martes, julio 23, 2024

Glorias olímpicas: Jackie Joyner-Kersee

Jackie Joyner nació en el lado equivocado del río Mississippi. El lado este de Saint Louis, donde están las casas pobres, no existe la calefacción, faltan los servicios públicos, y abunda la delincuencia. El deporte, practicado desde pequeños, ayudó a la familia Joyner a vivir más allá de su circunstancia económica. Jackie ha contado que ella y sus hermanos rellenaban bolsas de chuchulucos con la arena del patio de juegos, y luego la ponían frente a su casa para practicar el salto de longitud. 

Desde niña, Jackie Joyner destacó en volibol, basquetbol y atletismo, pero hubo un momento en el que, por falta de presupuesto, la escuela donde estudiaba decidió cerrar los programas deportivos para niñas. El coach dijo que renunciaba si hacían eso, y no pasó.

Fue becada por la UCLA, con la idea central de que jugara baloncesto, y fue titular en el equipo de su universidad por cuatro años, pero ella terminó por decidirse por el atletismo. Gran elección, porque terminaría por convertirse en una de las atletas más reconocidas del Siglo XX, al obtener seis medallas olímpicas (tres de oro, una de plata, dos de brinces) y cuatro títulos de campeona mundial en el periodo que va desde 1984 a 1996.

En su primera cita olímpica, Los Ángeles 1984, Joyner -a pesar de ser la favorita- se tuvo que conformar con la medalla de plata en el heptatlón y el quinto lugar en el salto de longitud. Estaba lesionada y, según sus palabras, "no era fuerte mentalmente". En esos mismos juegos, su hermano Al se coronó campeón en salto triple.

Vendría un cambio de actitud, ligado a su matrimonio con el coach Bob Keerse. Dejó de dudar en sí misma. En los Juegos de la Amistad de 1986 se llevó el oro y se convirtió en la primera mujer de la historia en romper los 7 mil puntos del heptatlón. Repetiría ese doble oro en los Mundiales de Roma 1987.

Para los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 ya estaba lista para darlo todo. Rompió su propio récord mundial en heptatlón, y se coronó con 7,291 puntos. Ese récord mundial sigue vigente siete lustros más tarde. También ganó oro en salto largo, con 7.40 metros, que es todavía el récord olímpico.

En los Mundiales de 1991 ganó con facilidad el salto de longitud, pero una lesión sucedida durante ese evento le impidió participar en el heptatlón. Pero se repuso en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Allí ganó el oro en heptatlón, alcanzando esa gloria en olimpiadas consecutivas y se llevó el bronce en salto de longitud. Repetiría el oro en la prueba de las siete pruebas en el Mundial de Stuttgart 1993 (y lo ganaría, como de costumbre en los Juegos de la Amistad).

Los Juegos Olímpicos de Atlanta 96 le tenían reservada otro desafío. Llegó con un tirón en la corva, que se le complicó en los 200 metros planos, la primera prueba del heptatlón, así que tuvo que retirarse. Decidió descansar la lesión un par de días y enfocarse al salto de longitud. Compitió con tremendos dolores, los que no le impidieron subir al podio, con la medalla de bronce. En su momento, Joyner-Kersee dijo que esa era la presea que le sabía más dulce.

Todavía obtendría una oro más en los Juegos de la Amistad, para luego intentar hacer una carrera en el basquetbol profesional, que no fue tan exitosa. Jackie había decidido ser atleta por sobre todas las cosas y fue una atleta por encima de la excelencia. 

Joyner-Kersee lleva años dedicada a la filantropía, sobre todo para mejorar las condiciones de los niños y jóvenes de su natal East St. Louis. Lo relevante es que esta gloria olímpica ha sido voluntaria para esas acciones de buena voluntad desde que era atleta universitaria. 





jueves, julio 18, 2024

Viajes con mi padre (biopics atrasado)


Durante todos mis años de primaria, pasé las vacaciones viajando con mi padre. En aquella época, las clases terminaban a finales de noviembre y uno volvía a la escuela la primera semana de febrero. Eso significa que una parte de las vacaciones coincidía con las fiestas de navidad y año nuevo. En la otra, mi papá me llevaba consigo en sus viajes de trabajo.

Abelardo Báez era gerente de ventas de Shulton de México y casi todo el año trabajaba en la Ciudad de México, pero -atento también a sus inicios como vendedor- en ocasiones iba a recorrer el país junto con los agentes de ventas encargados de la zona, y así tenía impresiones a primera vista de cómo iba funcionando el negocio. Normalmente, esos viajes coincidían con mis vacaciones, y así fue que se le hizo una costumbre llevarme.

El asunto funcionaba así: salíamos en el coche del vendedor hacia la zona a recorrer, yo iba atrás con una pila de cuentos (libritos de comics, pues), llegábamos a un pueblo o una ciudad, y los dos hombres empezaban a recorrer farmacias y perfumerías. Mientras ellos se echaban su rollo con el encargado, yo me ponía en una esquina a leer los cuentos, luego pasábamos a otra farmacia, a otro pueblo y así. Está claro que por más cuentos y libros que llevara, más los que se acumularan en el camino, al final ya casi me los sabía de memoria. Pero, por supuesto, no todo era visitar farmacias.

De los vendedores recuerdo a tres. Uno se apellidaba Pirod; otro, Enciso. Con esos dos mi papá trabó amistad verdadera. Al tercero le decían el Callao Hernández. Sé que había otro en Guerrero, pero sólo recuerdo su pinta: gordito, bigotón, de guayabera. Y ha de haber habido varios en el norte, pero nunca fuimos.

El primer viaje fue a Veracruz, con Pirod. Es de los que recuerdo menos, porque estaba más chico. Pero se mantienen en la memoria unas cuantas cosas. Una, que Pirod decía que sus ojos eran de color "uva pelada". Se volteaba a verme, abría los ojos y efectivamente eran verde claros. Otra, que ese vendedor, tal vez para demostrarle al jefe que había recorrido muchas veces esas carreteras, se sabía el nombre del pueblo siguiente, así fuera una ranchería sin farmacia. "El siguiente pueblo se llama Camarón". También, que cuando cruzamos las Cumbres de Acultzingo había una niebla espesa. La carretera era sinuosa, de solo dos carriles. Y yo percibía, por lo lento que avanzaba el auto, que la situación era peligrosa. Lo entendí cuando ambos hombres lanzaron un verdadero grito de alivio al salir de la niebla. "Estuvo muy riesgoso", me confesó mi papá.

En el primero, y en todos los otros, mi padre se esforzaba por enseñarme cosas del país, su México adoptivo; en mostrarme su gente, sus carencias, sus necesidades; aunque también sus bellezas y maravillas. Y en inculcarme una suerte de patriotismo social: "Ese caballerango es tu compatriota", "esa campesinita es tu compatriota".  

El siguiente ha de haber sido con Enciso, a quien le tocaba, esencialmente, el Bajío. Paradas en San Juan del Río, Querétaro, Irapuato, Celaya, Salamanca, Guanajuato, León, Morelia...  Vueltas por los centros de cada ciudad, mi papá diciéndole "mi estimado" al señor detrás del mostrador de la farmacia, revisando en qué parte de la vitrina o el anaquel colocaban los productos de Shulton, preguntando si servían los displays, que eran unos adornos publicitarios que ponían para exhibir los productos y darles visibilidad. Los centros de venta tenían estilos y olores muy diferentes: a unos los recuerdo de madera oscura, con una barra vieja y olores a talco y a ungüentos; otros, con piso de mosaico de puntitos, muebles de metal y olor a creolina combinada con perfume barato; otros más, a menudo en los pueblos intermedios, tenían maderas de menor calidad y solían ser polvosos. Pero me daban mi banquito para que leyera mis comics.

Yo siempre pedía ver el estadio de futbol. Así fue en Celaya y en Zamora, por ejemplo. Pero la mejor anécdota fue cuando fuimos a visitar la Bombonera, el estadio del León.
Llegamos, mi papá toca en la zona de vestidores. Le abren la puerta:
-¡Bienvenido, señor Scarone! 
Se juntan los jugadores y aplauden al recién llegado.
- Se equivoca, mi estimado. Soy Abelardo Báéz, de Shulton de México
El equipo estaba esperando a esa hora a su nuevo entrenador.
En todo caso, nos dejaron pasar, mi papá promocionó los productos Shulton, yo corrí un rato con el delantero Martínez y me tomé una foto con nada más y nada menos que Antonio La Tota Carbajal, el ya para entonces mítico portero de la selección nacional.
Hasta entonces llegó Scarone. Enciso y mi papá le platicaron la anécdota, lo saludaron y le desearon suerte.

A veces comíamos en el hotel, a veces en fondas y de vez en cuando en restaurantes. Si el hotel tenía alberca (o, como en Veracruz, si había playa), nos metíamos un rato al agua y mi papá me enseñaba a nadar. Como era bastante exigente, creo que aprendí rápido.

