba de manera cabal. Pero un director como Carreño, que tenía una visión transformadora y que no llegó al diario para administrar lo existente, no iba a utilizar a la correa de transmisión tradicional. 
Castilleja era un tipo listo y entendió rápidamente que eso sucedería.

Dos aventuras periodísticas que no fueron las esperadas

Consciente de que ya no tenía el poder de antes en El Nacional, y de que, en la factura cotidiana del periódico, se estaba formando una pinza entre Antonio Dávila y yo, que limitaba su accionar, Castilleja decidió que regresaría a reportear, y pidió ir a cubrir la inminente invasión estadunidense a Panamá contra el dictador Manuel Noriega. Allí, decía, iba a reseñar la resistencia de los panameños en una guerra que duraría algún tiempo. Llegó casi al mismo tiempo que los bombardeos, apenas pudo dar cuenta de la huida y captura de Noriega y, en contra de sus expectativas, de los festejos de los panameños por haberse librado del tipo y porque tomó posesión el presidente que sí había ganado las elecciones.
Tras esa experiencia, Castilleja decidió ir a cubrir las elecciones nicaragüenses de 1990, las primeras después de la revolución sandinista, que cumplía -tarde- su promesa de convocarlas. A pesar de que, informado por Carlos Mársico (quien vivía entonces en Nicatagua y decía que los sandinistas eran populares en el campo e impopulares en las ciudades), le advertí que podía ganar Violeta Chamorro, él estaba seguro de que el pueblo ratificaría el triunfo de quienes lo libraron de la dictadura somocista. Se equivocó (pero también Mársico, porque Daniel Ortega perdió igualmente en amplias zonas rurales). Regresó cabizbajo a México.

El affaire Castañeda

En la primavera de 1990, el presidente Salinas hizo una gira al extremo oriente, se llevó a Pepe Carreño Carlón, y Pepe me encargó informalmente que me hiciera cargo de las ediciones. Eso hice. Pero los sábados los dedicaba a mis hijos, y eran como un remanso, así que le dejé el diario a Castilleja. El domingo en la mañana me habla Héctor Aguilar Camín, indignado por el editorial del periódico. Sucede que hubo un atentado contra la secretaria de Jorge G. Castañeda y el editorial, tras una condena genérica, sembraba la cizaña de que Castañeda andaba en malos pasos: típica actitud de una prensa gobiernista acostumbrada a golpear a todo lo que, a su parecer, no se pliegue a la línea oficial. Es la marca del periodismo al servicio del autoritarismo. Evidentemente, Castilleja había escrito el editorial, armado de los viejos reflejos. Le costó trabajo entender que se había equivocado; vamos, Castañeda era "cercano a Cuauhtémoc Cárdenas, opositor al Señor Presidente, hermano". Para que entendiera, le dije que también era cercano a personajes importantes del gobierno, como Manuel Camacho. De inmediato, escribí un editorial que intentaba corregir el error y condenaba sin ambages el atentado. No fue suficiente para los agraviados. Al martes, Miguel Ángel Granados Chapa así lo hizo explícito en su columna. También recibí en mi casa una llamada de Camacho, con la extraña sugerencia de que comparara el malhadado editorial de Castilleja con aquellos que acusan a una mujer violada porque llevaba minifalda. Cuando finalmente me pude comunicar con Carreño (todavía no había teléfonos celulares y había que hablar al hotel a la noche de Japón), me instruyó: "echémonos más ceniza". Así lo hice, con otro editorial. Castilleja estaba pálido todos esos días, movido entre el temor de ser despedido y, sobre todo, la vergüenza de haberse equivocado en la línea editorial.
Al regreso del director Carreño, éste escribió, seguramente por instrucciones presidenciales, un tercer editorial de arrepentimiento, en primera plana y firmado por él, para zanjar el asunto. Ceniza como de exhalación del Popo. El gerente insistía en que había que correr a Castilleja, pero Pepe Carreño le respondió:
-Es lo último que haría.
El affaire Castañeda, que a mí me costó sólo un regaño por no entender que, cuando el Presidente sale de gira, no hay que hacer la más mínima ola, significó para Castilleja una ulterior disminución de su influencia. Se convirtió en una sombra de lo que era, y pedía que yo le revisara todo lo que hacía.
Pocos meses después, con el pretexto de que su hijo estudiaba en el ITAM y era muy caro, solicitó que se le liquidara. Trabajaría más tarde en Novedades, en El Sol de México y en proyectos de periodismo pagado ("con apoyo editorial", dice el eufemismo), con sus cuates del Club Primera Plana.

Doble chamba

A principios del Siglo XXI, conseguí -con la intercesión de Eduardo Medina Mora- los expedientes que tenía el CISEN sobre mí. Me pareció curioso que no hubiera información alguna de cuando yo estaba en el PMT en Sinaloa, muy poca sobre mi paso por el PSUM, algunita -y muy mala, esos orejas eran pésimos- como profesor "marxista" de la Facultad de Economía, y un montononón sobre mi paso por El Nacional. Mi primera reacción fue: "los gobiernos del PRI espiaban más a su gente cercana que a los opositores".
Un día le comenté eso a Toño Dávila, y me respondió:
-Pues claro que allí es donde había más información, si Rafael Castilleja era agente del CISEN. Hasta director de investigación fue. Y allí es donde se refugió cuando salió de El Nacional.

Una última plática

Por ahí de 2013 o principios de 2014, Castilleja, ya setentón, llegó a Crónica a sondear, sin muchas ganas y sin muchas esperanzas, la posibilidad de reintegrarse a la redacción de un diario. No había lugar para él, a pesar de su amplia experiencia. Como siempre, su trato fue muy amable. Fue la última vez que lo vi. Murió en 2023. 

  

martes, octubre 01, 2024

De Piratas avaros y campañas sin muchas luces

Rowdy vs. los Piratas avaros

 Mexicanos en GL.  2024

Hay cosas que ni qué, el beisbol es también un negocio. La nota de septiembre para los mexicanos en Grandes Ligas fue la manera inopinada como los Piratas le dieron las gracias a Rowdy Téllez, por una cuestión de dinero. Por lo demás, no fue un mes en el que algún miembro del contingente nacional brillara particularmente. Quien mejor lo hizo al bat fue Jonathan Aranda, y entre los lanzadores, Vicente Bellozo y Manuel Rodríguez: las caras nuevas, pues. Y la temporada 2024 no fue muy benévola para los peloteros nacionales en Grandes Ligas, como se verá.

Como de costumbre, va un resumen de la actuación de los peloteros nacionales, clasificada de acuerdo a su desempeño en la temporada.

Jarren Durán. Aunque perdió fuelle hacia el final de la campaña, el jardinero de los Medias Rojas tuvo la mejor temporada de su vida y es, sin duda alguna, el más destacado de todo el grupo. En la temporada bateó para .294, 21 cuadrangulares, 111 carreras anotadas y 75 producidas. Su OPS fue un robusto .834 y se robó 34 bases. Tiene los famosos cinco instrumentos: contacto, poder, velocidad, fildeo y brazo. Tardó un poco en madurar, pero lo hizo a lo grande.

Andrés Muñoz. El cerrador de los Marineros se mantuvo por debajo de su nivel en septiembre, y echó a perder un juego clave para la posible clasificación de los Marineros a playoffs. Aún así, el de Los Mochis fue un puntal en el bullpen de Seattle. Terminó el año con marca de 3 ganados, 7 perdidos, un magnífico 2.12 de efectividad, 22 salvamentos, 6 holds. 77 ponches recetados y un WHIP de 0.96: se le embasó menos de un rival por entrada lanzada. 

Randy Arozarena resultó beneficiado por el cambio de los Rays a los Marineros. Los dos primeros meses de la temporada, en los que bateó basura, condicionaron sus números en la temporada (aunque tampoco es que en el resto de la campaña haya jugado como superestrella). Termina 2024 con .219 de porcentaje, 20 jonrones, 20 robos (sí, entró al club 20-20) y 60 carreras empujadas. Su OPS, medianito: .720

Manuel Rodríguez estuvo en AAA en dos momentos de la temporada, pero cuando jugó con el equipo grande de Tampa Bay lo hizo muy bien. El derecho yucateco hizo números en el año de 3-4, muy buena efectividad de 2.15, 2 rescates, 11 holds y 34 ponches.

Jojo Romero, a pesar de que ganó dos juegos en septiembre, tuvo un mes bastante complicado, y terminó en la lista de lesionados. Los números en el año del zurdo de los Cardenales: 7-3, un decente 3.36 de limpias, 51 rivales pasados por los strikes y 30 holds. Parece haber asegurado un lugar en el róster para 2025.

Isaac Paredes. El sonorense resultó evidentemente afectado por su cambio a los Cachorros de Chicago, en particular en lo referente al poder. El callejón del jardín izquierdo de Wrigley Field no es tan amable como el del Tropicana. Mejoró un poco su contacto en septiembre, pero no conectó cuadrangular. Con eso, sus numeritos finales son .238. 19 jonrones, 80 carreras impulsadas (fue el mejor mexicano en ese departamento), OPS de .739 y una basecita robada.

Javier Assad no tuvo aperturas de calidad en septiembre y perdió dos juegos. El tijuanense suele ser dominador, pero tiene el problema de que se llena de pitcheos, y a menudo tiene que salir en la quinta o sexta entrada. El de los Cachorros terminó con marca de 7-6, 3.76 de limpias y 124 chocolatotes servidos. Fue, de lejos, el mexicano que más innings lanzó en 2024.

Alex Verdugo nunca llegó a salir de la mala racha en la que se metió a media temporada. Firma uno de sus peores años en las Mayores. Terminó como noveno bat de los Yankees, que lo contrataron pensando en otra cosa. Sus numeritos: .233, 13 palos de vuelta entera, 61 producidas, sólo dos robos y OPS de .647.

RowdyTéllez empezó flojo, pero luego tomó ritmo y estaba por terminar la segunda mejor temporada de su carrera cuando, la última semana, los Piratas de Pittsburgh le dieron las gracias. Sucede que Rowdy recibiría un bono de 200 mil dólares si tenía 425 o más apariciones en el plato, llevaba 421 y los Piratas ya estaban eliminados. La gerencia se deshizo de un decente inicialista para ahorrarse unos billetes. A ver que jugador de medio pelo decide firmar con ellos después. Jugando en la parte fuerte del platoon de los Piratas (contra lanzadores derechos), Rowdy bateó para .243 de promedio, 13 vuelacercas, 56 producidas y un robo de base. Su OPS quedó en .691, apenas debajo de lo que se considera bueno.

Ramón Urías estuvo lesionado buena parte de septiembre, pero a su regreso fue uno de los pocos Orioles que no se durmieron al final de la temporada. Su guante sigue siendo prodigioso y bastaría para la titularidad. Este año fue ayudado por números decentes de bateo. Veremos cómo le vas en postemporada. Sus números de la temporada: .252, 11jonrones, 37 empujadas, un robo y un OPS de .745. Quién diría que en ese rubro terminaría por encima de Paredes.

Valente Bellozo tuvo cinco salidas en septiembre, con lo que sumó 14 en la campaña. El novato de los Marlines no dura mucho en los juegos, porque lo están llevando con cuidado, pero promete.  En el año: 3-4, 3.67 de PCL y 44 ponches (el chocolate no es su plato favorito, sino que le bateen flojito).

Alejandro Kirk siguió mejorando sus números al quedarse con la titularidad en la receptoría de los Azulejos, pero estuvo lejos del fenómeno de hace dos años. Excelente a la defensiva, nulo como corredor, sigue siendo un pelotero muy interesante. Bateó para .253, con 5 cuadrangulares y 54 producidas. OPS de .678.

Brennan Bernardino terminó muy a la baja un año en el que había empezado muy bien. Finalizó 2024 en la lista de lesionados. En el año: 4-3, una efectividad que subió a 4.06, 56 pasados por los strikes y 14 holds.

Víctor González fue dejado en libertad por los Yankees a mediados de septiembre. El nayarita tuvo récord de 2-1, 3.86 de PCL, 2 juegos salvados, 3 holds y solamente 11 ponches. 

Joey Meneses parece haber terminado su estancia en Grandes Ligas luego de que los Nacionales no lo volvieran a subir de AAA, tras una primera mitad poco productiva. El sinaloense terminó con .231 de porcentaje, 3 jonrones, 42 impulsadas, un robo de base y un bajísimo .593 de OPS.

Jonathan Aranda jugó bastante poco en la temporada. Una lesión en los entrenamientos de primavera y otra cuando estaba en AAA lo condicionaron. Pero su último mes en Tampa Bay nos dice que tiene poder y calidad para ser titular en 2025. El tijuanense terminó con .234, 6 jonrones y 14 producidas. OPS de .738, lo que habla de su poder.

Daniel Duarte. Lanzó poco porque se lesionó pronto, pero lo hizo bien. 1-0 y 2.25 de efectividad. 

