viernes, mayo 28, 2021

Un pasito hacia el mundo orwelliano

Cuando José López Portillo decretó la nacionalización de la banca, mientras muchos aplaudíamos, hubo una voz de alerta desde la izquierda mexicana militante. El filósofo y analista Carlos Pereyra subrayó que se trataba de una medida vertical, hecha desde la cima del poder, no democrática.

-No habrá sido democrática en la forma, pero sí en el proyecto -fue el alegato ante Pereyra.

Y la respuesta del Tuti Pereyra fue más que contundente: - ¿Y quién decide si el proyecto es democrático? ¿Nosotros?

Carlos Pereyra tenía la virtud de desconfiar de aquellos marxistas anquilosados que, decía, “piensan que, cuando se levantan de la cama, con ellos lo hace el proletariado, y con ese peso histórico encima, se lavan, se bañan y se peinan”. Aquellos que, por alguna distorsión del pensamiento, creían encarnar la clase revolucionaria “en sí” y “para sí”.

El asunto viene a cuento porque, en la actual campaña electoral (de hecho, en la campaña electoral permanente que lleva a cabo el presidente López Obrador), hay varas distintas para medir comportamientos similares, y hasta idénticos. Lo que pasa es que unos son “democráticos” y los otros, “antidemocráticos”.

Si dos candidatos de Morena pierden su registro como tales, por violar las reglas del juego, se está negando al pueblo el derecho de elegir. Si la fiscalía amaga con quitar a candidatos de oposición, es por razones justas, ya que su mera presencia en la boleta es un fraude.

Si un candidato de Morena reparte tarjetas con promesas de ayuda a los posibles electores, es parte de su estrategia de campaña; si lo hace uno de oposición, es evidente delito electoral. Las despensas que antaño repartían los priístas eran fraudulento “frijol con gorgojo”; las que ahora reparten los guindas son ayudas a la población.

La diferencia, por supuesto, está en el proyecto. El de Morena es popular y democrático; el de los diferentes opositores, es neoliberal y antidemocrático. Y si alguien osara preguntar: “¿Quién decide si el proyecto es democrático?”, la respuesta es sencilla: el Señor Presidente de la República.

Se trata, evidentemente, de una distorsión intencionada de la palabra democrático y del concepto de la democracia. Es un pasito hacia un mundo orwelliano. Como si con poner el adjetivo dejara de importar lo sustantivo. El adjetivo democrático nace, paradójicamente, de la autodefinición que se da un poder autoritario, y que quisiera ser absoluto.

En ese sentido, toda institución que intente acotar el poder autoinvestido de democracia, toda acción de la sociedad civil que lo critique, toda crítica bien o mal intencionada, pasan automáticamente a ser enemigas de la democracia, que está encarnada en un proyecto, que a su vez está encarnado en el líder.

Por lo mismo, aunque suene absurdo, se habla de “golpe” a todos los movimientos de las oposiciones, e incluso a su intento de ganar el Congreso en las urnas. Un golpista es, por definición, contrario a la democracia. Y, si la democracia ya encarnó en el representante del pueblo, que es el Señor Presidente de la República, todo el que se le oponga es golpista, cuando menos en ciernes.

Otro tanto sucede, desde hace décadas, con el concepto de fraude electoral. Si el proyecto democrático gana, entonces no hay fraude. Pero si tiene menos votos que otro, el resultado es producto del engaño, porque la expresión democrática del pueblo sólo puede estar del lado del proyecto que verdaderamente lo representa. No se trata ya de la manipulación de resultados, sino de un hecho de base: el único resultado no fraudulento es la victoria de quienes se reconocen como representantes únicos de la voluntad popular.

Quien queda perdida en esta jungla de neoverbos es la pluralidad. Esa tampoco existe. Sólo hay dos bandos. El partido del progreso y la transformación y el partido del conservadurismo y el retroceso. No hay nada en medio. No hay diferencias reales entre ellos (y menos entre los conservadores, que pueden disfrazarse de indígenas, militantes feministas, defensores de la ecología, intelectuales socialdemócratas o simples periodistas). La polarización elimina matices: las cosas se aman o se odian. Y si todos acogen la polarización, qué mejor.

