miércoles, diciembre 18, 2024
Siria y los tankies
sábado, diciembre 07, 2024
Struwwelpeter recargado y a la mexicana
Conocí a Struwwelpeter -el libro con dibujos de Heinrich Hoffmann- en una de esas larguísimas pláticas de adolescencia con Hermann Bellinghausen. Me enseñó una edición que guardaba su papá. La reacción inmediata fue de horror, porque las ilustraciones eran totalmente gore. La didáctica era muy simple: "si haces algo malo, te va a pasar algo peor". En resumen, la instrucción a través de la imagen de la desgracia (o peor, de la tragedia).
Lo más curioso es que, cuando Struwwelpeter se publicó por primera vez, en 1845, fue presentado con el subtítulo Historias muy divertidas y 15 estampas aún más graciosas para niños de entre 3 y 6 años. Se le consideraba un bonito regalo navideño. Si para un adulto tiene una extraña y repulsiva fascinación morbosa, no me quiero imaginar qué angustias pudo haber causado a los niños a quienes originalmente estaba dirigido.
Otra cosa extraña del librito es la desproporción de los castigos, que no va de acuerdo a la travesura o desobediencia cometida. A un niño muy agresivo y mala onda lo muerde un perro, pero hay varios que se mueren por pecados muy menores. Y no hablemos del pequeño chupadedos, víctima de un auténtico sicópata.
A continuación, un divertimento: una versión mía sobre seis de los diez poemas del librito, con lenguaje coloquial mexicano (no como unas traducciones horribles) que, además, toma en cuenta algunas de sus contradicciones y, de pilón, tiene algo de mala leche.
lunes, diciembre 02, 2024
Algunas claves en la victoria de Trump
Ahora que Donald Trump ha ganado las elecciones
presidenciales en Estados Unidos, es hora de tratar de analizar algunas de las
claves que pueden explicar su triunfo.
Este año, las encuestas preelectorales estuvieron
bastante cerca del resultado final. En promedio, fallaron por poco menos de 3
puntos porcentuales. En los estados-bisagra, el error fue todavía menor: 2.2
puntos. Por tercera ocasión, las encuestas subestimaron a Trump; pero esta vez por
menos que en 2016 y 2020. Y aunque queda claro que las encuestas de opinión tienen
una incertidumbre inherente, también es cierto que sí sirven para medir el
estado de la opinión pública. Por eso, es relevante escudriñar en las encuestas
de salida -y otras-, para ver qué está detrás de las decisiones de voto.
El tema más importante para los electores de Trump fue,
en general, la economía y, en particular, la inflación; para los votantes de
Harris, fue la democracia.
Lo curioso del caso es que la tasa de inflación en
Estados Unidos en 2024 es del 2.4 anual y el crecimiento del PIB es del 2.8
anual. Nada mal, en comparación con otras economías del mundo. ¿Qué pasó,
entonces? De entrada, que una cosa es la inflación este año, y otra, la de los tres
años anteriores. En 2021, fue de 7 por ciento, la más alta desde 1981. Aquí
gana la memoria de mediano plazo. De salida, que los salarios medios han ido
por detrás de los precios -aunque haya habido un crecimiento en el empleo-. Es
decir, ha ocurrido un deterioro de los salarios reales.
El comportamiento del PIB, que usualmente se utiliza como
proxy para ver si la economía va bien (cosa que ayuda electoralmente al
gobierno en turno), en realidad mide la dinámica de la economía, no el
bienestar económico de la población. Además, una cosa son los datos duros y
fríos, y otra son las percepciones de la gente. Los números pueden decir que la
economía va bien, pero una parte importante de los ciudadanos puede sentir lo
contrario -como también se puede observar, en el sentido inverso, en México-. En
Estados Unidos, la mayoría siente que gana menos que antes y muchos de ellos
votaron por quien ofreció soluciones simples a un problema complejo: aranceles
a las exportaciones para atraer inversión y expulsión del país de quienes
compiten con bajos salarios. Si se aplicaran las medidas proteccionistas de
Trump, la inflación crecerá y no habrá la recolocación de empresas prometida,
pero eso es parte de la complejidad que la gente no quiere o no puede ver.
El que la mayoría de los votantes de Harris haya
señalado que su principal preocupación es la democracia, nos dice dos cosas. La
primera, corroborada por las propias encuestas de salida, es que votaron más
contra Trump que a favor de la vicepresidenta. La segunda, que en el grupo de
los electores demócratas sí hay gente que entiende el peligro autocrático que
representa el magnate republicano. La tercera, que su preocupación por la
situación económica no fue el motor principal de su decisión electoral.
Hay que decir que la preocupación por la democracia,
en los tiempos que corren, es relativa. Un ejercicio en Estados Unidos presentó
dos candidatos hipotéticos, con agendas de política económica y social
completamente distinta. Luego se presentó a los entrevistados que quien tenía
la agenda que ellos preferían haría una serie de medidas claramente
antidemocráticas para imponerlas. Entonces se les preguntó si, tras conocer
eso, cambiarían el sentido de su voto. Sólo 3.5 por ciento lo hizo. Hoy en día,
en EU y en el mundo, la “satisfacción con la democracia” parece directamente
correlacionada con la aprobación de gobierno.
Harris mejoró 9%, respecto a Biden, entre las familias
que ganan más de 100 mil dólares al año; Trump ganó 12%, respecto a 2020, entre
los que ganan menos que eso.
Este es, quizá, el cambio demográfico más relevante en
términos de las votaciones. Significa el ocaso de la coalición que le otorgó a
los demócratas la mayoría de los votos ciudadanos en todas las elecciones,
menos una, de las elecciones entre 1992 y 2020. La clase trabajadora ya no
percibe a los demócratas como sus adalides, a pesar de la evidencia de que los
republicanos sirven a los intereses de las grandes empresas. Entre los
sindicalizados (es decir, entre los trabajadores que hacen negociaciones colectivas
y no están casados con el individualismo de la derecha estadunidense), la
ventaja de Harris sobre Trump fue menor a 10 puntos porcentuales. Entre los no
sindicalizados, Trump arrasó.
En particular, la caída entre los votantes blancos sin
estudios universitarios ha sido precipitosa. Eran la mitad del voto demócrata
en la primera elección de Clinton, en 1992; ahora son menos del 30 %. En
sentido contrario, los electores blancos con universidad, que eran apenas la
quinta parte de los votantes de Clinton, ahora fueron casi el 40% de los de
Harris.
Los blancos con estudios universitarios se movieron 7
puntos porcentuales a favor de la candidata demócrata; los no blancos sin
estudios universitarios, 13 puntos hacia el candidato republicano. Y los
blancos sin estudios, que ya eran mayoritariamente trumpistas, ahora lo son
más.
El cambio en el voto latino (o hispano), se explica
más por el lado del nivel de estudios que por de la etnicidad, a pesar del
perfil claramente racista del trumpismo. Hay que decir, al respecto, que un
error de los demócratas fue considerar ese voto por descontado, en particular
el de las comunidades mexicana y puertorriqueña (en las que sí ganó, pero con
un margen mucho menor al histórico). Cuando pierdes en Brownsville, en Río
Grande y en McAllen, es que la cosa es grave. Al parecer, a muchos tejanos de
origen mexicano les molesta que los demócratas los consideren “gente de color”
unida en la lucha antirracista; y dicen que los republicanos son racistas, pero
los demócratas, también.
El tema del aborto, que supuestamente atraería muchos
votos a Harris (la mayoría de los estadunidenses está a favor) resultó menos
trascendente de lo esperado. La razón tal vez estriba en que, pasada la
decisión a los estados, los electores pudieron votar sobre ese asunto, sin
tener que pasar por el voto presidencial en el camino. El hecho de que haya
sido aprobado en estados como Montana, Missouri, Nevada y Arizona, donde ganó
Trump, así lo demuestra.
En resumen, el voto demócrata es, cada vez más, el de
las clases medias ilustradas -esas que no siempre quieren la respuesta simple a
los problemas complejos- y su coalición con las minorías étnicas y con la clase
trabajadora se ha debilitado (notablemente, en el segundo caso). Siguen
teniendo a la mayoría de las mujeres de su lado, pero no por mucho. El voto
republicano fue, cada vez más, la combinación del voto de los plutócratas, las
clases medias sin estudios y una mayoría de los trabajadores. Su coalición, que
era 90% blanca, ahora lo es en 75%.
Y si nos fijamos un poco más, ese tipo de partición de
coaliciones electorales se parece mucho a la típica que se da en estos tiempos
de populismo.
domingo, noviembre 24, 2024
15 películas de los años 30
A continuación, mi lista comentada de las 15 películas de los años 30 que más me han gustado.
(Largometrajes)
Modern Times (1936), Tiempos Modernos
L'Age d'Or (1930), La Edad de Oro
Redes, (1936)
M. (1931)
I Loved a Woman, (1933)
The Scarlett Empress, (1934)
Theodora Goes Wild, (1936)
Murder! (1930)
Der Blaue Engel, (1930) El Ángel Azul
Alexander Nevsky, (1938)
Freaks, (1932)
El horror en versión de Tod Browning, con el agregado de que usa fenómenos de circo reales para contar la alucinante -pero extrañamente creíble- historia.
Dames, (1934)
Las coreografías de Busby Berkeley son llevadas al paroxismo en esta delicia visual y musical. Una comedia romántica sirve de pretexto para la presentación de un espectacular número musical tras otro.
Wuthering Heights, (1939) Cumbres Borrascosas
Una gran rendición de William Wyler del clásico de Emily Brontë. La mejor de las distintas versiones cinematográficas que he podido ver.
(Cortometrajes)
Zero en conduite (1933) Cero en Conducta
The Music Box (1932)
Menciones honoríficas:
City Lights (1931) - Chaplin como gran cineasta humanista.
Olympia (1937-38) - Leni Riefenstahl inventó el documental deportivo con sus dos filmes sobre los juegos de Berlín (reseñados aquí)
El Compadre Mendoza (1934) - El sutil encanto del oportunismo político mexicano, retratado sin sutilezas.
A Night at the Opera (1935) - Una de las mejores películas de los Hermanos Marx. La breve transformación de escenario y lunetas de la ópera en parque y estadio de beisbol es de locura.
King Kong (1933) - El enorme primate sobre el Empire State, con Fay Wray en el puño, es, tal vez, la escena más icónica del cine de los años treinta.
The Spanish Earth (1937) - Interesante documental sobre la Guerra Civil española. Narra Hemingway.
viernes, noviembre 08, 2024
Mitos geniales X: Rafael Castilleja (Biopics)
¿Cómo eran los periodistas de antes? Un buen ejemplo es Rafael Castilleja, de quien he comentado brevemente en las partes de los Biopics referentes a mi estancia en El Nacional. Van algunas viñetas.
El bazucazo y el director
-Pues claro que allí es donde había más información, si Rafael Castilleja era agente del CISEN. Hasta director de investigación fue. Y allí es donde se refugió cuando salió de El Nacional.
martes, octubre 01, 2024
De Piratas avaros y campañas sin muchas luces
Rowdy vs. los Piratas avaros |
Mexicanos en GL. 2024
Hay cosas que ni qué, el beisbol es también un negocio. La nota de septiembre para los mexicanos en Grandes Ligas fue la manera inopinada como los Piratas le dieron las gracias a Rowdy Téllez, por una cuestión de dinero. Por lo demás, no fue un mes en el que algún miembro del contingente nacional brillara particularmente. Quien mejor lo hizo al bat fue Jonathan Aranda, y entre los lanzadores, Vicente Bellozo y Manuel Rodríguez: las caras nuevas, pues. Y la temporada 2024 no fue muy benévola para los peloteros nacionales en Grandes Ligas, como se verá.
Como de costumbre, va un resumen de la actuación de
los peloteros nacionales, clasificada de acuerdo a su desempeño en la
temporada.
Jarren Durán. Aunque perdió fuelle hacia el final de la campaña, el jardinero de los Medias Rojas tuvo la mejor temporada de su vida y es, sin duda alguna, el más destacado de todo el grupo. En la temporada bateó para .294, 21 cuadrangulares, 111 carreras anotadas y 75 producidas. Su OPS fue un robusto .834 y se robó 34 bases. Tiene los famosos cinco instrumentos: contacto, poder, velocidad, fildeo y brazo. Tardó un poco en madurar, pero lo hizo a lo grande.
Andrés Muñoz. El cerrador de los Marineros se mantuvo por debajo de su nivel en septiembre, y echó a perder un juego clave para la posible clasificación de los Marineros a playoffs. Aún así, el de Los Mochis fue un puntal en el bullpen de Seattle. Terminó el año con marca de 3 ganados, 7 perdidos, un magnífico 2.12 de efectividad, 22 salvamentos, 6 holds. 77 ponches recetados y un WHIP de 0.96: se le embasó menos de un rival por entrada lanzada.
Randy Arozarena resultó beneficiado por el cambio de los Rays a los Marineros. Los dos primeros meses de la temporada, en los que bateó basura, condicionaron sus números en la temporada (aunque tampoco es que en el resto de la campaña haya jugado como superestrella). Termina 2024 con .219 de porcentaje, 20 jonrones, 20 robos (sí, entró al club 20-20) y 60 carreras empujadas. Su OPS, medianito: .720
Manuel Rodríguez estuvo en AAA en dos momentos de la temporada, pero cuando jugó con el equipo grande de Tampa Bay lo hizo muy bien. El derecho yucateco hizo números en el año de 3-4, muy buena efectividad de 2.15, 2 rescates, 11 holds y 34 ponches.
Jojo Romero, a pesar de que ganó dos juegos en septiembre, tuvo un mes bastante complicado, y terminó en la lista de lesionados. Los números en el año del zurdo de los Cardenales: 7-3, un decente 3.36 de limpias, 51 rivales pasados por los strikes y 30 holds. Parece haber asegurado un lugar en el róster para 2025.
Isaac Paredes. El sonorense resultó evidentemente afectado por su cambio a los Cachorros de Chicago, en particular en lo referente al poder. El callejón del jardín izquierdo de Wrigley Field no es tan amable como el del Tropicana. Mejoró un poco su contacto en septiembre, pero no conectó cuadrangular. Con eso, sus numeritos finales son .238. 19 jonrones, 80 carreras impulsadas (fue el mejor mexicano en ese departamento), OPS de .739 y una basecita robada.
Javier Assad no tuvo aperturas de calidad en septiembre y perdió dos juegos. El tijuanense suele ser dominador, pero tiene el problema de que se llena de pitcheos, y a menudo tiene que salir en la quinta o sexta entrada. El de los Cachorros terminó con marca de 7-6, 3.76 de limpias y 124 chocolatotes servidos. Fue, de lejos, el mexicano que más innings lanzó en 2024.
Alex Verdugo nunca llegó a salir de la mala racha en la que se metió a media temporada. Firma uno de sus peores años en las Mayores. Terminó como noveno bat de los Yankees, que lo contrataron pensando en otra cosa. Sus numeritos: .233, 13 palos de vuelta entera, 61 producidas, sólo dos robos y OPS de .647.
RowdyTéllez empezó flojo, pero luego tomó ritmo y estaba por terminar la segunda mejor temporada de su carrera cuando, la última semana, los Piratas de Pittsburgh le dieron las gracias. Sucede que Rowdy recibiría un bono de 200 mil dólares si tenía 425 o más apariciones en el plato, llevaba 421 y los Piratas ya estaban eliminados. La gerencia se deshizo de un decente inicialista para ahorrarse unos billetes. A ver que jugador de medio pelo decide firmar con ellos después. Jugando en la parte fuerte del platoon de los Piratas (contra lanzadores derechos), Rowdy bateó para .243 de promedio, 13 vuelacercas, 56 producidas y un robo de base. Su OPS quedó en .691, apenas debajo de lo que se considera bueno.
Ramón Urías estuvo lesionado buena parte de septiembre, pero a su regreso fue uno de los pocos Orioles que no se durmieron al final de la temporada. Su guante sigue siendo prodigioso y bastaría para la titularidad. Este año fue ayudado por números decentes de bateo. Veremos cómo le vas en postemporada. Sus números de la temporada: .252, 11jonrones, 37 empujadas, un robo y un OPS de .745. Quién diría que en ese rubro terminaría por encima de Paredes.
Valente Bellozo tuvo cinco salidas en septiembre, con lo que sumó 14 en la campaña. El novato de los Marlines no dura mucho en los juegos, porque lo están llevando con cuidado, pero promete. En el año: 3-4, 3.67 de PCL y 44 ponches (el chocolate no es su plato favorito, sino que le bateen flojito).
Alejandro Kirk siguió mejorando sus números al quedarse con la titularidad en la receptoría de los Azulejos, pero estuvo lejos del fenómeno de hace dos años. Excelente a la defensiva, nulo como corredor, sigue siendo un pelotero muy interesante. Bateó para .253, con 5 cuadrangulares y 54 producidas. OPS de .678.
Brennan Bernardino terminó muy a la baja un año en el que había empezado muy bien. Finalizó 2024 en la lista de lesionados. En el año: 4-3, una efectividad que subió a 4.06, 56 pasados por los strikes y 14 holds.
Víctor González fue dejado en libertad por los Yankees a mediados de septiembre. El nayarita tuvo récord de 2-1, 3.86 de PCL, 2 juegos salvados, 3 holds y solamente 11 ponches.
Joey Meneses parece haber terminado su estancia en Grandes Ligas luego de que los Nacionales no lo volvieran a subir de AAA, tras una primera mitad poco productiva. El sinaloense terminó con .231 de porcentaje, 3 jonrones, 42 impulsadas, un robo de base y un bajísimo .593 de OPS.
Jonathan Aranda jugó bastante poco en la temporada. Una lesión en los entrenamientos de primavera y otra cuando estaba en AAA lo condicionaron. Pero su último mes en Tampa Bay nos dice que tiene poder y calidad para ser titular en 2025. El tijuanense terminó con .234, 6 jonrones y 14 producidas. OPS de .738, lo que habla de su poder.
Daniel Duarte. Lanzó poco porque se lesionó pronto, pero lo hizo bien. 1-0 y 2.25 de efectividad.
Austin Barnes tuvo, para sus estándares, una buena temporada bateadora. En la receptoría sigue siendo muy bueno, aunque le den poco juego. El de los Dodgers bateó para .264, con un palo de vuelta entera, 11 producidas y 3 robos de base.
Alek Thomas se la pasó entre lesiones, subidas y bajadas a AAA e irregularidad en el juego. El jardinero de los Diamondbacks bateó para .189, con 3 jonrones, 17 empujadas y 4 robos.
Luis Urías regresó en septiembre a los Marineros, para darles profundidad en la banca, tras haber sido bajado a AAA. Ahora es claramente un infielder suplente. Bateó para .191, con 4 jonrones y 16 producidas.
Cesar Salazar se tomó tres tacitas de café ligamayorista en el año. El cátcher suplente de Houston mostró cualidades al bat: .320 de porcentaje, con 20 impulsadas.
Humberto Castellanos vio acción en dos momentos durante el bimestre, jugando para Arizona como relevo largo. Llegó a salvar un juego, pero la efectividad del de Tepatitlán es alta (y, por lo tanto, mala): 5.23. Ponchó a 11.
Gerardo Reyes, como de costumbre, ha sido llamado sólo para tomarse dos buchitos de café ligamayorista, porque ni a tacita llegan. Ahora con Oakland, lanzó 4 entradas y permitió 2 carreras limpias.
Patrick Sandoval, con ruptura de ligamentos en el codo de lanzar. Su deficiente 2024 terminó con 2-8, 5.06 de carreras limpias y 81 chocolates..
Giovanny Gallegos. Annus horribilis. En agosto, los Cardenales dejaron ir a quien alguna vez fuera su cerrador estelar. El sonorense difícilmente regresará a la MLB. Sus números: 2-1, un salvado, 2 holds, 6.53 de efectividad y 21 ponches.
Taijuan Walker empezó ganando juegos a pesar de lanzar mal, luego los perdió en seguidilla, a pesar del buen bateo de los Filis, lo pasaron al relevo largo, mejoró tantito. Intentaron que abriera juegos de nueva cuenta y lo sacaron a palos. Malísima temporada: récord de 3-7, un horrendo 7.10 de efectividad y 58 ponchados.
Alan Trejo. El campocorto fue pronto dejado en libertad por los Rockies, ante su nulo bateo. Lo adquirieron los Dodgers, pero nunca pensaron en subirlo. Sus números en Grandes Ligas:.143, con una producida.
lunes, septiembre 30, 2024
AMLO, un balance crítico
Termina la presidencia de Andrés Manuel López Obrador.
Tiempo de balances. Lo haremos en orden: primero, lo que le salió bien;
después, lo que le salió mal y, finalmente, un esbozo de su legado (que son las
cosas que le salieron bien a López Obrador, para mal del país).
Algo en lo que, sin duda, tuvo éxito López Obrador fue
en su estrategia de comunicación. Logró que, por buena parte del sexenio, las
conferencias mañaneras ocuparan el grueso de la agenda de discusión pública,
con el agregado de que la oposición política y social mordió los anzuelos la
mayor parte de las veces.
Las Mañaneras fueron todo lo contrario al ejercicio de
rendición de cuentas que dijeron ser. Fueron un lugar privilegiado para una
campaña electoral permanente, en la que el Presidente dio rienda suelta a sus
filias y fobias (sobre todo estas últimas). Ahí, resbaló críticas, negó
evidencias, presentó sus otros datos y mantuvo el discurso maniqueo contra los
“conservadores” y “neoliberales”, que fue disciplinadamente replicado por un
grupo cada vez más reducido de periodistas -en Palacio Nacional- y por uno cada
vez grande entre los activistas informativos de Morena en las redas sociales.
Hay que decir que ese discurso, en su simpleza y su
dureza, tuvo resultados positivos para López Obrador y su movimiento. La
mayoría de la gente se tomó al menos parte de la pastilla azul y decidió seguir
creyendo bastante de lo que se decía desde el púlpito presidencial.
Otra cosa que le salió bien -y hay que decir que fue
positiva para el país- fue la política salarial. Los aumentos reales al salario
mínimo (que creció a más del doble) produjeron un ligero efecto de cascada y el
resultado fue un crecimiento de 41% de la masa salarial en el sexenio (a
precios constantes) y una disminución de casi 5% de la población en situación
de pobreza laboral. La repartición de ayudas directas, y en especial las
dirigidas a los adultos mayores, contribuyó a una baja en la pobreza por ingresos.
Como veremos adelante, eso no se tradujo en una baja similar en la pobreza
multifactorial.
La combinación de la estrategia de comunicación con la
caída en la pobreza por ingresos, sumada al uso clientelar de los recursos
públicos, acrecentado en tiempos electorales, explica en mucho el éxito
contundente de Morena y sus aliados en las elecciones pasadas.
Habrá quien diga que López Obrador tuvo éxito también
en un par de temas económicos: el manejo de la inflación y del tipo de cambio.
Quien lo señale omite dos cosas. La primera es que la inflación, aunque no se
disparó, estuvo en niveles similares a los de los sexenios inmediatamente
anteriores, pero los precios de la canasta básica crecieron más que el
promedio. La segunda es que el tipo de cambio se mantuvo estable sólo gracias a
la política monetaria del Banco de México, que a su vez ejerció como freno a
las inversiones y a una mayor creación de empleos. El caso es que AMLO libró
una de las pesadillas que quería evitar, por recuerdos de sus años mozos: la
devaluación de fin de sexenio.
Pero la inflación y el tipo de cambio no equivalen a
toda la economía, y aquí empezamos con las cosas que salieron mal. De entrada,
el crecimiento económico en el sexenio que termina fue inferior al 1% anual.
Esto significa que el producto por persona es menor al que había al inicio del
gobierno de AMLO. Hay más personas empleadas, ligeramente mejor pagadas, pero
menos productivas (entre otras cosas, porque más de la mitad se encuentran
dentro de la economía informal). Estancamiento puro.
Parte de la explicación está en el mal manejo
económico durante la pandemia de COVID-19. El gobierno, casado entonces con el
déficit cero, como si se lo dictara el FMI de los años 80, se rehusó a dar
apoyos a quienes estaban perdiendo su fuente de ingresos. El resultado fue una
caída del producto muy superior a la media mundial y una recuperación más lenta
que en casi todos los demás países. En vez de contratar deuda barata en 2020 se
contrató deuda cara en 2023-24, con el resultado de que la calificación de la
deuda mexicana está a la baja.
Otra parte está en la escasa inversión pública, que
cayó 2.3%, desde niveles que eran ya preocupantes. Esta caída en la inversión
pública es particularmente notable porque el grueso de los recursos se destinó
a las tres obras insignia de AMLO. Este ha sido el sexenio de la falta de
mantenimiento en la obra pública. La inversión privada sólo suplió parcialmente
esa caída y la inversión extranjera directa, a pesar de las ventajas del
nearshoring, está a los niveles de hace seis años.