Cuando fuimos a la zona de Jalisco-Colima-Nayarit, tomamos un avión a Guadalajara. Allí nos recibió el Callao Hernández que, en efecto, hablaba menos que Enciso y muchísimo menos que Pirod. En Guadalajara nos quedamos en su casa y, mientras mi papá y Hernández iban de rol de farmacias, yo me quedé a jugar pelota ñoña con la hija del vendedor. De ese viaje recuerdo que el lago de Chapala me pareció inmenso, como un mar. Un viaje a Ocotlán: no sé por qué me pareció un lugar lleno de estacas, de bardas de palo. Otro a Zapotitlán y uno más a Lagos de Moreno, del que recuerdo una iglesia imponente y un montón de sombrerudos. Pero lo bueno de ese viaje fue la zona costera. Fuimos a Rincón de Guayabitos, a Melaque, a Cuyutlán (primera vez que me metí a olas grandes). Después de estar en Colima y Tecomán, recalamos en Boca de Pascuales, un pueblito pesquero entonces minúsculo, para comer en una palapa con vista al mar. 

Nunca en mi vida he visto olas tan grandes como las de Boca de Pascuales. Me parecían edificios enteros que chocaban contra la playa, haciendo un estrépito. Si me preguntan, diría que cada ola medía 10 metros. Pero claro, esos cálculos son con ojos de niño. Con todo y que estábamos al menos a 40 metros de donde chocaba la ola, la espuma llegaba hasta nuestros pies. Unos cuantos valientes se atrevían a caminar hacia el maretazo, y bañarse hasta media pantorrilla. Esas olas imponían. La comida me supo muy rica, pero ha de haber sido por el espectáculo.

Aquel viaje terminó en Manzanillo, en un hotel frente a la playa, en el centro de la ciudad. Recuerdo que subió la marea en la playa donde nos estábamos bañando, al grado que el agua chocaba con la pared del malecón. "Ahí viene una buena", decía un paisano, y saltábamos. Ese tipo de olas, vivas pero no peligrosas, que sólo he vivido ahí y en Mazatlán, son las que más me gustan. La de Manzanillo me gustó tanto que le pegué la calcomanía del hotel a mi maleta de aluminio (una calcomanía roja, con un hipocampo; Hotel Santiago).

En las vacaciones de 1963-64 hubo dos de esos viajes farmaceúticos. Uno, breve, a Guerrero, donde estuvimos en Taxco, Iguala, Chilpancingo y Acapulco (otra vez problemas en la carretera sinuosa). En Acapulco mi papá habló con el gerente de Nacional de Drogas (yo pensaba, mientras leía mi Superman, que eso de "Nacional de Drogas" era un nombre muy raro para una red de farmacias-perfumerías: me habían dicho que las drogas eran malas). Nos quedamos en el Hotel Playa, un paralelepípedo de concreto frente a Caleta. El día antes de irnos yo quería estrenar mi visor, pero teníamos que ir a la playa a las 8 de la mañana y sólo por 15 minutos. Apenas entrando al mar, un niño más chiquito que yo pide prestado el visor; yo no quiero, pero mi papá me obliga a prestárselo. El pinche niño se pasó viendo el mar con el visor puesto, pero sin meterlo al agua, y yo, frustradísimo porque apenas lo pude recuperar, mi jefe me dijo: "Vámonos a desayunar, para regresar a México". 

El otro viaje fue épico. Con Pirod. Estuvimos en Orizaba, Córdoba, Fortín, Catemaco y otros pueblos (extraño: no conocí Xalapa hasta el 2005). De Fortín recuerdo haber nadado solo en la alberca llena de flores, mientras mi papá y el vendedor hacían su ronda. De Catemaco, que la naturaleza era feraz, que hicimos un viaje por el río y los hombres dispararon varias veces la pistola de Pirod para hacer que las aves volaran y admirarlas en su vuelo despavorido. Les pedí que me dejaran disparar y sí, disparé una bala al aire. En Catemaco tuve la mala fortuna de tirarme encima (y también encima de Pirod) un caldo de gallina calientísimo.


Luego pasamos por Tehuacán (gran decepción, yo esperaba muchos manantiales y el lugar era seco), Huajuapan y Oaxaca. De ahí, a Salina Cruz, un pueblo sucio, donde hacía un calor infernal con todo y que era invierno; a Juchitán, que era muy colorido, caótico y también sucio; a Tehuantepec, en donde las meseras del restaurante del hotel te traían la comida en platones que se balanceaban sobre sus cabezas. De los dos últimos lugares, recuerdo que había muchas mujeres ataviadas a la usanza tradicional. Nos quedamos un par de días en Tuxtla Gutiérrez. Allí me encantó un mural de los músicos de Bonampak que estaba en el restaurante del hotel, y quise ir a conocer las ruinas: me dijeron que era imposible: estaba lejísimos y no había farmacias qué visitar. En el hotel me estuve haciendo ojitos y risitas con una niña como de mi edad y los dos adultos se la pasaron días cotorreándome: "Romeo infantil". De ahí, la breve subida a San Cristóbal de las Casas y el paso veloz del calorcito al frío. Me recuerdo en una esquina; enfrente de mí un anuncio de Prontito, el muñequito del Alka-Seltzer en aquel entonces, y yo sintiendo un frío del carajo. De San Cristóbal me impresionó la cantidad de indígenas vestidos al estilo tradicional. Mi papá quiso que me tomara la foto con un chamula. El hombre dijo: "No, foto quita el alma", pero por un peso accedió. El indígena aparece muy serio y yo, muy sonriente. La siguiente parada fue en Comitán y de ahí regresamos a Tuxtla, para que yo tomara el avión a México, porque las clases estaban por iniciar. Ellos seguirían hasta Tapachula.

No era raro que mi papá me mandara solo en avión. En varias ocasiones me dejaba solo en el hotel, mientras iban a visitar farmacias. Una vez en Celaya se convenció de que yo ya sabía nadar y me dejó solo en la alberca. Igual en Irapuato, donde el hotel (que por mucho tiempo recordaba como "Reyes Magos", pero que en realidad es Portal de Belén) tenía grandísimas áreas verdes. La única vez que me porté como niño irresponsable fue en León: decidí usar el Brylcreem de mi papá para tener mi cabello engominado, pero usé tales cantidades que, cuando mi jefe llegó de regreso se encontró con un hijo de pelo azul-verde que por más que se echaba agua no se podía quitar la sustancia esa. Tal vez por eso me quedé calvo tan joven (anjá). En alguna cena, tal vez harto de que me quisiera meter en la conversación de los adultos, me sugirió que saliera de la fonda a dar "una vuelta a la manzana", cosa que hice. Me dejaba pedir lo que se me antojara (las hamburguesas, que él odiaba como a toda la comida gringa, todavía no estaban de moda), pero me obligaba a comérmelo, así fuera una pasta verdosa con espinacas. Mi padre siempre me preguntaba si me había gustado el lugar, si me parecía bonito o feo, interesante o aburrido, si sentía que la gente vivía bien o no, si eran alegres o se veían tristes. Una suerte de método dialéctico de enseñanza de sociología básica, digo yo ahora. Entonces lo que me gustaba era que me tomara en cuenta. 

El fin de la primaria coincidió con mi etapa de mayor apasionamiento por el beisbol, cuando jugué en la Liga Petrolera. Entonces fue que dejé de acompañar a mi papá a esos viajes de invierno. Y él también los hizo mucho más breves.


jueves, julio 11, 2024

Los apodos de Vadillo


 

El 26 de junio murió Alfonso Vadillo, de quien algo he platicado en la parte autobiográfica de este blog (los Biopics). Revisando someramente, veo que tuvo diversas influencias en mí. Va un recuerdo.

Mi primera relación con Alfonso Vadillo fue como alumno suyo en la UNAM, en la materia de Teoría Económica. Era un maestro joven y simpático (nos llevaba menos de diez años), que tenía muchas frases memorables, pero acabé cambiándome de grupo, porque no le entendía ni madres a sus explicaciones, a la clase propiamente dicha. A cambio de ello, Vadillo nos llevó a muchos a una grilla en otra materia, Centro de Economía Aplicada, para deshacernos de un maestro y ponerlo a él en su lugar. El resultado fue un caos, porque Alfonso quería que hiciéramos una investigación a conveniencia del Partido Comunista, del que era miembro, y nosotros lo que deseábamos era hacer trabajos de campo con el pueblo trabajador. En el camino, me junté con un grupo que desembocaría, primero en el maoísmo, y después, de manera dispersa, en el reformismo socialdemócrata, el priísmo, en Morena o en los delirios terroristas. En alguna de las asambleas masivas para discutir los proyectos empecé, desgraciadamente, a fumar. Al final, Vadillo nos reprobó a casi todos.

Pocos años después, casi por sorpresa, Vadillo nos avisó que iría a Módena, a estudiar con nosotros. Recaló en el departamento que teníamos cuando yo estaba solo (Mapes y Carreto estaban en México) y el depa estaba ocupado por unos hippies (aquí lo platiqué). Lo relevante de esa breve estancia es que Alfonso me enseñó los elementos básicos de la cocina y algunos secretos culinarios extra, e incluso a rasgar la guitarra. Lo primero es algo que le agradeceré siempre. Lo segundo se me olvidó pronto.

No recuerdo en qué orden, pero Alfonso rentó un minidepartamento para él solo en Módena y se fue a Perugia a estudiar italiano, quedándose en casa de Carlos Mársico. Allí, se puso el sobrenombre de Lo Scopattore Folle, porque decía que ninguna chica salía indemne de visitarlo. De regreso, iba poco a clases, y mucho a nuestro depa para cotorrear con nosotros, discutir de política y de filosofía, y a jugar dominó. Se burlaba de que no militáramos en ningún partido ("¿Es que se puede militar en una revista? No mamen"), hablaba del fin de la historia como si de verdad creyera en él y se cotorreaba de algunos intereses de Carreto: ("Es una mamada eso del tai-chi; el paso de la grulla, el del mono. Si a mí me preguntan, hago el paso del homo sapiens, me pongo a leer un libro y enciendo un cigarro").
Se compró un auto Mini-Minor color rojo, y con él algunos de nosotros dimos varios roles. La foto que acompaña este texto es de aquel entonces, ha de haber sido tomada cerca de Vignola, a finales d invierno.
En sus dos primeros exámenes sacó 30 puntos de calificación sobre 30 posibles. Con la modestia que lo caracterizaba, se autonombró Carabina 30-30. Carreto se lo cambió a Rabadilla 30-30 y luego le quitamos, mañosos, los treintas, para dejar su apodo en Rabadilla. La verdad es que el paso por Módena volvió sraffiano a lo que era un marxista bastante dogmático.

Nos dijo que su hijo iba a visitarlo, y que pensaba rentar por un mes un chalecito en una playa de España, cerca de Valencia. A varios nos pidió prestado, con la promesa de que nos acogería allí si pensábamos visitarlo. Y cada uno le prestó cien dólares. Yo llegué pasada la mitad de ese mes, dispuesto a echarme unos días de relax, y resultó que el cabrón ya se había ido. Por cosas del destino, me encontré a Mársico en Alicante, cuando iba hacia el chalet inexistente. Allí decidimos irnos a Marruecos. Una experiencia con claroscuros que le debo indirectamente a Alfonso, quien era tan trácala que se transó hasta a Otello Bizzini. Y transarse a un mediatore de Piazza Grande son palabras mayores, pero Alfonso era un terrone messicano troppo simpatico (palabras de Otello; efectivamente Alfonso era guerrerense).

Al año siguiente, Vadillo decidió que mejor se iba al Instituto Gramsci, en Roma. Rentó un microdepartamento en el Trastevere y allí recalé más de una vez. Estaba en una planta baja y tenía un poster gigantesco de Gramsci, que se veía desde la calle; casi una gigantografía. Siempre fue muy buen anfitrión en mis visitas, y -un poco en contra de mis pretensiones de seriedad- más de una vez me obligó a participar en sus juegos ligadores de mentiras. Él era Alfonso Pemex, el gran heredero del petróleo y yo era hijo de Marlon Brando con una mexicana, en un affaire que tuvo el gran actor cuando vino a filmar Viva Zapata!  Con las chavas se quejaba amargamente de que el gobierno le pagaba a su familia sólo 300 dólares al año por el uso de las pirámides en las que estaban enterrados sus antepasados. En otra ocasión, dijo que había llegado a Italia como premio al mejor de vendedor de plantillas para los pies, porque hizo un contratote con el sindicato de carteros.
Pero su ligue más duradero en Roma fue Pildorita, una mexicana simpática y tan fresa que hablaba italiano con acento de Jardines del Pedregal.

De regreso a México y a la Facultad de Economía, Vadillo aprovechó para poner un restaurante italiano en Coyoacán que haría historia: Los Geranios. Llegó a decirse que la izquierda chilanga se movía en un círculo en cuyo centro estaba el restaurante de Alfonso. Las veces que fuimos, nos dio descuento en la comida y nos disparó el primer vino. Y apantallaba a muchos al manejar una auténtica cinquecento.
A mi regreso de Sinaloa, gracias a él pude publicar unas críticas de cine en la revista Crítica Política y, por sus relaciones con el editor Martín Casillas, el opúsculo El FMI y su Relación con México que, con todo y que se ofertaba hasta en el súper, ha de haber vendido muy mal. Y él fue quien me recomendó para ser socio de uno de los primeros videoclubes de México: Tiempos Modernos.
En esos años, Vadillo publicó un libro de critica literaria y cultural bastante denso, cuyo título se me escapa. Mucho tiempo después se dedicó a coordinar libros sobre economía.
Como profesor universitario, el consenso entre sus alumnos era que Vadillo era un tipo que sabía mucho, pero que -además de ser muy exigente- era muy difícil de seguir. Por eso, a veces se quedaba con tan pocos estudiantes que le cancelaban el grupo. Ante esta situación, Alfonso asumía una posición cínica: "Soy el Profe 11-26, porque los días 10 y 25 hay demasiada cola para ir a cobrar el cheque". 

Luego que dejé la Facultad lo vi poco. Cuando nos reuníamos, sobre todo a instancias de Carreto, o cuando llegaba de visita -cada vez menos- algún amigo de Italia, Alfonso seguía siendo un tipo simpático y hablador. Así lo recuerdo, aun de grande. 
Hace poco más de un año, Carreto nos comentó que Vadillo tenía cáncer pulmonar. En Roma, en la primavera de 2023, nuestro amigo mutuo Claudio Francia me dijo que Alfonso le había comentado que estaba siguiendo un tratamiento alternativo que le había resultado bien. Le dio sobrevida, pero no toda.

Adiós, Rabadilla, Carabina 30-30, Scopatore Folle, Alfonso Pemex, Profe 11-26. Que te sea leve el viaje.

Y vuelvo a mirar la foto donde estoy con él, recargados ambos en el Mini-Minor. Alguna vez nuestros rostros se distinguían nítidamente. Ahora es una foto borrosa. Así pasa el tiempo. Así pasan las vidas.

miércoles, julio 10, 2024

Leyendas olímpicas: Ian Thorpe


 

A veces es complicado ser grande. Parece que tienes más edad y el cuerpo es más difícil de manejar. Es, además, una vía para la precocidad y, en ocasiones, la precocidad quema. Pero también da ventajas, sobre todo si el tamaño es útil para la competencia. Todos estos problemas y ventajas están en la carrera y en la vida de Ian Thorpe, el Torpedo Australiano, el olímpico que sí fue profeta en su tierra.

Thorpe destacó como nadador desde pequeño, a pesar de que tenía un estilo desaliñado, producto de una alergia al cloro superada a base de nadar muchas albercas. Sus largas piernas y brazos lo ayudaban. En una nación de nadadores, donde la competencia interna es durísima, Thorpe ha sido el hombre más joven en formar parte del equipo nacional: lo hizo a los 14 años. 

A los 15, participó en sus primeros campeonatos mundiales, lo hizo como local, en Perth 1998. Allí obtuvo dos medallas de oro; una como parte del relevo 4 x 200 y la otra en los 400 metros libres. El campeón mundial más joven de la historia. 

Se venían los Juegos Olímpicos de Sydney, y Australia había encontrado un nuevo consentido en un deporte en el que es potencia. Llovieron sobre Thorpe ofertas publicitarias y entrevistas en los medios. Era una esperanza nacional que, además de todo, seguía creciendo en tamaño y en capacidad atlética: rompió los récords del mundo en los 200 y 400 metros. Algunos periodistas insistían en que Thorpe explicara por qué, siendo lo famoso que era, no tenía novia.

Llegó la cita del 2000 y todos en Australia calificaban a Thorpe como invencible. La presión era enorme en la final de los 400 metros, pero el Torpedo la superó, rompiendo su propio récord y derrotando por más de tres segundos al medallista de plata. Repitió el oro como parte del relevo 4 x 100 libres, pero la presión pudo más en la prueba de los 200 metros, donde fue superado por el neerlandés Pieter van der Hoogenband. Australia ganó el oro en el relevo 4 x 200 libres y en el relevo combinado se tuvo que conformar con la plata. El adolescente Thorpe sacó de sus primeros juegos 3 medallas doradas y dos plateadas.

Luego vendría una anécdota en medio de una tragedia. Thorpe estaba de vacaciones en Nueva York el 9 de septiembre de 2001, y fue a visitar las Torres Gemelas. Ya había subido y se dió cuenta de que había olvidado su cámara fotográfica en el hotel, que estaba cerca, así que regresó por ella. Desde ahí vio el atentado que cimbró el principio de siglo en el mundo. Se salvó por unos pocos minutos (y porque todavía no había iPhones).

En los Mundiales de 2003, el nadador australiano amplió sus miras. Pasó a competir también los 200 metros combinados y los 100 libres. En Barcelona logró cuatro medallas individuales: oro en los 200 y 400 libres, plata en el combinado y bronce en los 100. Además, fue parte del relevo ganador en el 4 x 200.

Antes de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 hubo una gran polémica, porque Thorpe tuvo una salida en falso en la prueba de 400 metros del selectivo australiano. "Tragedia nacional", dijo el Primer Ministro. Entre escándalos, se arreglaron las cosas para que de todos modos el Torpedo compitiera: la presión social hizo que se le cediera el lugar. En Atenas, Ian Thorpe volvió a cumplir. Ganó la llamada precozmente "carrera del siglo", los 200 metros, superando a Van der Hoogenband y a Michael Phelps, y estableciendo récord olímpico. También se llevó el oro en los 400 y trató de completar la tripleta con los 100 metros libres, pero se tuvo que conformar con el bronce. Adicionalmente, Australia se llevó la plata en el 4 x 200. El total olímpico de Ian Thorpe creció a 5 oros, 3 platas y un bronce. 

Meses después de sus triunfos en Atenas, el Torpedo anunció su retiro. Pasarían años para que intentara un regreso, que fue infructuoso. Y varios años más para que, en 2014, por fin saliera públicamente del clóset y se dedicara a defender a las personas que sufren de bullying, como él lo padeció. 
 

lunes, julio 01, 2024

El contingente mexicano se adelgaza

Valente Bellozo, primer debut mexicano en MLB de 2024

Mexicanos en Grandes Ligas, junio 2024.

Es difícil recordar un mes con tantas bajas en el contingente de beisbolistas mexicanos en Grandes Ligas como el que acaba de pasar. Va breve recuento: Víctor González y Jonathan Aranda fueron bajados a AAA, Alan Trejo fue dejado ir y ahora es agente libre, Javier Assad, Taijuan Walker y Patrick Sandoval, a la lista de lesionados. Luis Urías sigue en Ligas Menores y, para colmo, a José Urquidy le hicieron la operación Tommy John. Ni a él ni a Sandoval los veremos lanzar hasta dentro de un año. A cambio, César Salazar regresó a las Mayores y tuvimos el debut del cachanilla Valente Bellozo, pitcher abridor derecho.

Como de costumbre, va un resumen de al actuación de los peloteros nacionales, clasificada de acuerdo a su desempeño en todo lo que va de la temporada.

Jarren Durán. El jardinero de los Medias Rojas tuvo un mes excepcional. Fildeó muy bien, corrió de manera excelente, como de costumbre, y bateó como nunca.: .361, con 6 jonrones y 16 producidas, sólo en junio. En la temporada suma .288, 9 cuadrangulares, 57 carreras anotadas y 39 producidas. Su OPS es de.841 y lleva ya 20 colchonetas estafadas.

Andrés Muñoz. El cerrador de los Marineros nos puso un susto cuando tuvo una colisión en home y se lastimó la espalda, pero sólo perdió unos días de juego. En el mes sólo tuvo un juego salvado. Los números acumulados del tirafuegos mochiteco: 2 ganados, 3 perdidos, un excelente 1.64 de efectividad, 13 juegos salvados y 6 holds.

Isaac Paredes. El de la H cayó en un slump durante junio, aunque el último día se quedó a un hit sencillo de pegar el ciclo (y quién sabe cuándo vuelva a conectar un triple). Aun así, el antesalista de las Rayas tiene números acumulados para presumir: .276, 13 cuadrangulares, 49 carreras impulsadas y OPS de .833. 

Alex Verdugo comenzó el mes calientito y lo terminó muy frío, bateador de rachas como es.. Ha cumplido en los jardines de los Yankees y se dio el lujo de lucir ante su ex equipo, los Red Sox. Sus numeritos: .244, 9 jonrones, 43 producidas, un robo y OPS de .694.

Jojo Romero tuvo un junio complicado, con PCL de 6.75, pero los números en el año del zurdo de los Cardenales siguen siendo muy buenos: 3-1, 2.68 de limpias, 33 ponches, 25 holds (lidera las Mayores en ese departamento) y se le embasa menos de un rival por entrada lanzada.

Brennan Bernardino tampoco tuvo su mejor mes en junio, pero -al igual que lRomero- el de Medias Rojas sigue siendo utilísimo para su equipo. En el año: 3-1, un magnífico 1.20 de efectividad, 28 pasados por los strikes y 5 holds.

Javier Assad tuvo una salida buena (que le tiró el relevo) y tres malonas durante junio,. Tras la última, le diagnosticaron tensión en el antebrazo y los Cachorros mandaron al tijuanense a la lista de lesionados, donde no lo apresurarán. Lleva marca de 4-2, 3.04 de limpias, con 79 chocolatotes propinados.

Randy Arozarena se tardó, pero parece estar de vuelta. Tuvo un junio mucho más acorde con lo que le conocíamos, porque los primeros dos meses estuvo irreconocible. Aun así, hay mucho trabajo por delante para igualar años anteriores. Subió sus números a .196 (sigue abajo de la Línea Mendoza), con 11 cuadrangulares, 28 producidas y 10 bases robadas. Su OPS es todavía bajo: .663.

Víctor González tuvo un par de apariciones titubeantes, y ni siquiera en situaciones apretadas, y eso le bastó a los Yankees para sacarlo del róster de 40 y enviarlo a AAA. El nayarita tiene récord de 2-1, 3.86 de PCL, 2 juegos salvados, 3 holds y solamente 11 ponches. Quizás regrese con lis del Bronx, o tal vez lo cambien de equipo.

Valente Bellozo, de Mexicali y de 24 años, debutó abriendo juego con los Marlines de Miami. Lanzó 5 entradas, colgó 5 ceros, le pegaron sólo 2 hits, ponchó a 2 y dejó el juego ganado, Pero son los Marlines y el relevo echó a perder el buen debut.

Joey Meneses. El de Culiacán está bateando por debajo de su desempeño el año pasado, y no se diga de los dos fulgurantes meses de su debut. En el año lleva un flojito .233 con 3 jonrones, 43 impulsadas (su única estadística buena) y un bajísimo .603 de OPS. Le hace swing a todo.

RowdyTéllez tuvo un buen junio, lo que le permite al inicialista de los Piratas adecentar un poco los malos números de los dos primeros meses. Lleva .230 de promedio , 4 vuelacercas, 22 producidas y un milagroso robo. Su OPS es de .618.

Ramón Urías ha brillado tanto con el guante, que ha tenido más oportunidades en la tercera base de los Orioles. Su bat sigue dejando qué desear: .217, 4 jonrones, 10 impulsadas.

Alejandro Kirk todavía no levanta, El receptor, ahora suplente, de los Azulejos, batea para .206, con 2 cuadrangulares y 18 producidas. 

Daniel Duarte. Terminó pronto su temporada. Lesionado. 1-0: 2.25  de efectividad. 

Manuel Rodríguez, luego de ser bajado a AAA, las Rayas no lo ha regresado al equipo grande. Va con 1-1, efectividad de 2.79 y 9 ponches.

Luis Urías ve lejos su regreso a MLB. Con los Marineros tiene un muy bajo .152, con 3 jonrones y 12 producidas, sigue en AAA.

Jonathan Aranda fue bajado por Tampa, y en AAA se lesionó, en su rato en Grandes Ligas batea para .213, con un palo de vuelta entera, 8 anotadas y 3 empujadas. 

Cesar Salazar está aprovechando la oportunidad que se le abrió con las lesiones de los receptores de Houston, el de Hermosillo batea para .357, en apenas 14 turnos al bat, con 4 carreras impulsadas (y conectó su primer extrabase en Ligas Mayores)

Austin Barnes, como siempre, bien en la receptoría, flojo con la majagua: .208, con 4 impulsadas.

Alek Thomas lleva más rato lesionado de lo que se pensaba, sigue con .214, un jonrón y 3 producidas.

Patrick Sandoval tuvo una buena salida en junio, que no ganó. (juega  para los Angels, se entiende). Otra mala y en la tercera sintió algo raro. Ruptura de ligamentos en el codo de lanzar. Queda fuera por un año. Termina un 2024 para el olvido con 2-8, 5.06 de carreras limpias y una buena cantidad de sopitas de pichón recetadas: 81.

Taijuan Walker tuvo tres aperturas en el mes con los Filis, ninguna de calidad, antes de pasar a la lista de lesionados (en el dedo de la mano de lanzar). En el año lleva 3-3,  5.60 de efectividad y 43 ponches,

Giovanny Gallegos regresó de su lesión a fin de mes y ha vuelto a ser el que conocemos. Pero sus números acumulados siguen siendo anomales: 2-1, un salvado, 2 holds, un horrendo 9.26 de efectividad y14 ponches.

Alan Trejo. El campocorto fue dejado en libertad por los Rockies, tras no funcionar con ellos (sobre todo al bat), Sus números:.143, con una producida .