viernes, julio 13, 2018

CDMX. la clase social aparece en las urnas


Se ha hablado, en esta elección, tanto de voto transversal por Andrés Manuel López Obrador, como de voto diferenciado entre las diferentes candidaturas. También se ha hablado de voto de clase y de voto de castigo. Es hora de hacer algunos numeritos, tomando como ejemplo las elecciones en la Ciudad de México, que tienen, además la característica de que la elección presidencial y la de jefatura de gobierno fueron concurrentes, y con campañas bien diferenciadas.
Empecemos por lo obvio. AMLO ganó ampliamente en la capital, pero la Ciudad de México ya no fue el bastión principal de sus votos. Quedó apenas arriba de la media. Los bastiones lopezobradoristas esta vez fueron los estados del sur-sureste y del noroeste.
Lo segundo, López Obrador obtuvo 400 mil votos más que la candidata a la jefatura de gobierno por la coalición Juntos Haremos Historia, Claudia Sheinbaum. Esto significa que hubo mucho voto diferenciado en estas elecciones. Lo interesante será constatar que hubo elementos de clase ligados a esta decisión.
Históricamente, al menos desde 1988, la votación en la capital ha estado claramente diferenciada según el estrato social. En la elección presidencial de aquel año, había una correlación inversa entre nivel de ingresos y votación por Cuauhtémoc Cárdenas, y una correlación directa en el caso de Manuel Clouthier, con la excepción de los estratos más altos. En otras palabras, las colonias más pobres votaban más por el Frente Democrático Nacional y las más pudientes lo hacían más por el PAN. La excepción eran las colonias más ricas, que se decantaban más por el PRI. Este partido tenía en la ciudad un patrón de votación casi plano: aproximadamente los mismos porcentajes en todas las colonias, salvo el chipote positivo de las más ricas.
Este patrón de votación por clase o estrato social se mantuvo desde entonces, variando sólo los porcentajes, hasta el 2015. De hecho uno podía saber en qué tipo de colonia vivía revisando el porcentaje de votación del PAN y comparándolo con otras. Más panista significaba más nice. El caso contrario era cierto con el PRD, aunque a lo largo de los años, la línea del PRI se hizo menos recta, porque se cayó su apoyo en las zonas de clase media-baja.
En las elecciones de 2015 y 2016, con la aparición de Morena, hubo nuevos cambios. Morena y PRD se dividieron a las clases populares, por la diferente implantación territorial de ambos. En términos generales hubo una fuga de voto clasemediero y de colonias de clase trabajadora del PRD hacia Morena, pero este no fue tan grande en las colonias marginadas.
¿Qué pasó en 2018? Las elecciones tenían un ingrediente particular, la alianza entre el PAN y el PRD, que tenían fuentes sociales de voto muy distintas. ¿Hasta qué punto habría una fusión de estas dos bases electorales diferenciadas? ¿Qué tanto pesaría el hecho de que el candidato presidencial del Frente fuera de extracción panista y la candidata a la ciudad fuera perredista? ¿Y el efecto AMLO?
Esa alianza, a su vez, tuvo efectos en las campañas para la jefatura de gobierno. Claudia Sheinbaum decidió centrarse en la identificación con AMLO y agregó el tema de su experiencia como científica, con la idea de una ciudad innovadora; Alejandra Barrales se dirigió casi estrictamente a las bases perredistas, otrora mayoritarias, con lenguaje populachero y propuestas de apoyos sociales; Mikel Arriola consideró que le dejaban un amplio campo a la derecha y hacia allí se movió, sobre todo en temas de seguridad y de derechos de las minorías.
¿Qué fue lo que sucedió? Analizamos una veintena de casillas, de distintas colonias y clases sociales y esto fue lo que encontramos.
En primer lugar, en la elección presidencial encontramos lo de siempre: una correlación positiva entre ingresos y voto por el PAN (por Ricardo Anaya) y una correlación negativa entre nivel de ingresos y voto por Morena (por Andrés Manuel López Obrador). La única diferencia relevante es que las clases más altas abandonaron al PRI –en la casilla de Las Lomas, Anaya obtiene 65%, frente a 20% de Meade– y que el desplome del priísta en algunas colonias de clase media baja es total –en la Unidad Independencia obtiene apenas el 4%-.
El otro dato es que la correlación entre nivel de ingresos y tipo de voto no funcionó tanto en los candidatos a la jefatura de gobierno. También se da, pero no de una manera tan clara.
En particular, la línea para Barrales y Sheinbaum es más plana que para sus respectivos candidatos presidenciales.
Eso significa que muchos ciudadanos de clase media-alta y alta que votaron por Anaya, lo hicieron por Mikel Arriola o por Claudia Sheinbaum en la boleta citadina. También, que muchos electores de clase trabajadora y marginada que votaron por AMLO para la presidencial, lo hicieron por Barrales para la jefatura de gobierno.
De hecho, en las clases altas, Sheinbaum obtiene más votos que López Obrador y en las medias, aproximadamente el mismo porcentaje. La diferencia se explica exclusivamente en las zonas populares, sobre todo allí donde había aparato perredista (que se detecta también en los votos por Anaya bajo el logo del sol azteca).
Barrales tiene hasta 16% menos votos que Anaya en las casillas “ricas” y hasta 22% más que el panista en las zonas pobres. Arriola tiene hasta 14% más que Meade en las zonas ricas y es todavía menos popular que él en las pobres.
Mikel Arriola, al mover al PRI hacia la derecha, llevó hacia sí a los votantes panistas más conservadores y con consciencia de clase (alta), pero no pudo entregarle esos votos a Meade (Mikel se llevó 120 mil votos más que Meade bajo el emblema del PRI). La campaña de Barrales no intentó atraer votantes del lado derecho del Frente; su propósito, más que contribuir a la causa de Anaya, era evitar que el PRD se desfondara totalmente en la capital (aquí sí jugó aquello del “agua y el aceite” de los críticos más elementales del frente).
Finalmente, Claudia Sheinbaum, en una campaña que hacía énfasis en sus credenciales académicas, obtuvo un voto transversal que atrajo a la clase media ilustrada, pero no pegó tanto como AMLO en las zonas populares. Su holgada victoria está más ligada al éxito nacional de Andrés Manuel López Obrador y al voto de castigo hacia Miguel Ángel Mancera que a la campaña misma. Hay que decir que ella lo sabía desde el principio.


En resumen, las clases sociales sí existen. Siguen existiendo. Y la gente, a veces sin proponérselo conscientemente, vota con ellas.

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