martes, julio 03, 2007

Ugalde versus Woldenberg

Luis Carlos Ugalde se pinta solo en la entrevista que le hace Guillermo Ortega.

El Consejero Presidente del IFE parece interesado en dos cosas: en justificar su trabajo en las elecciones de 2006 y en no perder –como inevitablemente le ha sucedido- en la comparación con su predecesor José Woldenberg.

Ugalde dice que las elecciones del año pasado estuvieron organizadas al dedillo. “Teníamos todo muy verificado. Había redundancias múltiples”. Se ufana de que estaban preparados para inundaciones o cortes de luz. Blindados para hacer imposible una caída del sistema. Concluye que “la elección de 2006 fue una mejor elección organizacional y logísticamente hablando” que la de seis años atrás. Woldenberg tuvo suerte porque la diferencia entre Fox y Labastida era notable y porque ganó la oposición. Ugalde lleva ya un año repitiendo ese mezquino leit motiv.

¿De dónde salen la organización y la logística del IFE? ¿Nacen, como Minerva, de la cabeza de Júpiter? Evidentemente nacen del IFE que Ugalde heredó, que a su vez nace del IFE que Woldenberg heredó. Ha sido un proceso. Claro que la organización y la logística tenían que mejorar. No podríamos esperar menos.

Pero ser Consejero Presidente del IFE no se puede agotar en la organización y la logística. Es un puesto político; no un puesto técnico, carajo. Y allí es donde Ugalde deja ver con toda claridad sus limitaciones, su verdadero tamaño.

Cito: “Hacia la una y media de la tarde del 2 de julio, Leo Zuckerman me comentó que la información que estaba recibiendo de casas encuestadoras indicaba que la elección venía cerrada. Mi reacción fue de enorme tranquilidad; yo en ese momento suponía que el IFE podía enfrentar un margen muy estrecho porque las condiciones de la jornada eran insuperables”. En un clima de crispación le dicen que las elecciones venían apretadísimas y él reacciona con “enorme tranquilidad” porque lo técnico va “insuperable”. ¿No era acaso momento para reunirse con los otros consejeros, con asesores, para hacer un ejercicio de posibles escenarios? La soberbia tecnócrata pudo más.

Y a la soberbia se añade la falta de definiciones. Eludir la responsabilidad. Le echa la bolita al “protocolo” que firmaron el 22 de junio para explicar por qué no dio los datos del conteo rápido, como si ese protocolo no se hubiera impulsado desde una presidencia del Consejo reacia a tomar decisiones. Le echa la bolita al Congreso para que determine –sin la opinión de Ugalde- qué adecuaciones se tienen que hacer a la legislación. Le echa la bolita a los contendientes y a los partidos de todo el ambiente postelectoral. Y encima de eso, no da nombres. A López Obrador no lo menciona Ugalde, cisne que cruza el pantano de la política mexicana sin mancharse una pluma. No se atreve a mencionarlo.

Su error más grave, el de no explicar la situación de las actas inconsistentes del PREP, Ugalde lo despacha casi despectivamente: ni a error llega, fue “una falta de previsión y buen diseño”, una motita en un trabajo que no duda en calificar como “excelente”. Alabanza en boca propia es vituperio.

Luego está el elogio de la discreción. Mientras los manifestantes pro-AMLO sacaron, desde el mismísimo primer día, posters con el rostro de Ugalde y la leyenda “Se Busca”, el Consejero Presidente optó por hacer mutis. Lo mismo hicieron sus colegas, a pesar de que se estaba gestando en los medios y en la sociedad –es algo mensurable en las encuestas de aquellos meses- la concepción errónea de que había habido un fraude monumental. En su silencio, los árbitros dejaron el país a la deriva. Ugalde encuentra virtudes en ello.

¿Y quién salió a defender al Consejo General del IFE y la limpieza electoral? Woldenberg, quien dejó de lado sus reticencias a ser personaje y sus simpatías ideológicas personales para defender a la institución, a la legalidad y al país. Para defender a la verdad. Woldenberg, un zoon politikon que sabía lo que estaba en juego.

El poder es atractivo hasta para el más relamido tecnócrata. Pero ejercerlo implica hacer política. Arremangarse la camisa. Es algo para lo que estos catrines no están hechos. Están hechos, en cambio, para la envidia y la insidia chiquita. Es una desgracia que abunden en el país.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comentario tipo Abuelo de Miguel: posters no postres. Bueno, la cosa es estar entre las piedras...
Ziggymoon