jueves, diciembre 22, 2022
Los diez deportistas mexicanos de 2022
jueves, diciembre 15, 2022
Qatar 2022: el futbol y nuestro reflejo
El futbol no es solamente un deporte, un
espectáculo o un negocio; es -y muy notablemente durante el Mundial- también un
espacio de identificación política y social, así como de guerra cultural entre
distintas naciones (y, a veces, dentro de una nación). Resulta que casi todas
las selecciones de futbol del mundo son símbolos nacionales.
Mucho se ha criticado que la fase final se
lleve a cabo en Qatar, un país autocrático, en el que no se respetan los
derechos humanos y que no tuvo empacho en contratar a miles de trabajadores
extranjeros para la construcción de estadios e infraestructura, sin brindarles
buenas condiciones laborales y, muchos menos, de seguridad.
Al mismo tiempo, la realización ahí de ese
Mundial ha generado una suerte de orgullo no sólo en la nación sede, sino en
todos los países islámicos, que se ven reflejados en esa luz indirecta. Es un
sello de pertenencia al mundo de parte de esas naciones, que por décadas se han
sentido excluidas por razones políticas, culturales y (tiempo atrás)
económicas.
En ese entendido, parece que las
autoridades cataríes no quieren presentarse al mundo como represivas y, salvo
el peliagudo asunto de la cerveza, han sido menos intolerantes de lo que se
esperaba en la mayor parte de los países de Occidente. El asunto es llevar la
fiesta en paz.
También es ocasión para que cada quien
exprese su idiosincrasia, tanto en el terreno de juego como en las gradas y en
los alrededores de los estadios. Allí suelen verse tanto las virtudes como los
defectos de las sociedades. Resultan espejos, a veces fieles y nunca demasiado
distorsionados.
Un ejemplo lo vemos en varias de las
selecciones europeas y en las reacciones ante sus resultados. Varias de las más
potentes llevan consigo mucha de su historia: hay muchísimos jugadores que son
hijos de inmigrantes y tienen raíces africanas. Cuando al equipo le va bien en
el Mundial, es ejemplo de integración exitosa. Cuando le va mal, surgen en esos
países las voces racistas que señalan que hay jugadores que no piensan en la Patria,
sino en sí mismos. El futbolista Romelu Lukaku era el goleador belga, en el
Mundial pasado, cuando su equipo quedó en tercer lugar; ahora que Bélgica quedó
eliminada en fase de grupos es, de nuevo, “el descendiente de congoleños”. Así
pasó con Francia en 2010 y con Alemania en 2018 (esta vez no; la escuadra
teutona llegó con pocas expectativas en el ámbito local).
Al mismo tiempo, hay ahora selecciones
africanas que se retroalimentan de los efectos de la colonización. Un caso
notable es el de Marruecos, donde la mayoría de los jugadores se desarrollaron
en países europeos (sobre todo en Francia) y tienen doble nacionalidad. Hay que
admitir que se vieron beneficiados positivamente de un desarrollo deportivo en
mejores condiciones.
Como en todo, en el futbol hay un canon, y
ese ha sido dictado, primero por quienes inventaron este deporte y lo
exportaron, en olas sucesivas, a todo el mundo, y luego por distintas revoluciones
en la manera de entender y practicar el juego. A falta de una nueva revolución,
en este Mundial, el canon que divide a la nobleza de los plebeyos en el futbol,
está dictando las diferencias, sobre todo a partir de los juegos de eliminación
directa. Los saltos en la historia, que es también de relación entre desiguales,
suelen ser difíciles.
Así, hemos visto equipos de naciones subsaharianas
que tienen futbolistas talentosos y juegan alegremente, pero que casi siempre
acusan un gran desorden en momentos clave, a los magrebíes ordenados y cautos,
a los del extremo oriente que crecen con base en disciplina, paciencia, técnica
y persistencia; a las riñonudas escuadras menores de Europa, a dos equipos
jóvenes -Estados Unidos y Canadá- que han desarrollado su futbol principalmente
a través de la influencia cultural de nuevas oleadas de inmigrantes, y ya le
han dado carta de naturalización, etcétera. Pero a la hora de la verdad, con la
honrosa excepción de Marruecos, pasaron los de costumbre.
¿Y México? Por lo pronto se pueden decir
tres cosas, que funcionan efectivamente como espejo.
Una es la incapacidad sistémica para dar
el salto hacia adelante, de hacer la lucha pero no avanzar, con el agregado de
que esa incapacidad suele estar envuelta en esperanzas infundadas, que son
administradas principalmente por quienes hacen negocio de esa esperanza.
La segunda es que, cuando se ve que otra
vez topamos con pared, y más feo que antes, se vuelven a dar vueltas a la
noria, se hacen las mismas críticas y supuestas autocríticas -que no son
escuchadas porque el negocio es el negocio- y se tiende a repetir el ciclo.
La tercera es la búsqueda del Masiosare,
el extraño enemigo que siempre es ajeno a nosotros, para nunca tener que asumir
responsabilidad alguna. Ahora le toca a un entrenador medroso que tiene el
defecto de ser extranjero. Argentino, para más inri. No faltan ni la teoría
conspiracionista, ni mucho menos la búsqueda del chivo expiatorio. Él es,
precisamente, el que permitirá que el cambio sea cosmético y no de fondo: por
lo tanto, que pueda darse la reproducción del ciclo infértil hasta el infinito
(y la náusea).
Pensemos: tenemos un futbol que se mira el
ombligo de su liga como si fuera buena; que sobrevalora a sus jugadores para
dizque protegerlos, pero en realidad no los deja crecer (como lo harían jugando
en Europa desde muy jóvenes); que vive de la promoción de rivalidades entre la
afición; que goza con el simplismo de esa misma afición, que se maneja como
oligopolio, que está muy cómoda así y, por lo mismo, se resiste al cambio. Es fiel
reflejo del país.
viernes, diciembre 02, 2022
Un sueño ¿metafísico? (17-XI-22)
Tuve un sueño sin trama.
Veía yo la creación y recreación de un universo. Sus galaxias y constelaciones, o su polvo cósmico, hacían formas geométricas y después desaparecían. Después se generaba un vacío, pero sólo en apariencia: la materia había desaparecido, pero el universo no. A continuación, reaparecía la materia en ondas, una suerte de auroras boreales que se movían en ondas, hasta que la materia reaparecía.
En ese universo paralelo, la materia es inestable no sólo en su forma, sino hasta en su propia existencia. Hay momentos en los que hay materia, y en otros no la hay. Cuando existe, la materia tiene formas efímeras, caprichosas a nuestro entender.
En el sueño empecé a cavilar. Como en ese universo existen energía y tiempo, pueden combinarse para que haya flujos de conciencia. Éstos flujos de conciencia pueden volverse permanentes, independientemente de la existencia de la materia. Concluía que cuando esa conciencia se convierte en autoconciencia, estamos ante la presencia de un Dios en sí mismo.
Al despertar entendí que había imaginado un universo repleto de Dioses adyacentes.
jueves, noviembre 17, 2022
La manzana envenenada y la marcha por la democracia
Dos textos:
El elemento central de dicha reforma es
cambiar de árbitro electoral, y sustituir al INE por un organismo cuyos
integrantes sean votados masivamente y con lógica partidista. El veneno viene
acompañado de algunos dulcecitos, que podrían ser apetecibles para algún
partido ingenuo, algo así como las manzanas inyectadas con droga que regalan
algunos perversos en Halloween.
Hay muchas ocasiones en las que el Presidente
se mueve en función de los devaneos de la opinión pública. Esta vez no es el
caso. El Instituto Nacional Electoral, a pesar de la constante campaña en su
contra, tiene un índice de aprobación del 68%, superior al del propio López
Obrador. El ataque se da en función de las necesidades de un gobierno que vive
una campaña electoral permanente y quiere asegurar, a como dé lugar, la
continuidad de su partido tras las elecciones de 2024.
Como lo señaló el Consejo de Europa, la iniciativa
de López Obrador pretende cambiar un sistema que sí funciona, y que ha sido
resultado de sucesivas reformas democráticas. Y, como dice la Conferencia del
Episcopado Mexicano, es claramente regresiva, porque lleva hacia el gobierno
federal el control de los comicios, afectando la autonomía de las instituciones
y, con ella, su imparcialidad: un viaje de vuelta al sistema de partido casi
único.
La pretensión es cambiar algo que sí funciona
y sustituirlo por algo que le funciona solamente a una facción.
En realidad, hay pocas probabilidades de
que la reforma, tal y como está, pueda pasar por el tamiz legislativo que
necesita, porque requiere de una mayoría calificada, y no parece que, en este
delicado caso, pueda haber fisuras grandes en el bloque de contención. Pero ya
se ha visto que éste tiene eslabones débiles -el tricolor es el más visible- y
que, mediante chantajes, no es del todo descabellado que se la pueda hacer
avanzar.
Pero, más allá de las pocas probabilidades
de que pase la reforma, la ofensiva contra el INE tiene otras dos intenciones.
La primera es generar condiciones para que la Comunidad de la Fe obradorista
esté pronta a reaccionar en caso de un descalabro electoral. Para ello se ha
trabajado arduamente en la negación de la transición democrática, que se dio
hace décadas y que ahora resulta que no existe (o sólo existe cuando gana quien
Andrés Manuel quiere). Es otra manzana envenenada, dirigida a las mentes y los
corazones de los seguidores de AMLO.
Esta negación de la transición se hace
patente en el delirante pronunciamiento de la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, que retoma el uso faccioso de la autoridad electoral de entonces
contra la Federación de Partidos del Pueblo de México, en las elecciones ¡de
1952! y asegura que, a partir de ahí, nada ha cambiado.
Aquí no importa que la Constitución prohíba
a la CNDH intervenir en asuntos electorales. Tampoco, que esa Comisión hace
rato haya dejado sus tareas y su autonomía para convertirse en un apéndice del Ejecutivo
Federal. Lo que importa es reiterar el mito de la transición manca, y que este
permee en los sentimientos de los fieles. Sentimientos útiles, por cierto, para
alegar fraude en caso de cualquier derrota electoral.
La otra intención es pavimentar el camino
para apretar al INE por vías diferentes a las de la reforma constitucional. Si
no se logra el objetivo máximo, entonces al menos se crean condiciones para
intentar reducir el financiamiento del Instituto, obligarlo a fusionar áreas
sustantivas -minando su sólida estructura profesional- y quitarle todos los
dientes posibles en materia de vigilancia, sobre todo en lo relativo al
financiamiento de partidos y campañas. En otras palabras, para no tumbar al árbitro,
pero crear condiciones para un proceso electoral inequitativo, distorsionado
por los grandes flujos de dinero no vigilado que correrían en las campañas.
Y además está el asunto de la renovación
de cuatro miembros del Consejo General del Instituto, incluida la presidencia
del mismo. La norma dice que los consejeros tienen que surgir por consenso
entre los partidos representados en el Congreso, pero no debemos descartar la
posibilidad de que se intente forzar una composición desequilibrada.
Lo que hay en el gobierno es una aversión
al rigor y a la independencia con el que se ha conducido el INE. Por eso, con
distintos aliados -incluidos los que se beneficiarían económicamente del fin a
las restricciones y candados en las campañas- ha buscado torpedearlo.
Ese afán no se agota en la propuesta de
reforma constitucional. Va a continuar, pase lo que pase, durante todo lo que
resta del sexenio. Y posiblemente, después de que López Obrador termine su
mandato. En otras palabras, nuestra democracia estará en vilo por mucho rato.
Las marchas en defensa del INE y por la
democracia tienen muchas aristas. Vale la pena revisar unas cuantas para darnos
una idea acerca de su relevancia.
Marchas ciudadanas… con partidos
Sin duda se trató de una masiva movilización
ciudadana. La gran mayoría de los asistentes fue ahí movida por una legítima
preocupación respecto a las posibilidades de una regresión en materia
electoral. Y fueron personalmente, como ciudadanos, animados por las redes
sociales y también por la reacción desmedida del presidente López Obrador ante
el evento anunciado.
Adicionalmente, el motivo de las marchas,
la defensa del INE, significó un paraguas lo suficientemente amplio para que,
con una causa en común, marcharan personas de muy distintos puntos de vista
ideológicos. Se trató, pues, de una manifestación plural. Los organizadores lo
entendieron, al nombrar como orador único de la marcha capitalina a un
personaje, José Woldenberg, que representa en primer lugar la posibilidad de
alternancias democráticas con un árbitro ciudadano, y que no es miembro de
ningún partido.
Esa cualidad ciudadana y plural fue la que
permitió que mucha gente asistiera a pesar de saber de antemano que algunos
personajes impresentables para la mayoría de los mexicanos también iban a
asistir. No fue, afortunadamente, una marcha de los puros.
Eso no significa que los partidos hayan
estado ausentes. En particular los tres históricos que conformaron la Alianza
por México, PAN, PRI y PRD. Hay algunas cosas evidentes que son difíciles de
pensar sin ellos -el templete y la pantalla, para dar el ejemplo más evidente-.
Asimismo, asistieron, pero no representando directamente a su partido, conocidos
personajes de Movimiento Ciudadano.
Si la manifestación era contra una
propuesta específica del presidente López Obrador, nadie se llama a engaño al
afirmar que reunió a la oposición social y política a AMLO y su partido. Y
sabemos que esa oposición a final de cuentas se expresa en las urnas, a través
de los partidos políticos de oposición.
Si vemos la composición social,
encontraremos en todos lados una muy amplia participación de las clases medias,
que el lopezobradorismo puede empezar a considerar como perdidas. Y encontramos
también que fue minoritaria -aunque no irrelevante- la participación de las clases
populares.
El peso de los veteranos
En su conferencia mañanera, AMLO se congratuló
de que a las manifestaciones en defensa del INE y contra la reforma electoral
hayan asistido, según él, “puros veteranos”. Agregó, en su acostumbrada
generalización, que no hubo jóvenes.
La verdad es que, en un país como México,
siempre los jóvenes hacen mayoría, pero también que, al menos en la marcha
capitalina, había una presencia de adultos mayores de 50 años notablemente
superior a la que marcaría una distribución normal de los datos demográficos.
López Obrador supone que eso significa que
los jóvenes están con él. Es estirar la cuerda. Pero lo cierto es que las
personas de más edad son las que tuvieron la dura experiencia de vivir en una
falsa democracia, las que saben lo que son elecciones de Estado controladas por
el aparato del partido mayoritario y las que, por lo tanto, menos quieren que eso
se repita.
Hay que pensar que todo lo que han visto
los mexicanos menores de 40 años son elecciones razonablemente libres,
organizadas en condiciones de equidad por un árbitro electoral ciudadano, ya
sea el INE o el IFE. Sus puntos de comparación son sólo históricos, de lo que
leen o les platican. No es lo mismo que quienes vivieron en carne propia los
tiempos de partido prácticamente único.
El número sí importa
Habrá quien piense, sobre todo desde posiciones
cercanas al oficialismo, que el número de participantes en las manifestaciones
pro-INE, y en especial la de la Ciudad de México, a final de cuentas no importa,
porque a final de cuentas no son “pueblo”. Y hay también quien entra a la
guerra de cifras queriendo minimizar un hecho contundente: fueron cientos de
miles de personas que se manifestaron en las 32 entidades del país.
Que el propio presidente López Obrador haya
entrado al juego de la guerra de cifras (eso sí, enmendándole un poco la plana
al desmedido Martí Batres, que dio cifras de risa loca) nos indica dos cosas:
una, que prefiere la propaganda al análisis y dos, que no leerá el mensaje que
una parte importante de la población le ha enviado. En otras palabras, que no
modificará posiciones respecto a la reforma electoral, aún a sabiendas que
tendrá que conformarse, a lo mucho, con cambios en las leyes secundarias, y que
tampoco será capaz de ver en lo sucedido la necesidad de cambiar estrategias
rumbo al 2024.
Esto es particularmente relevante para la
sucesión en la Ciudad de México, donde Morena ya recibió un primer batacazo en
las elecciones de 2021 y donde parece no estar dispuesto a aprender.
