lunes, diciembre 23, 2024

Los diez deportistas mexicanos de 2024

 


1. Osmar Olvera
2. Prisca Awiti
3. Alejandra Valencia
4. Marco Verde
5. Canelo Álvarez
6. Juan Celaya
7. Arnulfo Castorena
8. Ana Paula Vázquez
9. Ángela Ruiz
10. Diego Villalobos 


(aquí, la lista de 2023)

miércoles, diciembre 18, 2024

Siria y los tankies




Ahora que ha caído el régimen de Bachar al-Assad en Siria, parece ser buen momento para hablar de los tankies, una especie política que, no sólo se resiste a la extinción, sino que ha logrado reproducirse, en particular entre la autoproclamada izquierda latinoamericana. ¿Quiénes son los tankies?

Originalmente eran los comunistas de la vieja guardia, que aplaudían todo lo que hiciera la Unión Soviética. Se les dice así porque aprobaron la entrada de tanques soviéticos para aplastar la rebelión en Hungría, en 1956, y la primavera de Praga, en Checoslovaquia. Lo segundo es particularmente significativo, porque aquella primavera que aplastaron los tanques de Brezhnev estaba dirigida por un ala renovadora dentro del propio Partido Comunista Checo. 

Detrás de la lógica de los tankies estaban (siempre han estado) una lectura superficial de las cosas, un marxismo mal leído y peor entendido y una tendencia al maniqueísmo. Y detrás de sus sentimientos, una clara preferencia por los regímenes autoritarios, sin importan qué tan inhumanos sean. 

Un buen tankie desprecia por igual a la izquierda democrática que a la extremista, y no hace distingo alguno hacia lo que considera “la derecha”. Le dan igual los fascistas declarados que los demócratas, al cabo que considera a todos siervos del imperialismo. Y, cosa muy importante, imperialismo sólo hay uno: el de Estados Unidos. 

Por lo mismo, no le importa si en EU gana un progresista o un conservador, un protector de los derechos civiles o un impulsor del racismo y la xenofobia. Por definición, el yanqui es enemigo de la humanidad, y contra él lucha (o dice luchar). 

Por esas razones principales, al tankie la caída del bloque soviético, el fin de la URSS y la terminación de la Guerra Fría le pasaron de noche. Como rompían con su visión dual del mundo, prefirió ignorarlas. Se volvió como esas viudas que todavía le hacían su sopa favorita al esposo fallecido. Se pasó la realidad por el Muro de Berlín (porque el Arco del Triunfo es burgués). 

Ahora el comunismo al estilo soviético no existe en ningún lado. El modelo maoísta tampoco funcionó, pero los chinos fueron capaces de hacer cambios hacia un capitalismo controlado por el Estado y por el Partido Comunista (que de eso todavía tiene el nombre). Algo similar sucedió en Vietnam. Lo que resta son Estados policiacos, militares y hasta teocráticos, todos ellos de capitalismo de cuates, que se envuelven y mal esconden su carácter autoritario o totalitario en la retórica socialista y antiyanqui. Y a veces sólo en lo segundo, como en la muy derechista Rusia de Putin. Estos gobiernos tienen la ventaja de que el tankie es capaz de defenderlos, aun ante la más amplia evidencia de que, además de exacerbar la desigualdad, tienen a la población reprimida y empobrecida. De Cuba, a Nicaragua y Venezuela. De Rusia y Belarús a Turkmenistán. De Irán a la Siria de Assad. 

Es cierto que, durante décadas, Estados Unidos se ha ganado a pulso su mala fama en la opinión internacional (algunos todavía recordamos los nombres de Jacobo Arbenz, Mohammed Mossadegh y Salvador Allende) y que la potencia americana, más que amigos, tiene intereses. También, que muchos de sus cínicos movimientos estratégicos son tan de corto plazo que acaban revirtiéndose. Pero el tankie suele ver una gran conspiración inacabable, en la que una suerte de Estado Mayor de la Burguesía, con sedes en Washington y Nueva York, busca apropiarse del mundo, y en particular de los recursos naturales de los países tercermundistas (como si la economía mundial fuera todavía primordialmente extractivista). No faltará quien diga que todo lo sucedido en Siria es parte de la estrategia de EU para apropiarse del petróleo de ese país (sin tratar de averiguar que su producción es 0.05% del total mundial, o que sus reservas petroleras son el 0.2% del mundo). 