Todo este cambio del lenguaje ha permeado en una parte de la población. Las palabras cobran significados diferentes y hasta contrarios a los originales. Las mentiras son verdades. En ese sentido, López Obrador puede jactarse de haber conseguido una transformación exitosa, una (contra)revolución: los conceptos están dejando de ser lo que eran antes.

Una parte del trabajo de recomposición política del país empieza por devolverle a las palabras su significado. También, por entender que la democracia no es propiedad exclusiva de nadie. Y que la pluralidad, aunque complique las cosas, nos enriquece a todos.

Pronto, el 4 de junio, se cumplirán 33 años de la muerte prematura de Carlos Pereyra. Y de verdad se extrañan su precisión, su agudeza, su entereza y su compromiso democrático.

viernes, mayo 21, 2021

Partidos olímpicos de leyenda: Los tres segundos más largos (la final de basquet EU-URSS 1972)


Desde que James Naismith inventó el basquetbol a finales del siglo XIX, la supremacía de Estados Unidos en ese deporte ha sido enorme. Y era total, arrasadora, en los Juegos Olímpicos, desde que la disciplina entró al programa en 1936. Durante siete olimpiadas seguidas los estadunidenses ganaron el oro, y de manera invicta. Tenían una marca histórica de 63-0 cuando llegaron a la final en Munich 72, donde por quinta vez se enfrentarían por el oro con la Unión Soviética. Sería el partido más intenso y dramático en la historia del basquetbol olímpico.

Partiendo de la certidumbre de su superioridad, y de las reglas olímpicas vigentes, Estados Unidos no solía enviar a los Juegos Olímpicos a sus jugadores profesionales, sino a una selección que incluía a los mejores jugadores universitarios. Algunos de ellos, pero no todos, llegarían a la NBA. Los soviéticos, en cambio, enviaban la crema de la crema, con una combinación compuesta sobre todo por rusos y lituanos. Y, particularmente en tiempos de guerra fría, estaban decididos a derrotar a los representantes del bando contrario.

El partido inició con una ventaja soviética que a los americanos les costaba remontar. En su segunda mitad se hizo muy defensivo, pero sobre todo ríspido, lo que acabó con la expulsión de tres jugadores (dos de la URSS; uno de EU) y con la lesión de un norteamericano, que le impidió continuar en el juego. En la medida en que faltaba menos tiempo, el equipo de las barras y las estrellas acortaba las distancias. A 30 segundos del final, la diferencia era sólo de un punto. URSS 49 – EU 48. Faltando apenas siete segundos, el estadunidense Collins recupera la pelota, avanza hacia la canasta contraria y es fauleado. Quedan tres segundos y tiene derecho a dos tiros libres, que le pueden dar la vuelta al partido.

Serían tres segundos larguísimos, porque entonces vinieron el drama, el escándalo, la hazaña, la locura y la leyenda.

Collins lanza el primer tiro libre, anota. El partido está empatado. Cuando la bola está saliendo de la mano de Collins en el segundo tiro, suena una chicharra. La bola atraviesa limpiamente la red. EU está ganando por un punto. Los soviéticos intentan una reacción desesperada, pero para entonces hay un enorme lío alrededor de la mesa de jueces. El árbitro suspende el partido faltando un segundo.

Sucede que el coach de la URSS había pedido un tiempo fuera entre el primero y el segundo tiro libre, pero la chicharra se accionó muy tarde. Grandes reclamaciones. Los jueces, salomónicos, deciden que el tiro libre cuenta, pero el juego continúa con los tres segundos faltantes.

Los soviéticos mueven la bola, pero están bien marcados. Un pase corto, luego uno largo y el tiempo termina. Los americanos reaccionan con júbilo -y con alivio, no serán los primeros en perder un juego en una olimpiada-, parte del público salta a la duela. Pero los jueces notaron que el reloj de juego estaba mal puesto: 50 segundos en vez de los tres que faltaban. Deciden -se alega que gracias a la intervención del secretario general de la FIBA, el británico Renato William Jones- que la jugada se repita, de nuevo con tres segundos restantes en el reloj.

Pasan varios minutos de discusión y confusión. Los estadunidenses, al principio, se rehúsan a continuar el juego, que consideran ya ganado. Pero puede más la posibilidad de ser descalificados si no regresan. Al cabo son sólo tres segundos.

Al reanudar, el bielorruso Edeshko lanza un pase profundo y preciso al ruso Alexander Belov, que se ha desmarcado debajo del tablero. Belov anota al límite del tiempo. En la vieja URSS, el pase de Edeshko pasará a la historia como “el Pase de Oro”. La tercera es la vencida y la URSS se alza con la victoria 51-50, mientras los estadunidenses echan gran bronca a los oficiales.

La delegación de Estados Unidos presentó una protesta oficial al jurado de apelación de la FIBA. Perdió 3-2, en una votación de guerra fría: Hungría, Polonia y Cuba, del lado de los soviéticos; Puerto Rico e Italia, del lado de los norteamericanos. Los basquetbolistas estadunidenses se rehusaron a recibir la medalla de plata en la ceremonia de premiación. 40 años después se reunieron para decidir si la aceptaban, y decidieron que no. Nunca admitieron esa derrota, legendaria por muchas razones.

miércoles, mayo 12, 2021

Leyendas olímpicas: Kristin Otto


Pudo haber sido la atleta olímpica más laureada de la historia, pero la política se interpuso. Aunque probablemente también fue la política la que la ayudó a llegar a las alturas del Olimpo. Los tiempos de Kristin Otto le dieron para brillar fulgurantemente sólo en una ocasión. Eso le bastó para ser reconocida como las grande de las Valquirias, que era como se conocía al grupo de nadadoras de Alemania del Este que dominaron las albercas mundiales por tres lustros.

De niña, fue reclutada por sus características físico-atléticas para desarrollarse en una academia deportiva de la República Democrática Alemana. Aprovechando su gran altura, se especializó en el nado de espalda. A los 15 años participó en sus primeros Campeonatos Mundiales, ganando el oro individual en los 100 metros dorso y otros dos en relevos. Ese año, 1982, empezó a trabajar seriamente en los demás estilos.

Pero, como se esperaba después del boicot encabezado por Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú 80, la Unión Soviética decidió hacer lo propio para Los Ángeles 84, llevándose consigo a casi todas las naciones que estaban bajo los gobiernos satélites. Esa disputa política cortó la posibilidad de Kristin Otto para hacerse de varias medallas olímpicas.

La URSS organizó en su suelo los primeros Juegos de la Amistad, como premio de consolación a los atletas de sus países aliados. Allí compitió Kristin Otto, llevándose varias medallas, y lo más que podemos hacer es comparar tiempos con los olímpicos: bajo el supuesto de que los tiempos no hubieran variado entre Moscú y Los Ángeles, se hubiera llevado 3 oros y dos platas. 

Para los siguientes Mundiales, en 1986, la cosecha de Otto fue grande: 4 oros y 2 platas. Para entonces ya había conseguido podios mundialistas en el estilo libre, espalda, mariposa y combinado, porque también era buena en el estilo de pecho. Le esperaba la cita de Seúl 88, donde se consagraría.

En la alberca de la capital coreana, Otto conquistó primero los 100 metros libres, quedando a una centésima del récord mundial. Después, se llevó el oro en una sola jornada en los 100 metros espalda y el relevo libre 4 x 100, que abrió, y en el que las Valquirias establecieron récord olímpico. Al día siguiente, otra medalla dorada con récord olímpico; esta vez en los 100 metros mariposa. En el relevo combinado 4 x 100 el dilema era con qué estilo meter a Otto, que había ganado en libre, espalda y mariposa. Los alemanes se decidieron por la espalda, y al terminar esos cien metros, la carrera ya estaba decidida: sería otro récord olímpico para las de Alemania del Este. Finalmente, en la prueba más complicada para la nadadora teutona, los 50 metros libres, también se llevó el oro, estableciendo nuevo récord olímpico. Seis pruebas, seis oros.

Se hubiera pensado que a Otto le esperaba otro ciclo olímpico de grandes triunfos. Pero el mundo cambió. En noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín y Alemania se movió hacia una rápida reunificación. A los pocos días de la caída del muro, Kristin Otto anunció su retiro definitivo de las albercas. Tenía 23 años.

Después vendría la revelación de la estrategia de dopaje de Estado de la República Democrática Alemana. Otto negó haber tomado sustancias prohibidas. Compañeras suyas del equipo de natación lo aceptaron. Años después, cuando trabajaba como comentarista deportiva en la televisión alemana, Otto afirmó que sus medallas habían sido fruto de su disciplina y entrenamiento, pero llegó a decir que, si le fue suministrada alguna droga ilícita, se hizo sin su conocimiento. El caso es que las Valquirias, que habían acumulado 31 medallas de oro en tres Juegos Olímpicos, desaparecieron del mapa junto con la RDA.

sábado, mayo 01, 2021

Jonrones alrededor de la Línea Mendoza

 

Ramón y Luis Urías

Mexicanos en GL.  Abril 2021 

Estamos de vuelta, y con temporada completa.

La Línea Mendoza, derivada de las aptitudes y limitaciones del infielder sonorense Mario Mendoza, durante años ha marcado el límite debajo del cual ningún bateador debe estar en el equipo titular de Grandes Ligas, por más buena que sea su defensa. Mendoza bateó .215 de por vida. Pero los tiempos han cambiado. Vivimos la era de los three true outcomes: ponche, base por bolas o jonrón. Y aún cuando MLB decidió aflojar un poco las costuras de la pelota para evitar que volará tanto, los cuadrangulares siguen altos, y los porcentajes bajos, al grado que al terminar abril había cinco equipos completos bateando por debajo de la Línea Mendoza (cuatro de ellos de la Liga Americana, para que no digan que es por el pitcher).

Eso ha sido también el caso de los bateadores mexicanos. Al 29 de abril, tres de los cuatro jugadores de cuadro bateaban por debajo del mítico .215. En el último día del mes, y el primero de mayo, dos de ellos lograron superarlo. Eso sí, el 19 de abril, por única vez en la historia, dos hermanos mexicanos, casualmente sonorenses como Mendoza, se volaron la barda el mismo día en Ligas Mayores: Luis y Ramón Urías. La otra nota relevante del mes fue la extraordinaria apertura del Urías sinaloense, Julio, que lanzó 7 entradas permitiendo sólo un hit y una base por bolas, mientras otorgaba 11 ponches. La mejor para un mexicano desde 2016, cuando Jaime García hizo lo mismo, pero en 9 entradas, y ponchando a 13 rivales.  

Aquí el balance del contingente nacional en el mes, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado representando a México en el Clásico Mundial o en otro torneo de primer nivel) 

Alex Verdugo empezó flojo con la majagua, pero fue agarrando ritmo y en la segunda mitad del mes ha sido una máquina de bateo, mientras que su trabajo defensivo en los jardines ha sido impecable. Es una de las razones por la que los Medias Rojas han empezado la temporada muy bien, como el equipo con mejor ofensiva. Sus números: .300 de porcentaje, 3 jonrones, 13 carreras producidas, 19 anotadas y dos robos de base.

Julio Urías ha estado consistente como abridor de los Dodgers. De cinco aperturas en el mes, tres han sido de calidad (6 innings o más, 3 carreras limpias o menos). Todas esas las ganó, incluyendo la joya que lanzó el día 20. Las otras dos fueron más que aceptables, y el zurdo de Culiacán salió sin decisión. En el mes: 3-0 en ganados y perdidos, 3.23 carreras limpias admitidas por cada 9 entradas lanzadas y 32 ponches.

Giovanny Gallegos no resultó elegido, como se esperaba, como el cerrador de los Cardenales de San Luis. Ha estado más bien en labores de preparación de cierre y en circunstancias de juego apretado. Pero lo ha hecho bien (mejor, si no le tocan corredores heredados en los senderos). Su marca: 2-1, 2.45 de limpias, un juego salvado, 3 holds (ventajas sostenidas en situación de salvamento), dos rescates desperdiciados y, notablemente, 19 ponches en 14 entradas y 2/3.

Luis Cessa, a pesar de que los Yankees lo utilizan en la humilde tarea de trapear innings en partidos ya decididos, ha cumplido mejor que otros relevistas del equipo del Bronx, y merece mejores oportunidades. El derecho de Córdoba lleva marca de 0-0, 1.42 de ERA y 17 ponches.

Víctor González se ha ganado a pulso la confianza del manager Dave Roberts, de los Dodgers, y el zurdo nayarita es usado en situaciones complejas. Sigue siendo mayoritariamente dominante, pero no suele retirar a todos los hombres a los que se enfrenta (tiene WHIP de 1.50, lo que significa que se le embasa, en promedio, un hombre y medio por cada entrada lanzada). Aún con ese problema, González ya acumula 7 holds, tiene una muy buena efectividad de 2.25 y logró el primer salvamento de su carrera (ayudado por un atrapadón de Mookie Betts). En el camino, ha recetado 6 sopitas de pichón.

José Urquidy empezó algo titubeante la temporada, sobre todo por su tendencia a tirar demasiados lanzamientos en las primeras entradas, pero ha corregido el rumbo. El mazatleco de los Astros lleva 6 aperturas, contando la del 1° de mayo que ha sido la mejor, de las cuales sólo las últimas dos son de calidad. Sus números: 2-2, 3.71 de carreras limpias y 27 rivales pasados por los strikes.

Oliver Pérez apenas hizo el róster de los Indios de Cleveland, y al debutar en 2021 subió a 19 años su récord de temporadas jugadas en Ligas Mayores. Fue usado poco y, aunque no permitió carrera limpia, perdió un juego (el famoso corredor que ahora abre en segunda base los extrainnings, y que cuenta como carrera sucia si anota). Tenía marca de 0-1, 0.00 de ERA y 4 ponches cuando en Cleveland le dieron las gracias. Veremos sin otro equipo contrata al veterano.

Alejandro Kirk, se dice, está destinado a ser uno de los catchers con más bateeo en Grandes Ligas. En su disputa por la titularidad de los Azulejos con Danny Jansen, empezó muy mal, yéndose de 12-0. Pero en la segunda mitad del mes su bat finalmente despertó: de hecho, bateó para .316 en esa segunda parte. La disputa será interesante, porque Jansen, aunque batea basura, es mucho mejor defensivamente y en el manejo de los lanzadores. Si el de Tijuana mejora en defensa y enmarque, seguro se queda con el puesto. Los numeritos ofensivos del Capitán Kirk en abril: 3 cuadrangulares, 8 producidas, 6 anotadas y .231 de porcentaje

Luis Urías todavía no tiene el bat que se espera de él, pero -al igual que Kirk- mejoró mucho tras un inicio con bates de papel. Su fildeo es de primera. El sonorense de los Cerveceros de Milwaukee terminó el mes con .206, 2 cuadrangulares 11 producidas y un robo. Ese .206 se traduce a un muy buen .365 de OPS (porcentaje de embasamiento) debido a la capacidad de Luis para agenciarse bases por bolas. El 1° de mayo conectó su tercer vuelacercas (solitario; fue la producida número 12).

Ramón Urías fue usado los primeros días exclusivamente como jugador defensivo por los Orioles de Baltimore. Poco a poco han tenido más juego, sin llegar a ser titular. Tuvo en abril un magro .154 de promedio, con un palo de vuelta entera y 3 carreras impulsadas.

Joakim Soria, programado para ser cerrador de los Diamondbacks de Arizona, sólo pudo lanzar dos tercios de inning, dio un base y tuvo que salir por un tirón en la pierna. Pasó prácticamente todo el mes en la lista de lesionados.

Sergio Romo consiguió chamba en Oakland, pero no le ha ido bien. Tiene un hold, pero a cambio de eso, le han pegado fuerte varias veces. Termina el mes con un horrendo 9.35 de PCL y dos ponches.