lunes, diciembre 30, 2019

Los 10 deportistas mexicanos de la década 2010-2019


1. María del Rosario Espinoza
2. Aída Román
3. Germán Sánchez, Duva
4. Chicharito Hernández
5. Paola Longoria
6. Saúl Canelo Álvarez
7. Adrián González
8. Lupita González
9. Paola Espinosa
10. Rommel Pacheco

martes, diciembre 17, 2019

Los 10 deportistas mexicanos de 2019

1. Raúl Jiménez
2. Mariana Arceo
3. Saúl Canelo Álvarez
4. Rommel Pacheco
5. Paola Longoria 
6. Brandon Plaza
7. Carlos Sansores
8. María del Rosario Espinoza
9. Andy Ruiz
10. José Urquidy 

viernes, diciembre 13, 2019

"El Internet ha muerto"



Hace unos días comí con mi amigo Robert, quien vino a México representando a Costa Rica para un campeonato latinoamericano de manejo de drones (es una larga historia). En la plática, que versó en parte sobre el estado de la democracia en el mundo, soltó una frase lapidaria y preocupante: “el internet ha muerto”.

A Robert lo conocí en línea, hace casi 20 años, en un sitio que habían armado The New York Times y boston.com y que se llamaba Abuzz. La idea de Abuzz era crear un foro con alto grado de interacción, en el que la gente se involucrara en los temas que le interesaran y fuera calificada por los demás usuarios, de forma tal que fuera, por así decirlo, llamada a discutir los asuntos que dominara o a ofrecer información sobre los mismos. El sitio tenía herramientas muy avanzadas para la época, un grupo relativamente grande de moderadores y, cuando lo conocí, era verdaderamente interesante. Robert apareció como un tipo interesado en los idiomas y su enseñanza, aunque –como todo mundo- también interactuaba en otras partes del foro.
Sabíamos que era joven; en realidad, acababa de dejar la adolescencia.

Con el tiempo, Abuzz empezó a tener problemas. Al parecer, era muy caro de mantener, y los moderadores se fueron reduciendo. Eso significaba una cosa: que empezaron a aparecer troles de distinto signo. Un trol de internet, se sabe, es una persona que publica mensajes provocadores o groseros, a menudo fuera de tema, en una comunidad en línea. Si no se les controla, pueden llegar a reventarla. Con menos moderadores y más troles, el tráfico en Abuzz se estancó, lo que conllevó a nuevos recortes y el empeoramiento del foro.

Entonces Robert decidió hacer una escisión, creó un sitio-trampolín adonde recalamos varios veteranos de Abuzz y luego otro foro, que se llama able2know, o a2k para los cuates. El concepto era, de nuevo, el de una comunidad de discusión en línea, medianamente controlada, en la que hubiera expertos en diferentes áreas. Departamentalizó parcialmente la discusión. Además de los foros abiertos, había uno para liberales y otro para conservadores; uno de filosofía y otro de enfermería, uno para los geeks de unos aparatos nuevos que se llamaban android, etcétera.

En 2005 lo fui a visitar a San Diego, con la intención de hacer algo similar en español. También fuimos juntos al beisbol. Robert vivía entonces del sitio, pero me confesó que los temas de moderación le tomaban a él y a su mínimo equipo de colaboradores mucho tiempo y esfuerzo. En las largas pláticas que tuvimos me dijo que el futuro del internet estaba en foros más informales. Acababa de salir a la luz Facebook y él estaba buscando una plataforma para hacer algo parecido: su intención, generar una suerte de red de redes, en el que la información fluyera de manera horizontal, pero controlada. El proyecto que lanzó, sin embargo, no tuvo el éxito que esperaba, creo que porque la gente resultó demasiado juguetona y porque no le metió suficiente dinero.

Con a2k, después de algunos años de gloria, sucedió algo similar a lo de Abuzz. Darse una vuelta por ahí es ver a un cada vez más pequeño grupo de irreductibles pelear contra una banda enloquecida de troles. Yo ya lo visito poco y Robert me confesó que lo hace todavía menos. Ahora se dedica más a bolsas de trabajo especializado en línea. Y a volar drones, “porque el internet ha muerto”. No es casual que esté poblado con tantos zombis.

Explica: lo que antes eran mercados competitivos se volvieron mercados monopólicos, y esto ha derivado en un rebajamiento del nivel de discusión a niveles ínfimos. Facebook hace las veces del Wal-Mart. Allí te puedes encontrar de todo, pero de baja calidad, porque hasta lo que te quieren vender como delicatesen es estofa de segunda. En el camino, deshace prácticamente todo lo que era comercio minorista. También, eliminando o disminuyendo drásticamente las posibilidades de publicidad de nicho.

Sobre todo, porque las grandes redes sociales se están convirtiendo en la puerta automática de entrada a internet. Si antes una noticia no existía si no estaba en la televisión, ahora no existe si no te la recomendaron en alguna de las redes. El problema es que ahora te pueden pasar peor basura que en el canal de televisión más jodido, sin que exista el filtro para verificar ya no digamos la calidad, sino la veracidad de la información. Es la ausencia total del moderador, el que debería ayudarte a distinguir entre lo razonable y lo disparatado.

¿En qué se traduce todo eso? Ojalá sólo fuera en la proliferación de videos de gatitos y perritos. En primer lugar, hace más difícil la búsqueda de información relevante en la red; antes lo podía hacer cualquiera; ahora se requiere de cierta educación y cierta capacidad de raciocinio para escudriñar correctamente entre la paja. Esencialmente se traduce en la creación de fenómenos de estupidización masiva y en la capacidad de manipuladores para convertirse en figuras influyentes a partir de la compra indiscriminada de espacios o, a veces, del simple gusto de los ignorantes por seguir a otros iguales a ellos.

¿Y el resultado en términos políticos? Menor interés por las propuestas y las ideas, menos ganas de discutirlas y más de mentar madres, con el consiguiente resultado de que se cree que se está participando activamente en la sociedad cuando lo que han hecho los nuevos mercados digitales es pulverizar la participación real, lo que a su vez trae consigo decisiones masivas equivocadas.

Esa es la muerte del internet a la que se refiere el nostálgico de la generación Y.  Su muerte como espacio de discusión civilizada y como fuente de información no sólo rápida, sino sobre todo confiable.

Tal vez exagera. Pero no creo que demasiado.

viernes, noviembre 15, 2019

Evo: golpe y polarización


Hacía décadas que un golpe de Estado no generaba tanta pasión en México, y no recuerdo ninguno que haya causado tanta polémica, como el que acaba de sufrir Evo Morales en Bolivia. El que haya sucedido es signo de que vivimos tiempos distintos, marcados por el preocupante signo de la polarización.

Un ejemplo de este signo es que, en vez de decir que se está de acuerdo con el golpe de Estado, por las razones que sean, se niega que éste exista. Están desde los que se toman literalmente, y a conveniencia, que los militares simplemente sugirieron a Evo que renunciara y él aceptó (como si no la “sugerencia” no fuera un eufemismo), hasta los que alegan que el papel de las fuerzas armadas fue el de “apoyar a los ciudadanos” (como si no fuera evidente que la sociedad boliviana está profundamente dividida y que ninguno de los bandos representa a toda la ciudadanía), pasando por los que, como no ven ríos de sangre corriendo por las calles de Tarija o Cochabamba, concluyen que no hay golpe.

El hecho es que un presidente legalmente electo, y que ya había sido forzado por las movilizaciones sociales a aceptar una segunda vuelta electoral, fue depuesto por el Ejército, sin que quede claro, por ahora, cuándo o cómo podrá Bolivia volver a la normalidad constitucional. Morales no es sustituido por una persona elegida en las urnas, y la decisión, de facto, pasó a manos de los uniformados. En otras palabras, al menos por unos días, el Ejército es el que tiene el poder político.

Más aún, quien ha estado más cerca de los militares no es el candidato que quedó en segundo lugar en la primera vuelta electoral y que reclamaba el balotaje, Carlos Mesa, sino un personaje ligado a la ultraderecha de la zona de Santa Cruz de la Sierra, bastión de la oposición. El empresario Luis Fernando Camacho, quien se autonombra El Macho, es un fundamentalista del tipo de Bolsonaro, y ya pidió que gobierne una junta cívico-militar “para echar a la Pachamama y reingresar a Dios”. En el camino de la revuelta, Mesa se convirtió en convidado de piedra. Quien manda es el nuevo “líder carismático”. Esta vez, de derecha pura y dura.

Pero eso no lo quieren ver los que aquí dicen que es simplemente el derrocamiento de un líder populista, un histórico del Foro de Sao Paolo.

Ahora bien, otra parte de quienes debaten acaloradamente no quiere ver que Evo Morales socavó las instituciones de su país, y eso ayudó a generar el caos que lo tumbó.

Nunca quiso renovar los liderazgos de su movimiento. Pecó de personalismo: siempre quiso ser él la figura. Legitimó a la ultraderecha a través de la polarización. Le dio una fuerza que no hubiera tenido de otra forma.

Más allá de los éxitos económicos y sociales que pudo haber tenido su gobierno, Evo también creó su grupo de empresarios y políticos favorecidos. Al mismo tiempo que su gobierno representó a sectores excluidos que antes habían sido prácticamente invisibles, usó al Estado como si fuera su instrumento personal. En otras palabras, abusó de él. Y ese abuso, sobre todo, impidió que se desarrollaran instituciones autónomas del Estado. El ejemplo máximo, por su importancia en la coyuntura, fue la ausencia de una autoridad electoral independiente.

Ese protagonismo, combinado con la carencia de instituciones autónomas, derivó en sus decisiones personales de reelegirse más allá de lo que la Constitución lo permitía, de hacer caso omiso a un referéndum en el que el pueblo en las urnas le había advertido que no se lanzara de nuevo a la Presidencia. La cereza del pastel fue la burda caída del sistema electoral, no para ganar una elección que iba perdiendo, sino para evitar una segunda vuelta en una elección que iba ganando.

Cuando una democracia se encuentra con un problema serio de conteo de votos, quedan dos opciones. O las instituciones electorales son lo suficientemente fuertes como para evitar una crisis, o deja de importar quién tiene más votos y lo relevante es la fuerza política.

En la soberbia desarrollada por años, Evo Morales, azuzado por el ala radical de su partido, no vio que ya no era tan popular como antes, y que la derecha pura y dura, más que cualquier rival opositor común, estaba esperando la oportunidad para acabar con él. Insistió en que había ganado; se portó como el pez vela que cuando pica el anzuelo jala con más fuerza. Sólo cuando era muy tarde, accedió a lo lógico, que eran nuevas elecciones, pero ya el otro bando estaba envalentonado, y la suerte estaba echada.

