En Módena y Roma conseguí mi diploma hecho a mano y autentifiqué con la embajada los papeles que acreditaban mis estudios. Una bola de sellos. De ahí partimos a Londres, donde estuvimos cuatro días, entre museos.
Menos de un mes después de nuestra salida de Módena, llegó a casa de Claudio, de regreso, la caja de libros que yo no había podido recoger. La volvió a enviar a México, y luego de un año se la volvieron a retachar.
De regreso a Culiacán, además de la pátina de polvo, las telarañas y el calorsote que esperábamos, nos encontramos con la sorpresa de que una de las maletas que habíamos dejado ahí estaba carcomida. Seguí un rastro hecho con pedacitos de la valija hasta llegar al baño de servicio. En el inodoro, estaba una pavorosa ratota que acababa de parir. Jalé la palanca y eché una botella de Drano, ácido para destapar caños. Dos botellas. Tres botellas. Valía madres. Luego compramos un raticida superpoderoso que esparcimos por el departamento. A los pocos días empezó a oler a gas desde la estufa. Debajo del horno, descompuesto, un hinchado cadáver de ratota. Además el animal había mordisqueado –supongo que en agónica desesperación- la malla del horno, dejándolo inservible. Recogi los despojos y los deposité en el tambo de basura afuera del edificio.
Por lo demás, no había muchas nuevas en la ciudad, fuera de que se había llevado a cabo el congreso del sindicato y que habían pasado todas las propuestas que elaboramos conjuntamente con los del PC. Mi René contaba algunas anécdotas geniales acerca de las discusiones con los ultras. La mejor de ellas era cuando un ex Enfermo (que, por lo visto, no se había curado del todo) propuso eliminar la materia de inglés de las preparatorias, porque le hacía juego al imperialismo. Entonces que se levanta un profesor de inglés, de la prepa de Mazatlán por más precisión, y le dice, en sagrada defensa de su materia de trabajo, que había una diferencia muy importante entre el inglés burgués y el inglés proletario, que él enseñaba inglés proletario, una materia importantísma para las relaciones revolucionarias entre los obreros mexicanos y los obreros gringos, ¿si no cómo se iban a entender? Los aplausos y las carcajadas callaron al enfermito.
Imaginamos alguna de las clases de ese profe:
-Ya know man, workers aint gettin’ whay they deserve, ‘cos bosses say they’re ignert fools! ’N Mexican workers aint farn people, they’re comrades.
Pues sí, ya estaba yo de vuelta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario