Hay que decir, en descargo del presidente López Obrador, que había barajado su propuesta de paz universal antes de la exitosa contraofensiva con la que Ucrania recuperó parte de su territorio invadido por los rusos. Es decir, no la hizo porque Rusia de repente va perdiendo una guerra que creía iba a ser un baile de carquís.
Pero hay que decir, en su cargo, no sólo que
la hizo pública tras de que se había volteado el sartén en el conflicto ruso-ucraniano,
sino sobre todo que se trata de una propuesta poco seria, dirigida más bien
para el consumo local, y que parte de una serie de prejuicios que lo dejan mal
parado.
En primer lugar, no toma en cuenta quién
es el agresor y quién el agredido. En los hechos, da por bueno el pretexto ruso
de que la OTAN estaba armando hasta los dientes a Ucrania y se olvida, convenencieramente,
de toda la propaganda armada por Moscú respecto a que Ucrania no era realmente
un país, que en realidad no tenía ni siquiera idioma propio y que lo que había
que hacer era reunificar esa parte perdida de la gran Rusia. Y por supuesto se
olvida de las matanzas de civiles, a soldados amarrados de pies y manos, los
bombardeos a teatros y escuelas, entre otras linduras.
En segundo lugar, propone como garantes de
la tregua a tres personajes que no son necesariamente los más indicados. Propone
al papa Francisco, que tiene gran autoridad moral en las naciones católicas como
México; pero el conflicto es entre naciones cristiano-ortodoxas, que suelen
responder a diferentes patriarcas.
Propone a Narendra Modi, primer ministro
de la India, tal vez porque se trata de una nación no alineada, pero sobre todo
porque, en las encuestas que le encanta promocionar, es el mandatario más
popular del mundo (y no importa que sea autoritario y que reprima fuertemente a
la minoría musulmana). Al menos Modi le dijo en su cara a Putin que no es momento
para una guerra.
Y propone a Antonio Guterres, secretario
general de la ONU. Según la ONU, la invasión rusa en Ucrania “es una violación
de la integridad territorial de un país que contradice los estatutos de la
ONU", y el propio Guterres ha señalado que tiene “evidentemente”,
posiciones distintas a las de Putin, respecto a la invasión a Ucrania.
En otras palabras, escogió nombres
populares, que suenan bonito a los oídos de su público.
Luego está el plazo de cinco años. ¿Por
qué no uno o diez o veinte? No hay razonamiento al respecto.
Lo que hay, más bien, es una suerte de vaga
definición geopolítica, que tiene el problema de estar fechada, de circular con
placas vencidas, del siglo pasado.
Por una parte, está la idea de
posicionarse en una situación intermedia entre las dos potencias de la Guerra
Fría, olvidando que en el caso hay un pueblo agredido y un ejército agresor. Junto
a ella, la idea de que detrás de todo, está la manipulación imperialista
yanqui. El malvado Occidente neoliberal.
Así, contradecir a los medios de los
países desarrollados puede parecer muy inteligente (aunque eso implique tragarse
la propaganda de los medios rusos). Y pensar que la guerra es culpa de dos,
limpia el problema.
Por lo mismo, detrás de las críticas a la propuesta,
empezando por la de Ucrania, hay, según AMLO, “intereses de elite”. ¿Quién,
sino los malvados neoliberales y su complejo militar-industrial, puede estar en
contra de una propuesta pacifista? Que esa propuesta implique aceptar la toma
de una parte de territorio soberano y la ruptura del derecho internacional por
parte del agresor es lo de menos.
Ciertamente, la guerra en Ucrania ha
tenido consecuencias negativas para la economía mundial, en particular para el
suministro de energéticos y de alimentos. Y vale la pena intentar evitar esos
efectos perniciosos. Pero hay que subrayar que esas consecuencias son resultado,
por un lado, del chantaje ruso a Europa en el suministro de gas y, por el otro,
del bloqueo intermitente a las exportaciones ucranianas de grano. En ambos casos
hay un responsable, y es el gobierno de Putin.
Si la propuesta se presenta en la ONU, más
vale que contenga cambios de fondo. Tal y como está, ya tiene la negativa
ucraniana, y no tiene sentido. Y el canciller Ebrard se vería en una situación penosa.
Se requeriría, en primer lugar, la
promoción del retiro ordenado de las tropas rusas de territorio ucraniano.
Después, la creación de una zona de amortiguamiento en las fronteras. Y un
programa de auxilio humanitario internacional, posiblemente acompañado de
medidas para restablecer los suministros económicos estratégicos para el mundo.
Pero, porque la propuesta es para consumo político interno, no habrá nada de eso. Lo esperable es nada más el quemón internacional (y más, con los índices de violencia interna en México, para los que no ha habido tregua alguna).
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