Austin Barnes tuvo, para sus estándares, una buena temporada bateadora. En la receptoría sigue siendo muy bueno, aunque le den poco juego.  El de los Dodgers bateó para .264, con un palo de vuelta entera, 11 producidas y 3 robos de base.

Alek Thomas se la pasó entre lesiones, subidas y bajadas a AAA e irregularidad en el juego. El jardinero de los Diamondbacks bateó para .189, con 3 jonrones, 17 empujadas y 4 robos.

Luis Urías regresó en septiembre a los Marineros, para darles profundidad en la banca, tras haber sido bajado a AAA. Ahora es claramente un infielder suplente. Bateó para .191, con 4 jonrones y 16 producidas.

Cesar Salazar se tomó tres tacitas de café ligamayorista en el año. El cátcher suplente de Houston mostró cualidades al bat: .320 de porcentaje, con 20 impulsadas.

Humberto Castellanos vio acción en dos momentos durante el bimestre, jugando para Arizona como relevo largo. Llegó a salvar un juego, pero la efectividad del de Tepatitlán es alta (y, por lo tanto, mala): 5.23. Ponchó a 11. 

Gerardo Reyes, como de costumbre, ha sido llamado sólo para tomarse dos buchitos de café ligamayorista, porque ni a tacita llegan. Ahora con Oakland, lanzó 4 entradas y permitió 2 carreras limpias. 

Patrick Sandoval, con ruptura de ligamentos en el codo de lanzar. Su deficiente 2024 terminó con 2-8, 5.06 de carreras limpias y 81 chocolates..

Giovanny Gallegos. Annus horribilis. En agosto, los Cardenales dejaron ir a quien alguna vez fuera su cerrador estelar. El sonorense difícilmente regresará a la MLB. Sus números:  2-1, un salvado, 2 holds, 6.53 de efectividad y 21 ponches.

Taijuan Walker empezó ganando juegos a pesar de lanzar mal, luego los perdió en seguidilla, a pesar del buen bateo de los Filis, lo pasaron al relevo largo, mejoró tantito. Intentaron que abriera juegos de nueva cuenta y lo sacaron a palos. Malísima temporada: récord de 3-7, un horrendo 7.10 de efectividad y 58 ponchados.

Alan Trejo. El campocorto fue pronto dejado en libertad por los Rockies, ante su nulo bateo. Lo adquirieron los Dodgers, pero nunca pensaron en subirlo. Sus números en Grandes Ligas:.143, con una producida.

 

lunes, septiembre 30, 2024

AMLO, un balance crítico


Termina la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Tiempo de balances. Lo haremos en orden: primero, lo que le salió bien; después, lo que le salió mal y, finalmente, un esbozo de su legado (que son las cosas que le salieron bien a López Obrador, para mal del país).

Algo en lo que, sin duda, tuvo éxito López Obrador fue en su estrategia de comunicación. Logró que, por buena parte del sexenio, las conferencias mañaneras ocuparan el grueso de la agenda de discusión pública, con el agregado de que la oposición política y social mordió los anzuelos la mayor parte de las veces.

Las Mañaneras fueron todo lo contrario al ejercicio de rendición de cuentas que dijeron ser. Fueron un lugar privilegiado para una campaña electoral permanente, en la que el Presidente dio rienda suelta a sus filias y fobias (sobre todo estas últimas). Ahí, resbaló críticas, negó evidencias, presentó sus otros datos y mantuvo el discurso maniqueo contra los “conservadores” y “neoliberales”, que fue disciplinadamente replicado por un grupo cada vez más reducido de periodistas -en Palacio Nacional- y por uno cada vez grande entre los activistas informativos de Morena en las redas sociales.

Hay que decir que ese discurso, en su simpleza y su dureza, tuvo resultados positivos para López Obrador y su movimiento. La mayoría de la gente se tomó al menos parte de la pastilla azul y decidió seguir creyendo bastante de lo que se decía desde el púlpito presidencial.

Otra cosa que le salió bien -y hay que decir que fue positiva para el país- fue la política salarial. Los aumentos reales al salario mínimo (que creció a más del doble) produjeron un ligero efecto de cascada y el resultado fue un crecimiento de 41% de la masa salarial en el sexenio (a precios constantes) y una disminución de casi 5% de la población en situación de pobreza laboral. La repartición de ayudas directas, y en especial las dirigidas a los adultos mayores, contribuyó a una baja en la pobreza por ingresos. Como veremos adelante, eso no se tradujo en una baja similar en la pobreza multifactorial.