Ahora que salen más a la luz los crímenes de Bachar al-Assad contra su propio pueblo, no falta el tankie que, entristecido por la derrota de Putin, de los ayatolas y de Hezbolá, insiste en que al menos se trataba de un gobierno formalmente laico y que lo que sigue será peor. Quién sabe si en lo último tenga razón, porque la guerra allí no ha terminado y hay muchas facciones en juego. Pero lo seguro es que cayó un tirano, uno de los carniceros más grandes del siglo XXI. Assad, además, generó una enorme oleada de refugiados (más de la cuarta parte de la población siria), lo que a su vez ha fortalecido la ola ultraderechista en Europa. Hay que alegrarse de su caída. 

La promoción del maniqueísmo político en México y en otros países de América Latina ha servido para que crezca el número de tankies en la región. Esos que creen que el desastre cubano se debe al embargo estadunidense, que el fraude electoral de Maduro fue “patriótico” y que es mejor no hablar de Nicaragua porque les da penita. Son los que dicen que “daba lo mismo” entre Trump y Harris, que Ucrania debe ceder territorio a Rusia a cambio de paz, que los crímenes de guerra de Israel justifican las acciones terroristas de Hamás y, en fin, que el mundo se divide entre países pobres buenos y países ricos malos. A ver si el varapalo en Siria hace que algunos de ellos entren en razón (todos, imposible, porque así es esto del fanatismo).

sábado, diciembre 07, 2024

Struwwelpeter recargado y a la mexicana

 


Conocí a Struwwelpeter -el libro con dibujos de Heinrich Hoffmann- en una de esas larguísimas pláticas de adolescencia con Hermann Bellinghausen. Me enseñó una edición que guardaba su papá. La reacción inmediata fue de horror, porque las ilustraciones eran totalmente gore. La didáctica era muy simple: "si haces algo malo, te va a pasar algo peor". En resumen, la instrucción a través de la imagen de la desgracia (o peor, de la tragedia).

Lo más curioso es que, cuando Struwwelpeter se publicó por primera vez, en 1845, fue presentado con el subtítulo Historias muy divertidas y 15 estampas aún más graciosas para niños de entre 3 y 6 años. Se le consideraba un bonito regalo navideño. Si para un adulto tiene una extraña y repulsiva fascinación morbosa, no me quiero imaginar qué angustias pudo haber causado a los niños a quienes originalmente estaba dirigido.

Otra cosa extraña del librito es la desproporción de los castigos, que no va de acuerdo a la travesura o desobediencia cometida. A un niño muy agresivo y mala onda lo muerde un perro, pero hay varios que se mueren por pecados muy menores. Y no hablemos del pequeño chupadedos, víctima de un auténtico sicópata.

A continuación, un divertimento: una versión mía sobre seis de los diez poemas del librito, con lenguaje coloquial mexicano (no como unas traducciones horribles) que, además, toma en cuenta algunas de sus contradicciones y, de pilón, tiene algo de mala leche. 





Struwwelpeter


Struwwelpeter era un hippioso 
de verdad zarrapastroso.
Con greña afro y sin bañar,
las uñas largas se fue a dejar.
Pinche Struwwel Changoleón,
ser tan guarro está cabrón.
Pura mugre, sarna y roña,
¡Huele peor que Noroña! 



La increíble y triste historia de la pequeña pirómana


 "Si juegas con cerillos te vas a quemar",
le dice Mamá a la niña babosa.
Pero la escuincla se pone a jugar.
Los prende: se cree muy chistosa.

Los gatos maullan: "no no, no lo hagas",
la torpe chamaca los manda a volar,
pero muy pronto la alcanzan las llamas,
todo su vestido se empieza a quemar.

Se quema la espalda, la nariz, la boca,
el pecho, las piernas y hasta el corazón;
pinche niña mensa, pinche niña loca,
ora sí se puso tremendo quemón.

Entre quemaduras, la niña agoniza.
Lo que fue tan bello ahora es un despojo.
Nada queda de ella: tan solo cenizas;
sólo sobreviven sus zapatos rojos.

Y si te preguntas a qué se debe ésto:
a que los zapatos eran hechos de asbesto.


 
Kaspar contra la sopa



Kaspar era un gordazo y también un mamilón. 
"¡No quiero sopa! ¡No quiero sopa!"
gritaba con su vozarrón,
"¡Es que no quepo en mi ropa!"
(es que le daba coraje
que no cambiaran potaje).

