jueves, junio 13, 2019

Economía para beisboleros



De todos es sabido que el presidente López Obrador es un gran aficionado al beisbol. También, que los números no suelen ser su fuerte. Pero no hay fanático del beis que no sepa estadísticas beisboleras. Por esa razón supongo que una traducción de algunas variables económicas a las estadísticas del rey de los deportes puede servirle a él y a otros entusiastas de la pelota caliente para darnos una idea de dónde está México en materia económica.


El Índice de Gini es como la efectividad del pitcheo (Porcentaje de Carreras Limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas), sólo que moviendo el punto decimal. Este índice mide la desigualdad en la distribución del ingreso. Según él, 1 corresponde a la total igualdad (todos ganan exactamente lo mismo) y 100 a la total desigualdad (una sola persona tiene todo el ingreso). Dicen que “pitcheo es el nombre del juego”, por eso todo equipo que quiera ganar tiene buenos lanzadores. Igual con el tema de la desigualdad: toda nación que quiera tener bienestar, debe evitar las diferencias sociales extremas.

México tiene un índice de 43.4, que lo coloca en el lugar 118 entre 159 países medidos. En otras palabras, estamos bastante mal. Es como si un pitcher tuviera un PCL de 4.34 y el promedio de la liga fuera 3.70.

Si bien no tenemos la peor rotación de pitcheo del mundo (ese dudoso honor le corresponde a Sudáfrica con 63.0), estamos muy lejos del líder, que es Islandia, con 24.1. Las políticas sociales deberían llevarnos, por lo menos, a un nivel intermedio: ese 37.0 de Lituania, que es exactamente la mitad de la tabla.

Pero, ojo, como bien saben los beisboleros, la efectividad del pitcheo no lo mide todo, porque hay carreras sucias. El índice de Gini se puede bajar mediante transferencias, pero si los servicios sociales básicos que proporciona el Estado, como salud o educación, bajan de calidad o dejan de ser gratuitos, eso significará que hay más desigualdad aunque el índice no lo diga (al pitcher le anotaron un montón de carreras sucias). Y tampoco sirve de mucho tener un gran staff de lanzadores, si el equipo no anota carreras (inversión, empleo).


El control de la inflación es como el porcentaje de fildeo. Un buen fildeo ayuda a que las cosas no se desboquen cuando uno está a la defensiva. De nada sirve pitchear bien, cuidando una mejor distribución del ingreso, si luego esos ingresos se van entre las manos con los aumentos de precios.

En la tabla mundial, aquí México califica bien, con 4.8% anual. Haciendo una formulita donde la inflación ideal, de aproximadamente 2 por ciento es igual a 1.000 de porcentaje de fildeo, podríamos calificar a México con un .972, que definiría a un buen shortstop o segunda base. En ese símil, el equipo de Argentina comete error en la mitad de las  bolas en juegos y a Venezuela cualquier rolita se le convierte en jonrón, porque hay más errores que outs.

Aquí también hay que tener cuidado. Cuando un jugador sólo brilla por su defensiva, a final de cuentas resulta maletón. Si todo es combatir la inflación, la economía de la nación termina siendo como Mario Mendoza, gran fildeador que bateaba basura: la Línea Mendoza es un promedio de bateo tan bajo que, no importa que tan bueno sea tu guante, no cabes en Grandes Ligas.


El porcentaje de la inversión productiva respecto al producto es como el porcentaje de bateo. Nos referimos no a los capitales financieros especulativos, sino la que genera empleos, la que invierte en investigación y tecnología, la de infraestructura y obra pública. Una economía se desarrolla sobre bases sólidas cuando invierte.

A diferencia de la inmediata posguerra, el mundo vive tiempos de vacas flacas en términos de inversión productiva. Sólo hay un país que, traducido al beisbol, está rompiendo la liga. China, donde la inversión equivale a .446 del PIB. Ni Ted Williams en sus mejores tiempos. El mundo trae un promedio bajón: .233.

Desgraciadamente, México está por debajo de ese promedio. Bateamos para un raquítico .219 y nuestra meta es alcanzar el .240 de porcentaje. Será difícil si la inversión pública no se reactiva.


La tasa de crecimiento del PIB es como el WAR, esa nueva medición sabermétrica. El WAR compara a cualquier jugador de Grandes Ligas con uno de reemplazo (es decir, uno que casi tiene el nivel para estar ahí, pero está en Ligas Menores).  Y nos dice con cuántas victorias contribuye ese jugador titular.

En el beisbol de Grandes Ligas, jugadores estrella como Mike Trout suelen tener un WAR cercano a 10 por temporada. Pero son la excepción: un buen titular, como por ejemplo Javier Báez, tiene un WAR de 5. El WAR promedio entre jugadores titulares es de 2.5, que es apenas un poco menor al promedio de crecimiento anual de la economía global.

En ese símil, la economía mexicana, que tiene una expectativa de crecimiento, según los últimos datos de Banxico, de entre 0.8 y 1.8 por ciento, estaría jugando como oscuros peloteros de la parte baja del montón: sería algo así entre Lonnie Chisenhall y Chad Pinder.  Tal vez podríamos mejorar el WAR si tuviéramos un mejor porcentaje de bateo (es decir, más inversión).


¿Y a qué estadística beisbolera equivale la ausencia de déficit fiscal o de endeudamiento? Yo diría que a la proporción de bases por bolas concedidas por el pitcher por entrada lanzada. Es un asunto de control.

Si el lanzador no concede la base por bolas, hay menos posibilidad de que le anoten carreras (recordemos que, como dice el dicho, “contra la base por bolas no hay defensa”). Aunque no signifique una carrera inmediata en contra, genera peligro: hace más fáciles los errores (la inflación futura) y también puede atentar, si hay una crisis, contra la efectividad del lanzador (la distribución del ingreso). En estos días, la estrategia del nuevo manager nacional es la evitar a toda costa regalar una base al rival.

Sin embargo, hay ocasiones en las que la táctica obliga a conceder una base por bolas. A veces disfrazada, para evitar un bateador que sea demasiado peligroso; a veces intencional, para buscar un out forzado o un doble-play y garantizar el triunfo en el juego.


Y también hay razones más de fondo. Nadie quiere un pitcher descontrolado, pero uno que sabe usar las esquinas del home y otorgar las menos bases por bolas posibles es mejor que uno que, con tal de no otorgar un pasaporte a primera base, pone la bola en el centro del plato y le pegan tremendos batazos. Si no, pregúntenle a Greg Maddux.


Cuando escribí este artículo pendía sobre México la amenaza de los aranceles de Trump. Mi consejo fue que nos enfrentábamos a un bateador en esteroides, un tramposo que carga un bat alterado. Nada de lanzamientos rectos para él: puras curvitas. La moña, pues. 

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