miércoles, septiembre 19, 2007

Biopics: Una oferta que no podía rechazar

Una tarde, a principios de 1974, Eduardo Mapes me cambió la vida. El y yo nos fuimos a tomar un café al Hicks, que era un restorancito en la calle de Copilco, junto a Ciudad Universitaria. Allí me dijo que a Consuelo Ceceña, nuestra amiga e hija del director de la escuela, le iban a dar una beca para estudiar Ciencias de la Alimentación en Italia y que lo había invitado, porque iban a ir varios. Entonces Eduardo, de sopetón, me preguntó: “¿Cómo la ves si tú también te vienes a Italia?”.

Eran demasiadas noticias, y una oferta que no podía rechazar, pero acerté a darme el lujo de una efímera duda.

-¿Pero Ciencias de la Alimentación? ¿Qué es eso?

-Vale madre, hazme la balona. Ya luego vemos que hacemos. ¿Te imaginas en San Siro en un partido entre el Internazionale y el Milán?

Todavía tengo en la mente la imagen que se me plasmó. Yo, parado, bien abrigado, en las gradas del estadio viendo, luminosas, las playeras de los jugadores que se mueven en la grama.

-Pues va. A güevo –dije con tamaña sonrisa.

Regresé a casa sintiendo un halo de irrealidad.

Las cosas se precipitaron con rapidez. Consuelo incluyó en el grupo a Jorge Castañares (“uno que sí estudia”), el maestro Ceceña habló con nosotros y nos envió a las oficinas de la Conasupo, donde su titular, Jorge De la Vega Domínguez, nos daría instrucciones. De la Vega se echó un rollo abstracto sobre alimentación y economía y nos avisó que saldríamos a Europa formando parte de la gira presidencial, el primero de febrero. Es decir, como en quince días.

Yo seguía preocupado por lo de alimentación (nunca he entendido cómo funcionan las enzimas), y creo que los demás también. Un maestro, Adrián Lajous, se ofreció amablemente a que fuéramos a su casa y desde allá telefoneáramos a Edmundo Flores, quien se desempeñaba como embajador de México ante la FAO (en aquella época, llamar a Europa costaba un ojo de la cara y Lajous nos alivianó bastante).

Flores dijo que, efectivamente, el Señor Presidente le había llamado para avisarle que iba a enviar a unos jóvenes a estudiar ciencias de la alimentación, que de seguro las mejores escuelas estaban en Italia porque era sede de la FAO y que averiguara. Flores averiguó y, según nos contó, la conversación transcurrió así:

Flores: -Señor Presidente, no existe la carrera de Ciencias de la Alimentación en Italia.

Echeverría, impertérrito: -Pues yo le voy a enviar unos jóvenes para que estudien Ciencias de la Alimentación en Italia.

Flores, sensato: -Lo que usted diga, Señor Presidente.

El Doctor Flores concluyó diciéndonos: “Vénganse a estudiar economía, les va a resultar más provechoso que en la UNAM”.

Lajous puso la cereza recomendándonos ampliamente la Universidad de Módena que, según él, era “como ir a Cambridge, pero más barato”. También nos dio un consejo básico: “Interésense en la política, pero no se metan. Una vez fue Harold Wilson a Cambridge y lo agarramos a huevazos; el único huevo que atinó fue el que lancé yo: me volví muy popular entre los estudiantes, pero estaba muerto de miedo de que me expulsaran del país”.

Varios cuates se interesaron en sumarse a la aventura italiana. Quien lo consiguió fue Jorge Carreto. El director Ceceña obtuvo otra beca, para un cuate ya recibido, Antonio Mártir, y logró para Carreto y para otro muchacho, de apellido Ríos, un lugar en la gira presidencial. Nos exhortó a que, ya en Italia, le sugiriéramos al presidente Echeverría que también incluyera a Jorge entre los becados.

Hubo nueva visita a la Conasupo, donde De la Vega repitió su discurso, agregando que la misión de Carreto y Ríos, a su regreso, era contarle los pormenores de la gira a la que desgraciadamente no iba a poder asistir por su enorme carga de trabajo. Nos dio los itinerarios del viaje, unas calcomanías para pegar en nuestras maletas e instruyó a su secretario a que nos diera cinco mil pesos a cada uno, para que nos compráramos el smoking que íbamos a necesitar para las cenas de gala. Yo los usé para comprarme un traje gris y hacerme un guardadito para el viaje. Nadie compró el smoking.

En los últimos días antes de nuestra partida hubo algunas fiestas, en las que los camaradas nos aseguraban que nos volveríamos “delavolpianos” (por Galvano Della Volpe, un filósofo marxista que ellos tampoco habían leído –desconocíamos a Gramsci por completo-) y las compañeras eran más cariñosas.

Nos vuelve a llamar De la Vega, pidiendo que vayamos de traje y con nuestros pasaportes. Un chofer de Conasupo nos lleva a Los Pinos. Ahí saludo por primera vez a Echeverría, me doy cuenta de que es de mi estatura y que yo me lo imaginaba muy alto (cosas de la propaganda). Ahí estamos todos los que vamos a la gira que se desarrollará en Alemania, Italia, Austria y Yugoslavia. Veo muchas caras conocidas de los noticieros y los periódicos. Nos explican de qué se trata la gira y los horarios que tenemos que seguir. Luego nos pasan una película promocional del anterior viaje internacional del Señor Presidente.

Castañares ha estado preocupado porque no hizo el servicio militar y, según las leyes, no puede salir del país. La gente del Estado Mayor lo tranquiliza: al día siguiente, el escollo ha sido superado.

31 de enero. Ya están las maletas hechas, la ansiedad me devora. Vemos 24 Horas. Ahí Jacobo Zabludovsky da una nota importante: la lista completa de quienes forman parte de la gira presidencial a Europa. Aparecemos los becados de Conasupo. A Carreto y a Ríos los describe como “líderes estudiantiles de la Escuela Nacional de Economía de la UNAM”. En ese momento me doy cuenta de que Jorge ha quemado las naves: si regresa, la Asamblea lo va a linchar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cómo nos deja en suspenso doctor. Las habas se nos queman por saber cómo fue el viaje y qué pasó al llegar. Felicidades y gracias por darnos otro panorama de la historia a través de las vivencias personales.
Ziggymoon