El énfasis de un presupuesto limitado en los apoyos
directos, las obras insignia y el espejismo de la soberanía energética,
significó caídas severas en áreas clave y poner dinero bueno al malo. El caso
más dramático es el del sector Salud, que se tradujo en desabasto de medicinas,
caída en el número de consultas y de cirugías, y en abandono de la
infraestructura sanitaria. El Insabi fue un fracaso mayor. Durante el sexenio,
el porcentaje de la población afiliada a servicios de salud disminuyó 9 % y el
de la población con carencias por acceso a servicios de salud creció 23%. Otra
forma de pobreza.
Los datos en educación son igualmente preocupantes.
Aumentó la población con rezago educativo, así como el número de niños entre 6
y 14 años que no van a la escuela. Añádanse las odas a la ignorancia y los
ataques a la comunidad intelectual, científica y académica, y encontraremos un
elemento muy tóxico del sexenio, que ayuda a definirlo.
Las empresas energéticas del Estado han acumulado
pérdidas, y sobreviven sólo gracias a las inyecciones de capital y los
estímulos fiscales del gobierno federal. En el camino, durante el sexenio de
AMLO, multiplicaron su capacidad de contaminación casi tan rápidamente como sus
deudas.
Tenemos, finalmente, otra área de desastre, que es la
seguridad pública. AMLO no cumplió con su promesa de regresar a las Fuerzas
Armadas a sus cuarteles, pero tampoco con la de arreglar el problema del crimen
organizado, que controla zonas cada vez más amplias del territorio. La
extorsión (el “cobro de piso”) avanza como una hiedra. Y los mensajes
contradictorios (por decirlo ligerito) que se lanzaron desde Palacio Nacional
dieron a entender que se prefirió una tensa convivencia con el crimen organizado
a un combate inteligente. En el camino, a las Fuerzas Armadas se les ha dado un
papel protagónico en asuntos de seguridad pública que no tenían (pero no sólo
en esos), que será muy difícil revertir en el mediano plazo.
Concluyo con lo que le salió bien a AMLO, para mal del
país: la constante labor de zapa sobre las instituciones creadas durante la
transición a la democracia. Avanzó de manera paulatina y tenaz para irlas
desfigurando, debilitando o deshaciendo. La idea era terminar con todo
contrapeso institucional al poder omnímodo y centralista de la Presidencia de
la República y casi llegó a la meta. Ese, me parece, es su legado más
importante. Al respecto, dudo que la historia lo absuelva.
miércoles, septiembre 25, 2024
Populismo neoliberal
Empezaré comentando un poco la historia del libro Populismo
Neoliberal. Nace de mis columnas semanales en Crónica, pero no es un
recuento lineal de cada una de ellas. El trabajo real fue el de edición: dejar
adentro del libro y ordenar aquellas que dan congruencia a una narrativa
crítica acerca de cuatro temas: el surgimiento de los populismos en distintas
partes del mundo; la falacia de que López Obrador es un político de izquierda,
a través de distintas expresiones políticas suyas (su discurso nacionalista de
cartón-piedra, la relación con las organizaciones de la sociedad civil, con la
moral común, con las instituciones autónomas, con las mujeres, con la ecología);
la política económica del gobierno de AMLO, y su fijación con algunos fetiches
de la derecha neoliberal; finalmente, el señalamiento del carácter autoritario
del líder y del régimen que pretende establecer (algo en lo que está teniendo
éxito).
López Obrador ha querido subrayar la experiencia
política mexicana reciente como una gesta inédita y de gran trascendencia. La
Cuarta Transformación. Lo primero que habría que decir es que lo que está
sucediendo en México es parte de un fenómeno mundial, ligado a la desilusión
hacia la democracia, de parte -sobre todo- de quienes se sintieron alguna vez
privilegiados y ya no lo son (el ejemplo más claro son los votantes de Trump) y
de quienes se sintieron alguna vez protegidos por redes creadas por el Estado y
ya no lo están (aquí hay más ejemplos, y están todos ligados a la crisis del
modelo económico mundial, que hizo metástasis en la crisis financiera de 2008).
En otras palabras, no somos un caso excepcional.
Tampoco es que los votantes de Morena hayan, por fin, visto la luz. El vuelco
electoral a nivel mundial fue resultado de décadas en las que, parafraseando a
Keynes, siempre se prometió un tarro de mermelada para mañana, sin entregar
nunca mermelada para hoy. Esto creó un divorcio los ciudadanos de a pie y la
clase política. Y provocó que algunos personajes (normalmente de la propia
clase política) movieran su discurso hacia uno muy simplista, con buenos y
malos, presentándose como ajenos al sistema y como personas capaces de
cambiarlo radicalmente.
La generación a la que pertenezco luchó por la
democracia y la generación previa nos decía: ‘¿qué no ven que hay paz, que hay
crecimiento, progreso y modernidad?’’. Nosotros respondíamos: ‘Pues sí, pero a
cambio de eso este es un país es una cárcel disfrazada, sin libertad de
expresión verdadera, sin sufragio efectivo, con una desigualdad lacerante’. No
había verdadera participación social, estaba el corporativismo, desfilar y
aplaudir sin convicción: era una unanimidad forzada.
Todo esto fue cambiando de manera paulatina y sucedió
que cuando se accedió a la democracia, nunca perfecta, pero se accedió a ella,
no hubo una respuesta en términos de eficacia social y eso generó desilusión
hacia la democracia.