La combinación de la estrategia de comunicación con la caída en la pobreza por ingresos, sumada al uso clientelar de los recursos públicos, acrecentado en tiempos electorales, explica en mucho el éxito contundente de Morena y sus aliados en las elecciones pasadas.

Habrá quien diga que López Obrador tuvo éxito también en un par de temas económicos: el manejo de la inflación y del tipo de cambio. Quien lo señale omite dos cosas. La primera es que la inflación, aunque no se disparó, estuvo en niveles similares a los de los sexenios inmediatamente anteriores, pero los precios de la canasta básica crecieron más que el promedio. La segunda es que el tipo de cambio se mantuvo estable sólo gracias a la política monetaria del Banco de México, que a su vez ejerció como freno a las inversiones y a una mayor creación de empleos. El caso es que AMLO libró una de las pesadillas que quería evitar, por recuerdos de sus años mozos: la devaluación de fin de sexenio.

Pero la inflación y el tipo de cambio no equivalen a toda la economía, y aquí empezamos con las cosas que salieron mal. De entrada, el crecimiento económico en el sexenio que termina fue inferior al 1% anual. Esto significa que el producto por persona es menor al que había al inicio del gobierno de AMLO. Hay más personas empleadas, ligeramente mejor pagadas, pero menos productivas (entre otras cosas, porque más de la mitad se encuentran dentro de la economía informal). Estancamiento puro.

Parte de la explicación está en el mal manejo económico durante la pandemia de COVID-19. El gobierno, casado entonces con el déficit cero, como si se lo dictara el FMI de los años 80, se rehusó a dar apoyos a quienes estaban perdiendo su fuente de ingresos. El resultado fue una caída del producto muy superior a la media mundial y una recuperación más lenta que en casi todos los demás países. En vez de contratar deuda barata en 2020 se contrató deuda cara en 2023-24, con el resultado de que la calificación de la deuda mexicana está a la baja.

Otra parte está en la escasa inversión pública, que cayó 2.3%, desde niveles que eran ya preocupantes. Esta caída en la inversión pública es particularmente notable porque el grueso de los recursos se destinó a las tres obras insignia de AMLO. Este ha sido el sexenio de la falta de mantenimiento en la obra pública. La inversión privada sólo suplió parcialmente esa caída y la inversión extranjera directa, a pesar de las ventajas del nearshoring, está a los niveles de hace seis años.

El énfasis de un presupuesto limitado en los apoyos directos, las obras insignia y el espejismo de la soberanía energética, significó caídas severas en áreas clave y poner dinero bueno al malo. El caso más dramático es el del sector Salud, que se tradujo en desabasto de medicinas, caída en el número de consultas y de cirugías, y en abandono de la infraestructura sanitaria. El Insabi fue un fracaso mayor. Durante el sexenio, el porcentaje de la población afiliada a servicios de salud disminuyó 9 % y el de la población con carencias por acceso a servicios de salud creció 23%. Otra forma de pobreza.

Los datos en educación son igualmente preocupantes. Aumentó la población con rezago educativo, así como el número de niños entre 6 y 14 años que no van a la escuela. Añádanse las odas a la ignorancia y los ataques a la comunidad intelectual, científica y académica, y encontraremos un elemento muy tóxico del sexenio, que ayuda a definirlo.

Las empresas energéticas del Estado han acumulado pérdidas, y sobreviven sólo gracias a las inyecciones de capital y los estímulos fiscales del gobierno federal. En el camino, durante el sexenio de AMLO, multiplicaron su capacidad de contaminación casi tan rápidamente como sus deudas.

Tenemos, finalmente, otra área de desastre, que es la seguridad pública. AMLO no cumplió con su promesa de regresar a las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, pero tampoco con la de arreglar el problema del crimen organizado, que controla zonas cada vez más amplias del territorio. La extorsión (el “cobro de piso”) avanza como una hiedra. Y los mensajes contradictorios (por decirlo ligerito) que se lanzaron desde Palacio Nacional dieron a entender que se prefirió una tensa convivencia con el crimen organizado a un combate inteligente. En el camino, a las Fuerzas Armadas se les ha dado un papel protagónico en asuntos de seguridad pública que no tenían (pero no sólo en esos), que será muy difícil revertir en el mediano plazo.

Concluyo con lo que le salió bien a AMLO, para mal del país: la constante labor de zapa sobre las instituciones creadas durante la transición a la democracia. Avanzó de manera paulatina y tenaz para irlas desfigurando, debilitando o deshaciendo. La idea era terminar con todo contrapeso institucional al poder omnímodo y centralista de la Presidencia de la República y casi llegó a la meta. Ese, me parece, es su legado más importante. Al respecto, dudo que la historia lo absuelva.


miércoles, septiembre 25, 2024

Populismo neoliberal

 


Empezaré comentando un poco la historia del libro Populismo Neoliberal. Nace de mis columnas semanales en Crónica, pero no es un recuento lineal de cada una de ellas. El trabajo real fue el de edición: dejar adentro del libro y ordenar aquellas que dan congruencia a una narrativa crítica acerca de cuatro temas: el surgimiento de los populismos en distintas partes del mundo; la falacia de que López Obrador es un político de izquierda, a través de distintas expresiones políticas suyas (su discurso nacionalista de cartón-piedra, la relación con las organizaciones de la sociedad civil, con la moral común, con las instituciones autónomas, con las mujeres, con la ecología); la política económica del gobierno de AMLO, y su fijación con algunos fetiches de la derecha neoliberal; finalmente, el señalamiento del carácter autoritario del líder y del régimen que pretende establecer (algo en lo que está teniendo éxito).

López Obrador ha querido subrayar la experiencia política mexicana reciente como una gesta inédita y de gran trascendencia. La Cuarta Transformación. Lo primero que habría que decir es que lo que está sucediendo en México es parte de un fenómeno mundial, ligado a la desilusión hacia la democracia, de parte -sobre todo- de quienes se sintieron alguna vez privilegiados y ya no lo son (el ejemplo más claro son los votantes de Trump) y de quienes se sintieron alguna vez protegidos por redes creadas por el Estado y ya no lo están (aquí hay más ejemplos, y están todos ligados a la crisis del modelo económico mundial, que hizo metástasis en la crisis financiera de 2008).

En otras palabras, no somos un caso excepcional. Tampoco es que los votantes de Morena hayan, por fin, visto la luz. El vuelco electoral a nivel mundial fue resultado de décadas en las que, parafraseando a Keynes, siempre se prometió un tarro de mermelada para mañana, sin entregar nunca mermelada para hoy. Esto creó un divorcio los ciudadanos de a pie y la clase política. Y provocó que algunos personajes (normalmente de la propia clase política) movieran su discurso hacia uno muy simplista, con buenos y malos, presentándose como ajenos al sistema y como personas capaces de cambiarlo radicalmente.    

La generación a la que pertenezco luchó por la democracia y la generación previa nos decía: ‘¿qué no ven que hay paz, que hay crecimiento, progreso y modernidad?’’. Nosotros respondíamos: ‘Pues sí, pero a cambio de eso este es un país es una cárcel disfrazada, sin libertad de expresión verdadera, sin sufragio efectivo, con una desigualdad lacerante’. No había verdadera participación social, estaba el corporativismo, desfilar y aplaudir sin convicción: era una unanimidad forzada.

Todo esto fue cambiando de manera paulatina y sucedió que cuando se accedió a la democracia, nunca perfecta, pero se accedió a ella, no hubo una respuesta en términos de eficacia social y eso generó desilusión hacia la democracia.

Se dice, con razón, que la democracia no garantiza un gobierno eficaz. Eso no lo puede garantizar la democracia y hay que subrayar que no es que la democracia no tenga adjetivos, siempre debe tenerla y no tuvimos una democracia social. No podemos asegurar que una democracia social hubiera contenido la ola populista, pero sí podemos asegurar que la democracia no social permitió que la ola fuera tan grande y arrasará con instituciones.

Voy a hacer una referencia mitológica pensando en el libro de Juan Eduardo Martínez Leyva, Mitos Clásicos y Sueños Públicos. La quimera era un monstruo mitológico, con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón. Ese monstruo aventaba llamas. Usamos la palabra “quimera” para referirnos a un sueño vano, un concepto que choca con la realidad.

La idea de que el gobierno de López Obrador fue de izquierda es una quimera, y creo que varios de los elementos comprobatorios están en mi libro Populismo Neoliberal. No fue de izquierda en términos de política económica (hay una frase que se repite en el texto: en política económica el sustantivo es política y lo económico es sólo el adjetivo: aquí la clave es que en el gobierno de AMLO la política no se abordó en términos de disputa social, sino en función de objetivos electorales de corto plazo). Se trató de una política económica cortoplacista, en la que la inversión pública, tanto social como productiva, es puesta a un lado, a cambio de apoyos clientelares directos. El resultado, en los hechos, es pasar al mercado lo que antes estaba fuera de él. El caso más emblemático es el de salud: lo que antes otorgaban los servicios públicos, ahora -ante la caída del abasto de medicinas, de las consultas y de las cirugías- se compra, en parte con las ayudas del gobierno. La lógica de un Estado de Simibienestar.  

No hay una nueva distribución, más equitativa, del poder. Al contrario, hay una centralización. El pleito casado con las organizaciones de la sociedad civil es una búsqueda de relaciones verticales. Se quiere que no haya organización ni intermediación para crear un vacío: que no haya nada que se interponga en una relación directa, pero profundamente desigual, entre el gobierno-padre y el pueblo-hijo.

Y, aunque la retórica oficial diga otra cosa, no existe la búsqueda de un Estado de Bienestar. Éste invierte, y el de México trae niveles de inversión similares a los de hace 80 años, cuando nuestra economía era sólo una fracción de lo que es ahora. Lo hace en infraestructura en general, no nada más en obras insignia. Tiene una gran inversión social, particularmente en salud, educación, obras urbanas y para el desarrollo agropecuario, cuidado del medio ambiente, cultura, deporte, etcétera. Y trata de que haya una carga fiscal que apunte a una mejor distribución del ingreso. En México, los corporativos más grandes siguen tan campantes.

Pero tener una mejor escuela, hospitales mejor equipados y con más posibilidad de dar consultas y hacer cirugías, mejor drenaje, pozos u obras de reconversión urbana no tiene los mismos efectos directos, como los que se sienten en el bolsillo, tampoco tiene los mismos efectos electorales.

Ha habido, sí, una mejoría en los ingresos salariales, que se ha traducido en una reducción de la pobreza por ingresos. Esa reducción, sin embargo, ha sido acompañada de un crecimiento de la pobreza por vulnerabilidades en acceso a los servicios de vivienda, de educación y de salud. En realidad, no tenemos una disminución en la pobreza multifactorial, que es la que importa, ni tenemos un cambio en las relaciones sociales, porque seguimos bajo un sistema de capitalismo de cuates.

La pobreza cambió de estilo, pero sabemos que lo más visible en lo inmediato son los ingresos. Y eso cuenta a la hora de votar.

El gobierno de AMLO cumple con todas las premisas del populismo moderno. Todas. Y eso se traduce, necesariamente, en una ofensiva contra la democracia: para distorsionarla desde adentro, como dice Nadia Urbinati en Yo, El Pueblo. Es lo que estamos viviendo estos días con la ofensiva contra el poder judicial.

Existen dos posibilidades al enfermarte por un virus, o te curas o te mueres. Con el populismo tenemos una democracia enferma, hay casos, el más evidente para Latinoamérica es Venezuela, en los que el populismo terminó convirtiéndose en una dictadura completa, sin ninguna máscara. La democracia en Venezuela está muerta.

Y tenemos lugares con populismos, como Argentina, en donde la democracia está deforme, pero se mantiene en lo fundamental. En Europa, el único caso donde el populismo parece haber fagocitado a la democracia, y quién sabe hasta cuándo, es el de Hungría con Viktor Orbán, alguien admirado por Trump. En Polonia ha habido respuestas a estos populistas, que ahora, después de muchísimos años, ya no tienen mayoría; en Turquía Erdogan no ha podido hacerse del todo poder como él quisiera.

Claro que sí tenemos un riesgo de muerte de la democracia, yo no estaría diciendo como hacen otros que ya se acabó la República, pero evidentemente la democracia mexicana ha pasado a ser un régimen híbrido, con elementos democráticos y otros claramente autoritarios, agregaría que también esperpénticos, como lo que vimos en el Congreso recientemente con la aprobación de la Reforma Judicial.

Una parte importante del libro es tratar de explicar al votante que prefiere el populismo a pesar de que, en términos de la economía, no haya un cambio real, que todos los cambios sean de corto plazo, sin un estado de bienestar que genere empleos y plantee certidumbre jurídica (ahora hay menos) y realice un gasto social de largo plazo.

Lo que hay hoy son transferencias monetarias que se sienten en el corto plazo, ha habido un aumento en los salarios mínimos, lo que trae mejora de ingresos monetarios, con reducción de pobreza por ingresos, pero va acompañada de vulnerabilidades en educación, salud, vivienda

Si la población está desilusionada de la democracia y le es indiferente, en el fondo, lo que pase con ella en tanto haya comida en la casa (y aunque no haya medicinas y no haya baños en la escuela), es un asunto inmediatista que tiene que ver con factores culturales.

Creo que hay sociedades cuyo valor principal es la supervivencia personal y otras que piensan más en la pluralidad, el respeto a la ley. Hay naciones, como las escandinavas, que son de este último tipo y que suelen respetar la ley; la típica nación que está pensando todo el tiempo en la supervivencia, pero respeta la ley, es China. Los rusos son parecidos a los chinos, pero menos legalistas, en tanto que los mexicanos somos un poco más abiertos, menos supervivientes, pero respetando poco la ley.

Esa lógica de supervivencia y falta de respeto a la ley es de muy buena ayuda para quienes quieran tomar el poder utilizando las instituciones democráticas para luego deshacerlas.

Yo subrayaría que, por el momento, lo que hemos vivido es destrucción de instituciones, o por destrucción o por deformación, como la CNDH.

Es curioso que la transición democrática no fue de pocos años, fue una construcción muy lenta y hoy estamos viendo su distorsión cada vez más acelerada.

Pero surge de nuevo la pregunta. ¿Importa a las mayorías la democracia? El libro empieza precisamente con ese tema: el desencanto de una gran parte de la población, en varias naciones del mundo, con una democracia que no tuvo eficiencia social.

El libro Populismo Neoliberal es una llamada de atención triple: sobre el hecho de que nos movemos hacia el autoritarismo (de manera cada vez más acelerada, como podemos ver en estos días); sobre la mentira de que se trata de un gobierno de izquierda, cuando ha tenido todos los tics moralinos y neoliberales (la obsesión con la austeridad fiscal-presupuestal y con el tipo de cambio, por dar los ejemplos más evidentes); y, subrayo, sobre la imposibilidad de una vuelta al pasado, que vale tanto para los sueños guajiros de regresar a los setenta como para los otros, igualmente guajiros, de regresar a tiempos más recientes, a las políticas y los políticos que propiciaron el advenimiento de esta ola populista en México.

Esa es otra quimera. Esas oscuras golondrinas no volverán. Habrá que hacer ejercicios de imaginación realista para responder a los retos de hoy.

Concluyo con un par de acotaciones, relativas a comentarios de Raúl Trejo en la primera presentación del libro. La primera tiene qué ver con la diferencia entre el presupuesto 2024 y los anteriores. Mientras que, en los primeros cinco años de AMLO, el gasto público tuvo un comportamiento inercial -sin importar que en medio se cruzara la pandemia de COVID-19, con sus consecuencias sanitarias y económicas-, en el último hubo un aumento notable de gasto y deuda, con el consiguiente déficit. No es que haya habido un cambio de rumbo: es simplemente el comportamiento típico del llamado “ciclo sexenal de negocios en México”. El último año de gobierno es el “de Hidalgo”, y siempre se incrementa el gasto: la novedad es que ahora fue estrictamente para apuntalar las victorias electorales. Y siempre, el primer año de gobierno (recuerdo hasta la “atonía” de 1971, cuando empezaba Echeverría) es de ajustes por los excesos del pasado inmediatísimo. Y de la deuda, lo que importa no es el tamaño, sino qué tan financiable es. La mexicana no tiene mayores problemas, a pesar de la irracional que fue no contratarla cuando era barata y necesaria (en tiempos de pandemia), y sí hacerlo cuando se había encarecido (en tiempos electorales).

La segunda, sobre la preocupación acerca de la aparente contradicción que hay entre hacer una política que apele a la razón y una política que apele a los sentimientos. Creo que está claro que, con los electorados de hoy -aunque es válido también para los de antes- una propuesta estrictamente racional no sirve. Hay que apelar a los sentimientos: la cuestión es cambiar el resentimiento y el revanchismo por una esperanza fundamentada. Parte de ello es hacer notar que la gente ha rechazado a los viejos neoliberales, pero también que quienes los han sustituido no son fundamentalmente diferentes en lo económico y, por su vena autoritaria, son peores en lo político. Es necesario poner los ojos en el futuro.

(Esta es una versión de mis intervenciones durante las presentaciones del libro Populismo Neoliberal, editado por Cal y Arena)