Hay quienes se resisten a admitir esto. Pasan por alto los regates a la Constitución, el desdén a una votación referendataria, o las mañas en el conteo de votos, y llegan hasta la tontería de comparar los años de mandato de Evo con los de otros mandatarios que, en regímenes parlamentarios, en donde sí funcionan los pesos y contrapesos, se han mantenido en el poder por mucho tiempo.

El debate en México sobre lo sucedido en Bolivia nos dice que la polarización crea mucha disonancia cognitiva. Los bandos encontrados quieren democracia y no la quieren. Y también que, mientras más haya radicalización, más fácil será encontrar espejos, aunque la imagen reflejada en ellos esté distorsionada.

viernes, noviembre 08, 2019

Los teúles y el landaburismo


Hoy, 8 de noviembre de 2019, se cumplen 500 años de la llegada de Hernán Cortés a la Gran Tenochtitlan.
En ese momento de historia, ninguno sabía lo que vendría después, aunque ciertas cosas eran imposibles de evitar.
A continuación, una ucronía:

Los teúles y el landaburismo

Estábamos limpiando un departamento que habíamos rentado a un tipo estrafalario, un investigador inglés que dejó una gruesa capa de polvo en la alfombra, una cantidad homérica de cochambre en la cocina y, extrañamente, varios legajos de papeles debajo del escritorio, que adornó con quemaduras de cigarro en las esquinas.

Al abrir los papeles, encontré uno que tenía un escudo extraño, propio de una universidad. Decía Universidad Nacional de México, pero no era el de la UNAM. Era, al parecer, un ensayo-examen, y el nombre del inquilino inglés era el del profesor.

Este es el texto:


Universidad Nacional de México
Facultad de Historia y Literatura

Ensayo sobre “El laberinto de los espejos”, de José Irineo Paz 
por Antonio Xolalpa
7º semestre
Profesor: John R. Gentel

En este libro, José Irineo Paz borda sobre el doblez como característica principal del mexicano, y señala que la tradición de la traición –que, a fin de cuentas es la traición a nosotros mismos- es algo que nos ha impedido vernos correctamente ante el espejo y ha baldado el desarrollo de nuestro país

A mi entender, Paz deja en un lugar secundario al padre Iñaki Landáburu, a pesar de que le concede ser el autor original del juego de espejos en el que nos perdimos los mexicanos, a partir del famoso hecho de la superposición de imágenes en el Templo Mayor y de proponerlo como el iniciador del sincretismo que distingue la cultura popular y, en palabras de Paz, “es la nota central de la armonía mexicana”.

 Landáburu es eso, y más. Intentaré explicar por qué.

Recordemos el papel de Landáburu en la historia nacional. Él era un fraile de origen vasco que acompañó a Cortés en su expedición, y que fue cobrando influencia creciente, a partir de su rapidez para aprender la lengua indígena y para conocer su cosmogonía.

Es sabido que Landáburu consideraba algo que fue retomado por los jesuitas décadas después: que Dios se había presentado en todas partes del mundo y ante todas las culturas. A diferencia de los teúles de a pie, que consideraban como demonios a todas las divinidades náhuatle, Landáburu distinguió entre aquellas “positivas”, que traían el único mensaje divino (mensaje único, pero con distintas formas y lenguajes) y las “negativas”, que no podían ser, esas sí, sino producto de las maquinaciones del diablo. Los náhuatle no eran meros idólatras, eran humanos confundidos por Lucifer, que los instaba a no distinguir el bien –que, como a todos los demás humanos, se les había revelado- del mal. En ese sentido, la visión de Landáburu, al mismo tiempo que otorgaba plenamente el carácter de humanos a los náhuatle, los colocaba en una etapa previa de desarrollo: no habían probado la fruta del bien y del mal, pero eso había sido aprovechado por el diablo para tratar de conquistar su paraíso terrenal. Eran para él como el “buen salvaje” que después desarrollara Rousseau, a pesar de su cosmogonía compleja y sangrienta.

También sabemos que Landáburu tenía en común con Hernán Cortés su enorme pragmatismo político, aunque tuvieran objetivos distintos. Si uno quería convertirse en emperador de las tierras nuevas, el otro entendía la llegada de los teúles como una misión civilizatoria encomendada por la Divina Providencia. Mientras el fraile se adelanta a Loyola y entiende en su tarea “todo modo, todo modo para buscar y hallar la voluntad divina”, el guerrero la replica como “todo modo, todo modo para buscar y hallar el poder temporal”. Cuando ambos comprenden que sus objetivos –y sobre todo su filosofía del método- no están distanciados, se forja la primera de las muchas alianzas inestables que han construido la historia política y cultural de nuestro país.

Todos sabemos que un momento decisivo de la invasión de los teúles es cuando a Cortés –que tiene prisionero a Motecuhzoma, pero se sabe incapaz de derrotar militarmente a los aztecas- es avisado de que ha llegado a las costas orientales una expedición punitiva proveniente de Cuba, encabezada por Pánfilo de Narváez. Cuando se dispone a dejar Tenochtitlan y enfrentarse a los enviados de Velázquez, le llega información más completa: quienes arribaron a Veracruz son apenas una veintena de náufragos, pues los navíos de Narváez se hundieron ante una tormenta. Los supervivientes relatan que se preparan más despachos en su contra y se dicen dispuestos a unirse a las fuerzas teúles. La Divina Providencia ha actuado, para prevenir a Cortés en su plan de dominio y a Landáburu, en su misión. Entonces Cortés sabe que tiene el tiempo contado y hace tres cosas: envía a su fiel Pedro de Alvarado a Veracruz, para fortificar las resistencias ante la inminencia de otras invasiones ordenadas por Velázquez; escribe su segunda y última Carta de Relación en la que, si bien entre adulaciones, exige al rey que lo nombre Adelantado de la Nueva España; y, la más riesgosa, prepara –junto con Landáburu, o guiado por el propio fraile- su golpe maestro: la superposición de imágenes en la ceremonia conocida popularmente como “la decapitación de Huitzilopochtil”. Se jugaba toda la invasión en una carta: un albur de vida o muerte. Para él y para la nación que formaría.  

Se conocen al menos tres versiones distintas acerca de la irrepetible ceremonia que tramaron los teúles para forzar a los aztecas a una alianza. Todas, sin embargo, coinciden en sus aspectos fundamentales: la presencia de todo el contingente español en la Plaza Mayor, ostensiblemente armado, así como de un nutrido grupo de tlaxcaltecas; la arenga en náhuatl de Landáburu (o la traducción de Malintzi a la arenga), en la que proclamaba que los teúles eran enviados de Quetzalcoátl, el único Dios, que había derrotado en los cielos a las demás deidades; luego (hay diferencias sobre en qué orden) la portación al templo de la imagen de Quetzalcóatl, junto con una cruz, la decapitación de los principales sacerdotes de Tláloc, Tezcatlipoca y Huizilopochtli y la destrucción de las imágenes de los dioses caídos, entre los gritos de “Christus vincit!, Christus regnat! Christus imperat!” de parte de los soldados téules, que blandían sus espadas relucientes y los de “¡Quet-zal-coátl!”, que pronunciaban los tlaxcaltecas y, al parecer, un número creciente de mexicas; acto seguido, la postración del huey tlatoani y del teúl mayor ante la cruz, y finalmente, la repartición de amarantos –por primera vez pegados con miel y pintados con cochinilla- entre la población. No sabemos quiénes de los asistentes quedaron más impresionados con lo sucedido.

Se dan, a partir de ahí, dos procesos paralelos. Uno es el político, que conlleva la generación de alianzas, que son inestables tanto entre los integrantes como por las disidencias dentro de los mismos. Los teúles tuvieron que vérselas con soldados inconformes con su parte y conquistadores ávidos de poder (ejecuciones de Cristóbal de Olid y de Villasana); los aztecas, con la rebelión de Cuitláhuac, ahogada en sangre, y la debilidad de Motecuhzoma (cuya oportuna muerte, y sustitución por Coanacoch facilitó la consolidación de la alianza) y los tlaxcaltecas, con la insuficiente venganza sobre sus anteriores opresores (ejecución de Xicoténcatl, el Joven).  Esta inestabilidad es todavía mayor cuando se integra, de manera casi forzosa un cuarto miembro, el más problemático: los purépechas. Cortés establece el sistema polisinodial, o de concejos concéntricos, que forman una confederación aparente, en la que Cortés funciona como primus inter paris, pero que en realidad es un imperio dirigido por el teúl mayor.

El otro proceso es cultural y religioso, y lo encabeza un hiperactivo Landáburu. El vasco se da cuenta de que no puede imponer el monoteísmo con facilidad y salva a algunas deidades de la purga, convirtiéndolas en santos, a partir de semejanzas elementales. Su gran obra es la creación de María-Tonantzin, que genera, desde el comienzo, una enorme veneración popular.

Sobre estos aspectos de la historia, José Irineo Paz subraya, en lo político, los aspectos negativos y, en lo cultural-religioso, los positivos. Y una de sus tesis centrales es que la identidad mexicana se da a partir de esa contradicción.

En lo primero, hace hincapié en la inestabilidad de las alianzas, en los constantes escarceos y amenazas de ruptura, que cobrarían la primera de sus muchas facturas en la guerra entre teúles y conquistadores. Deja en segundo plano, cubierta apenas por una frase entre signos de admiración, la extraordinaria habilidad estratégica requerida para que un grupo minoritario y extranjero se convirtiera, al mismo tiempo en el aglutinante y en el dominador de tres naciones que habían vivido por décadas entre el odio y las matanzas. 

Su horrorizada admiración por la ceremonia deicida de sustitución de imágenes, a la que compara con las bombas atómicas en Osaka y Kyoto (“sacrificios humanos para que no vuelva a haber sacrificios humanos”) no da cuenta de que eso precisamente es uno de los logros de ese periodo. Haber demostrado que culturas diferentes podían unirse con (relativamente) poca sangre.

Es posible que la comparación se deba a la cercanía que hay entre las explosiones nucleares (1945) y la publicación de El Laberinto de los Espejos (1951). Otros autores contemporáneos a Paz caen, ellos sí, en errores gravísimos, como López Xocotoxtle, quien, en México, Imperio de la Imagen (1954) compara la ceremonia de sustitución de imágenes con los actos propagandísticos de Goebbels en Alemania, sin percatarse de que una tenía como objetivo unir a los diversos y los otros, separar a los nazis de la humanidad.

Paz señala, con razón, que el sincretismo es un elemento axial en la identidad nacional, que todo intento por acabar con el espíritu de la nación pasa por atacar el sincretismo (el ejemplo de la breve prohibición novohispana del amaranto da muestra de ello), y también afirma que, por lo mismo, la visión que tenemos de nosotros mismos está finamente deformada (es maravilloso el inicio del libro, con el autor que pasea por la galería de espejos distorsionantes en Chapultepec), pero sostiene que –a pesar de ello, o precisamente por ello- es lo que nos une: que nuestra tarea es intentar escudriñar el espejo, para que nos demuestre y nos revele que somos duales. Que somos ave y serpiente. El problema es que esa dualidad nos es enseñada, aunque sea de dientes para afuera, desde la escuela elemental. Y que hay otra dualidad que nos corroe: la desconfianza, el temor al conquistador, que también puede estar entre nosotros, ser nuestro vecino, nuestro amigo, nuestro hermano, nosotros mismos.

Sabemos que tras el silencio del rey de España, y la proclamación unilateral de Cortés como tlatoani, teúles y anahuacas resistieron diversos embates de los españoles. Sabemos de la heroica muerte de Alvarado en el puerto que hoy lleva su nombre,  De la invasión de los Montejo a Mayapán, que sólo fructificó cuando la viruela diezmó a la población local. De la traición purépecha, al aliarse con Nuño de Guzmán, y de la traición del conquistador a su aliado indígena. De la resistencia a muerte de Cortés en su cali de Cuauhnáuac –adonde había trasladado la capital del imperio, dicen unos que porque se sentía más seguro; otros, que para salvaguardar la belleza de Tenochtitlan, porque sabía que sería derrotado por los españoles-. De la huida de Landáburu hacia el sur, su captura, tortura y muerte (y de las leyendas que surgieron posteriormente, desde la negación del hecho y la profecía que retornaría, ahora, por las aguas de Occidente, hasta el falso hallazgo de sus restos, en Ixcateopan, por la antropóloga Xóchitl Guzmán). Sin embargo, el hilo conductor de la guerra entre teúles y conquistadores fueron los constantes cambios de bando de los capitanes españoles, pero también de los caciques indígenas, según a donde soplara el viento de esa guerra.

Una guerra cruenta y prolongada, en la que habría que preguntarse si fueron las traiciones y divisiones o fue la llegada mortífera de la viruela, lo que decidió, al final el vencedor.

José Irineo Paz se inclina por lo primero. No toma en cuenta dos factores fundamentales: que la conquista a sangre y fuego de las capitales anahuacas no evitó que se mantuvieran bolsones de resistencia, de forma que los españoles nunca tuvieron control total del territorio, y que Martín Cortés, el Primer Mestizo, pudo agrupar a su alrededor a contingentes de las cuatro fuerzas que formaron la alianza original, expulsar temporalmente a los conquistadores de Tenochtitlan y de Cuauhnáuac y restablecer el sistema polisinodial.

El resquebrajamiento de las alianzas se da por dos vías: la militar, con la insistencia de las fuerzas españolas, que atacaban desde el frente chichimeca y el maya, y la económica, por la mortandad causada por la epidemia de viruela de 1568, que despobló los campos, disminuyó a los ejércitos y redujo enormemente la provisión de suministros. Este elemento económico es dejado de lado por varios historiadores –notablemente Violeta Reyes Perea (1988:124), quien argumenta que, en las escaramuzas de la década de 1560, era esencial la posición que tomaran los caciques de una nación purépecha ya dividida, porque eran quienes mejor aprendieron a forjar los metales de guerra, y su rival Cuauhtleco Vaqui, (1986:56), que a su vez ubica como estratégica la posición de los tlaxcaltecas, por su acceso al volcán para la fabricación de pólvora- y sostiene que el hambre, la falta de brazos y la inviabilidad del sistema económico explican en buena medida por qué, a final de cuentas, todos los integrantes de la alianza terminaron por rendirse, cambiar de bando o sucumbir.

También es necesario recordar que hubo varias deserciones del lado de los españoles, que se pasaron al bando de los teúles. Ha de haber sido extraño para ellos combatir contra ejércitos mixtos, que –junto con banderas indígenas- llevaban cruces, imágenes de vírgenes e invocaban al apóstol Santiago. 

El caso es que la región del Anáhuac no pudo ser pacificada hasta fines del siglo XVI y aún así, en el virreinato de la Nueva España se sucedieron conjuras. Recordemos que la de 1642 terminó con el apresamiento y el traslado en grilletes a España del gran escritor Juan de Asbaje, gloria de las lenguas castellana y náhuatl (la historia es abordada por el propio Paz en su monumental: “Juan de Asbaje y las Trampas de la Política”, que no es tema de este trabajo).

La pregunta a hacerse es si las conjuras y la inestabilidad no eran algo connatural a una convivencia política muy complicada entre la elite peninsular y la criollo-mestiza, que a menudo coqueteaba con el landaburismo. Si las traiciones constantes de uno y otro bando no obedecían a un instinto de supervivencia en la lucha entre un virreinato particularmente cruel y una oposición cultural fuerte, resistente y que en ocasiones encontraba que al virrey en turno le entraba la tentación cortesiana de cortar lazos con la Madre Patria… hasta que era defenestrado.

También queda claro que la división se mantiene en el siglo XIX. A pesar de que el grueso de las revueltas durante el virreinato es organizado por los nostálgicos de la Cuádruple Alianza y los landaburistas, quienes son capaces de iniciar y consumar la independencia son los criollos más españolados que no casualmente se asentaban en el antiguo Tzinzunzan. Sólo una solución de compromiso lleva como primer Presidente a don Miguel Hidalgo –sacerdote y michoacano, sí, pero ilustrado, educado por jesuitas y landaburista en términos culturales-  y, sabemos bien, el compromiso dura poco, con la Asonada de Valladolid, el entronizamiento de Iturbide y la posterior Guerra Breve.

¿Qué sigue? Una sucesión de disputas que aprovechan los Estados Unidos para arrebatarle, primero Texas y luego Nuevo México y Arizona a los mexicanos. José Irineo Paz resuelve el asunto con una lograda –en términos poéticos- imagen de mexicanos peleando contra el espejo en el que no se quieren reconocer, mientras el enemigo, que sí se conoce a sí mismo y tiene objetivos claros, les arrebata partes de su ser. A esa imagen se le puede oponer la de la exitosa resistencia californiana a los invasores yanquis –y tal vez no sobre recordar que, a pesar de la escasa presencia indígena, California ha sido siempre bastión cultural del landaburismo jesuítico-.

En resumen, considero que la visión de Paz, a pesar de varios párrafos muy logrados, peca de pesimista. Si bien, una parte de la nación mexicana se ha debatido históricamente en confrontaciones fratricidas –a veces mediadas por la política, a veces por la guerra-, otra parte importante de la nación ha logrado niveles notables de integración social. Hay una tensión cultural constante, aunque a ratos soterrada, entre el noroeste, desde San Francisco hasta Cajeme y el resto del país, señaladamente la cultura de la zona occidental y del sur. En la primera, sostengo, predomina la visión landaburista, heredera de la alianza entre los teúles y las culturas aliadas; en la segunda, el juego de espejos y traiciones, de herencia purépecha y conquistadora.

No se confunda, quisiera señalar, este comentario escrito de un simple estudiante, como una arenga política a favor del candidato Daniel Colosio, del Partido Popular, por el mero hecho de que es sonorense. Paz escribió hace más de medio siglo, en tiempos del partido único, pero el hecho de que hoy haya tres partidos nacionales, pero cada uno con clarísimas influencias regionales, muestra los efectos de esta dicotomía cultural, a la que el autor no le quiso dar el peso correcto. Mientras las disputas internas predominan en los partidos hegemónicos en el Sur-occidente y Golfo-sureste, cuyos políticos, sean Liberal-Demócratas o Municipalistas, practican el transformismo, las propuestas unificadoras de los populares son ejemplo del landaburismo puesto en práctica política moderna.

México, Anáhuac, 8 de noviembre de 2018


Confieso que no supe qué país me iba a encontrar al salir del departamento.


viernes, noviembre 01, 2019

Biopics: Gestión periodística (los suplementos de El Nacional)


Tras haber estado unos meses en la coordinación de la sección Ciudad de El Nacional, Pepe Carreño me confió una nueva tarea, que tenía varias aristas. Me nombró “coordinador de gestión periodística”. El rimbombante nombre quería decir todo y nada pero, viéndolo a la distancia, era bastante correcto, porque yo muchas tareas que, a la postre, se traducían en revisar y coordinar muchas de las partes en las que se dividía el amplio proyecto periodístico que impulsaba Carreño Carlón.

Pepe –quien había ordenado una remodelación del piso donde se encontraba la dirección, para hacer que esa zona fuera más iluminada, un poco más accesible, pero sobre todo más apta para un trabajo colegiado- me asignó una pequeña oficina muy cercana a la dirección, pegada a la sala de juntas.

En el trabajo, asistía normalmente a las juntas de redacción (Paulino Sabugal había pasado de la sección Cultura a Ciudad, mientras que Cultura querdó a cargo de mi conocido de tiempos de La Jornada, Fernando Solana Olivares), me tocaba escribir o revisar los editoriales, dar seguimiento a las diferentes secciones, analizar comparativamente la primera plana de El Nacional frente a la de otros diarios, ver qué temas se nos fueron y en cuáles pegamos y, sobre todo, a los distintos suplementos del periódico, porque Pepe se había hecho el propósito de que El Nacional tuviera un suplemento diario, sobre diferentes temas.

Así, los lunes publicábamos Nuevos Mundos, suplemento de política internacional que coordinaba Rolando Cordera. Normalmente Rolando traía el material, que eran textos sobre distintos problemas mundiales, y yo me encargaba de repartirlo y revisar el formato. Alguna vez fui yo quien sugirió el texto.

Los martes era un día interesante. Cada dos semanas se publicaba Banda Rockera, que no era un suplemento propiamente dicho, sino un fanzine. La idea era que el lector lo doblara y lo convirtiera en una minirevista. Los chavos de Banda Rockera eran sobrevivientes de la cultura de los hoyos fonqui y el contenido tiraba mucho más al rock popular y la cultura urbana ligada a él. Y cada dos semanas se publicaba Post900, un suplemento con inquietudes de chavos universitarios muy jóvenes. Ya en el título se adivinaba que vendría un nuevo siglo-milenio. En los primeros números tuvo una coordinación colegiada entre Fabrizio Mejía y Julián Andrade Jardí, pero Fabrizio se peleó con el grupo, así que quedaron Julián y sus cuates, de quienes yo me hice amigo. Los principales colaboradores de Andrade eran Néstor Ojeda y Arturo Ramos, El Trosko, y sus acompañantes respondían a los apodos de El Monstruo y El Diablo. Pasarían los años y yo terminaría trabajando en más cosas con Julián y Néstor, pero en muchas más con El Trosko.

Un año más tarde, Banda Rockera sería sustituído por un suplemento de carácter jurídico, que tenía el feo nombre de Instancia, nominalmente coordinado por Diego Valadés, pero en realidad por un joven egresado de la carrera de leyes, con quien hice buenas migas: Gerardo Laveaga.

Los miércoles aparecía el suplemento ExtraUrbano, a cargo de Luis Gerardo Salas, el gurú de Rock 101. Ese suplemento llegaba ya hecho y diagramado, bien bonito, listo para imprimirse. Era, por supuesto, sobre rock en inglés.

Otros suplementos de ese día de la semana, que hasta donde recuerdo no tuvieron larga vida, fueron Divulga, dedicado a la información científica y Vagamundo, de turismo.

Los jueves era el día de Política, el suplemento estrella, a cargo de mi amigo Raúl Trejo. Cada número tenía análisis con puntos de vista diversos, era visualmente atractivo y todo estaba trabajado con rigor. La idea de Política era llevar también al área de suplementos una premisa de Carreño: que el periódico fuera espacio de debate y no de una voz única. Los segundos de Trejo fueron, en una primera época José Luis Gutiérrez Espíndola y, posteriormente, Marco Levario. Raúl además, tenía otras tareas en el proyecto editorial: se encargó de una colección de libros sobre temas varios (ya comenté el de Sangre, Sudor y Páginas), entre los que destaca una historia de El Nacional a lo largo de los años (y aquí destaca Un Diario de Contrastes, donde de Fernando Mejía Barquera reseña los años de Miguel Alemán y Adolfo Ruíz Cortines).

Los viernes también había dos suplementos quincenales. Ambos, diríase hoy, dedicados a minorías discriminadas. Uno se llamaba Nuestra Palabra – Totlahtol y fue el primer suplemento en lenguas indígenas publicado por algún diario nacional. Había números dedicados a distintas lenguas, con edición bilingüe en español. Lo coordinaba Natalio Hernández, poeta náhuatl, hombre discreto, de gran sensibilidad y de trato fino. El otro era Sociedad y Sida, coordinado por Francisco Galván. También se trató de un trabajo pionero para sensibilizar a una sociedad prejuiciosa sobre un tema de salud y discriminación que en esos años era muy grande.

El suplemento del sábado era el único que yo simplemente veía pasar. Lecturas, dirigido por Arturo Cantú, que consistía esencialmente en reseñas amplias y comentarios de literatura. También apareció Textual, que eran reseñas bibliográficas más cortas de muchos de los libros que se publicaban en el país. Estaba a cargo de Juan José Reyes, a quien siempre recuerdo cigarro en mano.

Y el domingo era el turno de dos suplementos tradicionales de El Nacional. Uno era la Revista Mexicana de Cultura, cuya dirección pasó a Arturo Azuela. El otro era el Dominical, más ligero. Cuando llegamos al periódico lo coordinaba un señor muy ceremonioso, un tanto extraño, de corbata de moño, apellidado Celaya, y no nos gustaba el resultado. Una de mis tareas fue buscar quién lo sustituyera y le diera un toque más cosmopolita y cotorrón. Celaya acabó como encargado de la biblioteca del periódico y el suplemento pasó a manos de José Luis Martínez S., conocido en el medio como El Santo Oficio (y pronto muchos nos sumamos a los innumerables “cinco lectores” del cartujo escribano).

Hoy en día sería inimaginable un periódico con tantos y tan variados suplementos.


Va de acompañamiento otra anécdota fría, propia de mi vida personal en aquellos años. Patricia ya se olía que yo andaba noviando. Un día le aviso que voy a comer con un tal José Luis Martínez, para que tal vez se haga cargo de un suplemento.
-José Luis Martínez… ya ni para inventar nombres eres bueno –me contestó, enfadada.

lunes, octubre 21, 2019

Yo, el Pueblo


El análisis serio y sereno del fenómeno del populismo es una obligación para entender los tiempos que vivimos. Decía Palmiro Togliatti que “quien se equivoca en el análisis, se equivoca en la acción política”. Cualquier simplificación facilona de la realidad resulta en acciones y reacciones equivocadas.

En estos días, el texto de la politóloga Nadia Urbinati, epílogo de su libro: “Yo el pueblo: cómo el populismo transforma la democracia” publicado en el más reciente número de la revista Configuraciones, contribuye al análisis de fondo y, no casualmente, ha provocado una serie de reflexiones. A ellas me voy a sumar, intentando no repetir lo comentado ayer en las páginas de Crónica por Raúl Trejo Delarbre.

Lo primero es que el gobierno de López Obrador cabe perfectamente en la definición de populismo que da Urbinati: faccionalismo, “que surge de una concepción posesiva sobre los derechos y las instituciones”, mayoritarismo, “que retuerce el principio de mayoría para hacer que sirva a una mayoría”, dux cum populi, “que corresponde a la representación como encarnación”, el antipartidismo y, por supuesto, el personalismo: el líder que unifica al pueblo (a la mayoría) en una suerte de identificación afectiva.

Todo esto deriva en que “el populismo en el poder sea como una campaña electoral permanente”, como se puede constatar con las mañaneras y en que “el internet es el medio que reemplaza a los partidos tradicionales para sellar la alianza entre gobierno y pueblo”, como se puede constatar en nuestras redes sociales (y más claramente en Italia, donde el Movimiento 5 Estrellas nació en internet).

El populismo, que es una reinterpretación de la democracia, no su supresión formal, no se plantea la desaparición de la oposición y las minorías, sino su empequeñecimiento “por la humillación y la creación de una campaña abrumadora de propaganda… independientemente de si el movimiento es liderado por un líder de izquierda o uno de derecha”. En ese sentido, dice Urbinati, “la democracia populista denota un movimiento contrarrevolucionario, el prospecto de una polis más cerrada, en vez de una más abierta”.

Sin embargo, subraya el texto, el populismo no debe ser identificado ni con el fascismo ni con cualquier otro tipo de destrucción de la democracia, como un enemigo externo. Eso lleva a conclusiones equivocadas. El populismo nace de la democracia. Es resultado de una sublevación en las urnas “contra una elite que se declara a sí misma como representativa y es autorizada en elecciones, parece estar completamente desconectada de la vida y los problemas de los ciudadanos”.

Culpar a los movimientos populistas de obtener el triunfo es suponer que la democracia ineficiente y sus malos políticos deben tener como respuesta el conformismo o que la democracia es una serie de productos que ofrece la empresa-gobierno (y aquí me viene a la mente el presidente Fox). El hecho es que las instituciones representativas no cumplieron lo que prometieron.

En otras palabras, no es ceguera de los electores, sino hartazgo ante “un stablishment que reclama prerrogativas de gobierno como una casta de mandarines”.

Ese hartazgo no desaparecerá mágicamente. Por eso Urbinati acierta cuando escribe que “el hecho de que el populismo nos dé malas mayorías y decisiones alarmantes no es una razón para creer que podemos salvar a la democracia congelándola en un modelo que perteneció a los buenos viejos tiempos. De cualquier forma, salir del populismo difícilmente puede significar regresar adonde nos encontrábamos antes. Ese “antes” se devaluó en el preciso momento en el que permitió la victoria populista”.

Esto nos lleva a la crisis de los partidos políticos tradicionales, porque son los representantes de ese “antes”. Y, en el caso mexicano, también nos habla de la impotencia política y la inoperancia de quienes, de manera ruidosa en las redes, insisten en las bondades del sistema económico de mercado, de las cualidades tecnocráticas necesarias para entrar al gobierno o del “echeleganismo” como vía para salir de la pobreza.

Urbinati, proveniente de la izquierda italiana, que alguna vez fue muy fuerte, también trata de entender qué pasó, cómo fue que el tren populista pasó por encima de propuestas socialdemócratas. Una parte de la explicación estriba en la estrategia “centrista” que fueron desarrollando esos partidos, que protegieron a sus clientelas, pero se volvieron incapaces de “expandir e innovar programas de bienestar para ajustarlos a las necesidades de los menos favorecidos”. Otra parte, en que el hecho mismo de la globalización económica dificultó los compromisos entre capital y trabajo que habían rendido frutos positivos en el pasado.

Más allá: se desarrolló en muchas partes, que las elites educadas votaran por la izquierda tradicional y las elites de negocios lo hicieran por la derecha tradicional. El populismo antielitista puede ser, por lo mismo, profundamente antiintelectual (aquí lo vemos casi a diario) y refractario a los grandes negocios privados (aunque pueda acordar con ellos).

Todo esto obliga a las oposiciones al populismo a no congelarse en la antigua visión democrática, sino abrazar nuevas transformaciones. Las obliga a debatir en vez de satanizar, a buscar que los ciudadanos tengan una mayor participación (de hecho, el populismo hace que abdiquen de participar, y todo el poder quede en manos del líder carismático), y a controlar las instituciones y el Estado (a ponerles coto). También las obliga a reconfigurar los partidos políticos.

Para hacer frente al fenómeno populista, Urbinati recurre a Gramsci y su idea del “moderno Príncipe”. En ella, el partido funciona como intelectual colectivo que responde a los intereses de una clase social o una coalición. La diferencia fundamental es que el partido que concebía Gramsci, como líder colectivo, es la antítesis de la sumisión a un líder individual. “El proyecto hegemónico sería exitoso en la medida en que neutralizara el crecimiento de la política de la personalidad”.

Podría terminar aquí mis reflexiones, pero hay un párrafo del texto que me parece crucial. “Los partidos socialdemócratas o reformistas tradicionales no sólo son débiles, son estructuralmente incapaces de defender la democracia de enemigos fascistas y nacionalistas, porque están basados en una reflexividad que difícilmente mueve las emociones”.

Aquí me vino a la mente cuando el extraordinario líder eurocomunista Enrico Berlinguer vino a México, a principios de los ochenta. Le pregunté si el PCI no hacía demasiada política “para pensarse” y muy poca “para sentirse”. Tras pensarlo un poco, dio una respuesta escueta: “Tal vez sí, tal vez eso sea cierto”, para luego lanzarse a hablar de las iniciativas culturales que tenía el partido. Esas iniciativas eran parte de su respuesta.