Se dice, con razón, que la democracia no garantiza un
gobierno eficaz. Eso no lo puede garantizar la democracia y hay que subrayar
que no es que la democracia no tenga adjetivos, siempre debe tenerla y no
tuvimos una democracia social. No podemos asegurar que una democracia social
hubiera contenido la ola populista, pero sí podemos asegurar que la democracia
no social permitió que la ola fuera tan grande y arrasará con instituciones.
Voy a hacer una referencia mitológica pensando en el
libro de Juan Eduardo Martínez Leyva, Mitos Clásicos y Sueños Públicos. La
quimera era un monstruo mitológico, con cabeza de león, vientre de cabra y cola
de dragón. Ese monstruo aventaba llamas. Usamos la palabra “quimera” para
referirnos a un sueño vano, un concepto que choca con la realidad.
La idea de que el gobierno de López Obrador fue de
izquierda es una quimera, y creo que varios de los elementos comprobatorios
están en mi libro Populismo Neoliberal. No fue de izquierda en términos
de política económica (hay una frase que se repite en el texto: en política
económica el sustantivo es política y lo económico es sólo el adjetivo: aquí la
clave es que en el gobierno de AMLO la política no se abordó en términos de
disputa social, sino en función de objetivos electorales de corto plazo). Se
trató de una política económica cortoplacista, en la que la inversión pública,
tanto social como productiva, es puesta a un lado, a cambio de apoyos
clientelares directos. El resultado, en los hechos, es pasar al mercado lo que
antes estaba fuera de él. El caso más emblemático es el de salud: lo que antes
otorgaban los servicios públicos, ahora -ante la caída del abasto de medicinas,
de las consultas y de las cirugías- se compra, en parte con las ayudas del
gobierno. La lógica de un Estado de Simibienestar.
No hay una nueva distribución, más equitativa, del
poder. Al contrario, hay una centralización. El pleito casado con las
organizaciones de la sociedad civil es una búsqueda de relaciones verticales. Se
quiere que no haya organización ni intermediación para crear un vacío: que no
haya nada que se interponga en una relación directa, pero profundamente
desigual, entre el gobierno-padre y el pueblo-hijo.
Y, aunque la retórica oficial diga otra cosa, no existe
la búsqueda de un Estado de Bienestar. Éste invierte, y el de México trae
niveles de inversión similares a los de hace 80 años, cuando nuestra economía
era sólo una fracción de lo que es ahora. Lo hace en infraestructura en
general, no nada más en obras insignia. Tiene una gran inversión social,
particularmente en salud, educación, obras urbanas y para el desarrollo
agropecuario, cuidado del medio ambiente, cultura, deporte, etcétera. Y trata
de que haya una carga fiscal que apunte a una mejor distribución del ingreso. En
México, los corporativos más grandes siguen tan campantes.
Pero tener una mejor escuela, hospitales mejor
equipados y con más posibilidad de dar consultas y hacer cirugías, mejor
drenaje, pozos u obras de reconversión urbana no tiene los mismos efectos directos,
como los que se sienten en el bolsillo, tampoco tiene los mismos efectos electorales.
Ha habido, sí, una mejoría en los ingresos salariales,
que se ha traducido en una reducción de la pobreza por ingresos. Esa reducción,
sin embargo, ha sido acompañada de un crecimiento de la pobreza por
vulnerabilidades en acceso a los servicios de vivienda, de educación y de
salud. En realidad, no tenemos una disminución en la pobreza multifactorial,
que es la que importa, ni tenemos un cambio en las relaciones sociales, porque seguimos
bajo un sistema de capitalismo de cuates.
La pobreza cambió de estilo, pero sabemos que lo más
visible en lo inmediato son los ingresos. Y eso cuenta a la hora de votar.
El gobierno de AMLO cumple con todas las premisas del
populismo moderno. Todas. Y eso se traduce, necesariamente, en una ofensiva
contra la democracia: para distorsionarla desde adentro, como dice Nadia Urbinati
en Yo, El Pueblo. Es lo que estamos viviendo estos días con la ofensiva
contra el poder judicial.
Existen dos posibilidades al enfermarte por un virus,
o te curas o te mueres. Con el populismo tenemos una democracia enferma, hay
casos, el más evidente para Latinoamérica es Venezuela, en los que el populismo
terminó convirtiéndose en una dictadura completa, sin ninguna máscara. La
democracia en Venezuela está muerta.
Y tenemos lugares con populismos, como Argentina, en
donde la democracia está deforme, pero se mantiene en lo fundamental. En
Europa, el único caso donde el populismo parece haber fagocitado a la
democracia, y quién sabe hasta cuándo, es el de Hungría con Viktor Orbán,
alguien admirado por Trump. En Polonia ha habido respuestas a estos populistas,
que ahora, después de muchísimos años, ya no tienen mayoría; en Turquía Erdogan
no ha podido hacerse del todo poder como él quisiera.
Claro que sí tenemos un riesgo de muerte de la
democracia, yo no estaría diciendo como hacen otros que ya se acabó la
República, pero evidentemente la democracia mexicana ha pasado a ser un régimen
híbrido, con elementos democráticos y otros claramente autoritarios, agregaría
que también esperpénticos, como lo que vimos en el Congreso recientemente con
la aprobación de la Reforma Judicial.