El oscuro espejo de la marcha del
desafuero
Esto nos lleva a considerar que la marcha
capitalina del 13 de noviembre puede ser un punto de inflexión. Por su tamaño, por
su diversidad y por el hecho de que se trató de una manifestación en contra de
lo que se percibe como un acto de presidencialismo vertical, tiene semejanzas
con la marcha contra el desafuero de López Obrador, en el ya lejano 2005.
Recordemos varias cosas: que en esa marcha
se juntaron distintas oposiciones al entonces presidente Fox, que ese proceso personalizado
en contra de López Obrador ayudó a catapultar su carrera política y que, si el
gobierno de Fox no hubiera reculado al respecto, se hubieran generado tensiones
excesivas sobre la democracia mexicana.
Una diferencia importante es que Fox tenía
quienes le decían cuando estaba cometiendo un error de cálculo político, y
finalmente lo convencieron, mientras que López Obrador prefiere escuchar a
quienes lo adulan y le dan siempre la razón (aunque en verdad a quien prefiere
escuchar es a sí mismo). Las pocas voces en el entorno de Morena que prevén
sobre un impulso opositor rearticulado a partir del rechazo a una reforma
electoral regresiva están sembrando en el desierto.
Esto no termina
La esperada cerrazón de López Obrador, su
incapacidad de cambiar una coma a sus deseos, harán que la disputa en torno a
la reforma electoral y al INE continúe más de lo necesario. Buscarán doblar al
bloque opositor a través de sus eslabones más débiles (los de cola más larga),
buscarán estirar los cambios a la legislación secundaria, intentarán doblar la
ley para imponer consejeros electorales. Pero ahora tendrán que hacerlo con la
presencia activa de una parte importante de la sociedad que no quiere que una
persona o un partido tengan el monopolio del poder. Y eso puede terminar por
revertírseles.
jueves, octubre 27, 2022
BIopics: El suplemento UNAM-Congreso
En mayo
de 1990 se llevó a cabo un congreso universitario en la UNAM. Ese congreso vino
años después del movimiento del CEU y como consecuencia del mismo. Hubo un
larguísimo proceso para organizarlo, con discusiones bizantinas acerca de la
composición de la comisión organizadora y toda la cosa. Tenía la importancia de
que la comunidad universitaria, representada de manera casi paritaria, iba a
discutir democráticamente sobre las debilidades y fortalezas de la UNAM y tal
vez, se pensó, podría sacarla de su marasmo, a falta de una reforma académica
de fondo.
Desde
fuera (porque yo ya prácticamente estaba fuera, aunque diera un par de clases
en Economía), se veía como algo que no tendría más consecuencias que la
existencia misma del congreso, que hablaba de una universidad menos polarizada
que cuando el movimiento del CEU., una universidad abiertamente dialongante.
Los universitarios iban a agitar la eterna placa de Petri y, si llegaban a
algún lado, este sería bastante etéreo.
Pero
para El Nacional renovado de Pepe Carreño, esa era una buena oportunidad
para entrar a un mercado que le había sido vedado, así que armamos una
estrategia mixta: por un lado, informativa; por el otro de distribución.
Toco primero
el tema de la distribución. Los puestos dentro del campus de CU estaban
dominados por un miembro de la Unión de Voceadores apodado El Tortas.
Casualmente, el hijo del Tortas jugaba en el mismo equipo de Pumitas de mi hijo
Raymundo. La oferta que le hicimos fue subir de 200 a mil el número de
ejemplares de El Nacional a distribuir en el campus, y él no le tenía
que dar comisión al expendio por los 800 de diferencia, que le pasaríamos
debajo del agua. La mayor parte de esos 800 se distribuirían en las sedes de
las once mesas de discusión que había en el congreso, antes de la plenaria.
El tema
informativo pasaba por la creación de un suplemento especial, UNAM-Congreso,
que coordinaría yo, y que tendría que tener un estilo fresco, para nada acartonado,
para dar cuenta a los universitarios de que El Nacional era ya
totalmente una cosa diferente que la que dictaban sus prejuicios (no tan
injustificados, dada la historia del diario).
Para
ello, armé un equipo casi totalmente ajeno a la estructura del diario. Además del reportero de la fuente universitaria (de nombre Octavio Raziel, y que tenía el pésimo
gusto de llamarme “Paquirri”) y de su eficaz asistente, la cobertura de las
mesas correspondió, por una parte, a varios de los muchachos del suplemento Post900
que habían mostrado muy buenas aptitudes: Julián Andrade, Néstor Ojeda, el Trosko
Arturo Ramos. Por la otra, a estudiantes conocidos de economía, de los que
recuerdo a Penélope Juliá y Mauricio López Velázquez. Alguno más, como Ciro
Murayama, contribuyó con algún artículo de opinión y, encima, tuvimos varias
cartas a la redacción. En la diagramación y diseño me traje a Arturo Parra, Parreishon,
que había mostrado sus capacidades en la sección Ciudad.
El
suplemento resultó bastante lúdico y fue muy exitoso. En el primer número, pusimos
fotos y perfiles cotorros de varios estudiantes delegados, de la extrema
izquierda, con el título “Los ultras que usted quería conocer”. Pusimos,
durante todo el congreso, pies de fotos juguetones. Y el día anterior a la
clausura, fotos de las delegadas más guapas (que salieron horribles, con el
CMYK desfasado, porque los de fotomecánica eran malhechotes a más no poder: las
bellezas tenían dos ojos en cyan y dos en magenta). Eso no obstó para que El
Nacional tuviera la más completa cobertura informativa del congreso, entre
todos los diarios del país. Se volvió lectura obligada.
Por
supuesto, no nos salvamos de algunas críticas. En el día que se publicó el número
1 del suplemento, me llamó indignado Gilberto Guevara, porque no estaba tomando
el congreso con la seriedad que ameritaba, le estaba dando protagonismo
indebido a los ultras, me estaba fijando más en las personas que en las tesis de
discusión, y un largo etcétera en el que, en realidad, me decía que iba yo
exactamente por el camino que quería recorrer. El otro tipo de crítica vino del
departamento de comunicación social de la UNAM: querían que diéramos más peso a
las versiones de Rectoría (y aliados); amablemente nos solicitaban ser más
institucionales y gubernamentales, porque -no lo decían abiertamente- al fin y
al cabo éramos el periódico oficial (pero no: nuestra pretensión era ser un
diario de Estado, no de gobierno).
En
resumen, me divertí mucho haciendo UNAM-Congreso, apoyado por Pepe Carreño y
por un equipo joven e inteligente. Visto con la lupa del tiempo, creo que el
director quedó bastante complacido con el resultado y que fue algo que ayudó a
que tuviera más confianza en mis capacidades periodísticas.
Por lo
que respecta a la distribución, ya después del congreso El Nacional
vendía más ejemplares en CU. El Tortas intentó mantener la parte de la
distribución debajo del agua del expendio, con 400 ejemplares extra, pero lo
cacharon, lo regañaron y lo amenazaron. Con trabajos logramos que la Unión de
Voceadores aceptara que él distribuyera 200 más, sobre la cuota pre-congreso, y
ellos llevándose la parte gorda de la comisión.
Las ratas y el restaurante
En su libro clásico sobre periodismo, PieroOttone trata un asunto fundamental: el de la confiabilidad de las fuentes. El ejemplo es la historia de un restaurante clausurado por las autoridades sanitarias a causa de la presunta existencia de ratas. Un medio no puede dar por buena, sin más, la presencia de ratas en el restaurante (a menos de que el reportero las haya visto). Tiene que decir que se trata de una afirmación del inspector de Salud. Pero también debe buscar al dueño del restaurante, que tal vez pueda afirmar que lo clausuraron porque se negó a pagar una mordida. Un medio profesional da ambas versiones, y deja al lector la tarea de decidir quién tiene más credibilidad.
De ahí, también, la necesidad de citar las
fuentes. Sirve para que el lector sepa quién dice qué y también cómo nos
enteramos del asunto. Asimismo, ayuda a que norme su criterio de credibilidad
al considerar cuál es la fuente.
