lunes, enero 09, 2012

Sartre y La Estela de Luz




Voy a hacer tres comentarios con relación a la Estela de Luz.

El primero es largo y parte de que, al ver el monumento terminado y haciendo sus monerías lumínicas, lo primero que me vino a la mente fue el inicio del prólogo de Jean Paul Sartre al libro “Los Condenados de la Tierra”, de Franz Fanon.

Sartre habla de la creación, de parte de los países colonialistas, de
“una falsa burguesía forjada de una sola pieza” que les sirviera de intermediaria y que les ayudara a vestir la desnudez de la explotación. “La élite europea se dedicó a fabricar una élite entre los naturales; se seleccionaron jóvenes, se les marcó en la frente, con hierro candente, los principios de la cultura occidental, se les introdujeron en la boca mordazas sonoras, grandes palabras pastosas que se adherían a los dientes…” Esas mentiras vivientes no tenían ya nada que decir a sus hermanos; eran un eco; desde París, Londres, Ámsterdam nosotros lanzábamos palabras: "¡Partenón! ¡Fraternidad!" y en alguna parte, en África, en Asia, otros labios se abrían: "¡...tenón! ¡...nidad!" Era la Edad de Oro.”

Esa ”edad de oro” de los colonialistas, decía Sartre, había acabado, porque las voces negras, las amarillas, las cobrizas, se abrieron y hablaban solas. Con su propio lenguaje, sus propias formas de expresión, su propia concepción de la historia de su colectividad.

Pero hay quienes, desde este lado del mundo, han confundido el proceso de globalización que abarca, de manera positiva, muchos aspectos culturales, con el del deslumbramiento abyecto –y ciego por naturaleza- ante todo lo que parezca primermundista.   

La Estela de Luz no nos dice absolutamente nada de las gestas de independencia o revolución. A cambio, grita "¡...tenón! ¡...nidad!" a todo pulmón (aunque en este caso “¡…nidad!” se refiere a modernidad, por aquello de los enormes juegos computarizados de luces).

El monumento conmemorativo, inaugurado con dieciséis meses de retraso, confunde lo grande con lo grandote, lo luminoso con lo brilloso, lo moderno con lo tecnológico. Confunde el oro con cuentas de vidrio.

El proyecto nació mal, con posposiciones que imposibilitaron actuar con previsión. Originalmente estaba pensado un arco, que coronara el final de la parte céntrica del Paseo de la Reforma, el Arco Bicentenario. Pero un jurado inepto se pasó por el arco del triunfo las bases del concurso y aprobó una maqueta, sin tomar en cuenta las especificaciones estructurales que multiplicaron varias veces el precio y retrasaron la obra hasta el ridículo.

A lo largo de la construcción del engendro, empezaron a salir a la luz pública versiones de malos manejos e irregularidades varias que, por lo pronto, han resultado en la inhabilitación de cuatro funcionarios de la empresa paraestatal constructora. Es posible que sólo hayamos visto la punta del iceberg y que los funcionarios encomiados por Felipe Calderón en twitter, por la obra, hayan recibido el beso del diablo al respecto (creo que al menos el señor Villalpando tiene mucho qué decir todavía; no tanto por corrupto, sino por inepto). En ese sentido, la Estela de Luz es signo de los tiempos.

El segundo comentario es de extensión media y tiene qué ver con la inauguración y sus secuencias. Creo que habla de los personajes.

Hubo varias voces que sugerían al presidente Calderón no inaugurar personalmente el monumento, porque significaba avalar un proceso opaco y con costos escandalosos, así como cargar con el costo político de una obra impopular. Que lo hiciera el secretario de educación Lujambio, de manera discreta. Calderón no se arredró, pensando –tal vez con la mira puesta más allá de la coyuntura- que con el tiempo el enojo popular quedará diluido y se le asociará históricamente con un ícono importante de la ciudad.

Lo que sí hizo fue cambiar intempestivamente la fecha, y adelantarla un día, para evitar las previsibles manifestaciones en contra. El resultado fue un festejo en sordina, casi íntimo, totalmente alejado de la gran verbena popular que se había imaginado en un inicio. No se invitó al arquitecto que la diseñó. Un evento vergonzante.

Posteriormente, Calderón afirmó que se trata de “un portento de arquitectura e ingeniería mexicana” y felicitó a los servidores públicos que tuvieron qué ver con la obra (y con el fiasco).

Resulta significativa la actitud del Presidente, indicativa de su carácter y estilo de gobernar. No rehúye la presencia en un acto potencialmente dañino para su imagen, pero busca la manera de que éste sea de bajo perfil. Después pone oídos sordos a la crítica social y, al son de “a lo hecho, pecho”, se congratula con los principales responsables, sin importar que a alguno de ellos le esperen, posiblemente, rondas judiciales infernales. “No hay más ruta que la nuestra”.

No sabemos si la apuesta de Calderón por el olvido y el largo plazo termine por dotar de un significado positivo a la Estela de Luz. Eso dependerá de la capacidad de la gente por convertirla en un espacio propio y en punto de referencia. Ha sucedido con otros monumentos; puede suceder con éste. De lo que no se salva Felipe Calderón es del rechazo masivo de la generación de sus contemporáneos al objeto que él inauguró y nos hizo financiar.

El tercer comentario es breve, y recoge una opinión cada vez más difundida. Si en Cuajimalpa ya existe el edificio de “Los Pantalones”, en Avenida Rubén Darío están dos torres apodadas “Las Cocas” y en Monterrey, una de las sedes del Tec tiene como nombre popular “El Servilletero”, los dos monolitos verticales en la entrada de Chapultepec bautizados oficialmente como Estela de Luz, muy bien pueden llamarse “La Suavicrema”, porque eso es lo que parecen. 




1 comentario:

Anónimo dijo...

Dijo Sabina; "los críticos se dedican a criticar, yo me dedico a escribir y cantar, por eso no le hago caso a los críticos ya que siempre habrá quien critique, lo que es difícil que haya es quien escriba y cante!"