El gobierno de Estados Unidos considera a Julian Assange un terrorista de nuevo tipo. Mucho se ha hablado, en estos días, acerca de los chismes de alta política derivados de las filtraciones de Wikileaks. Muy poco, acerca de la ideología de su fundador y motor.
Escribe Assange (en el ensayo State and Terrorist Conspiracies): “Para cambiar radicalmente la conducta del régimen debemos pensar con claridad y valentía, puesto que si algo hemos aprendido, es que los regímenes no quieren ser cambiados. Nuestro pensamiento debe ir más allá que el de quienes que nos han precedido, descubriendo cambios tecnológicos que nos envalentonen mediante modos de actuar que antes no pudieran haber sido utilizados. Primero, debemos entender qué aspecto de la conducta del gobierno o del neocorporativismo queremos cambiar o eliminar. En segundo lugar, debemos desarrollar una forma de pensar sobre esta conducta que tenga la suficiente fuerza como para llevarnos a través del lodazal del lenguaje políticamente distorsionado, hasta llegar a una posición de claridad. Por último, debemos utilizar este entendimiento para inspirar en nosotros y en otros un curso de acción efectiva y ennoblecedora”.
En otras palabras, el fundador de Wikileaks entiende su tarea como un proyecto revolucionario (una “conspiración terrorista”) para obligar a los regímenes políticos dominantes a un cambio de fondo. Este cambio de fondo está ligado a un concepto: detrás de todo gobierno hay una “conspiración gubernamental”, que atenta contra la libertad y la autorrealización de las personas. Assange entiende “conspiración” de una manera laxa: una asociación coordinada de personas que oculta a los demás sus intenciones finales.
A partir de ahí elabora una suerte de teoría de la comunicación conspirativa –en el que “la conspiración” se convierte en una tabla con clavos y cuerdas que los comunican-, para deducir, en la lógica de que “comunicación es poder”, que por muy centralizada que esté una organización o un gobierno, depende a fin de cuentas del papeleo, del intercambio de información. Una organización demasiado cerrada deja de ser funcional: mientras más cerrada esté, menos podrá relacionarse con el mundo real afuera de ella. Es el talón de Aquiles sobre el que ataca Wikileaks. También es por eso que lo hace sobre un gobierno poderoso y piramidal, pero medianamente efectivo, el de Estados Unidos.
La idea de Wikileaks es hacer menos efectiva “la conspiración” gubernamental, cortando o inutilizando algunos de las cuerdas.
“Podemos ver las conspiraciones como un tipo de artefacto que tiene flujos de entrada (información sobre el entorno), una red informática (los conspiradores y sus enlaces entre ellos), y flujos de salida (acciones que pretenden cambiar o mantener el entorno)”. De ahí que busque hackear la red, haciendo públicos despachos privados (y aduciendo que los diplomáticos son un pequeño grupo de la clase dirigente que no comparte información con el resto de la sociedad y, por lo tanto, deben ser evidenciados). La misión de su sitio, entonces, es hacer público lo privado en la esperanza de que esa “posición de claridad” evite nuevas secrecías.
La visión de Assange es típicamente la de un programador de computadora. Lo que ve es un sistema de gente e información. Lo que contiene la información es irrelevante, salvo porque constituye un puente entre quienes son miembros de una organización relativamente cerrada (“la conspiración”). Esto significaría que lo que interesa a Assange no son los secretos que da a conocer, sino el hecho de divulgarlos y que alguien los considere valiosos.
Otro asunto es que, si somos congruentes, Wikileaks es, para Assange, una conspiración, una contra-conspiración. “Conspiración” son también las organizaciones de la democracia, como los partidos políticos: “¿Qué pasaría si un partido se quedara sin celulares, fax o e-mail, sin los sistemas de computación que manejan sus afiliados, donantes, encuestas y centros de campaña” –se pregunta-. “Caería en el estupor organizacional y saldría derrotado” –se responde.
En esa lógica, el creador de Wikileaks sugiere que para combatir una “conspiración” hay que hacer que se cierre sobre sí, envuelta en paranoia. Obligarla a abrirse o a cerrarse más: a dejar de ser o a ser ineficiente.
En ese sentido, hay quien sugiere que lo que en el fondo busca Assange no es la transparencia, sino la neblina. Opacar el transparente mundo de la información clasificada y dificultar su capacidad para funcionar. Como subir un virus para hacer más lenta la computadora. Assange, el hacker, trata a los gobiernos como el sistema mismo, y luego les aplica la misma estrategia que usaría para tronar una computadora.
Y hay quien dice en la red que hackear un sistema de 4 mil años de edad, aunque entrópicamente doloroso, parece un (¿luminoso?) sendero necesario para el fin de los gobiernos piramidales, la aurora de la Era de la Red y del poder en forma de nube.
A todos nos han entretenido las revelaciones de Wikileaks. Hay gran alegría en el pueblo cuando el niño grita, “El rey está desnudo”. Pero es una alegría efímera. Los métodos extremistas en política a menudo tienen un final desastroso.
Una versión en PDF de los ensayos de Assange se encuentra aquí.
Y aquí, un breviario de frases de Assange, recopilado por Raúl Trejo.
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