miércoles, septiembre 07, 2011

Biopics: Los primeros meses del Rayo


Al Rayito le hicieron la circuncisión a los pocos días de nacido. Entre Patricia y el doctor Santos –quien de seguro era un champi- me hicieron manita de puerco para que lo aceptara, bajo argumentos de “higiene” y de “no ser macho”. Años después, cuando discutíamos nuestro divorcio y a mí el asunto ya me daba lo mismo, ella admitió que se extralimitó en aquella ocasión. Cuando llegamos al edificio, nuestro piso parecía cunero: en los departamentos vecinos habían nacido otro bebé y unas trillizas. 

Por esos días me hicieron una oferta para tomar un curso del Banco Mundial en Chile. Estaba yo tan embobado con ser padre de un bebé tan bonito que me negué (ayudó en la decisión que no tenía muchas ganas de conocer el Chile pinochetista). Mi abuela Lala le envió al recién nacido, desde Cuba,  una bonita carta que desgraciadamente he extraviado, pero de la que guardo, porque lo escribí en otro lado, una frase. La abuela le pedía al niño que fuera “como Benito Juárez, ese indio recio y corajudo del que yo estaba enamorada (pero no soy tan vieja)”, y el pequeño Rayo crecía, más a lo largo que a lo ancho, como ha sido su tradición. Yo lo llevaba al doctor  (Patricia tuvo algunas complicaciones post-parto) y tengo una imagen mía en mis recuerdos, bambineto en ristre, buscando un taxi en Tlalpan, temeroso de que empezara a llover. De esas fechas es la primera vez que a mi papá quisieron insultarlo gritándole “abuelo”, y él regresó orgulloso, porque se habían dado cuenta de que tenía un nieto. Sus padrinos de nacimiento -es un decir, los testigos en el registro civil de Coyoacán- fueron Eduardo Mapes y Blanca Rio. 

A los pocos meses, volamos a Ciudad Obregón, para que los abuelos maternos conocieran al nieto. La abuela doña Nettie se escandalizó de lo delgado que estaba el niño, e instó a Patricia a que visitara a un pediatra allá. El doctor sonorense dijo que el bebé estaba tapadito porque comía guayaba y no digería bien la leche. Le recetó soya. De regreso, tras oir el relato de la visita, doña Nettie sentenció, refiriéndose despectivamente al pediatra chilango:

-Esos médicos nazis que dejan morir a los niños.

- Ay Nettie, como si fuera a morir de un estreñimiento –reclamó tímidamente Don Manuel.

-Tú qué sabes.

Desde el principio, Rayo fue sumamente despierto y alegre. Muy pronto buscó agarrar los objetos del móvil; también fue rápido para sentarse, gatear y levantarse aferrado a los barrotes de su cuna. Su vibra era de aliviane. En alguna otra ocasión en que tuvo estreñimiento, Patricia –a sugerencia de una amiga- pensó que le convenía tomar, en vez de leche de soya, un preparado de médula carísimo, que sólo vendía el laboratorio, ubicado en el profundísimo sur de la ciudad. Esa vez sí le puse un alto.

En esos tiempos fue cuando saqué, por fin, mi licencia de manejo y compré un auto usado, pagado parcialmente con lo obtenido de la venta sinaloense del madreado Datsun y con un préstamo familiar de mis padres. Era otro Datsun, pero de modelo 1980.

Rayo tendría unos siete meses y estaba en visita con el nuevo pediatra, el doctor Pereira. Éste, al revisarlo, primero exclamó: “¡Qué bien dotado!”, pero luego se corrigió: “Necesita una operación, porque tiene una hernia inguinal”. Si yo decía. La operación, sencilla, se realizó un par de semanas después. Raymundo dejó de gatear con tres extremidades y se le percibía en mejor onda todavía.

Raymundo de bebé era de los que se caían y no lloraba –“por eso me cae bien”, decía Pepe Woldenberg- , de los que disfrutaban si el columpio iba rápido, de los activos pero no molones. Dio sus primeros pasos a los diez meses, un 9 de enero.

Una vez el Rayo estaba sentadito en el reposet. Se veía muy pequeño en el sillón enorme. Yo puse un disco de Bob Dylan, encendí la cámara de video y grabé al bebé mientras el maese Dylan pedía:

May your hands always be busy,
May your feet always be swift,
May you have a strong foundation
When the winds of changes shift.
May your heart always be joyful,
May your song always be sung,
May you stay forever young.


El video se perdió, pero 30 años después esos buenos deseos siguen vigentes.

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