martes, noviembre 08, 2005

Diario de un Votante Indeciso I

Faltan ocho meses para las elecciones presidenciales y no sé por quien votaré. Utilizaré este espacio para algunas reflexiones.

Roberto Madrazo. En algún momento del sexenio me penetró una duda. ¿Votaría por el PRI? Al menos los priistas saben lo que quieren, están más preparados que los panistas y perredistas; además, tienen experiencia: saben tomar decisiones. Confieso que ver, desde adentro, la ineficiencia de los panuchos ("confunden nuestra pendejez con mala fe", frase histórica -a sabiendas de que "nuestra" no nos incluía- de mi compañero de trabajo, Arturo Ramos) me hizo titubear. Un priísta no se culea tanto, un priísta conoce el país, un priísta sabe escuchar a los expertos. A cambio, suele ser un campeón para el robo, la transa y mañas afines. Pensé entonces: tal vez sea un mal menor.
Luego de ver a Madrax y a Montiel en acción, las ñánaras me ganan. El mexiquense tenía a su favor una gestión exitosa en el Edomex, y -ya resignados- una gran proclividad al gasto publicitario, que heredó a su sucesor Peña Nieto. Que robara, todos lo sabíamos. Pero ver sus propiedades (o, típico, las propiedades a nombre de su familia), las megatransas superobvias (el Santuario de Valle de Bravo, propiedad en buena parte de la señora de Montiel, es uno de los lugares con mayor plusvalía en esta era de Acuario, luego de que el Dalai Lama afirmara que es una gran fuente de energía), sus nervios al responder al escándalo (¿qué más esconde?) y la facilidad con la que renunció (a cambio de la omertá siciliana), regresó en mi la sensación de asco.
¿Y quién le puso el cuatro? Roberto Madrazo, but of course. El que hizo un golpe de Estado dentro de su propio partido, para asegurar la candidatura. Si hizo un putsch interno, valiéndose de todas las mañas, para ser juez y parte, ahora que es dirigente de un partido en bancarrota, ¿qué no haría este supertransa de llegar a Los Pinos?

Felipe Calderón derrotó en las primarias panistas a Santiago Creel. Tras cuatro años y medio de trabajar para Creel en la Secretaría de Gobernación, el resultado me parece entendible. Creel es un convencido de la democracia, un hombre trabajador y una buena persona, pero esos valores no son suficientes para ganar una campaña (tampoco para gobernar). Bombón trabajó demasiado en función de sus aspiraciones a futuro, pero sin conocer a fondo a su partido (dicen que el amor es ciego, y creo que Creel ama al PAN), sin conocer a fondo sus propias debilidades personales (frivolidad, amiguismo, desconocimiento de la economía, vanidad, inteligencia limitada) y sin conocer en lo absoluto la realidad nacional. Calderón, en cambio, sí conoce a su partido y sabe lo que piden. Está dispuesto a cumplirlo, a mentir y a aliarse con el diablo en persona con tal de ganar la presidencia. Lo que pide su partido está muy a la derecha de lo que ha sido Fox (que ya es decir).
Aquí hay una contradicción: quiere aliarse con sectores menos conservadores, pero blandiendo los puntos de vista retrógados del panismo clásico. Además, Calderón carece de la cultura y de la gran inteligencia de su mentor Carlos Castillo Peraza.
En lo personal, me he topado dos veces con Calderón. En ambas me ha atacado personalmente, por razones facciosas, por mi relación con Crónica. Eso no me ha sucedido ni siquiera con los perredistas más recalcitrantes.
Más allá de lo personal, esa actitud revela una personalidad poco liberal. La que supone que quien no está de acuerdo con ella, es porque tiene una agenda en su contra. No me gusta imaginar una personalidad así en la Presidencia de la República.

Andrés Manuel López Obrador, lo saben hasta sus partidarios más cercanos, es un tipo peligroso. Poco respetuoso de la ley, a la que se ha pasado por el arco del triunfo (el típico que dice que la ley está bien mientras me convenga), autoritario (o "decisionista", según se le quiera ver), ha coqueteado con el chavismo y se ha aliado, entre otros, con lo peor del PRD y sus alrededores (Bejaranistas y Camachistas). Es moralino, no tiene sentido del humor y, en su libro, dedica apenas unas cuantas páginas superficiales al que debería ser un tema toral para un mandatario de izquierda: la relación con Estados Unidos.
Su autoritarismo y su suficiencia preocupan, porque da la impresión de ser una persona que difícilmente acepta sus errores.
A cambio, ha sido un hombre de obras, interesado -a su manera interesada- en el bienestar de la gente. Un tipo que, aunque sea siempre buscando agua para su molino político, sabe escuchar. Es hábil, es listo y le gusta el beisbol. Parecen virtudes insuficientes.
No creo que AMLO, si gana, vaya a incendiar la pradera. Me preocupa más si pierde.

Bernardo de la Garza. Dicen los que lo conocen que es de las personas pensantes del PVEM, si no es que la única. Eso, por supuesto, no basta para pensar en serio en él: de seguro catafixiará su candidatura para que sus amigos del Verde sigan teniendo huesos.

Jorge Castañeda es un tipo listo y ambicioso como Andrés Manuel, sólo que más culto y con una visión más realista del papel de México en el mundo. Ahí se acaban sus gracias. Desde su amistad con Elba Esther, hasta sus caprichos y veleidades, pasando por la obsesión de quedar bien con los gringos, El Güero tiene características que hacen dudar a cualquiera. Además, no tiene partido. Bajo las condiciones del sistema mexicano, eso es garantía de que no podría gobernar.

Patricia Mercado ha abanderado causas con las que simpatizo. Coincido en la necesidad de formar en el país una alternativa socialdemócrata. Coincido en la necesidad de reformas económicas estructurales, en el cuidado de las libertades individuales y la cultura de respeto a la diversidad. Sin embargo, en su partido hay un tufo a vieja, muy vieja izquierda minoritaria. Y además, está el chisme de que anduvo con Marcelo Ebrard (yuck!).

Dicen los franceses que el sistema de segunda vuelta es muy bueno, porque en la primera votas por el candidato que quieres; y en la segunda, votas en contra del candidato que no quieres. Desgraciadamente, en México sólo hay una vuelta. Así las cosas, decidiré mi voto dependiendo de cómo se realicen las campañas y se muevan las encuestas.
En este momento López Obrador va tranquilo a la cabeza con 39% de la intención de voto, a diez puntos porcentuales del competidor más cercano. Estoy seguro de que las cosas se moverán (algún candidato se desplomará y será competencia de dos). Mientras tanto, si llega un encuestador y me pregunta: "¿Por quién votarías si las elecciones fueran hoy", respondería, sin convicción, que por Patricia Mercado.
Ya veremos después qué pienso.

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