jueves, enero 13, 2022

Leyendas olímpicas invernales: Surya Bonaly

 


Fue la más espectacular patinadora artística en una de las épocas de oro de la disciplina. La que la llevó a extremos atléticos y acrobáticos. Precisamente por eso, nunca fue bienquerida por los jueces y por eso, también, se convirtió en una leyenda.

Surya Bonaly nació en Niza, y pasó sus primeros meses en el orfanato, hasta que fue adoptada por una pareja formada por una exigente profesora de educación física y un arquitecto. Años más tarde se enteró que sus padres biológicos eran de Costa de Marfil y de la isla Reunión. Impulsada por su madre, la joven practicó varios deportes, y en todos era buena. La esgrima, la gimnasia (donde pronto destacó, fue campeona mundial juvenil de gimnasia acrobática) y, lo que más le gustaba, el patinaje artístico.

Cuando Surya apenas tenía diez años, fue a ver entrenar al equipo olímpico francés, que hacía una escala en Niza. Su madre convenció al entrenador Didier Gallaghet de que la dejara patinar con ellos una hora. La niña intentó hacer un doble Axel, con todo y que tenía el tobillo fracturado. El entrenador quedó impresionado con su determinación y la invitó a que se entrenara en París. Allí se fue la familia, viviendo seis meses en su camioneta: padre, madre, hija y cinco perros.

Pronto empezaron los triunfos. Para 1992, ya había sido campeona mundial juvenil y campeona europea. Venían los Juegos Olímpicos de Albertville, con Francia de anfitriona. Bonaly iba en tercer lugar tras la rutina corta y, antes de la final, tuvo un desacuerdo con el entrenador, que quería una rutina menos arriesgada. Surya fue la primera mujer en intentar un cuádruple toe loop, pero lo terminó en el hielo, y no en el aire, por lo que sólo le contaron triple. Aún así, fue espectacular, pero la calificaron por debajo de Midori Ito y de Nancy Kerrigan, que habían tenido fallas similares. Terminó en quinto lugar. Los jueces consideraban que era demasiado veloz y que le faltaba flujo, elegancia. Tampoco les gustaba su vestimenta. El público pensaba diferente.

Tras el rompimiento con Gallaghet, Bonaly tomó como entrenadora a su madre, Suzanne. En los Mundiales de 1993 obtuvo la medalla de plata, tras cerrada competencia con Oksana Baiul. El reacomodo de los olímpicos invernales dio rápidamente otra oportunidad a la francesa, ahora en Lillehammer 94, en una competencia que generó gran expectativa mediática por la agresión sufrida por Nancy Kerrigan a instancias de su rival Tonya Harding. En el hielo, quienes más brillaron fueron la campeona Baiul y Bonaly, quien jugó con combinaciones largas y difíciles, pero la francesa -tras estar en segundo lugar luego del programa corto- cayó al cuarto lugar, porque su exhibición tuvo algunas fallas.

Para el Campeonato Mundial de Chiba, Japón, Bonaly se había cortado la cola de caballo, que no gustaba a los jueces, dejó de intentar saltos cuádruples, trató de ser más grácil y menos atlética. Empató en puntos con la local Yuka Sato, y los jueces votaron 5-4 para darle el oro a la local. Bonaly se inconformó con su plata: “Hice todo lo que pude, menos pintarme de blanca”, declaró.

Poco antes de los juegos de Nagano 98, Bonaly se rompió el talón de Aquiles. Tenía pocas probabilidades de alcanzar medallas, porque no podía terminar sus series de saltos triples, así que en la rutina final hizo lo que nadie: un mortal hacia atrás en el que cayó en un solo patín. Una maravilla. Pero, como ese salto está prohibido, le descontaron puntos. Se fue hasta el lugar 10.

Pero sucedieron dos cosas: una, que el público se le rindió con esa actuación valiente y deslumbrante. La otra, que, a su regreso a la villa olímpica, Bonaly fue felicitada por otros atletas admirados: los de hockey sobre hielo, los de esquí alpino, los de bobsled, luge y skeleton. Había hecho una revolución: si los jueces querían música clásica, ella les brindaba el mejor jazz, así patinara con Vivaldi.

De ahí se retiró del deporte amateur, pasó a exhibiciones profesionales, y luego a ser entrenadora. Nunca ganó medalla, pero la espectacular y legendaria huella que dejó hizo que muchos la amaran y que todo mundo la extrañara en las siguientes ediciones olímpicas.







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