Creo que ahí hay un problema central. Hay quien sabe mover símbolos y emociones, para arrogarse el derecho de representar al pueblo. “Yo, el Pueblo”.

lunes, septiembre 30, 2019

El taponero máximo


Mexicanos en GL.  2019

Terminó la temporada regular en Grandes Ligas. En ella se reconfirma el cambio generacional de los peloteros mexicanos. Ya no estuvieron los abridores conocidos, o pasaron sólo por un rato, y llegaron nuevos rostros. Algunos se consolidarán. La noticia más relevante ha sido que, por primera vez desde 2014, cuando Adrián González fue líder en carreras producidas en la Liga Nacional, un pelotero mexicano encabeza un departamento relevante en la estadística beisbolera. El sinaloense Roberto Osuna, de los Astros de Houston, fue el jugador de la Liga Americana con más salvamentos.

Aquí el balance del contingente nacional en el año, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado con México en el Clásico Mundial) 

Roberto Osuna tuvo un excelente septiembre para cerrar una muy buena temporada. En el mes, ganó un juego, salvó 7 y su efectividad (carreras limpias admitidas por cada nueve entradas lanzadas) fue de 0.79. Difícilmente se puede pedir algo mejor. En el año tuvo un bachecito o dos, pero en general estuvo muy efectivo. Llegó a 150 salvamentos en su carrera ligamayorista; es el más joven en hacerlo (de hecho, 6 años más joven que Mariano Rivera cuando llegó a ese umbral). Su desempeño será clave en la postemporada de los Astros. En la campaña acumuló marca de 4 ganados contra 3 perdidos, los 38 juegos salvados con los que encabezó la Liga Americana (su récord personal es 39), 6 rescates desperdiciados y 73 ponches. En promedio, se le embasó por hit o pasaporte menos de un bateador por entrada: su WHIP fue de 0.88. Sin duda, el mexicano más destacado.

Giovanny Gallegos tuvo un gran año, aunque no lo cerró de la mejor manera, ya que en septiembre perdió un juego y desperdició tres salvamentos, a cambio de un rescate. En la temporada se consolidó como preparador de cierre de los Cardenales de San Luis, que lo necesitarán en postemporada. En el año, el obregonense tuvo  3-2, 2.31 de efectividad, 19 holds (ventajas sostenidas en situación de rescate) y 93 ponches.  Desperdició tres rescates –todos en septiembre- y se le embasan 0.81 bateadores por entrada.

Julio Urías pudo haber tenido una temporada histórica, pero un error personal le costó una suspensión por 15 partidos. El zurdo de los Dodgers abrió juegos, participó en relevo intermedio e incluso sirvió como cerrador en algunas ocasiones. Siempre mostró personalidad en el montículo. En septiembre vio menos acción de la que se esperaba. Su temporada regular: 4 ganados 3 perdidos, 2.49 de efectividad, cuatro salvamentos (un desperdicio), 5 holds  y 85 pasados por los strikes.

Sergio Romo tuvo algunos problemas para colocarse a principio de temporada. Recaló en los Marlines de Miami, donde acabó llevándose el puesto de cerrador; de ahí recaló a los sorprendentes Mellizos de Minnesota, donde fue, esencialmente, preparador de cierre, a veces llegando a cerrar juegos, cosa que ya no hizo el último mes. En el año, con Marlins y Twins, el Mechón acumuló marca de 2-1, 20 salvamentos (tres desperdicios), 17 holds,  3.43 de efectividad y 60 ponches. Su gran experiencia de postemporada será muy importante para Minnesota en octubre.

Joakim Soria estuvo irregular a lo largo del año, pero filoso en septiembre (con un PCL de 1.04 en el mes, en el que también ganó un juego). En la temporada: 2-4, un juego salvado (sigue siendo el máximo taponero mexicano de la historia), 21 holds, 5 rescates desperdiciados, 4.30 de limpias y 79 ponchados. A ver si ahora le va mejor en postemporada, con Oakland, al derecho de Monclova.

Oliver Pérez estuvo muy bien casi todo el año, pero en septiembre, junto con el resto de la tribu de Cleveland, se vino abajo. El especialista zurdo tuvo un mes bastante feo, con dos derrotas, un juego salvado y un horrible PCL de 11.12. Esto derivó en que sus números del año, que eran muy buenos, dieran un pasito hacia la mediocridad. En  2019: 2-3, 22 holds, 4 desperdicios, un salvado, 3.98 de efectividad y 48 ponches en 40 entradas lanzadas. El año próximo, Óliver puede convertirse en el pelotero mexicano con más temporadas jugadas en Grandes Ligas (por el momento está empatado en primer lugar con Fernando Valenzuela y Juan de Dios Castro, con 17 campañas).

Alex Verdugo se ganó, con el bate, el guante y el brazo, la titularidad en el jardín de los poderosos Dodgers de Los Ángeles, pero problemas en la pierna y en la espalda lo mandaron a la lista de lesionados por más de mes y medio. En el año de .294, 12 cuadrangulares, 44  impulsadas y 4 robos de base, además de varias muestras de un brazo poderoso y certero. Si se recupera, y los Dodgers pasan el primer escollo, tal vez juegue la Serie de Campeonato.

José Urquidy es uno de los debutantes mexicanos. El mazatleco participó el 11 partidos, de los cuales 7 fueron salidas (3 aperturas de calidad: 6 entradas o más, y 3 carreras limpias recibidas o menos). En septiembre lanzó una pequeña joya, con una blanqueada en 6 entradas, y sólo admitió 3 carreras en 18 innings de labor. El bajo nivel de Wade Miley puede que le permita colarse al roster postemporada de los Astros. En el año: 2-1, 3.95 de limpias y 40 chocolates obsequiados.

Andrés Muñoz fue en septiembre el reverso de Urquidy. Tras debutar como ligamayorista y colocarse como relevista importante de  los Padres de San Diego, tuvo una baja de juego, ligada a un tirón en el hombro. El velocista de Los Mochis tuvo marca 1 ganado, 1 perdido, el primer salvamento de su carrera y 5 holds en un agosto muy activo. En la temporada: 1-1, 8 holds,  un salvado, un desperdicio y 3.91de PCL. Ponchó a 30 en 23 entradas.

Luis Cessa  tuvo en 2019 el mejor año de su corta carrera. A pesar de que los Yanquis lo usaron esencialmente para trapear innings (lanzar en situaciones con gran diferencia de carreraje), por lo general lo hizo muy bien. Sin embargo cerró el año aceptando 4 carreras de Texas sacando apenas un out. Eso le afeó unos numeritos que venían muy bien. En el año: 2-1, 4 holds, 75 sopas de pichón recetadas, un salvado y 4.11 de PCL. Ayudará a los Bombarderos del Bronx en la postemporada.

Luis Urías  ya fue titular de la segunda base de San Diego durante septiembre. Le costó trabajo adaptarse al pitcheo ligamayorista, pero al menos al final encontró ritmo. En septiembre bateó para .289, con dos cuadrangulares y 10 producidas. Eso le permitió terminar la temporada (apenas) por encima de la Línea Mendoza: .223, con 4 jonrones y 24 producidas.

Víctor Arano sólo pitcheó en abril antes de caer a la lista de lesionados. El prometedor veracruzano tuvo 1-0, PCL de 3.86 y 7 ponches.

Gerardo Reyes pasó por la típica puerta giratoria entre AAA y el equipo grande de los Padres. Sus actuaciones fueron de lo más disparejas. En términos de efectividad, septiembre fue el mejor mes de este relevista tamaulipeco, con 1.80 de limpias en 15 innings pichados, aunque no ganó ningún juego, como cuando lanzaba mal. Sus números: 4-0 en ganados y perdidos, un hold, un rescate echado a perder y 38 ponches, pero PCL de 7.62

Héctor Velázquez tuvo un año malo, como el resto del staff de pitcheo de los Medias Rojas de Boston. Estuvo a ratos en AAA. Su  récord: 1-4, 5.43 de limpias, 49 chocolates, un hold y un salvamento tirado.

Manny Bañuelos, o la historia de la estrella que no fue. Otrora la máxima promesa de las sucursales yanquis, ha jugado a cuentagotas en las Mayores, debido a las lesiones. Tras un flojo inicio y un tiempo en la lista de lesionados, el duranguense regresó al róster de los Medias Blancas en septiembre, con suerte desigual. Terminó con 3-4, 6.93 de efectividad y 44 ponches recetados.

Marco Estrada llevaba 0-2 con 6.85 de limpias y 8 ponches cuando fue enviado a la lista de lesionados por un problema lumbar. Los Atléticos consideraron que no les iba a servir en su lucha por la postemporada, así que le dieron las gracias. Como fue su tercer año a la baja, es posible que este haya sido su último año en Grandes Ligas. .


Fernando Salas. El veterano relevista sólo lanzó 2.2 entradas para los Phillies: 6.75 de PCL y 3 ponches.

viernes, septiembre 27, 2019

El equívoco juego de espejos

Salmerón y García Sada


Al día siguiente de la aprobación de la contrarreforma en materia educativa, las redes sociales se llenaron de críticas, pero no contra el retroceso político y social que conlleva lo aprobado por los diputados, sino contra un adjetivo en una publicación de la página personal de Pedro Salmerón, entonces director del INEHRM (Instituto Nacional de Estudios Históricos sobre las Revoluciones Mexicanas).

Comentando la efeméride del asesinato, en 1973, del empresario Eugenio Garza Sada, por parte de un comando de la Liga Comunista 23 de septiembre, Salmerón –tras hablar de las contribuciones de Garza Sada a la sociedad mexicana- tuvo el mal tino o el lapsus de llamar “valientes jóvenes” a los guerrilleros. El diario Reforma se agarró de ahí, se olvidó del contexto de la nota y acusó no tan veladamente a Salmerón de hacer apología de unos secuestradores y asesinos.

De manera significativa, ése y no el tema educativo, terminó siendo el asunto favorito que tocaron en Twitter y Facebook quienes pretender ser líderes de opinión de la oposición “liberal” al gobierno de López Obrador. Y en el camino elaboraron un menjurje ideológico e histórico, revolviéndolo todo.

La intención, crear un juego de espejos equívoco entre la situación de aquellos años y la actual. Jugar con la imagen distorsionada (por ellos) que se tiene de Luis Echeverría, acomunarlo con López Obrador. Jugar con la patraña de que los guerrilleros le hicieron el trabajo sucio a Echeverría. Jugar con el anticomunismo pedestre y con la idea de que un empresario de extrema derecha era la verdadera oposición a aquel gobierno priista. Jugar, sobre todo, con la idea de que la única oposición posible es la de corte estrictamente pro-empresarial.

Por eso es importante conocer el contexto de aquellos hechos dramáticos de 1973, que significaron en su momento un macabro juego de poder entre el gobierno y un fuerte grupo de empresarios regiomontanos.
Después de la represión al movimiento estudiantil de 1968, algunos jóvenes radicalizados consideraron que era imposible el cambio pacífico en México, y optaron por la vía de las armas. Era una estupidez destinada al fracaso. Surgieron distintos grupos, rurales pero sobre todo urbanos, que armados de un marxismo de baja estofa y mucha audacia, realizaron distintas acciones ilegales, en el sueño guajiro de que generarían conciencia y levantarían al pueblo.

Algunos de esos grupos sentaron sus reales en Monterrey, por varias razones. Había una numerosa clase obrera, el sindicalismo dominante era blanco (ni siquiera de la CTM) y los principales industriales tenían una actitud política contraria a los gobiernos priistas, ya que estaban en contra de cualquier intervención del Estado en la economía.

Garza Sada era la cabeza visible del Grupo Monterrey. Además de gran emprendedor, fundó el ITESM, al que controlaba ideológicamente al grado que, en los años 70, decidió expulsar a los jesuitas que ahí enseñaban, por considerarlos demasiado progresistas. La prensa proclive a estos empresarios los acusó de ser “los nuevos Marcuse” y de querer convertir al Tec en un nuevo Berkeley.

En ese contexto se da el intento fallido de secuestro y el asesinato de parte de los exaltados.

Lo relevante viene después: los empresarios acusaron al presidente Echeverría de crear las condiciones para el ataque. El Presidente  fue objeto de escarnio, abucheos y reproches durante el funeral de Garza Sada. Su retórica tercermundista, le dijeron, había permitido el desarrollo de “ideologías negativas”, fomentado el odio y la división entre las clases sociales, y ayudado a la promoción del marxismo. (En otras palabras, no hay nada nuevo bajo el sol).

Lo cierto es que durante el gobierno de Echeverría, los grupos guerrilleros fueron constantemente reprimidos, normalmente de manera extralegal. La historia de la “guerra sucia” que se desarrolló en aquellos años todavía no termina de contarse, pero la tortura, las desapariciones forzadas y las ejecuciones eran moneda común.

A partir de ahí, los empresarios regiomontanos se volvieron muy activos en la política, y se convirtieron en la principal oposición a Echeverría. Lo acusaban de izquierdista, aunque el problema central era que favorecía a otros empresarios, del centro del país. Los puntos de vista extremos que tenían los regiomontanos en materia económica y social, y los rumores de la época, hicieron que algunos intelectuales tibios de entonces, encabezados por Fernando Benítez, dijeran que la opción era “O Echeverría o el fascismo”. Algo así como la Trampa 22.

Todo este contexto nos dice que las cosas no estaban en blanco y negro. Que el comando de la Liga 23-S tuvo a mal actuar en medio de una situación de tensión entre empresarios y gobierno, y que el resultado final fue, por un lado, la represión total para ellos y, por el otro, el desarrollo de un grupo activo de empresarios, dispuestos a entrar en una disputa por la nación, sobre todo en materia de conducción económica. De esta disputa, tras moderar algunos de sus puntos de vista, salieron ganando.

De ahí la importancia estratégica de inflar el asunto de Salmerón. El historiador, sin querer, pegó en un lugar muy sensible, dio pie a una contraofensiva que revela dónde están realmente corazones e intenciones, y al final fue obligado a renunciar.

Las cúpulas empresariales más militantes están de plácemes con la cabeza que rodó, a pesar de que se tratara de un funcionario menor. Se llevaron a una parte de la opinión pública de paseo. Eso nos dice, también, hacia donde quieren llevar a la oposición al lopezobradorismo. Por eso la educación pasó a segundo plano en el debate (ni modo, se amolaron los niños oaxaqueños y al cabo ahí están las escuelas privadas).

Jugando con los símiles entre las épocas, es momento de recordar a un hombre que, en los difíciles años 70, fue claro en llamar a la construcción de una oposición política de izquierda por la vía pacífica y en condenar abiertamente las intentonas guerrilleras. Al mismo tiempo no sucumbió al canto de sirenas de “Echeverría o el fascismo”. La posición de Heberto Castillo en esos tiempos fue su mayor contribución a la democracia mexicana, mucho más importante que lo que hizo en los años siguientes.

Algo así es lo que necesitamos, y no irnos con la finta del equívoco juego de espejos.

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Post scriptum (tras la publicación en Crónica, el 24 de septiembre de 2019):
1. Raúl Trejo me hizo ver que la frase-consigna de los intelectuales echeverriístas "O Echeverría o el Fascismo" es anterior al asesinato de Garza Sada.
2. Él y varios otros compañeros subrayaron que no sólo Heberto Castillo estaba, desde la izquierda, en contra de la vía armada. Desde el PCM en proceso de reforma interna, hasta Punto Crítico, e incluso las organizaciones trotskistas condenaron el aventurerismo de los guerrilleros, y varios sufrieron amenazas de muerte de parte de los exaltados de la Liga 23-S. Mi intención es poner a Heberto de ejemplo visible (y en esos años era la figura más visible); sin duda no era el único.
3. Con la escritura de este texto me di cuenta de por qué ingresé al PMT en 1978. En este blog se puede leer esa parte de mi historia (en "Biopics", sobre todo la parte de mi estancia en Sinaloa), que acabó en un desencuentro total con el ingeniero Castillo.
4. La derecha se envalentonó con la defenestración de Salmerón. La ocurrencia estúpida del congreso de Nuevo León de declararlo persona non grata (junto con Gerardo Fernández Noroña) y el despropósito de otorgar post-mortem la medalla Belisario Domínguez a Eugenio Garza Sada son sólo síntomas.
5. Ese envalentonamiento y su avance en la pretensión de hegemonizar a la oposición mexicana me parece que pesan más que el otro hecho, el que la caída de Salmerón haya debilitado al grupo más ultra dentro de Morena. El saldo neto es negativo.
6. Brincos diera el Tec por ser Berkeley. De acuerdo con el Center for World University Rankings, la Universidad de California en Berkeley ocupa el número 6 entre las mejores del mundo; el Tec de Monterrey no aparece entre las primeras mil. En la medición más amable que encontré para el ITESM, la de QS University Rankings, Berkeley ocupa el lugar 15 y el Tec de Monterrey, el 178.

miércoles, septiembre 25, 2019

AMLO y los nuevos símbolos



Hay algunas cosas que, cuando se repiten, revelan de manera descarnada su carácter de farsa. Hace años, en ocasión de las fiestas patrias, no faltaba el fanático lopezobradorista que colgaba una bandera mexicana pintada de negro en sus redes sociales y proclamaba que “no hay nada qué celebrar”.  Ahora, algunos de quienes se proclaman “liberales” hicieron exactamente lo mismo y se vieron francamente ridículos. Es como si el país se construyera o se destruyera de un plumazo, dependiendo del color del gobierno en turno.

México es mucho más grande que cualquiera de sus gobiernos. Lo ha demostrado una y otra vez a lo largo de su historia. Lo que celebramos en estas fechas es la realidad de una nación que se hizo independiente, que tiene una gran fuerza cultural, que se ha modernizado y democratizado. Es el lugar de un pasado común, y también de un futuro común, y esa continuidad es lo que se celebra.

Cuando López Obrador anunció que daría 20 vivas, no faltó la especulación sobre los destinatarios de al menos la docena de ellas que no han sido parte de la arenga en los últimos años. Y nos dijo más acerca de los especuladores que acerca del propio AMLO.

Nos dijo que hay quienes han decidido luchar, no contra los excesos y errores del gobierno de López Obrador, sino contra la caricatura de López Obrador que ellos mismos han dibujado. Ya era estirar las cosas imaginar que lanzaría un “Viva Juárez”, pero no parecía imposible por eso de su autoidentificación con el Benemérito, pero muchos se imaginaron que lanzaría vivas a la 4T (es decir, a sí mismo), a Pemex y otras ocurrencias. Como ellos dicen que el Presidente está perdiendo el piso, entonces iba a perderlo de verdad. Y dicen que está perdiendo el piso porque se mueve con una lógica distinta a la de ellos.

Es fácil inventar un monigote para pegarle. Es más útil intentar comprender al personaje, entender sus fortalezas y debilidades, y entonces sí analizar lo positivo y lo negativo.

Señalábamos, al analizar la toma de posesión de López Obrador, que “la proliferación de nuevos símbolos es parte integral de la transformación del país que pretende el nuevo gobierno”, y que “tenemos un Presidente que sabe utilizar los símbolos para consolidar su poder… puede parecer una obvia manipulación de sentimientos y emociones, pero vale recordar que precisamente fueron sentimientos y emociones los que lo llevaron a ganar las elecciones, no un frío análisis racional de diagnósticos y propuestas”.

La ceremonia del Grito fue parte de esos nuevos símbolos. E inició desde el paso de la escolta, que ya no con invitados emperifollados a los lados, sino en la magna sobriedad del pasillo de Palacio Nacional que conduce al balcón.

¿Qué le decían esos invitados a la gente? Que había clases sociales, que unos estaban en Palacio y otros en la calle, a menudo empapándose. Y cuando el tipo de invitados se hizo más vulgar, tanto peor. Llegamos al extremo de que, en alguna ocasión, la nota del día siguiente fueron los trancazos que se dieron una estrellita de Televisa y su marido mientras pasaba la escolta, y no el Grito mismo.

Por supuesto, en la ceremonia de este año hubo también invitados emperifollados. Por ejemplo, estaba, como siempre, el cuerpo diplomático en pleno. Pero los colocaron en el patio, lejos de las cámaras y del piso de parquet. El mensaje a enviar a la población, los símbolos que importaban, eran las imágenes de la transmisión oficial. Y esos eran: la escolta, la bandera y el Presidente acompañado por su esposa.

No era un acto familiar. No de amigos y aliados. Era la figura presidencial ejerciendo poderes plenos. Y ese es otro simbolismo importante. El Presidente y el Pueblo, sin acompañamiento. Presidencialismo extremo, si se quiere.

De las vivas, hay dos que a mí me resultan destacables. La de los héroes anónimos, que tiene mucho de incluyente (tal vez porque soy de la idea de los heroicos son los pueblos, más que los individuos). Y la de la fraternidad universal, que me pareció tener un toque místico, muy acorde con la imagen que López Obrador maneja, y de paso con la política exterior de no engancharse (timorata, dirían algunos).

Luego hubo dos momentos que parece nos dan buena idea de cómo se comporta el grupo dominante dentro de la 4T. La intervención musical de Eugenia León, muy acorde con el gusto estético del gobierno en turno, y –a diferencia de la arenga de López Obrador- con su carga ideológica excluyente. Y el hecho de que, a diferencia de otras ceremonias, que durante décadas fueron espacio para la catarsis social, haya habido un grupo activo de ciudadanos que vitoreaban al Presidente (y conmovían visiblemente a su esposa).

Si agregamos que el tradicional desfile militar fue verdaderamente variopinto, dando una imagen de cambio, a partir sobre todo de la incorporación de la Guardia Nacional (que son los mismos, pero con otros uniformes) y que en el balcón principal sólo estuvieron representantes del Ejecutivo, podemos concluir que lo que vivimos en estas fiestas patrias fueron cambios de forma. Pero ya sabemos que, en política mexicana, la forma es fondo.

Las formas de la política varían. El profundo orgullo nacional permanece intacto, más allá de las veleidades políticas. Y eso lo debemos celebrar todos.

martes, septiembre 24, 2019

Top 20 de Lucio Dalla


Conociendo mi gusto por las listas, y por el grandísimo Lucio Dalla, va una con las 20 canciones que más me gustan de la discografía del cantautor italiano.
En busca de números más o menos redondos, fue fácil escoger las primeras tres, luego no eran 5 grandísimas, sino 6, 7, 8... Y tampoco podían ser 10. Con la veintena todavía quedan fuera enormes rolas.

1. Caruso
2. L'anno che verrà
3. Futura
4. Anna e Marco
5. Come è profondo il mare
6. Le parole incrociate
7. Telefonami tra vent'anni
8. L'ultima luna
9. Ulisse coperto di sale
10. Cara
11. Il motore del duemilla
12. Nuvolari
13. Meri Luis
14. Mambo
15. Disperato erotico stomp
16. Balla balla ballerino
17. Itaca
18. La sera dei miracoli
19. Il cucciolo Alfredo
20. Cosa sarà

jueves, septiembre 19, 2019

Esclavos del neoliberalismo


Decía Keynes que los hombres prácticos usualmente son esclavos de un economista muerto. El presupuesto 2020, que se pretende parte de una transformación histórica del país, es esclavo de las ideas neoliberales que tanto critica el presidente López Obrador.

“Conservador”, lo han definido sus autores. Prudente, austero, con ajustes. La meta principal es mantener la estabilidad macroeconómica. Y, claro está, diferenciarse de los populismos generadores de déficit y desequilibrios. Con ello, se piensa, se generarán condiciones de certidumbre para que haya algo más de inversión privada.

El primer dato clave es el superávit primario, equivalente a 0.7 por ciento del Producto Interno Bruto. Es decir, el gobierno ahorra: gasta menos de lo que recibe, como sugirieron las odiosas calificadoras y como suele sugerir el Fondo Monetario Internacional a los países en crisis (no importa que México no lo esté).

El segundo, es que espera recibir menos ingresos reales que el año en curso, debido –sobre todo- a la baja prevista en el precio internacional del petróleo, ligada a la desaceleración económica mundial.

Esa baja de ingresos petroleros no es compensada por nuevos impuestos. Esa fue una promesa de campaña –muy neoliberal, por cierto- del hoy presidente López Obrador. La está cumpliendo. Si acaso hay algunos ajustes necesarios: alzas en el IEPS a bebidas azucaradas y tabaco, inclusión en el IVA de las actividades de la economía digital y un intento tímido de aumentar el número de contribuyentes en una economía donde una parte muy grande de la población trabaja en la informalidad.

Sí se abre, en caso de que las cuentas hayan sido demasiado optimistas, la posibilidad de un endeudamiento externo neto del gobierno federal, de Pemex y de la CFE, en cantidades bajas, al tiempo que se reitera que se buscará aumentar plazos del servicio de la deuda.

El crecimiento del gasto programable es menor al 1 por ciento real, con nuevos ajustes en algunos sectores y con el énfasis constante en dos cuestiones caras a López Obrador: el mayor apoyo a Pemex y la asignación de ayudas sociales en efectivo.

En esas circunstancias, se antoja difícil relanzar el crecimiento económico. La previsión de 2 por ciento para el año próximo podrá darse sólo si, a diferencia de 2019, el gasto público corre desde el principio del año y hay un concurso efectivo de la inversión privada.

En cualquier caso, la tasa de crecimiento será de proporciones similares a las de los años horribles del neoliberalismo, y se prevé que, de seguir las mismas políticas, no alcanzará el 3 por ciento anual en todo el sexenio.

Ya sabemos que crecimiento no equivale a desarrollo; pero también, que no hay desarrollo sin crecimiento. No lo digo yo; lo dice la propia SHCP al presentar el proyecto.

“Más de lo mismo”, se decía en tiempos de Miguel De la Madrid cuando se presentaban presupuestos austeros y se acumulaban recortes. Apenas van dos presupuestos con AMLO, pero ya se ve la tendencia: más de lo mismo.

En realidad no ha habido un cambio de eje en la política económica. La apuesta de reducir las desigualdades a través de programas de entrega monetaria directa –el Presidente dice que la mitad de las familias mexicanas ya reciben algún apoyo- no está quitándole ninguna atribución a los mercados oligopólicos del país: al contrario, está monetizando las transferencias sociales. Con los recortes a sectores como el de salud, puede convertirse en el equivalente a lo que quería hacer Calderón con la educación: bonos para pagar escuelas privadas.

Hay que recordar que una cosa es el dinero directo, otra, la disponibilidad y calidad de los servicios que garanticen el ejercicio de los derechos, y otra, muy distinta, la igualdad de oportunidades con estrategias de inclusión social. De otra forma, tendremos un grupo social de necesitados que reproduce su condición año con año.

Y resulta preocupante que proyectos como el de Jóvenes Construyendo el Futuro que por lo menos tienen un componente de innovación y de entrada, así sea lateral, a los mercados de trabajo formales, pierdan fuelle ante los pagos directos.

Con el método actual, el presupuesto no va a servir ni para jalar la economía, ni para definir nuevas vías de desarrollo, ni para hacer justicia social. Meramente paliará algunas de las desigualdades más extremas y mantendrá una economía con crecimiento escaso y atada a mercados poco funcionales.

Lo que tenemos, de fondo, no es ningún cambio de rumbo histórico, sino un presupuesto pragmático, hecho en circunstancias fiscales difíciles, que en realidad rinde pleitesía a los economistas muertos que cantaron las loas del libre mercado, de la baja tasación y el superávit fiscal, del extractivismo de los recursos naturales y de los apoyos sociales meramente paliativos.

No está del todo mal. No comparte, para nada, delirios populistas. Es responsable y razonable, según la ortodoxia vigente. Pero no vengan a decir, por favor, que es propio de un gobierno de izquierda.

martes, septiembre 17, 2019

Biopics: La Lanterna

La Lanterna

El 5 de mayo de 1989, el día antes del cumpleaños de Taide y mío, quedamos de vernos enfrente del Museo Tamayo. Paseamos un rato, platicamos, nos abrazamos, nos besamos y luego la invité a comer a un restaurante italiano cercano, La Lanterna.

Ahí estábamos, sumergidos en la compañía del otro, cuando sonó una canción bellísima, del maestro Lucio Dalla. “Caruso”.

Mientras la escuchábamos, yo le traducía algunas partes. Sobre todo el coro.

Te voglio bene assai
Ma tanto tanto bene, sai
È una catena ormai
Che sciolgie il sangue dint'e vene, sai

Pero te quiero tanto tanto, sabes
Que es ahora para siempre una cadena
Que disuelve la sangre desde dentro de las venas, sabes

Exactamente eso es lo que yo sentía. Y sé que también ella. Le tocaba la mano y veía sus venas. Quise explicarle la palabra ormai. No significa sólo “ya”, implica algo definitivo, algo para siempre. “De ahora a jamás”. Algo que no termina. Y yo sentía que eso pasaría entre nosotros. Los ríos subterráneos salían a la superficie.

En esos días de transición, en los que iba naciendo en mí una necesidad imperiosa de cambiar de vida, y de hacer de Taide mi pareja, escribí dos artículos de opinión en La Jornada en los que, aprovechándome de la tipografía de ese periódico, le envíe dos acrósticos a partir de la primera letra de cada párrafo. Uno decía “LA LANTERNA”. El otro, más atrevido: “TAIDE TE AMO”.

Yo no lo sabía a plenitud, pero estaba cruzando mi Rubicón. Y la canción “Caruso”, que es la más romántica que conozco, nos ha seguido en distintos momentos.



martes, septiembre 03, 2019

El año de Giovanny Gallegos



Mexicanos en GL.  Agosto 2019

Pasó agosto, sin mayor pena ni gloria para los peloteros mexicanos en Grandes Ligas. Dos fueron las noticias más relevantes. Una de arena: Julio Urías tuvo que cumplir 15 días más de suspensión por el altercado en que se vio involucrado a principios de temporada. Una de cal: queda claro que este ha sido el mejor año para Giovanny Gallegos en la Gran Carpa: el año de consolidación como ligamayorista para el nativo de Ciudad Obregón.

Aquí el balance del contingente nacional en el año, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado con México en el Clásico Mundial) 

Roberto Osuna tuvo un mes bastante por debajo de lo que acostumbra, con efectividad de 5.00 (carreras limpias admitidas por cada nueve entradas lanzadas); aunque obtuvo 7 salvamentos, perdió un partido y desperdició dos rescates. Sin embargo la suerte le ayudó a ganar un juego que había echado a perder. En la campaña, el estelar cerrador de los Astros  lleva 4 ganados 3 perdidos, un todavía buen porcentaje de carreras limpias de 3.13. 31 salvados, 6 rescates desperdiciados y 58 ponches. En promedio, se le embasa menos de un bateador por entrada.

Giovanny Gallegos no estuvo perfecto en agosto con los Cardenales de San Luis: tuvieron la osadía de anotarle dos carreras en 11 entradas lanzadas. Ha tenido un año espectacular, realmente diferente a los sufridos con los Yanquis neoyorquinos, y ahora se ha estabilizado como preparador de cierre de los Pájaros Rojos. En el año, 3-1, 2.19 de efectividad, la friolera de 16 holds (ventajas sostenidas en situación de rescate) y 81 ponches en sólo 61 entradas lanzadas. Otras dos estadísticas relevantes: no ha desperdiciado un solo salvamento y se le embasan 0.76 bateadores por entrada.

Julio Urías estuvo un rato largo en la congeladora por suspensión: del 17 de agosto al 2 de septiembre. El zurdo de los Dodgers en esa primera quincena se apuntó un salvado y una derrota. Es de suponerse que en la recta final le darán rienda suelta al número de entradas lanzadas, para que entre en ritmo a la postemporada. Lleva 4 ganados 3 perdidos, 2.53 de efectividad, cuatro salvamentos (un desperdicio), dos holds  y 67 pasados por los strikes.

Sergio Romo, desde que está con los Mellizos de Minnesota, ha compartido con Taylor Rogers tareas de cerrador y preparador. Estuvo muy activo en agosto, con dos salvamentos, 7 holds y un partido perdido. Lleva en el año, con Marlins y Twins, marca de 2-1, 20 salvamentos (dos desperdicios), 10 holds,  3.44 de efectividad y 49 ponches.

Oliver Pérez estuvo eficiente en agosto. El especialista zurdo de los Indios de Cleveland entró muchas veces para sacar uno o dos outs, casi siempre con éxito. Sus números de 2019: 2-2, 19 holds, 3 rescates desperdiciados, 2.78 de efectividad y, como siempre, hartos ponches respecto a las entradas lanzadas.

Andrés Muñoz muy rápidamente se posicionó como uno de los relevistas principales de los Padres de San Diego. El velocista mochiteco acumuló 1 ganado, 1 perdido, el primer salvamento de su carrera y 5 holds en un agosto muy activo. En la temporada: 1-1, 7 holds,  un salvado y un limpio 1.77 de PCL. Ha ponchado a 27 en 20 entradas.

Alex Verdugo casi no vio acción en agosto, pues un problema en el abductor lo envió a la lista de lesionados. El jardinero de los Dodgers tiene marca en el año de .294, 12 cuadrangulares, 44  impulsadas y 4 robos de base.

Joakim Soria siguió en agosto tan irregular como en casi todos los meses del año. El preparador de cierre de los contendientes Atléticos de Oakland el 22 de agosto aumentó a 221 la marca histórica de juegos salvados por un mexicano, pero le anotaron en cuatro de sus diez apariciones en el mes. En lo que va de la temporada: 1-4, un juego salvado, 17 holds, 4 rescates desperdiciados, 4.84 de limpias y 71 ponchados.

Luis Cessa, contínúa trabajando entradas intermedias –esencialmente, trapeando innings- para los Yanquis de Nueva York. En agosto se apuntó un salvamento, el tercero de su carrera, con un relevo largo. En el año: 1-1, 2 holds, 67 sopas de pichón recetadas, un salvado y 3.99 de PCL.

José Urquidy pasó todo el mes en AAA, tras la adquisición del estelar Zach Greinke de parte de los Astros. Con el aumento del róster en septiembre, el mazatleco ha vuelto a vestir la franela del equipo grande.  1-1, 5.87 de limpias y 24 chocolates obsequiados.

Luis Urías jugó de manera regular durante agosto, con los Padres de San Diego. A veces ha ocupado la segunda base, a veces ha sido parador en corto (brilla con el guante en la intermedia, no tanto como shortstop). El pitcheo ligamayorista se le sigue complicando, pero ya no es out seguro: en agosto bateó para .238. En el año, sigue debajo de la Línea Mendoza: 181, 2 jonrones y 14 producidas.

Víctor Arano,  sigue fuera de acción, y puede casi asegurarse que su temporada terminó de manera precoz. Sólo pitcheó en abril: 1-0, PCL de 3.86 y 7 ponches.

Héctor Velázquez estuvo casi todo agosto en AAA; regresó a fines de mes con los Medias Rojas de Boston. En 2019 su actuación ha sido muy inferior a la de la temporada anterior, como el resto del staff de pitcheo de los patirrojos. Su  récord es 1-4, 5.69 de limpias, 46 chocolates y un salvamento tirado.

Gerardo Reyes fue traído para lanzar una entrada en agosto, y luego regresado a AAA. Inicia septiembre con el equipo grande de los Padres. Sus números son engañosos: 4-0 en ganados y perdidos, un hold, un rescate echado a perder y 23 ponches, pero PCL de 11.25.

Manny Bañuelos, tras varios meses en la lista de lesionados, regresò en septiembre a la rotación de los Medias Blancas, sólo para que le llovieran palos y uno le pegara en la pierna. El duranguense, otrora gran prospecto de los Yanquis, tiene marca de 3-4, 7.52 de carreras limpias y 42 ponches, con los Medias Blancas.

Marco Estrada llevaba 0-2 con 6.85 de limpias y 8 ponches cuando fue enviado a la lista de lesionados por un problema lumbar. Los Atléticos consideraron que no les iba a servir en su lucha por la postemporada, así que le dieron las gracias. Como fue su tercer año a la baja, es posible que no lo veamos más en Grandes Ligas.

Fernando Salas no ha vuelto a ver acción. El relevista de Topolobampo sólo ha lanzado 2.2 entradas para los Phillies: 6.75 de PCL y 3 ponches.

lunes, septiembre 02, 2019

Poder chicano en el deporte mexicano


Una de las desgracias que tiene México ha sido su nacionalismo trasnochado, que durante décadas fue parte integral de la formación ideológica mexicana, a través de la influencia que sobre la educación y los medios tuvieron el PRI y sus antecesores directos. El nacionalismo revolucionario era, entre otras cosas, un mecanismo para justificar las peculiaridades del sistema político mexicano, para inocular a la población de “ideologías exóticas, extrañas a nuestra idiosincrasia” y para difuminar la línea entre la unidad nacional y el unanimismo.

Pasaron los tiempos del unanimismo, aquellos en los que México se parecía a la “isla intocada” con la que soñó Díaz Ordaz, pero algunos de los elementos de ese nacionalismo nocivo se mantienen, a partir de un concepto cerrado y excluyente de lo mexicano, aunque hayan ido diluyéndose en las últimas décadas.


Gerardo Mascareño

Un ejemplo de nacionalismo revolucionario aplicado al deporte son las Chivas Rayadas del Guadalajara, equipo de futbol que se precia de jugar solamente con mexicanos (aunque a menudo quien los dirige ha sido un extranjero). Juguetonamente, con mis amigos chivas, lo llamo “Nacionalismo de la Virgen de Zapopan”, porque tiene algo de fanatismo religioso y mucho de atraso cultural. 

Pasados los años 60, tiempos del Campeonísimo, el Rebaño Sagrado (ojo a los postulados religiosos de ese apodo) dejó de ser un equipo poderoso. En 1998, se les ocurrió contratar a Gerardo Mascareño, exdelantero del Atlas. Se armó un borlote: Mascareño nació en Maryland, Estados Unidos, de padres mexicanos, y tenía la doble nacionalidad. No importó que hubiera decidido jugar con la selección mexicana y no con la gringa: para una parte de la prensa y de la afición chiva, no era lo suficientemente mexicano como para ser parte del equipo. Apenas jugó diez partidos, en medio de la polémica, y fue transferido.

Sin embargo, su caso, como en su momento y en menor medida el de Roberto Masciarelli, nacido en Argentina pero que vino de niño a México, sirvió para empezar a crear consciencia sobre el trato diferencial que se le da, no sólo en el ámbito del deporte, a quienes nacen en el extranjero pero son mexicanos con los mismos derechos y obligaciones que cualquier otro ciudadano.

Más tarde vino la aparición, también absurdamente envuelta en polémica, de mexicanos por naturalización en la selección mexicana de futbol. Guillermo Caballero, Antonio Naelson Sinha, Guille Franco, Matías Vuoso (sin cuyo gol México no hubiera calificado a Sudáfrica) y Leandro Augusto, que yo recuerde. Poco a poco la afición y la prensa se han ido acostumbrando a esa nueva realidad, pero la distinción siempre se hace y el pernicioso nacionalismo excluyente no desaparece del todo.

Otro ejemplo de ello, es la actitud hacia ciertos beisbolistas mexicanos que nacieron del otro lado de la frontera. Hay quienes se resisten a considerar mexicanos, no digamos a los hijos de mexicanos que vivieron y crecieron en Estados Unidos, sino hasta a peloteros como Adrián González –un ícono del beisbol mexicano- y Jorge Cantú, que se formaron como personas del lado mexicano de la frontera, pero cuyas madres fueron a parir a hospitales cruzando la línea.

En este año, varias de las más bonitas historias deportivas de México las han escrito atletas que, o nacieron en Estados Unidos, o han desarrollado sus vidas allá. Mexicanos que hablan el español con acento chicano y que han escogido representar a nuestro país, que es algo que deberíamos agradecer, en vez de mirar con suspicacia.

Está el caso de Andy Ruiz, campeón mundial de los pesos pesados. Cuando ganó su pelea de campeonato, muchos en México se hicieron la pregunta de si era de verdad mexicano, porque había nacido en Arizona. El propio pugilista tuvo que postear fotos en las que defendía los colores de Baja California, y recordar que había sido parte de la selección preolímpica de México rumbo a Pekín 2008. Andy dijo que “ni madres” que hubiera ido a ver a Trump y estaba emocionado de haber sido invitado por López Obrador.

En los Juegos Panamericanos se hizo viral la foto del corredor José Carlos Villarreal, quien sonreía al ganar los 1500 metros planos, mientras detrás de él los competidores de Estados Unidos y Canadá tenían una tremenda mueca de dolor antes de pasar la meta. Villarreal nació en Sonora, pero desde bebé vive en Arizona, está becado por una universidad de allá y rechazó el apoyo del gobierno federal (para no perder su beca gringa).

Finalmente está el caso del equipo mexicano femenil de softbol, que hizo la hazaña de calificar a los Juegos Olímpicos (ese deporte tiene un cupo de sólo seis naciones). Casi todas las jugadoras nacieron en Estados Unidos, se desarrollaron en el deporte universitario allá y se comunican entre sí en inglés, aunque se echan porras en español. Son bilingües, biculturales y juegan precioso a la pelota. Ya hubo el idiota que dijo que en realidad son el equipo B de Estados Unidos. Pero no. Son mexicanas como cualquier otra.


Por lo pronto, López Obrador ha tenido el tino de no hacer distingos entre deportistas a la hora de los apoyos y los apapachos. Pero hay que ir más allá. Hay que aprovechar la infraestructura y la cultura deportiva de Estados Unidos para que más deportistas, en todas las ramas, se integren a los representativos nacionales. Debería ser parte de una estrategia de corto, mediano y largo plazo. Eso nos servirá también de lección político-cultural: ayudará a recordar que tanto los inmigrantes como los mexicanos en el extranjero enriquecen al país en absolutamente todos los sentidos y que, Chavela Vargas dixit, un mexicano nace donde se le da la chingada gana.