Una parte importante del libro es tratar de explicar
al votante que prefiere el populismo a pesar de que, en términos de la
economía, no haya un cambio real, que todos los cambios sean de corto plazo,
sin un estado de bienestar que genere empleos y plantee certidumbre jurídica
(ahora hay menos) y realice un gasto social de largo plazo.
Lo que hay hoy son transferencias monetarias que se
sienten en el corto plazo, ha habido un aumento en los salarios mínimos, lo que
trae mejora de ingresos monetarios, con reducción de pobreza por ingresos, pero
va acompañada de vulnerabilidades en educación, salud, vivienda
Si la población está desilusionada de la democracia y
le es indiferente, en el fondo, lo que pase con ella en tanto haya comida en la
casa (y aunque no haya medicinas y no haya baños en la escuela), es un asunto
inmediatista que tiene que ver con factores culturales.
Creo que hay sociedades cuyo valor principal es la
supervivencia personal y otras que piensan más en la pluralidad, el respeto a
la ley. Hay naciones, como las escandinavas, que son de este último tipo y que
suelen respetar la ley; la típica nación que está pensando todo el tiempo en la
supervivencia, pero respeta la ley, es China. Los rusos son parecidos a los
chinos, pero menos legalistas, en tanto que los mexicanos somos un poco más
abiertos, menos supervivientes, pero respetando poco la ley.
Esa lógica de supervivencia y falta de respeto a la
ley es de muy buena ayuda para quienes quieran tomar el poder utilizando las
instituciones democráticas para luego deshacerlas.
Yo subrayaría que, por el momento, lo que hemos vivido
es destrucción de instituciones, o por destrucción o por deformación, como la
CNDH.
Es curioso que la transición democrática no fue de
pocos años, fue una construcción muy lenta y hoy estamos viendo su distorsión
cada vez más acelerada.
Pero surge de nuevo la pregunta. ¿Importa a las
mayorías la democracia? El libro empieza precisamente con ese tema: el
desencanto de una gran parte de la población, en varias naciones del mundo, con
una democracia que no tuvo eficiencia social.
El libro Populismo Neoliberal es una llamada de
atención triple: sobre el hecho de que nos movemos hacia el autoritarismo (de
manera cada vez más acelerada, como podemos ver en estos días); sobre la
mentira de que se trata de un gobierno de izquierda, cuando ha tenido todos los
tics moralinos y neoliberales (la obsesión con la austeridad fiscal-presupuestal
y con el tipo de cambio, por dar los ejemplos más evidentes); y, subrayo, sobre
la imposibilidad de una vuelta al pasado, que vale tanto para los sueños
guajiros de regresar a los setenta como para los otros, igualmente guajiros, de
regresar a tiempos más recientes, a las políticas y los políticos que
propiciaron el advenimiento de esta ola populista en México.
Esa es otra quimera. Esas oscuras golondrinas no
volverán. Habrá que hacer ejercicios de imaginación realista para responder a
los retos de hoy.
Concluyo con un par de acotaciones, relativas a
comentarios de Raúl Trejo en la primera presentación del libro. La primera
tiene qué ver con la diferencia entre el presupuesto 2024 y los anteriores.
Mientras que, en los primeros cinco años de AMLO, el gasto público tuvo un
comportamiento inercial -sin importar que en medio se cruzara la pandemia de
COVID-19, con sus consecuencias sanitarias y económicas-, en el último hubo un
aumento notable de gasto y deuda, con el consiguiente déficit. No es que haya
habido un cambio de rumbo: es simplemente el comportamiento típico del llamado
“ciclo sexenal de negocios en México”. El último año de gobierno es el “de
Hidalgo”, y siempre se incrementa el gasto: la novedad es que ahora fue
estrictamente para apuntalar las victorias electorales. Y siempre, el primer
año de gobierno (recuerdo hasta la “atonía” de 1971, cuando empezaba
Echeverría) es de ajustes por los excesos del pasado inmediatísimo. Y de la
deuda, lo que importa no es el tamaño, sino qué tan financiable es. La mexicana
no tiene mayores problemas, a pesar de la irracional que fue no contratarla
cuando era barata y necesaria (en tiempos de pandemia), y sí hacerlo cuando se
había encarecido (en tiempos electorales).
La segunda, sobre la preocupación acerca de la aparente
contradicción que hay entre hacer una política que apele a la razón y una
política que apele a los sentimientos. Creo que está claro que, con los
electorados de hoy -aunque es válido también para los de antes- una propuesta
estrictamente racional no sirve. Hay que apelar a los sentimientos: la cuestión
es cambiar el resentimiento y el revanchismo por una esperanza fundamentada. Parte
de ello es hacer notar que la gente ha rechazado a los viejos neoliberales,
pero también que quienes los han sustituido no son fundamentalmente diferentes
en lo económico y, por su vena autoritaria, son peores en lo político. Es
necesario poner los ojos en el futuro.
(Esta es una versión de mis intervenciones durante las
presentaciones del libro Populismo Neoliberal, editado por Cal y Arena)