viernes, septiembre 17, 2010

Biopics: Mi René y la ACHIS

He comentado que uno de mis buenos cuates en Culiacán era René Jiménez Ayala, físico-matemático chilango, muy cotorro, con quien era un placer conversar. También que a René, un tipo culto, le divertía mucho burlarse de la peculiar cultura (e incultura) sinaloense. Entrando en ese juego, un día Mi René y yo fundamos la ACHIS (Asociación Contra el Habla Incorrecta de los Sinaloenses), de la que él y yo fuimos los únicos miembros.

La tarea principal de la ACHIS era recolectar gazapos verbales de compañeros, amigos y conocidos, y comentarlos. La secundaria, que acabó siendo todavía más relevante, era cotorrear sobre sus costumbres.  

Algunas perlas de la ACHIS

“Hay que apoyar a la Unión con Padres de Hijos Desaparecidos”, decía el Mayo Espinoza, una de las principales fuentes de inspiración de la Asociación. Una vez se enojó y nos dijo en el Comité Estatal que queríamos hacerlo “un chivo respiratorio”. Y años más tarde, cuando yo vivía en México y él estaba de visita, le pregunté qué opinaban los compañeros de Sinaloa acerca del sindicato polaco Solidaridad.
-Nada, loco, porque nomás nos enteramos periódicamente y los periódicos traen información incompleta.

Una alumna me dice: “Ay maestro, el examen está cuichi (fácil), pero usted no deja copear”.
-Por supuesto, no voy a permitir que se emborrachen en pleno examen –respondo.
-No maestro, yo digo copear de ver el examen del compañero.
-Se dice copiar.
-Ay no, maestro –y pone cara de extrañeza.
-Claro. ¿A poco en la papelería te venden fotocopeas?

Estamos en una reunión de académicos y un profesor de la escuela, sustituye el latinajo prima facie, por el neoanglicismo prima feis. Otro nos explica: “en grado caso que no me encuentren, es que fui a la sede del Partido”. Y todos dicen “la primer vez”, “la primer calle a la derecha” (les pregunto porque no se refieren a “la primer dama” y me responden que es una excepción).

Hay una reunión de algunos miembros del sindicato magisterial con el rector Eduardo Franco y le preguntamos cuándo nos van a hacer efectivo el incremento salarial contratado. El señor rector de la UAS contesta:
-Cuando haiga subsidio, les vamos a pagar las diferiencias.

El rector Franco, también conocido con el apodo de El Dormido, era otro de los blancos de la ACHIS. Su casa, por ejemplo, tenía un comedor de madera de seis sillas de buena calidad. Como en la familia eran siete, en el comedor siempre estaba agregada otra silla… de metal, plegable, con un anuncio de cerveza. Y a lo largo de toda la blanca pared de su sala y comedor había una fila de huellas negras de zapato, porque muchos de quienes iban a esa casa se paraban en un pie, al estilo vaquero, y recargaban el otro en la pared.

Una vez llegó a casa de Mi René un grupo de académicos. Él estaba crudo, escuchando un disco de Edit Piaf.
-¿Qué es eso, loco? –reclamó un profesor- Pon uno de Lucha Reyes.
-Pues a mí me gusta Chiquitita en español –comentó el señor rector.

Ahora bien, hubo varias iniciativas culturales durante el rectorado de Franco. Una de ellas (supongo que a iniciativa del influyente Jorge Medina Viedas) fue conceder a Juan de la Cabada, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, el grado de Doctor Honoris Causa. En su discurso de aceptación Monsiváis habló de Culiacán como “la Atenas del Noroeste”, Mi René juraba que había sido un sarcasmo.
A lo mejor tenía razón, porque el día que iba Pacheco a dar su discurso, le dije al profesor Baldemar Rubio si no iba a ir al edificio central a la ceremonia.
-¿Y quién es ese vato José Emilio Pacheco? ¿Un economista?

Mi René sin embargo tenía claro que también en el Istmo (“de Ignorantepec”) había clases. Por eso decía que los ex Enfermos eran vándalos, mientras que los compañeros del PC y del PMT alcanzaban ya la categoría de visigodos, es decir, de bárbaros ligeramente evolucionados.

Un problema cultural de los herederos de los Enfermos era que entendían tanto a Marx como a las consignas de la izquierda de manera literal… en la medida en que eran semianalfabetas. La metáfora no se les daba. Por eso aquella pinta de “Mueran los burgueses y sus hijos, los pequeño burgueses”, su argumento de que “en la dictadura del proletariado no puede haber elecciones, sino qué clase de dictadura es”, o los intentos de linchamiento político al compañero Madariaga, que tenía sobrepeso, porque ya se sabe que “burgueses, güevones, por eso están panzones”. La mejor manera de responderles cuando te pedían que fueras concreto era decirles que no eras albañil.

La ACHIS, por supuesto, abordaba otras facetas de la cultura. La arquitectura, por ejemplo. La mayoría de las casas sinaloenses de entonces eran unos chorizotes construidos cuarto por cuarto. El que daba a la calle era la sala (tal vez con las paredes color rosa mexicano y el piso en mosaicos verdes y amarillos), luego pasabas por una recámara destendida, por otra y por otra hasta llegar al comedor, donde te servían cualquier cantidad de camarones y cervezas. Más atrás estaba la cocina, luego un cuartito con un lavabo y una ducha, el patio y hasta el final, la fosa séptica. Hasta El Nono, ingeniero, puso su bañito al mero final de la casa.

Contaba René que una vez en Mazatlán le sirvieron a él y a otros compañeros una caguama cocinada en su concha. Decía que cuando les avisaron que ya estaba lista, fue por su plato, unas tortillas, un tenedor… y se encontró con que se le habían adelantado los demás, sirviéndose con la mano, al mejor estilo troglodita, los grandes trozos de carne.

A mi llegada a Culiacán, como no tenía refrigerador, le encargué a Jaime Palacios una botella de champaña que nos habían regalado de bodas. Cuando por fin pudimos ir a recogerla, nos contó con cierta pena (no con mucha) que sus hermanos se la habían bebido.
-La sacaron del refri para meter unas chelas. Se acabaron las cervezas, y luego la champaña. Lo peor es que ni les gustó, dijeron que era una  “pinchi sidra caliente”.

La cerveza está en el centro de la cultura popular sinaloense. Por eso, decía yo, que para un culichi el momento máximo es el domingo, cuando está cruzando la Avenida Obregón en un camionetón y se escucha el clin-clin-clin del rebote de la lata vacía de Tecate que acaba de aventar a la calle. Casi el orgasmo. Por eso, decía René, el motivo principal de conversación en las fiestas es cuántos cartones te tomaste en la fiesta anterior, y su equivalente de arte efímero es la construcción recurrente, en esas fiestas, de pirámides de botes vacíos de cerveza, que llegan a tener más de diez pisos de altura.
El caso es que había una relación cálida entre el sinaloense y la lata vacía de cerveza.


Orgullo de la carne asada

La mayoría de los sinaloenses que conocí estaban no sólo conscientes, sino orgullosos de su cultura “de carne asada”. Jaime Palacios llegó a comentarme que una de las diferencias fundamentales con Sonora era que en aquel estado los ricos tenían pretensiones de aristocracia, mientras que en Sinaloa sabían que eran plebeyos. “Aquí todos nacemos plebes”, remató en un juego de palabras.

Prueba de este orgullo –y de la rapidez de pensamiento de más de un culichi- es el siguiente intercambio entre dos estudiantes, uno de Culiacán y otro de Acaponeta, Nayarit.
-Decía José Vasconcelos que en la frontera entre Nayarit y Sinaloa hay que poner un cartel: “Aquí termina la cultura y empieza la carne asada” –afirmó el nayarita.
-No loco. En la frontera entre Jalisco y Nayarit hay un cartel que dice: “Aquí termina la cultura”, y en la frontera entre Nayarit y Sinaloa hay otro: “Aquí empieza la carne asada” –ripostó el sinaloense.

Tanto René como yo entendíamos esta dualidad. Y compartíamos el gusto por estar entre ellos, por más que nos riéramos. Supongo que René más que yo, porque en algún momento a fines del 79 –con la ACHIS en una efervescencia que llegaba al delirio- me hice seriamente la pregunta sobre si teníamos derecho a criticarlos tanto, al cabo que nosotros éramos los fuereños. Cuando se dieron las condiciones para que yo dejara Culiacán, Jiménez Ayala aseguró que él también lo haría muy pronto, regresaría al DF (“al sur de la Cineteca”) para hacer la maestría y no volvería. Si llegó, vivió muy al sur (en Tres Marías), terminó la maestría, pero volvió y tres décadas después sigue en Sinaloa.  

4 comentarios:

Addis Lizzete Virgen Arce dijo...

Buenas noches, sólo para compartir la buena elección del profesor Ayala de quedarse entre nosotros, los sinaloenses. Ahora imagino cómo ven a los sinaloenses, dentro y fuera del estado. Ha sido muy agradable leer Blog de piedras.
¡Ah! ya entendí porque se le facilita la estadística al profesor Ayala: ¡tiene formación de físico!

María dijo...

Una duda...¿Por qué regresó Tu René a Sinaloa, porque no le fue bien en el sur o porque quiere seguir riendose él sólo de los sinaloenses?
Bueno solo es una duda morbosa jeje

FBR dijo...

Creo que en el fondo Mi René se regresó a Sinaloa porque quiere mucho a los sinaloenses. O por el calor, porque cuando vivía en la Condesa se la pasaba en su casa como oso hibernando. O a lo mejor regresó por masoquista. Habría que preguntárselo a él.

Unknown dijo...

Sr. Baez, René fue mi director de tesis de licenciatura y tuve la fortuna de estudiar en el Colmex y conosco perfectamente a los chilaquiles! (chilangos). Me pidió el profesor René si podía conseguir su contacto. Le envío mi correo para ponerlos en contacto: luisgustavo.kelly@gmail.com

Saludos.