lunes, agosto 06, 2018

México en los JCC Barranquilla 2018, un balance deportivo



Hacer un balance de la actuación mexicana en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, realizados en Barranquilla, Colombia, es una tarea que debe ir más en el sentido del análisis estricto que el mero sonar de las campanas porque finalmente México superó a Cuba en unos JCC, cosa que no sucedía desde el ya lejano 1966. Esta vez lo hizo más ampliamente que hace 52 años. Tuvimos 132 medallas de oro, 17 más que en Veracruz (y eso que ahora no hubo pelota vasca) y 30 más que la delegación cubana.

Los papeles se trocaron respecto a hace cuatro años. En aquel entonces, las autoridades deportivas de México pecaron de exceso de optimismo y las cubanas hicieron un análisis realista; para Barranquilla fue al revés. Ahora les toca a los cubanos lamerse las heridas.

El primer elemento a analizar es la evolución general de los países. Las glorias del deporte cubano llevan tiempo desvaneciéndose paulatinamente: hace rato que no es la máquina arrasadora de fines del siglo pasado. Pero los principales beneficiarios de esa baja –relativa, porque Cuba sigue siendo una potencia deportiva- habían sido antes Venezuela y Colombia. El anfitrión esperaba seguir en el camino ascendente, y se topó con pared: apenas tuvo 9 medallas de oro más que en Veracruz. La crisis venezolana, se ve, también golpea a su deporte: obtuvo 18 metales dorados de menos. Es en esas circunstancias que México resultó el ganador neto (y, si vemos el medallero, encontraremos que Guatemala también ha hecho sus avances).

En las entregas de las dos justas anteriores, criticábamos el poco avance mexicano en los programas más importantes del programa olímpico. Una parte importante del buen resultado de Barranquilla se encuentra en ellos.

En atletismo, donde Cuba resintió el avance colombiano y la buena prestación de Jamaica, México aguantó y quedó más o menos como en Veracruz. El avance en las pruebas de campo es marginal, pero es una realidad; encontramos una promesa de futuro en el joven Jesús Tonatiu López, corredor de 800 metros, nos defendimos en el semifondo, Juan Luis Barrios parece eterno (no lo es: se retira) y el gran fondo y la marcha se nos dan mejor que a otros (a estas alturas, ya no importó la mañosa cancelación de la caminata femenil).

Natación es una disciplina que ayuda a explicar el repunte. México fue el principal capitalizador del desplome venezolano, llevándose 15 preseas doradas, además de la prueba femenil de aguas abiertas, cuando en Veracruz tuvo 7. En particular, la natación varonil pasó de cero a 7 medallas de oro. Las victorias en relevos hablan de consistencia; las marcas nacionales y los récords de los juegos mejorados, de que los deportistas llegaron en buen momento y no fue por la caída ajena. Por medallas ganadas, destaca la veterana Liliana Ibañez (en la foto); por posibilidades rumbo al futuro, Ricardo Vargas. De todos modos, el nivel regional de la natación no es muy alto.

Ciclismo también sorprendió positivamente, sobre todo el de pista, donde México se llevó 8 oros. Ahí, el gran perdedor fue Colombia: el anfitrión esperaba arrasar, con la baja de nivel venezolana y terminó con 6 oros menos que en Veracruz. Cuba también bajó, marginalmente. El ciclismo de pista requiere de grandes inversiones y de mucho fogueo. Al menos lo segundo se está teniendo. La doble victoria en ciclismo de montaña, aunque esperada, indica que no se ha perdido el paso.

En otros dos deportes de gran presencia olímpica, las cuentas no pueden ser tan alegres. En gimnasia, aunque no tan mal como en Veracruz, México sigue estancado en niveles que no corresponden ni a su desarrollo deportivo ni a las habilidades naturales de los mexicanos. En boxeo, la buena actuación en femenil no debe eclipsar el estancamiento evidente en la rama varonil.

Pasemos a los deportes olímpicos en donde México se considera contendiente mundial. En clavados, la actuación fue buena en general (y, en la lucha de entrenadores, Ma Jin le ganó un round a Iván Bautista. En taekwondo, México no mandó a algunos de sus atletas mejor ranqueados, y se notó: hubo una caída de dos oros respecto a Veracruz (serían 5, de no ser por la introducción de la modalidad de poomsae). En tiro con arco, las mujeres del recurvo estuvieron sensacionales: oro por equipos, oro en equipo mixto y el 1-2-3 en individual. El equipo varonil ya está claramente por debajo –y sólo el bicampeón Abuelo Álvarez puede considerarse de elite- y en arco compuesto se cumplió con las victorias por equipos y medallas individuales.

Hay disciplinas en las que México es, de lejos, la potencia regional: triatlón, nado sincronizado, gimnasia rítmica, squash y racquetbol. Tenía que ratificarlo y lo hizo.

Y hay dos deportes que son clave para explicar la victoria mexicana sobre Cuba. Uno es el remo. En Veracruz, los cubanos se llevaron los diez oros en disputa. En Barranquilla, México volvió por sus fueros y se llevó 6 de 11. El otro es el tiro deportivo. En la edición pasada, México obtuvo 6 medallas doradas, por 14 de Cuba; en esta, la delegación mexicana se quedó con 13, por 12 cubanas.

Con altas y bajas, pero dentro de las expectativas, estuvieron deportes como pentatlón moderno, canotaje, bádminton, equitación, gimnasia de trampolín, tenis, vela, boliche y tenis de mesa. En judo hubo una mejora marginal. Un poco más notable, en halterofilia. En gimnasia artística, igual de retrasados.

Donde las cosas se ponen preocupantes es en esgrima. México poco a poco había escalado peldaños a nivel JCC, Panamericano y Mundial, y ahora todo parece estar viniéndose abajo. Pasamos de 10 medallas a 5 y de tres oros a ninguno. La gran ganadora de esa debacle resultó ser Cuba. Al parecer, en la federación alguien se mareó al pararse en un ladrillo. En lucha, los pocos avances se disiparon en esta edición, particularmente los que había habido en la rama femenina.

Termino con los deportes de conjunto, donde todavía no se ve la que debería ser superioridad nacional. El único oro fue en futbol femenino (los hombres hicieron el ridículo absoluto); en volibol masculino hemos avanzado en la rama varonil, aunque hubiéramos preferido el oro en la pareja de playa; en hockey sobre pasto pudimos haber tenido oro femenino, pero nos quedamos en la raya con dos platas; algo similar pasó con la plata femenina en softbol; en waterpolo hubo avance femenino y retroceso masculino; en balonmano avance marginal; en beisbol enviamos a un equipo pesado y mal manejado; en baloncesto, un partido malo dejó fuera al buen equipo varonil y las damas llegaron hasta donde podían.


Que el Comité Olímpico Mexicano y la CONADE hayan, por una ocasión, decidido trabajar juntos y coordinados ha rendido frutos. Muestra un camino a seguir, en el que no deben caber –sin embargo- displicencias o triunfalismos. Hay varios deportes que todavía requieren mucha mejoría para ser competitivos, incluso a este nivel, donde México nunca debe abandonar el lugar más alto del medallero. El siguiente paso son los Panamericanos de Lima 2019: ahí la comparación debe ser con la edición de Toronto 2015, no vayamos a confundir peras con manzanas. 

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