Tuve un sueño sin trama.
Veía yo la creación y recreación de un universo. Sus galaxias y constelaciones, o su polvo cósmico, hacían formas geométricas y después desaparecían. Después se generaba un vacío, pero sólo en apariencia: la materia había desaparecido, pero el universo no. A continuación, reaparecía la materia en ondas, una suerte de auroras boreales que se movían en ondas, hasta que la materia reaparecía.
En ese universo paralelo, la materia es inestable no sólo en su forma, sino hasta en su propia existencia. Hay momentos en los que hay materia, y en otros no la hay. Cuando existe, la materia tiene formas efímeras, caprichosas a nuestro entender.
En el sueño empecé a cavilar. Como en ese universo existen energía y tiempo, pueden combinarse para que haya flujos de conciencia. Éstos flujos de conciencia pueden volverse permanentes, independientemente de la existencia de la materia. Concluía que cuando esa conciencia se convierte en autoconciencia, estamos ante la presencia de un Dios en sí mismo.
Al despertar entendí que había imaginado un universo repleto de Dioses adyacentes.
1 comentario:
Me encanta tu blog
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