En el haikú tradicional siempre hay una referencia a las estaciones del año. Con el beisbol es, necesariamente, distinto. Allí donde se juege, en cualquier lugar y momento, es primavera. Con esa, y otras licencias, va mi cadena de haikús beisboleros. Cada uno puede y debe entenderse como unidad. Pero también es posible imaginar que el conjunto de árboles forma un bosque.
Brilla el diamante,
joya de verde y grava
siempre vibrante
Inicia el juego.
Del montículo salen
bolas de fuego
Son serpentinas,
cometas juguetones,
luz bailarina.
La bola huye
de la mano del pitcher,
strike intuye
Aspira al cuero…
No encuentra al out
sino al madero
Rueda con fuerza
rumbo a los jardines,
serpiente tersa
Juego de señas:
manos, cuerpo y cara
son ideograma.
El receptor
tras de la máscara
juega a ser Dios
Loma lomita,
mi Olimpo, mi Calvario:
¡Es tan chiquita!
La navaja, al ojo;
la nube corta al sol;
la recta, al jom
Se escucha un crac.
Trueno instantáneo:
la voz del bat
Chispa-pelota:
viaja un blanco sol:
va a mi manopla
Dulce ilusión:
sueña Segunda Base
con ser el Jom
Grita la raya
por la bola muerta.
¡Un faul, malhaya!
La colchoneta
anhela ser robada.
¡Es tan coqueta!
Vida sin tiempo:
en el jardín central
vacila el viento
Mi infancia, sé,
como la bola: se va,
se va, se fue
La vida entera
jugar al beis, instante
de primavera
1 comentario:
Excelente. Quién se hubiera imaginado al beisbol narrado en haiku.
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