Los campeones que han ganado la misma prueba en cuatro olimpiadas
consecutivas se cuentan con los dedos de una mano. Y tal vez nadie las ha
ganado con tan alto grado de dominio como Kaori Ichō, la primera -y hasta ahora
única- mujer en hacerlo. Sin embargo, esta enorme luchadora, aun como campeona
tuvo que enfrentarse al acoso laboral que sufría por el simple hecho de ser
mujer.
Japón es la gran potencia mundial en lucha femenina, y alcanzar el
boleto olímpico a menudo resulta tanto o más difícil que subir al podio en los
Juegos. La joven Kaori logró asistir a su primera olimpiada en Atenas 2004, no
perdió un solo combate y se llevó la medalla de oro. Repitió el éxito,
igualmente invicta, en Pekín 2008. Se distinguía por dos cosas: lo que un
experto calificó “de manipulación del tiempo y el espacio” para encontrar las
técnicas necesarias para ganar y por su enorme defensa: era casi imposible
marcarle un punto en contra.
Tras su doble oro, Ichō tomó la decisión de entrenarse
un tiempo en Canadá, en donde encontró una diferencia notable con Japón: la
buena comunicación entre los atletas y sus entrenadores. Entonces concluyó que
lo mejor sería entrenarse con los luchadores hombres, bajo la dirección de
Chikara Tanabe. No sabía que le esperaba una lucha sin cuartel, contra los de
pantalón largo.
Un federativo japonés, Kazuhito Sakae, consideró que la campeona
estaba minando su autoridad al decidir el cambio de coach, y que no estaba bien
que una mujer entrenara con hombres. Ordenó a Tanabe que la dejara de entrenar,
y amenazó a ambos con correrlos. Logró impedir que Icho participara en los
Juegos Asiáticos e intentó que no llegara a Londres 2012. Pero la luchadora se
ganó su lugar y en Londres deshizo a todas sus rivales. Su tercera medalla de
oro olímpica.
A pesar de los laureles, el hostigamiento siguió, al grado que
Icho no pudo utilizar las instalaciones de la policía, donde entrenaban los
hombres, previo a los Juegos de Río 2016, a pesar de que ya estaba calificada.
En Río de Janeiro volvió a mostrar su superioridad, y sólo por una vez, un
rato, estuvo abajo en el marcador. Fue en la final que a la postre ganaría para
hacer historia olímpica.
Tras la cuarta medalla, y la conversión de Icho en un ícono del
deporte japonés, apareció una carta de los luchadores hombres, dirigida al
Ministerio del Deporte, para denunciar el acoso y hostigamiento de Sakae. El
federativo, cobarde, al principio lo negó todo, pero las acusaciones se
comprobaron. Fue despedido y -lo peor para el honor de un japonés- humillado: tuvo que pedir disculpas
públicamente por la televisión. Kaori
había ganado una de las luchas más difíciles.
Ichō buscó llegar a sus quintos juegos olímpicos, en Tokio 2020, y
lograr lo que nadie ha conseguido: el quinto oro consecutivo. Sin embargo, los
años pesan y fue derrotada en el selectivo nacional por una compatriota.
Quedan, sin embargo, un récord difícil de igualar y la satisfacción de ser la
más grande luchadora olímpica de todos los tiempos.
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