jueves, agosto 30, 2012

Biopics: Prolegómenos de la nacionalización bancaria



Muchos creían que, tras la previsible victoria de Miguel de la Madrid, los mercados financieros –y en particular el cambiario- se iban a estabilizar. Estaban equivocados.

Hubo una nueva devaluación del peso en agosto y se veía un comportamiento muy descompuesto de los mercados financieros: a cada aumento del dólar o de la tasa de interés en pesos, reaccionaban demandando más divisas extranjeras. Aquello era una espiral sin fin.

Eso significaba que una libre flotación del peso simplemente lo hundiría, y que era necesario establecer un control de cambios, que era algo que nuestra generación no conocía y que seguramente generaría problemas con los banqueros, con los otros intermediarios financieros y con los diferentes grupos empresariales que estaban especulando para salvarse del desastre, aunque se llevaran a la nación entre las patas.

El país había sufrido un proceso de desintermediación financiera desde la época de Echeverría (algo que yo constaté en mi tesis de Módena) y la recuperación en la captación fue sólo a través de la dolarización de los depósitos (esos famosos dólares que, Jonathan Davis dixit, “primero los inventamos y luego los desinventamos”). Esa situación generó que el crédito fuera caro, escaso y sobre todo dirigido al sector terciario de la economía. Un círculo vicioso.

Al mismo tiempo, una parte del endeudamiento público externo sirvió sólo para cubrir las necesidades de divisas del sector privado, una parte de las cuales se tradujo en fuga especulativa de capitales. La situación era absurda y desesperada: ¿debía el Estado contratar créditos cada vez más raros y caros para sostener un tipo de cambio atacado desde adentro por los empresarios nacionales? ¿Debía dejar que el peso se hundiera, con sus efectos inflacionarios, recesivos y de disminución de los salarios reales? ¿O debía buscar un mecanismo para controlar los usos de las divisas a partir de sus fuentes? Varios economistas nos pronunciamos expresamente por esa tercera vía: una política de control cambiario, con limitaciones a la exportación de divisas y precios diferenciados de las mismas, según sus usos. Pero era una política de difícil instrumentación.

La devaluación de agosto de 1982 incluía un “tipo de cambio preferencial”, que se usaba únicamente para el pago de intereses de la deuda externa. Esta pequeña medida causó irritación en medios empresariales, y arreció la especulación. La Asociación de Banqueros, entonces, se negó a convertir en pesos los depósitos originalmente en pesos, pero denominados en dólares (es decir, exigió al gobierno convertir en divisas los ahorros en pesos): el resultado fue, claro está, otra devaluación. En un mes, el precio dólar “libre” pasó de $54 a $120. En fin, un caos.

En esos momentos, se empezó a manejar con mayor fuerza la idea de nacionalizar la banca. Habíamos quienes considerábamos que lo principal, en términos de coyuntura, era establecer el control de cambios y que la resistencia de los banqueros a ajustarse a la normativa era lo que iba arrinconando al gobierno a una decisión más tajante: la expropiación (sobre eso publiqué, junto con Clemente Ruiz Durán, un artículo en unomásuno días antes de la nacionalización). Había quienes iban más lejos –y tal vez tenían razón porque eso se hizo evidente el sexenio siguiente-, al señalar que lo que se había roto era el pacto tácito entre las clases sociales del país: para ellos, se trataba de una confrontación eminentemente política: la iniciativa privada, encabezada por los banqueros, se enfrentaba a la institución fundamental del sistema político mexicano, la Presidencia de la República, para romper con intermediario institucional del pacto social e imponer el capitalismo salvaje. Y había otros, en el PRI y fuera de él, que consideraban que en México la palabra “nación” viene del verbo “nacionalizar”.  

En lo personal, creo que esto último –que estaba en la entraña ideológica de la generación de López Portillo- fue lo que a final de cuentas influyó más en la decisión del Presidente, lo que lo convenció como salida a la complicada situación en la que estaba. “Señor Presidente, usted pasará a la historia como el mandatario que hizo la reforma política y nacionalizó la banca”. Y JLP miraba al infinito y más allá…

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