martes, noviembre 01, 2011

Viñetas panamericanas I

Estas viñetas son la primera de dos entregas sobre mi experiencia en los Panamericanos de Guadalajara

 
Tout Wanatos


El Club de Golf Santa Sofía está bastante alejado del área metropolitana de Guadalajara. Y la carretera, a los pocos kilómetros, ya está atascada. El taxista dice que es por la gente que va a la prueba ecuestre, la segunda en la Prueba de los Tres Días, campo traviesa. No le queremos creer, pero tiene razón. Para esquivar el tráfico, nos deja en la puerta del club. Hay que caminar cuesta arriba unos dos kilómetros, y por fortuna una amable familia en una camioneta Lobo (todos los tapatíos serán amables con nosotros) nos deja subir en la parte de atrás.
Gran cola para entrar, se vendieron los 17 mil boletos. La gente pasa al campo y puede transitar por las distintas zonas en las que los jinetes pasan a toda velocidad en sus imponentes caballos y saltan los obstáculos. Sale un jinete o una amazona cada seis minutos y el binomio tiene que recorrer un trayecto de 5.2 kilómetros con 22 obstáculos en menos de 9 minutos y medio.
Allí está todo Wanatos. Los ricos, los que quieren serlo y muchos de los que sueñan con serlo. Hartas camionetotas. Señoras pintadas de rubio con tremendas botas. Señores de sombrero vaquero que llaman por celular a sus amigos para decirles que el evento está buenísimo. Saludos de beso, abrazos a mitad entre lo político y lo empresarial. Un sol que cae a plomo.
Y el evento, efectivamente, es impresionante. Un gozo para la vista. Mi esposa decide buscar un lugar estratégico desde donde poder observar la mayoría de los saltos. Mi hija y yo damos la vuelta por el circuito para ver de cerca cómo libran los obstáculos. "Ya vienen, pónganse a un metro de la pista, porque se ponen nerviosos", nos dicen. Notamos que los caballos parecen más dóciles cuando los montan las mujeres, será que les tiran mejor vibra. Una gringa, una canadiense, una venezolana hacen que salten con suavidad. Binomios verdaderos. En un obstáculo en el que el jinete tiene que dar una especie de vuelta en horquilla, al ecuatoriano se le sale el caballo de ruta y avanza sobre unos espectadores. