lunes, junio 18, 2012

Biopics: Las elecciones del 82 y la discusión sobre el fraude


Finalmente llegó el día de las elecciones. Estábamos en pleno Mundial de futbol y el gobierno prohibió la transmisión en vivo de los partidos del día (Francia-Irlanda del Norte y Polonia-URSS), para estimular a la gente a salir a votar. Así se las gastaban. Patricia era representante del partido en una casilla (el candidato de nuestro distrito era Toño Gershenson), así que hicimos todo un rollo logístico para cuidar al Rayito. Yo lo hice temprano. Luego llegó de votar Susana Duprat y se quedó con el niño mientras yo iba a la casilla. Regresé, escuché un rato el fut y a media tarde me lancé a la sede del partido, donde habíamos instalado el centro de cómputo. Recuerdo que una de las primeras personas que vi en aquel viejo edificio de la calle Monterrey fue a Manuel Stephens, que venía del PPM y tenía en su despacho las obras completas de Stalin. Estaba viendo diferido el partido Polonia-URSS (“empate a cero, pero socialista”, dijo).

Apenas cerradas las casillas empezó a llegar la información de aquellas previstas para el conteo rápido. En el Distrito Federal íbamos un poco debajo de lo obtenido por el Partido Comunista tres años antes (a causa, sobre todo, de la presencia del PRT, partido troskista, y su candidata Rosario Ibarra de Piedra). En algunas otras partes de la república nos iba mejor. Fue el caso de Sinaloa, donde pasamos del 5% con el PCM-Coalición de Izquierda al 16%, gracias a la presencia de mis amigos los expemetistas que habían entrado al partido vía MAP (en otras palabras, nuestro cálculo de 10% cuando estábamos en el PMT sinaloense no estaba nada desencaminado). También habíamos crecido en Zacatecas y algunas partes de Veracruz. Llegaron los resultados de Guerrero y eran excelentes. También los de Oaxaca, con todo y que en la casilla muestra de Pinotepa Nacional habían expulsado a nuestro representante y el cartelón salió con 400 votos para el PRI y ninguno para los partidos de oposición. En Chiapas también avanzamos muchísimo. Pero faltaban muchos estados, muchos distritos, muchas casillas rurales. En la medida en que avanzaba la noche quedaba cada vez más claro que no completaríamos la muestra jamás (de hecho, Roger Bartra, con un grupo de chavitos armados de calculadoras, sacó una muestra del DF cuyos datos resultaron tan exactos como la gigantesca que se había armado en el centro de cómputo).

Los periódicos de la mañana dieron a conocer resultados parciales de la Comisión Federal Electoral (que organizaba las elecciones y presidía el Secretario de Gobernación). Ubicaba a Arnoldo con 1.1 millones de votos, cerca del 5% de l total. Nos parecía razonable: de acuerdo a nuestros datos –proyectando los muchos estados con información insuficiente-, rozaríamos el 6%, con millón y medio de sufragios. Pero ese lunes la información ya caía a cuentagotas y no alcanzábamos ni 600 de las 1100 casillas para conteo rápido. Sin proyecciones, necesariamente inseguras, sería imposible definir resultados. Propusimos que el partido reconociera que De la Madrid (candidato del PRI, PPS y PARM) había obtenido la mayoría de los votos, pero no los porcentajes que el gobierno manejaba. Aún suponiendo que el PRI tuviera 90% en las casillas-muestra que faltaban, su candidato llegaba al 58%, no a la grosería que nos estaban vendiendo.

Quién sabe si como respuesta, los nuevos datos de la CFE daban a nuestro candidato menos votos de los que tenía en el primer corte. Inexplicablemente, había caído a 800 mil. Hubo una gran discusión en el partido respecto a qué hacer. Yo era de la idea de que era necesario denunciar el fraude en gran escala que había sufrido la izquierda. Como estaba encargado del centro de cómputo, tenía un argumento fuerte. Quien estaba en contra de esa denuncia era Jorge Alcocer. Decía que si nos habían robado medio millón de votos había que explicitar en dónde. Nos dimos a la tarea de buscarlo, y encontramos tres focos rojos: Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Al principio, todo checaba: el gobierno se había cebado en el fraude en los estados más pobres. Pero luego el argumento se nos cayó. Pablo Sandoval, de Guerrero, confesó que los datos que había enviado no eran siempre de las casillas-muestra: sustituyó algunas “porque nos había ido muy mal”. Caso similar fue Oaxaca, con Héctor Sánchez (un cuate que se ha pasado décadas ofreciendo votos de mentiras). Donde hubo una distorsión gigantesca de los votos de nuestro partido fue en Chiapas.
Al final, se decidió no impugnar la elección más que verbalmente. Según los números oficiales, De la Madrid alcanzó más de 16 millones de votos, el 68% del total, y Arnoldo tuvo 822 mil votos, 3.5%. La elección para diputados nos alcanzó para una veintena, entre ellos tres que provenían del MAP: Rolando Cordera, Arnaldo Córdova y Antonio Gershenson.

Estoy convencido de que los datos finales de las elecciones de 1982 fueron falseados. Por supuesto que De la Madrid ganó con mayoría absoluta, pero el PRI y el gobierno truquearon la votación para que tuviera un número total de votos superior al obtenido seis años atrás por José López Portillo, quien había competido en solitario. Al hacer el ajuste, aplanaron la votación de todos los demás. También me queda claro que nosotros no teníamos argumentos suficientes para impugnar la elección, y hubiera sido contraproducente hacerlo. Nunca se sabrá si tuvimos más o menos de un millón de votos.

Otra lección fue sobre el diseño muestral. No era un asunto para andar haciendo concesiones por razones de “unidad partidaria”. Para las siguientes elecciones armaríamos un proyecto mucho más sólido.

No hay comentarios.: