Poco después, coincidiendo con el fin de clases en la prepa, el señor Saddy nos dio una mala noticia. Los socios mexicanos de su firma se lo habían transado. Mientras él echaba a andar la empresa, ellos se hicieron tontos con los papeles de migración, lo denunciaron y toda la familia estaba por ser expulsada del país. “Me dieron una puñalada en la espalda”, le dijo, acongojado, a mi papá el día que se fueron a despedir. Unos viajaron de regreso a Nueva York en auto; otros lo hicieron en avión. Tina volvió casi de inmediato porque haría el último año de preparatoria en México: se quedó en casa de su amigo Jorge Lomnitz.
Yo me quedé muy preocupado, haciendo un montón de talachas, desde pintar la cerca de la casa hasta escribirle a mi papá, diariamente, un texto para animar a sus vendedores. Empezaba el rollo de la excelencia y, sin haber vendido nada en mi vida, fui una especie de Og Mandino avant la lettre. Buscaba yo conseguir lana y alivianar a Janette. Quería ir a Nueva York, pero mi papá no me dejaba, y yo ni tenía lana para el viaje ni era todavía mayor de edad.
A donde ni modo que me impidieran ir fue al festival de Avándaro, que se llevó a cabo del 11 al 13 de septiembre del 71. Iba a ser como Woodstock, pero en México. No estarían Hendrix, Santana o Ten Years After, pero sí Tinta Blanca, Peace & Love y la Revolución de Emiliano Zapata. Habría paz, convivencia y música.
Fuimos juntos Víctor, Pablo y yo (a Rafa lo invitamos, dijo que prefería escucharlo en la radio, pero en realidad quería evitar la negativa de su familia: por enésima vez el miedo lo hacía renunciar al placer). Mi papá nos dio aventón a la salida a Toluca, en Reforma y Constituyentes. Al poco rato nos levantó un auto que nos llevó a la entrada de Toluca. Ahí pedimos otro aventón y nos lo dieron, en un Datsun, dos chavos que estudiaban Ciencias Políticas en la UNAM y que habían ido al famoso festival de la Isla de Wight, en Gran Bretaña.
Comimos en una fondita de Valle de Bravo y nos dirigimos a Avándaro, en una brecha entre los bosques. Nos perdimos un rato y uno de los de Políticas y yo nos subimos de panza al toldo para sentir la brisa mientras el auto reencontraba el camino. Llegamos al sitio del festival como a las 4 de la tarde. Había un chingo de gente. Un grupo desconocido tocaba “Tommy” y, sobre unas torres tubulares varios cuates, todos hombres, bailaban desnudos. Nos dimos cuenta de que había espacio para avanzar y nos fuimos acercando al estrado hasta que ya no hubo manera: quedamos como a cuarenta metros.
Pablo, Víctor y yo habíamos juntado nuestras provisiones (un pollo frito, chescos, chamarras y jorongos) en una bolsa militar que había pertenecido al hermano mayor de Víctor, un exmilitar que tuvo que salir del ejército, y del país, por su activismo en el 68. Pablo y yo apenas teníamos greñita (acabábamos de terminar el servicio militar), pero Víctor sí traía un melenón lacio. Yo portaba mi camisa del servicio, unos jeans cafés, acampanados, de jareta, que habían sido de Tina, y botas militares. La música era malísima, pero se sentía muy padre estar entre tanto chavo rockero sonriente, alivianado por definición. Descubrí un cuate de la secundaria en el grupito de junto. También me fijé que adelante había varios que habían hecho tienditas de campaña. Cámara, así no se iba a poder ver bien cuando empezara el verdadero concierto. Otros teloneros tocaban, y a menudo alguien se animaba para dizque bailar en pelotas, pero siempre eran hombres.
Con la noche, empezó el concierto propiamente dicho. En los primeros minutos, un señor iba reptando entre los chavos y les pedía a los que tenían tienda de campaña que la quitaran. Le obedecieron. Pablo me lo hizo notar: “Sólo pelaron cuando se los dijo un adulto”. Hmmm.
El sonido no era muy bueno, pero se distinguían las canciones y el ambiente era agradable. Entrecerrabas los ojos y soñabas que la chava que estaba cantando era la Janis, no importa que estuviera muerta. Soñabas que estabas en otro lugar, en un país que no pareciera convento. A los encuerados se sumó, en un momento inolvidable, una chava subida a un trailer que vimos pasar y no nos dio aventón. La famosa Encuerada de Avándaro, desinhibida como queríamos que fueran las chavas. El personal se prendió. Tal vez demasiado. Porque demasiado era el machismo con el que habían educado a esa generación y demasiada era la represión.
Lo digo, porque tiempo después, en la parte de adelante, hubo algunos desvanecidos por los apretujones, los pasaban por encima de las cabezas hacia donde había una ambulancia; una vez pasaron una muchacha y uno de los organizadores grito: “¡Desgraciado! Imagina que fuera tu hermana”. Seguro un güey le andaba metiendo mano a la desmayada.
Por donde nosotros estábamos la atmósfera, en cambio, era muy relajada: de un grupito a otro nos pasábamos la comida, los joints, los refrescos.
Empezó a llover, bastante fuerte, y los cuates de Políticas empezaron a entonar el canto de “No Rain” que habían escuchado en el disco de Woodstock (porque la película estaba prohibida, “por incitar la drogadicción”). La lluvia suspendió el concierto como media hora, pero no se hizo el lodazal histórico que nos hubiera acomunado aún más con los asistentes del festival neoyorquino.
El momento cumbre fue cuando los de “Peace & Love”, el grupo más popular del momento dijeron: “Ahora vamos a tocar la rola más representativa de este concierto”. Varios pensamos que sería el tema de Peace & Love, que sonaba diario en la radio. Fue otra canción: “Mariguana”. Hubo un grito de aprobación, pero a mí me decepcionó.
Al amanecer, los cuates de Políticas –quienes se habían echado una siestita muy abrazados- se fueron a dar una vuelta por el bosque. Poco después de que regresaron (tocaba el penúltimo grupo, uno de segundo nivel, Three Souls in My Mind, que poco después sería conocido como El Tri) nos sugirieron que nos fuéramos. Eran como las 9 de la mañana. Ni modo que nos quedáramos sin aventón y dijimos que simón.
En el par de kilómetros camino al auto, hice una microencuesta visual con la gente que salía –el éxodo comenzaba-. Había yo notado que había muchos hombres y pocas mujeres. En efecto: conté a 300, y 84% de los asistentes a Avándaro eran varones. Una proporción de cinco a uno. A las chicas no les habían dado permiso.
El regreso fue lento por el traslado masivo de chavos sin transporte. Hicieron una especie de retén, para subir en autos donde hubiera espacio. En el nuestro no lo había.
A la llegada, mientras caminábamos a la Anzures desde la Fuente de Petróleos, comenté que habíamos tenido buena suerte de encontrar chavos tan alivianados que nos dieran aventón. Pablo, siempre observador, respondió: “No los encontramos: ellos nos escogieron a nosotros”.
Al día siguiente los medios hicieron un gran, previsible, escándalo por “los desmanes de Avándaro y la juventud drogadicta”. Un linchamiento generalizado. “Fue una bacanal”, declaró Fidel Velázquez y concluyó, severo: “Ningún obrero fue”. En la ceremonia de los Niños Héroes, el Secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, exaltó a los cadetes del Colegio Militar, “verdaderos representantes de la juventud mexicana”. Ahora resultaba que 200 pelones eran los jóvenes verdaderos y 200 mil jipitecas éramos los falsos.
El único que medio salió a defendernos (en realidad, a defenderse, porque él había dado el permiso para el festival y le llovían críticas por permisivo) fue el gobernador del Estado de México, Carlos Hank González, quien en la tele le dijo a Jacobo Zabludovsky, en tono condescendiente, con su sonrisita seductora, que había que dejar que los jóvenes se expresaran.
Pero la sorpresa mayor para mí fue que Por Esto, una de las revistas de la izquierda revolucionaria que empezaban a circular en el llamado “aperturismo” echeverriísta, acusaba a los organizadores de Avándaro de agentes del imperialismo, con el claro objetivo de enajenar a la juventud y, a través de la droga, despojarla de su capacidad revolucionaria socialista. Eso me sacó de onda, porque hasta entonces yo creía que el rock, la mota, el sexo y la revolución iban juntos.
3 comentarios:
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Hola! hago un trabajo de Avándaro, la pregunta de investigación es ¿hasta qué punto el concierto de Avándaro se permitió para justificar nuevos ataques a cualquier tipo de manifestación juvenil?, necesito hacer entrevistas a los asistentes, podría... entrevistarte?
Gracias, si sí, te mando las preguntas por mail, nada personal y todo anónimo
Gracias :)
Pues sí, pero nomás dáme tu mail.
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