"Toy a dieta, ya no como, 
me cae que no abro la boca.
¿Qué tal si me dan un pomo
en vez de esa horrible sopa?"
(pero le servían lo mismo:
la sopa era el catecismo)

El chamaco se hizo flaco 
(no le ofrecieron ni un taco)
Luego parecía un hilo
que no pesaba ni un kilo.
La sopa jamás comió
(sólo eso se cocinó)
y al final se petateó.

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Niklas y los chamacos de tinta

Tres alemanes racistas
de un negrito se burlaban
El mago Niklas les grita:
"Chamacos no sean gandallas,
el negro no tiene culpa,
ya no le hagan trifulca".
Los muchachos no escucharon 
y al negrito lo bulearon.
Y que el mago los envuelve,
que los mete a un tintero,
que de ahi salen bien negros,
y la tinta es indeleble.

¡Ay qué pinche castigote!
¡Ay que Niklas tan culero!
Racista de capirote
los volvió negros a güevo.
¡Qué va a ser eso un castigo! 
Ora sí lo contradigo:
Negros como la tinta,
se ligan a güeras gringas

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El Club de los Chupadedos


La mamá dice a Conrado:
"¡Jamás te chupes el dedo!
Pues vendrá un sastre malvado
que te la va a hacer de pedo.
Con tremendas tijerotas
el pulgar te va a cortar.
Conrado, no seas idiota
que cucho vas a quedar."

El niñete, que era tonto,
apenas se va la ñora 
el consejo pronto ignora
y el dedo se chupa a fondo.
Llega el sastre larguirucho,
con tijeras especiales
le tumba los dos pulgares
y el chamaco queda cucho.

Brota sangre, claro está
de esos deditos partidos.
Conradito, malherido,
la sangre se chupará.

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Instrucciones para cuando sopla el viento

Cuando arrecia el temporal
es mejor quedarse en casa;
si eres poco cerebral
te sales a echar la guasa.

Este muchacho baboso
a dar la vuelta salió,
la tormenta lo envolvió: 
fue algo muy doloroso.

Con el paraguas voló,
fue más alto que las nubes,
ya nunca más regresó:
hoy vuela con los querubes.

La moraleja es muy clara:
si con lluvia has de salir
el paraguas no hay que abrir
o la pagarás muy cara.







 




lunes, diciembre 02, 2024

Algunas claves en la victoria de Trump

 


Ahora que Donald Trump ha ganado las elecciones presidenciales en Estados Unidos, es hora de tratar de analizar algunas de las claves que pueden explicar su triunfo.

Este año, las encuestas preelectorales estuvieron bastante cerca del resultado final. En promedio, fallaron por poco menos de 3 puntos porcentuales. En los estados-bisagra, el error fue todavía menor: 2.2 puntos. Por tercera ocasión, las encuestas subestimaron a Trump; pero esta vez por menos que en 2016 y 2020. Y aunque queda claro que las encuestas de opinión tienen una incertidumbre inherente, también es cierto que sí sirven para medir el estado de la opinión pública. Por eso, es relevante escudriñar en las encuestas de salida -y otras-, para ver qué está detrás de las decisiones de voto.

El tema más importante para los electores de Trump fue, en general, la economía y, en particular, la inflación; para los votantes de Harris, fue la democracia.

Lo curioso del caso es que la tasa de inflación en Estados Unidos en 2024 es del 2.4 anual y el crecimiento del PIB es del 2.8 anual. Nada mal, en comparación con otras economías del mundo. ¿Qué pasó, entonces? De entrada, que una cosa es la inflación este año, y otra, la de los tres años anteriores. En 2021, fue de 7 por ciento, la más alta desde 1981. Aquí gana la memoria de mediano plazo. De salida, que los salarios medios han ido por detrás de los precios -aunque haya habido un crecimiento en el empleo-. Es decir, ha ocurrido un deterioro de los salarios reales.

El comportamiento del PIB, que usualmente se utiliza como proxy para ver si la economía va bien (cosa que ayuda electoralmente al gobierno en turno), en realidad mide la dinámica de la economía, no el bienestar económico de la población. Además, una cosa son los datos duros y fríos, y otra son las percepciones de la gente. Los números pueden decir que la economía va bien, pero una parte importante de los ciudadanos puede sentir lo contrario -como también se puede observar, en el sentido inverso, en México-. En Estados Unidos, la mayoría siente que gana menos que antes y muchos de ellos votaron por quien ofreció soluciones simples a un problema complejo: aranceles a las exportaciones para atraer inversión y expulsión del país de quienes compiten con bajos salarios. Si se aplicaran las medidas proteccionistas de Trump, la inflación crecerá y no habrá la recolocación de empresas prometida, pero eso es parte de la complejidad que la gente no quiere o no puede ver.

El que la mayoría de los votantes de Harris haya señalado que su principal preocupación es la democracia, nos dice dos cosas. La primera, corroborada por las propias encuestas de salida, es que votaron más contra Trump que a favor de la vicepresidenta. La segunda, que en el grupo de los electores demócratas sí hay gente que entiende el peligro autocrático que representa el magnate republicano. La tercera, que su preocupación por la situación económica no fue el motor principal de su decisión electoral.

Hay que decir que la preocupación por la democracia, en los tiempos que corren, es relativa. Un ejercicio en Estados Unidos presentó dos candidatos hipotéticos, con agendas de política económica y social completamente distinta. Luego se presentó a los entrevistados que quien tenía la agenda que ellos preferían haría una serie de medidas claramente antidemocráticas para imponerlas. Entonces se les preguntó si, tras conocer eso, cambiarían el sentido de su voto. Sólo 3.5 por ciento lo hizo. Hoy en día, en EU y en el mundo, la “satisfacción con la democracia” parece directamente correlacionada con la aprobación de gobierno.

Harris mejoró 9%, respecto a Biden, entre las familias que ganan más de 100 mil dólares al año; Trump ganó 12%, respecto a 2020, entre los que ganan menos que eso.

Este es, quizá, el cambio demográfico más relevante en términos de las votaciones. Significa el ocaso de la coalición que le otorgó a los demócratas la mayoría de los votos ciudadanos en todas las elecciones, menos una, de las elecciones entre 1992 y 2020. La clase trabajadora ya no percibe a los demócratas como sus adalides, a pesar de la evidencia de que los republicanos sirven a los intereses de las grandes empresas. Entre los sindicalizados (es decir, entre los trabajadores que hacen negociaciones colectivas y no están casados con el individualismo de la derecha estadunidense), la ventaja de Harris sobre Trump fue menor a 10 puntos porcentuales. Entre los no sindicalizados, Trump arrasó.

En particular, la caída entre los votantes blancos sin estudios universitarios ha sido precipitosa. Eran la mitad del voto demócrata en la primera elección de Clinton, en 1992; ahora son menos del 30 %. En sentido contrario, los electores blancos con universidad, que eran apenas la quinta parte de los votantes de Clinton, ahora fueron casi el 40% de los de Harris.

Los blancos con estudios universitarios se movieron 7 puntos porcentuales a favor de la candidata demócrata; los no blancos sin estudios universitarios, 13 puntos hacia el candidato republicano. Y los blancos sin estudios, que ya eran mayoritariamente trumpistas, ahora lo son más.

El cambio en el voto latino (o hispano), se explica más por el lado del nivel de estudios que por de la etnicidad, a pesar del perfil claramente racista del trumpismo. Hay que decir, al respecto, que un error de los demócratas fue considerar ese voto por descontado, en particular el de las comunidades mexicana y puertorriqueña (en las que sí ganó, pero con un margen mucho menor al histórico). Cuando pierdes en Brownsville, en Río Grande y en McAllen, es que la cosa es grave. Al parecer, a muchos tejanos de origen mexicano les molesta que los demócratas los consideren “gente de color” unida en la lucha antirracista; y dicen que los republicanos son racistas, pero los demócratas, también.

El tema del aborto, que supuestamente atraería muchos votos a Harris (la mayoría de los estadunidenses está a favor) resultó menos trascendente de lo esperado. La razón tal vez estriba en que, pasada la decisión a los estados, los electores pudieron votar sobre ese asunto, sin tener que pasar por el voto presidencial en el camino. El hecho de que haya sido aprobado en estados como Montana, Missouri, Nevada y Arizona, donde ganó Trump, así lo demuestra.

En resumen, el voto demócrata es, cada vez más, el de las clases medias ilustradas -esas que no siempre quieren la respuesta simple a los problemas complejos- y su coalición con las minorías étnicas y con la clase trabajadora se ha debilitado (notablemente, en el segundo caso). Siguen teniendo a la mayoría de las mujeres de su lado, pero no por mucho. El voto republicano fue, cada vez más, la combinación del voto de los plutócratas, las clases medias sin estudios y una mayoría de los trabajadores. Su coalición, que era 90% blanca, ahora lo es en 75%.

Y si nos fijamos un poco más, ese tipo de partición de coaliciones electorales se parece mucho a la típica que se da en estos tiempos de populismo.