El subtítulo se refiere a un cuate mío muy dado a la prosopopeya y poco a las groserías.
Cómo decir palabrotas en sociedad
(o manual de groserías de José Hernández)
Umberto Eco
(adaptación: FBR)
Veo en la nueva novela de Kurt Vonnegut (Hocus Pocus) que el protagonista decide no usar palabrotas y se limita a expresiones que (en la traducción de Francisco Báez) suenan como: “¡Qué pelo púbico!”, “¡Diríjase a la ultrajada!”, “¡Es un excremento!”. La invitación surge oportuna en un momento en el que los periódicos registran, de parte de los políticos, insultos de carretonero y en el que en las telepantallas aparecen distinguidos señores que se llaman el uno al otro con referencias explícitas a partes del cuerpo normalmente cubiertas de ropa llamada, precisamente, íntima.
Es cierto que en esta misma columna hace un tiempo reivindiqué el derecho de usar la palabra pendejo en ciertas ocasiones en las que es necesario expresar la máxima indignación. Pero la utilidad de la palabrota la da precisamente su excepcionalidad. Usar palabrotas demasiado a menudo equivale a reescribir un concierto con sólo las percusiones, mientras los demás instrumentos callan. Mussolini, en un momento trágico de la historia de Italia, dijo en el parlamento que habría podido hacer de aquella aula sorda y gris un vivac para sus manipulaciones. Si hubiera dicho (y tal era el sentido de su declaración): “Bola de pendejos, podría metérsela a todos por el culo como si nada” o lo habrían tratado como a un loco, o se habrían dado cuenta de que el condicional estaba fuera de lugar, porque el hecho ya se había verificado.
Se ha perdido aquel arte de la injuria, celebrado por Borges (“Señor, su esposa, con el pretexto de tener un burdel, vende mercancía de contrabando”). Pero al menos se debería reencontrar un arte de la perífrasis. He aquí por qué, para uso de los protagonistas de la política y del espectáculo, se presentan algunas expresiones indudablemente elegantes y bien provistas, bajo el velo de cuya elaborada extrañeza, los expertos podrán reconocer la expresión original, mucho más vulgar y común, que esconden, sin por ello eliminar la fuerza locutoria.
“¡Cállese, pelo que surge de la parte anterior del perineo, hecho con el segmento fusiforme del producto final de un complejo proceso metabólico!”
“Para mí tiene el mismo valor que la parte del órgano externo del aparato genito-urinario masculino, con forma de apéndice cilíndrica”.
“Sin haber abandonado su ropa, se deshizo preterintencionalmente de celulosa, queratina, resíduos biliares, moco, células epiteliales desescamadas, lecuocitos y bacterias varias, a causa del espanto”.
“Fulano, en el día de su nacimiento, estaba unido por cordón umbilical con una señora cuyo mester era conducir la poliandria a manifestaciones casi frenéticas”.
“La razón es que tengo una inflamación en la única bolsa de piel de la que proveyó Natura, con todo lo que ella contiene”.
“¡Glándulas de Bartolino y Trompa de Falopio! ¡Perdí el Portafolio!”
2 comentarios:
juar-juar estimado señor Baez el presente texto logró hacerme evacuar fluidos sólidos de la zona rectal de la risa que me provocó. Agradezco a Dios que existan las groserías que nos hacen la vida más directa y contundente, lo otro cubre de formalidad lo que es crudo en la realidad, lo felicito.
Julio Castrejón
Sería bueno ANALIZAR POR QUÉ DECIMOS PALABROTAS. Es en momentos en que no aguantamos una situación, cuando nos sentimos maltratados, indignados, asustados, por una injusticia, porque una situación nos desborda. Entonces decimos hijo de.. hija de..y la pobre madre carga con algo infecto de lo que es ajena, o nos dirigimos a te vas a la ...de manera de dirigirlo al retrete. Pero dónde realmente está el problema?en las relaciones humanas pero deshumanizadas. Pero hay otras palabras como car... que son muy groseras, sin embargo boludo/a actualmente se dice como si tal cosa. Aquello de tarado/a ya no se usa tanto, es así que para las palabrotas también existen modas. El tema es interesante.
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