Tuvo largos años de imbatibilidad en la época
clásica del boxeo, fue el primer triple campeón olímpico en la especialidad,
brincó una barrera políticamente improbable y su vida se enlazó con la de su
país, Hungría, del cual terminó por convertirse en un símbolo nacional. De no
haber sido contemporáneo de Sugar Ray Robinson, pocos dudarían que, en su
momento, fue el mejor libra por libra, tanto entre amateurs como entre
profesionales. Es László Papp.
Papp era empleado en una oficina de ferrocarriles
en Budapest, aunque dedicaba gran tiempo a la práctica del boxeo. Como pugilista,
el zurdo poseía un estilo particular y, sobre todo, un gran punch. Dicen las
crónicas que sus movimientos en el ring eran excelentes y que el gancho era su
golpe más letal. En los viejos videos se aprecian unos volados demoledores.
Sus primeros Juegos Olímpicos fueron los de
Londres 1948, donde compitió en peso medio. En ellos, noqueó a sus primeros
tres rivales, para ganar por decisión unánime la semifinal y la final. En Helsinki
1952, ya como medio-ligero, noqueó a la esperanza estadunidense en su primer combate,
luego al canadiense, y venció ampliamente en sus otros tres duelos.
La tercera cita olímpica del bicampeón fue
especial. Apenas un mes antes de la inauguración de los juegos de Melbourne
1956, las tropas soviéticas habían aplastado a sangre y fuego una rebelión
popular en contra del autoritarismo del gobierno y la injerencia de la URSS. En
sus peleas, Papp siempre tuvo consigo una enorme porra de refugiados húngaros
en Australia: en ese torneo, como siempre, el húngaro noqueó a sus primeros
rivales, para ganar ampliamente la final al estadunidense José Torres, quien
posteriormente sería campeón mundial.
Mientras algunos de los atletas de la delegación
magyar en Melbourne, decidieron no regresar a su país, Papp lo hizo en calidad
de ídolo. Al llegar, hizo una declaración inusual: quería convertirse en profesional,
a los 31 años de edad. Esa fue su forma de decir que había que cambiar las
cosas. Más inusual fue que el gobierno húngaro se lo permitiera.
Tras entrenarse duramente para acoplarse a la
diferencia que hay entre pelear tres rounds y 10 o 15, Papp debutó en Alemania.
Su carrera profesional fue tan fulgurante como la olímpica: victoria tras
victoria, nocaut tras nocaut. Se convirtió en campeón de Europa y defendió con
éxito su título en seis ocasiones. A los 38 años se declaró listo para
enfrentar al campeón mundial, coronarse y entonces retirarse del boxeo.
El campeón mundial de entonces era el
estadunidense Joey Giardello, y se especulaba que sería presa fácil del húngaro.
Pero en Budapest les dio miedo la posibilidad de que Papp perdiera lo invicto
ante el enemigo ideológico y decidieron retirarle el pasaporte a su peleador, truncándole
su carrera. Se volvió entrenador del equipo olímpico de Hungría.
Salvo en sus primerísimos inicios László Papp
no admitió derrota en su paso de más de 300 peleas como boxeador amateur, se
llevó tres laureles olímpicos; tampoco perdió como profesional. La única fuerza
que pudo cortar su marcha triunfal fue la de la gris burocracia de Europa del
Este. Fue un púgil irrepetible con una historia irrepetible.
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