martes, marzo 13, 2012

Biopics: Entre las elecciones y la Facultad


Una de mis aportaciones para la campaña presidencial de Arnoldo Martínez Verdugo fue un documento electoral por estados que elaboré, a iniciativa propia, luego de que Jorge Alcocer me pasó una carpeta con los datos por distrito de las elecciones federales de 1979.
Por muchos años, cada que me encontraba con una estadística electoral, me daba una buena zambullida en ella, por gusto de la estadística y para tratar de entender la lógica político-geográfica de esos procesos. Pero eran todas de elecciones extranjeras. Las que pasó Alcocer fueron las primeras estadísticas electorales mexicanas que pude ver. Era una época en la que muy pocas personas tenían acceso a ellas.
Me puse a desmenuzar los datos, luego de notar la notable dispersión de la votación por el PCM, y a hacer una clasificación de los grados de competencia electoral por estados (y también por distritos). De ahí salió, naturalito, un trabajo de análisis de la fuerza del partido entidad por entidad, que se distribuyó a la prensa que siguió la campaña.
La dispersión electoral de entonces, de acuerdo con los datos oficiales, era similar a la que ahora tiene el PRD, pero con diferentes estados. Por ejemplo, el PCM tuvo el doble de su promedio nacional en Chihuahua y Baja California, pero aparecía muy débil en Chiapas y Tabasco, y tenía presencia sólo regional en Guerrero (Acapulco y la Montaña).
Durante la gira se vio que la respuesta de la gente a la campaña correspondía sólo parcialmente a los resultados de la elección anterior. El caso más evidente fue Chiapas, en donde el PCM apenas rebasó el 1% en sus mejores distritos,  y que resultó en una sorprendente campaña de masas, con miles de campesinos y jornaleros que bajaban de la sierra a los lugares de los mítines de Arnoldo. También se vio que era mucho menos chiquito de lo que parecía en Veracruz. Pero sí había lugares en los que la presencia era meramente simbólica, como Campeche o Yucatán.
Ese documento sería de gran utilidad posteriormente, cuando hicimos el centro de cómputo electoral.

También se me encargó organizar los cuatro grandes foros temáticos en los que se discutirían temas de interés nacional y que clausuraría Arnoldo con un discurso ad hoc. El primero sería en el DF, el 18 de marzo, sobre el tema del petróleo. Seguirían otros tres: sobre universidad y educación superior, en Culiacán, sobre frontera norte en Ciudad Juárez y sobre sindicalismo en Monterrey. Volveré sobre ellos, porque fueron una grillota no exenta de alguna anécdota chusca.

Mientras eso ocurría en el partido, fui nombrado director del CEDEM, pero más por descarte que por ota cosa, ya que la mayoría de quienes no estaban en año sabático, estaban metidos hasta la cabeza en la campaña presidencial. Más todavía que yo.
También en esa coyuntura hubo cambio en la dirección de la Facultad. Los compañeros que venían del Partido Comunista participaron, junto con los hegemónicos mapaches, en una elección de nuestro candidato. Yo voté por la reelección de Elena Sandoval, que había sido muy buena directora, pero hubo división en nuestras filas, mientras que los peces votaron masivamente por José Blanco Mejía, quien también había sido miembro del Comité Nacional del MAP.
La campaña por la dirección de la Facultad de Economía corría por dos ejes. Uno era el interno, porque se hacían votaciones entre los profesores y entre los estudiantes. El otro bloque de la escuela, los extremistas, presentaron como candidato a Fausto Burgueño, un sinaloense que trabajaba en el Instituto de Investigaciones Económicas. La ventaja de Pepe Blanco entre los profesores era evidente y contundente. Los estudiantes ultras armaron una campaña “antipartidos” (como si ellos no obedecieran a la lógica de sus grupúsculos) y, en unas elecciones que controlaron ellos, Burgueño salió ganador. Aquellos decían que el voto de un estudiante valía como el de un académico; nosotros, que la suma de cada gremio valía igual, y Pepe había arrasado entre los profes.
Además, sabíamos que quien decidía en realidad era el Consejo Universitario, que es por donde corría el otro eje de la campaña. El Consejo nombró una terna con Blanco, Burgueño y el maestro Ney, que era el decano y estaba de adorno. Nosotros nos dividimos en equipos para visitar a los miembros del Consejo y hablarles maravillas de Pepe y su proyecto. En realidad, dado el extremismo de la oposición, Pepe corría solo en la pista del Consejo, y ganó con tranquilidad.

1 comentario:

Mario Ferreiro dijo...

Buen trabajo, espero que reciba apoyo de los internautas muy pronto