miércoles, octubre 15, 2008

Poemas a dos manos con Víctor y Hermann (Biopics)

Durante aquel verano en México, varios cuates intercambiamos textos. Se me ocurrió hacer un ejercicio poético con Vïctor: cada uno escribiría un poema y luego intercalaríamos los versos. Sorpresivamente, tenían tema y tono similares. Luego hice lo mismo con Hermann, y la afortunada casualidad se repitió.
Aquí los textos.


Media sandía destrozada
-Para Alejandro Aura


Las sonrisas masturbadas se congratulan,
han destrozado mi incisión en la madera
para que se devoren en la calle
las tripas vivas
y los ojos a penas discretos,
quémase incienso en un rictus parturiento,
llegan al punto climático de la lengua
y no saben si son perros de pavimento.
Ya no quedan restos de mi infancia,
o gaviotas atroces anidando en el intestino,
jamás la sonrisa y la embriaguez frente a frente.
Sí, apenas unas fotografías turbias.
Un hoyo inmenso llamado Progreso,
una llaga cruel que se anida
en generaciones prematuramente viejas,
ah, es saliva en el seno antiguo, marchito,
es la púber semilla terrada, hambrienta y vegetal,
clavados los dientes en la esperma mutilada.
Corren autos, locomotoras, cien mil máquinas
sobre la marquita que dejaste
(es que dicen que te los entregan de regalo:

los ojos de ciudad, esos que nunca se irritan
Use Colirio Eyemo).
Muerta está la ruta del Poeta,
enloquecida la mujer que de la ventana lo espiaba,
amargadas las palmeras.
Han destrozado nuestra Media Sandía,
su jugo, que nos lactó, confúndese con basura,
cien vehículos la horadan por segundo.
Me despido de las caras de mis amigos,
del tochito y de la paleta de limón,
de que mi incisión en la palmera,
devuelva,
brinde,
un trozo de realidad que ya no es.

Víctor Monjarás Francisco Báez
29 de agosto de 1975


Levantándose de la lona, nuestro púgil recibe poética adhesión


Altero de lucha insaciada
rasca el cielo con tu arpa monocorde
bajo ramas de la noche turbia y a veces cálida,
mendiga olivos, novias nuevas y sonetos
que ocultan ferazmente el sabor de tierra
o ruptura de tierra húmeda.
Te apachurran venas de la calle
caras de sudor a veces limpio
y las nubes, hoscas piedras melancólicas
o corpiño de ancestrales cambios.
Invádete la perfidia de los vidrios,
ondean, volátiles, muros de ebriedad,
errores que se cometen al paso de los años
te golpean la panza
sobre los salvajes cuerpos de endebles brazos
de tibia ansiedad reputada de inmunda.
Se aflije la carne muda, se caen las vigas,
derrumbes sacrosantos, perlas de ciudad,
afuera del viento, al romperse las ventanas
se escucha la Charrita del Cuadrante:
hace espanto en el clima que irá creciendo
y un gruñido de monedas te apea,
juegas tumba con tus dedos,
las manos se crisparán algunas,
aplanas el cigarro, comes pulgas,
los arsenales vomitarán esperanza
en corazones paridos por páramos hirvientes.
Ay, tristes tortas de manteca
queman incesantemente tu calaña,
noche turbia,
finas hermanitas recién atropelladas
y entre líneas deglutidas,
calificación aprobatoria al ser humano
que prueba sus tenis sobre el asfalto.
Óyese tu canto tras la lluvia de lamentos
hoy como mañana dispuesto a romper los récords mundiales
de velocidad y resistencia al trabajo y al hambre:
es la hoz del vengador
con que comienza tu mirada
para poder instaurar una marca inútil y olímpica
que ondee y diga hasta aquí llegaron la esperanza
y tu trino de avecilla aterida.
(Es seguro que de inmediato el récord se rompa
y así endeble permanezca en crecimiento).
Hoy como ayer digamos:
sobre estas calles turbias no hay tiempo.
Hoy, agazapado en tu espera,
medio orgulloso de tu calcinación,
el Patrio Mes te mienta la madre,
así que nos importa tan poco decir algo del mañana
y henchidos vamos de chingada y espíritu
chingando y jodiendo y dándole en la madre al espanto.

Hermann Bellinghausen Francisco Báez
19 de septiembre de 1975


No hay comentarios.: