Decía Pablo Gómez, con lenguaje marxiano: "Los taxistas de todo el mundo son una clase en sí y para sí". Con toda razón. Pero antes de que instauren la Dictadura del Ruleteriado, hay que hacer notar que son diferentes entre sí.
La semana pasada tomé cinco taxis para ir al trabajo, uno por cada día de la semana. Esto fue lo que sucedió:
El Taxista Número 1 tenía su calcomanía en contra del desafuero de López Obrador y de inmediato se lanzó a la política, criticando que la iglesia católica haya anulado el primer matrimonio de Martha Sahagún. De ahí pasó a criticar a Zedillo y a De la Madrid. Para mi sorpresa, habló bien de Salinas: "Fíjese, yo tengo problemas de presión, por eso tomo whisky. Con Salinas el precio del whisky se mantuvo estable. Con el maricón de De la Madrid era imposible. Con Zedillo también. La verdad, con Salinas, vivíamos mejor. Lástima que haya aterrizado tan mal".
Con el Taxista Número 2 no hablé. Tenía el radio en un programa alucinante. "Zona Aguila", exclusivamente para fanáticos del América. Los locutores contaban chismes intrascentes del equipucho de Coapa. Yo nomás le veía la cara al taxista. Alelado. Oligofrénico. Tuve miedo de que chocara.
El Taxista Número 3 era del Club de los Optimistas. Alguien tocó el claxon y exclamó: "¿Por qué tocan el claxon? El día está precioso y no lo ven. Lo que deberían de hacer al despertar es dar gracias a Dios porque están vivos". Asentí, pero para mis adentros pensé en las virtudes del kvetching. Al rato, otro taxista se le metió... y le tocó el claxon.
Tomé el vehículo del Taxista Número 4 en medio de un simulacro de terremoto en algunas ofinicas burocráticas, que desquició el tránsito por algunas cuadras. Con él, el tema fue clásico: el tráfico. De ahí pasamos a la relación entre el precio de los inmuebles y las distancias. Coincidimos en que es absurdo comprar barato para luego tardarse dos horas de ida, y dos de vuelta del trabajo, como la hermana del ruletero. El hombre hasta había calculado que su hermana se pasa un mes al año en el tráfico. "Eso quita tanta vida como el cigarro", cavilé, mientras encendía el primero en la oficina.
Finalmente, el Taxista Número 5 tenía puesta una música bastante interesante. Cuando terminó la canción le dije:
-Está chido este progresivo mexicano.
-No es progresivo. Es metal. Tiene reminiscencias celtas.
-Precisamente porque tiene reminiscencias celtas es progresivo. Acuérdate de Mike Oldfield, y Tubular Bells. También tiene mucho órgano. Es medio dark, pero es progresivo.
-Nel. Es metal. Deja te pongo una rola para que cheques.
Pone una rola, suena totalmente progresivo. Pone otra, igual. Otra más, aquí sí suena pesadón. Deja la rola.
-Es un grupo metálico español. Se llama El Mago de Oz -informa.
-Ah, chido, esa canción sí suena más metalera.
El taxista vuelve a pulsar los botones. Suena otra progresiva. Luego otra.
-Esta sí es metalera heavy -afirma satisfecho.
Se oye la voz de una mujer hablando de muertos o cosas así. Nada de música. Cuando suenan los primeros acordes, llegamos a mi destino.
-Es una propuesta interesante. Gracias -le digo.
-Sí, es un buen grupo de heavy metal.
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