Esto viene muy al caso con el libro El Rey
del Cash, de Elena Chávez, que ha circulado profusamente tanto en su versión
impresa como en distintos formatos de PDF. Un verdadero fenómeno que, sin
embargo, ha tenido como principal efecto el cristalizar las opiniones ya polarizadas.
Aunque también ha provocado algunas de las maromas más vistosas de parte de los
seguidores incondicionales de López Obrador.
El libro se lee como un largo chisme, y
relata métodos de financiamiento para el movimiento lopezobradorista vistos
desde adentro, pero está hecho de una manera testimonial. No hay documentos que
los avalen. En todo caso, lo que ofrece son otros testimonios.
Muchos hemos notado que estos métodos
coinciden, de manera no casual, con distintos momentos en los que sí hay elementos
probatorios: los videoescándalos de 2004, los sobres amarillos que recibieron
los hermanos de López Obrador, el comprobado descuento a los empleados de Texcoco,
etcétera. Que todo engrana para explicar la abundancia de recursos que
sirvieron para una campaña permanente, paralela a los partidos, que rebasó con
mucho los tiempos y límites que la ley dicta para los procesos electorales.
Al mismo tiempo, la manera un tanto burda,
y con algunas escenas dignas de telenovela, con la que los sucesos son
presentados en el libro, abona para que los simpatizantes de López Obrador
aleguen que se trata de un asunto movido por desafecciones personales (aunque
no falta quien ya esté suponiendo un complot desde las mazmorras de la
derecha).
El caso es que estamos en tiempos en los
que, más que normar su propio criterio ante dos versiones contrapuestas, existe
una suerte de fanatismo en el que se toman posiciones aún antes de verificar fuentes,
y en el que se cierran los ojos incluso cuando hay pruebas. Estos fanáticos “se
retroalimentan con otras personas que tienen las mismas convicciones y crean
entornos autorreferenciales”, como dice Raúl Trejo Delarbre en su reciente Posverdad,
Populismo, Pandemia.
Esto, que es también una cerrazón hacia
opiniones divergentes, permite que, por un lado, se crea a pie juntillas un
testimonio y, por el otro, se le niegue toda veracidad, a pesar de que las
piezas coincidan con información anterior.
También hay otro tipo de cerrazón. La de
quienes, no pudiendo cegarse del todo ante la avalancha de información, argumentan
que tal vez sea cierta, pero en todo caso no se trató de dineros para que los
beneficiarios vivieran a todo lujo, sino para financiar un necesario movimiento
para la transformación del país.
Estos casos tal vez nos reflejan, mejor
que los de ceguera pura, los efectos del desprecio por los hechos que ha
generado la ola populista mundial. No importa que se haya tratado de un
financiamiento ilegal, que se hayan movido sin registro grandes sumas de dinero,
o que varias de las aportaciones hayan sido a cambio de una contraprestación política
o empresarial. Tampoco importa que ese financiamiento irregular haya
contribuido a que un grupo se hiciera del poder político. Lo que importa es que
no se presumieron lujos (o que no los hemos terminado de ver).
Un lugar privilegiado para notar la
diferencia entre una visión racional y el fanatismo es el futbol. Ni las repeticiones
instantáneas y ni siquiera el VAR han impedido que los aficionados rabiosos de
un equipo insistan en que el árbitro está vendido… y también los del VAR.
Mientras todo México gritó en 2014 que aquella jugada entre Márquez y Robben “¡no
era penal!”; en los Países Bajos seguramente vieron una falta clarísima. Eso es
un lío para todos los árbitros, sean deportivos, electorales o de otro tipo.
En otras palabras y para concluir, son tiempos en los que es difícil tratar de escudriñar la verdad y de promover una deliberación democrática si, aunque se den las dos versiones al público, éste ya es fanático de los restauranteros, de los inspectores de salud… o de las ratas.
jueves, octubre 13, 2022
Julio Urías y Fernando Valenzuela, un comparativo precoz
Los números de Julio Urías en las temporadas 2021 y 2022 mueven a hacer una comparación que puede ser incómoda, pero cuyos resultados son por demás interesantes. ¿En qué tanto se parecen las primeras temporadas ligamayoristas del culichi Urías y del Toro Fernando Valenzuela?
Para hacer el comparativo hay que tomar en
cuenta algunos factores: mientras que, tras pocos partidos como relevo en la
temporada de 1980, Valenzuela se convirtió en abridor de lujo de los Dodgers, el arranque de Urías fue mucho más lento: tuvo muy poca acción
entre 2017 y 2019, casi siempre como relevista y no se convirtió en abridor
hasta la campaña reducida de 2020.
Pero en este momento estamos en condiciones de
comparar los primeros 7 años de Urías en las Mayores con los primeros cuatro de
Valenzuela. El de Culiacán ha sumado 101 aperturas en temporada regular,
mientras que el de Etchohuaquila llevaba 97 al terminar la temporada de 1983.
Empecemos con la estadística más tradicional: ganados
y perdidos. Urías tiene marca de 49 ganados contra 17 perdidos, mientras que
Valenzuela llevaba 49-30. Puede aducirse, con razón, que al Toro le
tocaron muchos partidos en los que su equipo no lo apoyó lo suficiente a la
ofensiva, pero el dato es que Urías tiene 13 perdidos menos. Ahora bien,
también se puede obtener el promedio por cada 162 partidos de temporada (es
decir, se descuentan tiempos en lista de lesionado y se ponderan las temporadas
reducidas de 1981 y 2020): el resultado es que Urías tiene 14-5 y Valenzuela
16-10.
Pasemos ahora a la que se considera la
estadística más importante en el pitcheo: el promedio de carreras limpias
recibidas por cada 9 entradas lanzadas. Urías tiene un PCL de 2.82; el de
Valenzuela era de 3.00. Es una diferencia pequeña, pero no irrelevante.
La estadística ERA+ nos dice cuál es la diferencia
entre el pitcheo de determinado lanzador y el promedio de las Mayores. 100
equivale al promedio. En el periodo analizado, el ERA+ de Urías es de 148; el
de Valenzuela era de 117. Otro punto a favor del culichi.
Una estadística fundamental para saber si un
lanzador está dominando a sus rivales es el WHIP (hits y pasaportes otorgados
por cada inning lanzado). Ambos tienen números brillantes. Urías, 1.09, y
Valenzuela 1.18. Marginalmente es mejor la estadística del sinaloense. A
Valenzuela los rivales le bateaban para un ridículo .208 de porcentaje; a
Urías, todavía menos: .200. Urías da 2.5 bases por bolas por cada 9 innings;
Valenzuela daba 3. Urías poncha a 8.9 adversarios por cada 9 entradas y
Valenzuela ponchaba a 7.
Empecemos las diferencias a favor del Toro
con una menor: a Valenzuela le pegaban 0.5 jonrones por cada nueve entradas de
trabajo; a Urías 0.9. Puede alegarse que se trata de épocas diferentes y, en
efecto, ahora los bateadores tienden a pegar más palos de vuelta entera… pero
tienen 20 puntos menos de porcentaje de bateo.
Vienen las fundamentales: en el periodo
analizado, Valenzuela lanzó la friolera de 38 juegos completos, de los cuales
16 fueron blanqueadas. Urías, cuando ha abierto un juego, nunca ha llegado a la
octava entrada. Esto significa también que el sonorense pitcheó muchísimos más
innings que el de Culiacán, con todo y que tuvo unas cuantas aperturas menos:
752 contra 600.
Sin embargo, a la hora de contar los ponches, la
diferencia se esfuma y Urías le da la vuelta: ha pasado por los strikes a 593, contra
584 víctimas de Valenzuela.
¿Qué tanto contribuyeron estos dos peloteros a
sus equipos en el periodo analizado? Para eso está el WAR (victorias sobre
reemplazo), que mide la diferencia entre cada jugador y un hipotético suplente
que está marginalmente en Grandes Ligas (en el límite entre ligas menores y
MLB). Están casi igualitos, de acuerdo con Baseball Reference: Valenzuela,
13.3; Urías, 13.2.
Y la diferencia más importante es que,
arrancando en aquella mágica temporada de 1981, se desarrolló la Fernandomanía,
alrededor del carismático zurdo sonorense. El otro zurdo, a pesar de que tiene
de verdad una gran personalidad, está lejos de alcanzar esos brillos.
Es claro que ambos peloteros lanzaron en
épocas muy diferentes. Esencialmente, Valenzuela lo hizo antes del predominio
de la sabermetría. Había más bateo de contacto y menos de poder, más
agresividad en las bases y los managers se manejaban con el inexistente librito
de la tradición. Pero sobre todo había una menor división del trabajo entre los
relevistas, que ahora son parte esencial de la estrategia. Lo común era que los
pitchers intentaran lanzar todo el juego, el conteo de lanzamientos era cosa
secundaria y eso de que evitar enfrentar al line-up por tercera vez en el
partido era un tema desconocido.
La carrera de Valenzuela fue fulgurante, pero
bajó de nivel antes de tiempo, debido, precisamente, a que su brazo fue usado
en exceso por varios años. A Urías lo han tenido entre algodones, y el número
de innings lanzados por temporada crece de manera lenta. La idea es que dure
mucho más. Si lo hace, y conserva el nivel mostrado hasta ahora, podremos -entonces
sí- hacer una comparación que no sea tan precoz como la actual.
Para comparar sus actuaciones de postemporada,
que se actualizan al finalizar, favor de ver, en este blog, Peloteros mexicanos en postemporada (un análisis histórico).
miércoles, octubre 12, 2022
Geopolítica con placas vencidas
Hay que decir, en descargo del presidente López Obrador, que había barajado su propuesta de paz universal antes de la exitosa contraofensiva con la que Ucrania recuperó parte de su territorio invadido por los rusos. Es decir, no la hizo porque Rusia de repente va perdiendo una guerra que creía iba a ser un baile de carquís.
Pero hay que decir, en su cargo, no sólo que
la hizo pública tras de que se había volteado el sartén en el conflicto ruso-ucraniano,
sino sobre todo que se trata de una propuesta poco seria, dirigida más bien
para el consumo local, y que parte de una serie de prejuicios que lo dejan mal
parado.
En primer lugar, no toma en cuenta quién
es el agresor y quién el agredido. En los hechos, da por bueno el pretexto ruso
de que la OTAN estaba armando hasta los dientes a Ucrania y se olvida, convenencieramente,
de toda la propaganda armada por Moscú respecto a que Ucrania no era realmente
un país, que en realidad no tenía ni siquiera idioma propio y que lo que había
que hacer era reunificar esa parte perdida de la gran Rusia. Y por supuesto se
olvida de las matanzas de civiles, a soldados amarrados de pies y manos, los
bombardeos a teatros y escuelas, entre otras linduras.
En segundo lugar, propone como garantes de
la tregua a tres personajes que no son necesariamente los más indicados. Propone
al papa Francisco, que tiene gran autoridad moral en las naciones católicas como
México; pero el conflicto es entre naciones cristiano-ortodoxas, que suelen
responder a diferentes patriarcas.
Propone a Narendra Modi, primer ministro
de la India, tal vez porque se trata de una nación no alineada, pero sobre todo
porque, en las encuestas que le encanta promocionar, es el mandatario más
popular del mundo (y no importa que sea autoritario y que reprima fuertemente a
la minoría musulmana). Al menos Modi le dijo en su cara a Putin que no es momento
para una guerra.
Y propone a Antonio Guterres, secretario
general de la ONU. Según la ONU, la invasión rusa en Ucrania “es una violación
de la integridad territorial de un país que contradice los estatutos de la
ONU", y el propio Guterres ha señalado que tiene “evidentemente”,
posiciones distintas a las de Putin, respecto a la invasión a Ucrania.
En otras palabras, escogió nombres
populares, que suenan bonito a los oídos de su público.
Luego está el plazo de cinco años. ¿Por
qué no uno o diez o veinte? No hay razonamiento al respecto.
Lo que hay, más bien, es una suerte de vaga
definición geopolítica, que tiene el problema de estar fechada, de circular con
placas vencidas, del siglo pasado.
Por una parte, está la idea de
posicionarse en una situación intermedia entre las dos potencias de la Guerra
Fría, olvidando que en el caso hay un pueblo agredido y un ejército agresor. Junto
a ella, la idea de que detrás de todo, está la manipulación imperialista
yanqui. El malvado Occidente neoliberal.
Así, contradecir a los medios de los
países desarrollados puede parecer muy inteligente (aunque eso implique tragarse
la propaganda de los medios rusos). Y pensar que la guerra es culpa de dos,
limpia el problema.
Por lo mismo, detrás de las críticas a la propuesta,
empezando por la de Ucrania, hay, según AMLO, “intereses de elite”. ¿Quién,
sino los malvados neoliberales y su complejo militar-industrial, puede estar en
contra de una propuesta pacifista? Que esa propuesta implique aceptar la toma
de una parte de territorio soberano y la ruptura del derecho internacional por
parte del agresor es lo de menos.
Ciertamente, la guerra en Ucrania ha
tenido consecuencias negativas para la economía mundial, en particular para el
suministro de energéticos y de alimentos. Y vale la pena intentar evitar esos
efectos perniciosos. Pero hay que subrayar que esas consecuencias son resultado,
por un lado, del chantaje ruso a Europa en el suministro de gas y, por el otro,
del bloqueo intermitente a las exportaciones ucranianas de grano. En ambos casos
hay un responsable, y es el gobierno de Putin.
Si la propuesta se presenta en la ONU, más
vale que contenga cambios de fondo. Tal y como está, ya tiene la negativa
ucraniana, y no tiene sentido. Y el canciller Ebrard se vería en una situación penosa.
Se requeriría, en primer lugar, la
promoción del retiro ordenado de las tropas rusas de territorio ucraniano.
Después, la creación de una zona de amortiguamiento en las fronteras. Y un
programa de auxilio humanitario internacional, posiblemente acompañado de
medidas para restablecer los suministros económicos estratégicos para el mundo.
Pero, porque la propuesta es para consumo político interno, no habrá nada de eso. Lo esperable es nada más el quemón internacional (y más, con los índices de violencia interna en México, para los que no ha habido tregua alguna).
jueves, octubre 06, 2022
El rey de la efectividad
Mexicanos
en GL. 2022
Aquí el balance del contingente nacional, ordenado de acuerdo con el desempeño de cada uno en toda la temporada (como siempre, incluimos a los paisanos que han jugado representando a México en el Clásico Mundial o en otro torneo de primer nivel).
Julio Urías. El zurdo de Culiacán ha repetido campañón. Si el año pasado fue el máximo ganador, en 2022 ha sido el rey de la efectividad. Además, lo hizo yendo de menos a más: su promedio de carreras limpias admitidas por cada nueve entradas lanzadas fue de 2.89 antes del Juego de Estrellas y de un minúsculo 1.26, a partir de esa fecha. En el último mes ganó 3 juegos, sin derrota, con un PCL de 1.53. Terminó con un WHIP (hits y bases por bolas por inning lanzado) de 0.96 y los bateadores rivales le pegaron apenas para .199 de porcentaje. Estamos hablando de ambientes enrarecidos. Urías tuvo 19 salidas de calidad en la temporada (6 o más entradas lanzadas, 3 o menos carreras limpias permitidas) y en sólo cuatro de sus 31 salidas a la lomita aceptó más de dos carreras limpias. Sus números. 17 ganados y 7 perdidos, PCL de 2.16 y 166 ponches. El principal abridor de los Dodgers es candidato serio para el Cy Young (pero no creo que lo gane). Es ya momento de compararlo con el Toro Valenzuela, cosa que haré en una próxima entrega.
Randy Arozarena, si bien el de los Rays no tuvo una temporada enorme en cuanto a porcentaje de bateo, estuvo fenomenal en muchísimos departamentos ofensivos. El cubano-mexicano no tuvo un septiembre tan candente como su agosto, pero igualmente fue productivo. Sus números al final de la campaña: porcentaje de bateo en .263, con 20 vuelacercas, 89 carreras producidas y 72 anotadas. Su OPS quedó en .773, cerca de la marca a perseguir de .800 y se confirmó como uno de los máximos robadores de bases de las mayores: estafó 32 colchonetas.
Alex Verdugo ha desarrollado la consistencia como su característica número uno. De nuevo, un año con buen fildeo, bateo de contacto y oportuno para todas partes del cuadrante. Es un jugador confiable y de primera, pero aún no da el estirón para el estrellato (y sabemos que Fenway Park no es precisamente un paraíso para los bateadores zurdos). Los números ofensivos de Alexander en el año: .280, 11 cuadrangulares, 74 carreras producidas y 75 anotadas, con una base robada y OPS de .732.
Alejandro
Kirk
inició flojo la temporada y terminó con un mini slump, pero estuvo
excelente en el núcleo duro de la campaña. El tijuanense de los Blue Jays ha
demostrado en el camino que no sólo es un buen bateador, sino también un
receptor bastante fino, con buen brazo. Tiene además esa cosa indefinible que
antes llamaban “el knack”: una simpatía especial. Durante un tiempo peleó el título de bateo,
pero se fue desinflando a finales de año (curiosamente, para que su porcentaje
estuviera de acuerdo con su BABIP, lo que me ha hecho empezar a confiar en esa
rara estadística). Kirk terminó bateando para .285, con 14 cuadrangulares, 63
producidas y 59 anotadas, con un .786 de OPS. Fue el 4° bateador más difícil de
ponchar en las Mayores: tuvo más contactos de poder que ponches, y eso dice
mucho.
Andrés Muñoz va viento en popa para convertirse en uno de los relevistas más temibles de la Gran Carpa. Su capacidad de ponchar enemigos pinta para legendaria. Fue utilizado más que nada como preparador de cierre de los Marineros, y ayudó a que los de Seattle por fin regresaran a postemporada. Fue curioso su patrón de lanzador intratable todos los días, menos alguno de fin de mes: le pegaron el 29 de septiembre, el 27 de agosto, el 28 de julio, el 22 de mayo. En la temporada, dejó marca de 2-5, un muy buen PCL de 2.49, con 4 salvamentos y 22 holds (ventajas sostenidas en situación de rescate). Pero la estadística más impresionante del mochiteco es que ponchó a 96 en 65 entradas de labor.
Giovanny Gallegos culminó el año renovando contrato multianual con los Cardenales de San Luis. Hizo con Ryan Helsley una mancuerna infernal para los bateadores rivales (pero pasó de ser el cerrador principal al preparador principal). En el año 3-6, 3.05 de efectividad, 14 juegos salvados, 12 holds, 6 rescates desperdiciados y 73 chocolates. La campaña 2023 será un nuevo reto para Giovanny, por el reloj que obligará a los pitchers a no tomar demasiado tiempo entre lanzamientos. Gallegos es el que más segundos se tarda en todas las Grandes Ligas.
José Urquidy, a semejanza de Alejandro Kirk, tuvo un núcleo central de la temporada en el que estuvo excelente. Pero, a diferencia del otro, en su principio y su final, el mazatleco estuvo menos que mediocre. En septiembre, tras una apertura magnífica, ligó tres derrotas consecutivas y tuvo 5.01 de PCL en el mes. Esto llevó a los Astros a enviarlo al relevo para la postemporada. Finaliza la campaña con marca de 13-8, efectividad de 3.94, y 134 rivales pasados por los strikes, frente a sólo 38 bases por bolas. De sus 28 aperturas, 15 califican como de calidad.
Joey Meneses tiene una de las historias más bonitas de la temporada: novato de 30 años de edad, sube a las Mayores para el último tercio de la campaña, tras una espera añosa, digna de Job. Y cuando lo hace, su desempeño es totalmente estelar. Con el bat, con el guante y hasta corriendo las bases. Fueron dos meses de gloria y los pitchers rivales nunca le encontraron un lado flaco. El culiacanense terminó con .324 de porcentaje, 13 jonrones, 34 producidas, 33 anotadas y un robo. Su OPS, de 930, es el quinto mejor de toda MLB para bateadores con más de 200 turnos. Si vemos los nombres de los cuatro primeros, encontramos puro MVP. De ese tamaño, Cabajoey. Los Nationals de seguro lo tomarán en cuenta para el 2023.
Ramón Urías. Aunque quedó partida por dos lesiones -una, al final de la campaña- el de Magdalena de Kino gozó de su mejor temporada en las Mayores. El infielder de los Orioles fue parte de la construcción del sueño de ese equipo chico que fue eliminado sólo hasta la última semana. Estuvo bien con el bate y, si hemos de creerle a los que calcular el WAR, estuvo fenomenal a la defensiva. Ramón terminó con estos números: .248 de porcentaje, 16 cuadrangulares, 51 producidas, 50 anotadas, un robo de base y OPS de .720.
Luis Urías terminó la temporada con números muy parecidos a los de su hermano mayor, pero la expectativa sobre él era superior. Su problema principal estuvo en el contacto, en el porcentaje. Tanto que, desde finales de septiembre, fue relegado por los Cerveceros a la parte corta del platoon (jugar contra lanzadores zurdos). En la campaña: .239 de porcentaje, 16 vuelacercas, 47 producidas, 54 anotadas, un robo y un OPS de .728.
Isaac Paredes finalmente logró jugar una temporada completa. Impresionó su poder, pero le faltó mucho el contacto, tanto así que quedó por debajo de la Línea Mendoza, ayudado por un mal cierre de campaña. Fue lo suficientemente dúctil para jugar tres posiciones distintas en el cuadro. Estos son los números finales del hermosillense de los Rays .205 de porcentaje, 20 palos de vuelta entera, 45 carreras impulsadas y 48 anotadas. Su OPS se desplomó hacia el final: .739
Luis González tuvo un inicio muy prometedor con los Gigantes, luego vinieron una lesión en la espalda, un regreso sin tan buenos resultados y un regreso a la lista de lesionados. En la defensiva, aceptable como jardinero y con un muy buen brazo. El zurdo de Hermosillo terminó 2022 con .254 de porcentaje, 4 jonrones, 36 remolcadas, 31 anotadas y, notablemente, una decena de colchonetas robadas.
Manuel Rodríguez, fácil es decirlo, es el mejor relevista que tuvieron los Cachorros hacia el final de la temporada, El Bolón estuvo largo rato en la lista de lesionados, pero regresó en buena forma, al grado que acabó cerrando algunos juegos. Marca de 2-0, 4 salvamentos, dos holds y 3.29 de efectividad. Le batearon apenas para .208, pero dio demasiados pasaportes.
Javier Assad fungió dos meses como pitcher abridor de los Cachorros, y lo hizo lo suficientemente bien como para que le vuelvan a dar la oportunidad. Se las arregló muy bien para recibir pocas carreras (tuvo efectividad de 3.11), pero se le embasaba gente al por mayor (un WHIP de 1.46). La muestra es muy pequeña como para saber de qué lado masca realmente la iguana. Su récord 2-2, con 30 ponches (pero 20 bases)
Luis Cessa, a pesar de haber estado un rato en la lista de lesionados, lanzó en 2022 más entradas que nunca antes en su carrera ligamayorista. Buena parte de la campaña lo hizo como relevista, pero desde agosto lo hizo como abridor. Se vio mucho mejor abriendo los juegos (6.68 de PCL antes del Juego de Estrellas; 3.26, después del juego) y es probable que los Rojos utilicen al de Córdoba como abridor el año próximo. Tuvo 4-4, 4.57 de efectividad, 5 holds y 59 ponches
Manny Bañuelos, tras una breve estancia con los Yankees, se estableció con Pittsburgh, y con ambos funcionó razonablemente. El zurdo de Gómez Palacio tuvo marca de 2.1, 4.39 de limpias, un salvamento, 6 holds y 34 ponches.
Víctor Arano tuvo una campaña desigual, pero es en la que más ha participado desde 2018. El relevista de Cosamaloapan (y los Nacionales de Washington) terminó precozmente su temporada, por un tirón en el hombro de lanzar: 1-1, un juego salvado, un rescate desperdiciado, PCL de 4.50, 7 holds y 44 chocolates.
Alfonso Rivas, novato criado en Tijuana, jugó de manera intermitente la primera base para los Cachorros de Chicago. Números no malos, pero tampoco para presumir: 241, con 3 palos de vuelta entera, 25 remolcadas, 27 anotadas y OPS de .653. Lo mejor, 6 bases robadas.
Alejo López por fin tomó bastante más que unas tacitas de café en las Mayores. En 59 partidos, el infielder chilango de los Rojos de Cincinnati, bateó para .262, 15 remolcadas, 10 anotadas y tres robos de base. Y sí, la maquinita de hits sencillos bateó en 2022 ya su primer jonrón ligamayorista.
Humberto Castellanos, lesionado del codo, se sometió a la cirugía Tommy John, por lo que no regresará a las Mayores en un buen rato. Lanzó decentemente para Arizona antes de lesionarse (y cuando tiró lesionado empeoró sus números): 3-2, 5.68 de limpias y 32 ponches.
Adrián Martínez estuvo casi toda la campaña como abridor esporádico de los Atléticos, con resultados mixtos. En septiembre se convirtió en abridor regular, con resultados de plano malos. Los números del cachanilla: 4-6, 6.24 de efectividad y 53 ponchados.
Jonathan Aranda, infielder tijuanense, compañero de ligas pequeñas de Kirk, tuvo en septiembre la oportunidad de tomarse algo más que los dos buchitos de café de los meses anteriores (en los que había dejado buen sabor de boca). Empezó bien, pero los pitchers rivales le tomaron la medida, al grado que acabó la temporada con un mega slump, yéndose sin hit en sus últimos 24 turnos al bat. Los números: .192, 2 jonrones, 6 impulsadas, 7 anotadas.
Esteban Quiroz, el Pony, es otro que esperó hasta los 30 años para debutar en las Mayores. El menudo y pimentoso infielder sonorense fue 40 veces al bat por los Cachorros, bateó para .275, con 3 anotadas, 3 producidas y un robo. Se vio bien con el guante en varias jugadas.
Sergio Romo con Seattle y Toronto, tuvo una temporada breve y malita: 0-1, 7.50 de carreras limpias, 4 holds y 14 ponches.
Brennan Bernardino lanzó en dos momentos para los Marineros, antes de regresar a sucursales: su marca 0-1 y 3.86 de PCL.
Gerardo Reyes estuvo activo un fin de semana con los Angels. Lanzó 2 entradas y aceptó una carrera.
Jesús Cruz. El potosino lanzó para los Bravos de Atlanta 8 entradas y 2/3, con PCL de 6.23.
Daniel Duarte no tuvo decisión, 10.13 de PCL y 2 chocolates recetados. Se pasó lesionado casi toda la temporada. Regresó a AAA las últimas semanas, pero no le alcanzó para hacerlo en el equipo grande de Cincinnati.
Óliver Pérez logró llegar a 20 temporadas en MLB, pero para la última el histórico zurdo dejo marca de 1-1 y un impresentable 15.75 de carreras limpias.
jueves, septiembre 29, 2022
(E)Lecciones italianas
El vendaval electoral italiano ha dado un resultado
muy negativo para las democracias del mundo: la victoria de una coalición de
ultraderecha y, en particular, la del partido Fratelli d’Italia (Hermanos de
Italia), de claro origen neofascista, encabezado por Giorgia Meloni, quien será
la primera mujer presidenta del Consejo de Ministros de Italia.
Es un proceso electoral que da para muchas reflexiones
y lecciones, tanto por los paralelismos que se pueden encontrar en otros
países, como por los factores económicos y sociales que incidieron en ese
aparente cambio radical de rumbo.
Empecemos señalando que Italia es una república
parlamentaria: gobierna quien tiene mayoría en el congreso. Normalmente, para
lograrla son necesarias alianzas entre partidos. Cuando las alianzas se rompen
y no se pueden recomponer, se llama a elecciones anticipadas, como fue en esta
ocasión.
El segundo punto a señalar es que Italia tiene un
sistema electoral parecido al mexicano: es mixto; curules en la cámara baja y
escaños en el senado son tanto uninominales (mayoritarios en una sola vuelta)
como plurinominales. Una diferencia es que en Italia el 61% de los puestos de
elección popular son por lista plurinominal, mientras que en México es sólo el
40%. Pero la principal diferencia es que en México hay un límite constitucional
de 8% de sobrerrepresentación, respecto al porcentaje de votos válidos
obtenidos, y esa barrera, que garantiza una representación más proporcional, en
Italia no existe.
Un sistema así tiende a premiar las coaliciones, por
el efecto en los distritos (o colegios) uninominales. De igual modo, da un
premio relativo a los partidos locales (en Italia, el Südtiroler Volkspartei,
de la zona germanoparlante) Por lo mismo, a menos de que un partido sea muy
fuerte, tiende a castigar a quienes compiten solos.
Fratelli d’Italia obtuvo sólo el 2% de la votación en
2013 y apenas el 4% en 2018. En ambas ocasiones compitió como fuerza menor
dentro de la misma coalición derechista de la que ahora es la fuerza principal
(los otros dos son la Liga, que originalmente era separatista del norte, y
Forza Italia, de Berlusconi). La clave de su éxito es que decidió separarse de
los antiguos aliados durante la legislatura, dejándoles a ellos el problema de
entrar en las negociaciones de gobierno con el entonces partido principal, el
Movimiento 5 Estrellas, una formación populista “transversal” (es decir, ni de
izquierda, ni de derecha, sino todo lo contrario). Fratelli d´Italia fue
oposición tanto de la alianza M5E con la derecha, como de la posterior alianza
M5E con el centro-izquierda. Meloni se manejó contraria “a los políticos de
siempre”.
La alianza entre Movimiento 5 Estrellas y el
centro-izquierda se rompió por el lado más inesperado: las posiciones ante la
invasión rusa a Ucrania. Mientras que el Partido Democrático y el
centro-izquierda están por apoyo total a Ucrania, envío de armas incluido, los
populistas del M5E apuestan a la intermediación. El problema fue que el PD
decidió que esa diferencia equivalía a una ruptura total, y fueron separados a
las elecciones. La situación sirvió para que también se fueran a las elecciones
por su lado los liberales pro-mercado.
En cambio, aun cuando en la coalición de derechas
también hay diferencias en el tema ruso-ucraniano (Berlusconi es compinche y
justificador de Putin; Salvini, de la Liga, dice apoyar a Ucrania pero se hace
retratar con una camiseta con el rostro de Putin y Meloni es decididamente
atlantista y anti-rusa), no obstaron para que mantuvieran su alianza electoral.
Así las cosas, la ultraderecha coaligada obtuvo cerca
del 44% de los votos; los partidos antifascistas importantes lograron 51%, pero
separados en tres bloques, y el resto fue para formaciones locales o menores.
Sin embargo, el ir juntos premió a los derechistas, que obtendrán más del 60%
de los puestos de representación popular y, con ello, la posibilidad de formar
gobierno.
Se pueden concluir tres cosas: una, que es posible
para un partido, en condiciones de crisis política nacional, pasar en pocos
años de ser una fuerza muy menor a una de relevancia: dos, que la clave es
distinguirse de “los políticos de siempre”; tres, que en sistemas electorales
mixtos deshacer una coalición con posibilidades de victoria por cuestiones no
esenciales resulta suicida.
Pero aún hay más: es importante preguntarse qué pasó
para que una coalición encabezada por los neofascistas ganara en un país al que
el fascismo terminó trayendo grandes desgracias. Sugiero nada más algunos
puntos.
Italia durante décadas ha estado dividida
políticamente en mitades: una, tendencialmente socialista y la otra
tendencialmente conservadora, ya sea por influencia clerical o -antes
minoritariamente- fascista. Ambas se han movido recientemente hacia su derecha.
Este movimiento no es casual. Por una parte, las viejas
líneas de clase se han difuminado. La fuerza de trabajo ya no es tanto de
obreros industriales; como resultado de la robotización y las inversiones
intensivas en capital, el mercado laboral es crecientemente de trabajadores del
sector servicios y de pequeños comerciantes, que tienen salarios menores,
escasas prestaciones y poca estabilidad en el empleo. Estas personas suelen ver
a la vieja clase obrera como una aristocracia, sobre todo a los que -gracias a
la fuerza sindical- viven con buenas pensiones a salario completo… que es
pagado por los impuestos de los precarios.
Por otra parte, más que gobiernos de un color político
o de otro, en la Italia del siglo XXI han predominado los gobiernos “técnicos”,
con malos resultados económicos y sociales. El PIB per cápita ha caído en los
últimos 20 años con respecto a la media de la eurozona. Y lo ha hecho mientras
los italianos exportan más bienes y servicios de los que importan (viven por
debajo de sus medios), la deuda del sector privado es baja (no así la pública),
Italia ha tenido superávit primario en todos los años de pre-pandemia, contribuye
a la Unión Europea con más de lo que recibe y un largo etcétera. Todo eso
genera un enorme escepticismo hacia el gobierno y la política tradicional (lo
que explico, en su momento, la victoria del M5E, la alta abstención actual y,
en parte, la victoria de los neofascistas).
Junto con eso está el tema de globalización, con el
asunto de la migración incluido. No es casual que ahora la coalición de
centro-izquierda gane en zonas metropolitanas de clase media, escolarizada y
moderna, mientras que el M5E lo hace en zonas urbanas precarizadas, sobre todo
en el sur del país, y la derecha gana en las zonas populares del norte próspero
y arrasa en las pequeñas localidades y en el campo… la misma fórmula de Trump y
del Brexit: los que sienten que el camión de la globalización los dejó atrás,
con el temor adicional de que los migrantes les quiten los pocos y malos
empleos que tienen.
Finalmente, está el nihilismo cultural de macho de
pueblo, legado de Berlusconi que Meloni ha cosechado con un discurso a favor de
la familia tradicional, el rechazo a la comunidad LGBT+, la negativa a la
legalización de ciertas drogas, etcétera.
Súmense una política proteccionista de preferencia por
los productos nacionales sobre los extranjeros y de los trabajadores nacionales
sobre los de otros países, el control férreo de la migración, el llamado a la
preservación de la cultura nacional contra la contaminación del extranjero, el
recurso a las Fuerzas Armadas para el mantenimiento del orden público y, claro
está, nada de contraer más deuda o aumentar impuestos. Obtendremos así el caldo
perfecto que incubará otra crisis económica y social, pero para entonces tal
vez Meloni habrá avanzado, quién sabe, para proponer una república
presidencialista y aferrarse al poder.
viernes, septiembre 09, 2022
La paradoja de Gorbachov
La muerte de Mijail Gorbachov trajo
consigo bastante más polémica de la que podía esperarse y, de alguna manera,
nos recuerda que -a diferencia de lo que suelen manejar los medios, que a cada
rato están matando al Siglo XX- ningún siglo termina por completo, porque deja
un legado complejo, que hereda la siguiente centuria.
Es notable la diferencia con la que miran
el legado de Gorbachov los liberales y quienes favorecen los nuevos populismos,
por no hablar de los estalinistas que aún quedan regados por ahí. Mientras unos
no se cansan de cantar sus loas, otros le reclaman el fin de la URSS y, sobre
todo, el efímero mundo unipolar a cargo de Estados Unidos que surgió a partir
del derrumbe soviético.
En su momento se dijo que la diferencia
entre Gorbachov y los líderes soviéticos que le antecedieron fue generacional.
Se trataba del primer líder nacido en la Unión Soviética, y no en alguna parte
del imperio ruso. Por lo mismo, sus puntos de vista se formaron más en razón de
los problemas de la URSS, que en las diferencias entre la nueva sociedad y la
que lo antecedió (o los mitos respecto a ambas).
Su paulatino movimiento hacia la apertura política
y la transparencia (hacia la perestroika y la glasnost), partió de una crisis
económica. El modelo estatista-burocrático estaba obviamente anquilosado, sin
capacidad de brindar a la población satisfactores materiales de acuerdo con su
trabajo. Una cantidad abrumadora de recursos estaba destinada a funciones policiacas
y militares. El excesivo celo en evitar desviaciones había creado un sistema
que castigaba la innovación y la creatividad.
Al mismo tiempo hubo claras señales de
alarma que daban cuenta de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y la ineptitud burocrática. El desastre de Chernobyl fue el más
conocido, pero no el único.
Gorbachov intentó desatar las capacidades productivas e innovadoras de los ciudadanos soviéticos, pero no en el sentido capitalista. No buscaba una Unión Soviética liberal, pero sí una nación socialista con más libertades de asociación, en lo económico y en lo político, y con menos represión.
Para ello era necesario terminar con la
enorme dosis de secrecía y de verticalismo que existía en la URSS. Un ejemplo
de ello fue ordenar la transmisión de las sesiones de la Duma en televisión. Al
hacer transparente la vida parlamentaria, evitaba expresiones de cinismo de
parte de la dirigencia comunista.
El problema para Gorbachov era que ese tipo
de procesos requieren, a su vez, de una formación democrática. Que se entienda
el sentido de la apertura y de la transparencia. Queda la impresión de que Gorbachov
no se percató, como buen miembro de la élite, de lo enraizada que estaba la
cultura política soviética entre el grueso de la población de la URSS, entre el
pueblo llano. Se trataba de un país que nunca había conocido la democracia: que
pasó del imperio zarista al imperio bolchevique.
En ese sentido, aunque entendía que la
suya se trataba de una “revolución desde arriba”, no se dio cuenta de que el
proceso de absorción no iba a poder ser rápido: se requería un proceso largo de
aprendizaje. Y eso iba en contra de las necesidades de resolver ya la situación
económica, que no avanzaba.
En términos culturales, en la gran mayoría
de las naciones soviéticas -como se ha podido ver en encuestas desde principios
de los años 90 del siglo pasado- imperan los valores de la supervivencia, que
pone énfasis en la seguridad económica y personal, por encima de otros, que
podríamos calificar de posmodernos, en donde lo esencial es valorar la autoexpresión
de las personas, la tolerancia y la participación social. Mientras unos apuntan
a una figura paternal y protectora; otros prefieren la diversidad democrática.
Gorbachov quería un reformismo socialista
en un país poco acostumbrado a la deliberación. Por eso primero intentaron
tirarlo, después hicieron un capitalismo igual a la caricatura de capitalismo
de la propaganda de la URSS, y luego, en su mayoría, repudiaron a quien les dio
libertades.
Por el otro lado, tampoco se percató de
cuánto repudiaban el sistema los habitantes de las naciones que se habían
vuelto satélites de la URSS tras la II Guerra Mundial. Tal vez pensó o le
informaron que tenían opiniones parecidas a las de los soviéticos, pero eran
naciones con otra historia, que no habían vivido bajo el yugo de un zar tras
otro.
En el afán humanista de no reprimir, no se
dio cuenta de lo rápido que caería el castillo de naipes. En cuanto se abrió el
grifo, un chorro se le vino encima. Y no había quién lo frenara. La grieta que
se abrió con el famoso picnic en la frontera entre Austria y Hungría, en el que
varios húngaros se fueron a Occidente, sin represión, acabó convertida en la ruptura
de una presa. Y la riada destruyó la cortina de hierro.
La paradoja es que la figura de Gorbachov sigue
siendo muy apreciada en Occidente, pero también en los países bálticos, Ucrania
y, de manera destacada en las naciones que alguna vez fueron satélites de la
URSS, pero no es querido mayoritariamente en Rusia y otras ex-repúblicas de la
Unión Soviética. No en la mayor parte del territorio que él gobernó.
Tal vez la clave para las visiones
encontradas que, 30 años después del fin de la URSS, sigue habiendo sobre
Gorbachov esté en esa diferencia de valores: los de supervivencia contra los de
autoexpresión. Y sin duda, eso explica también -más que cualquier otra cosa- el
por qué es visto con tanta suspicacia entre los favorecedores de los nuevos
populismos.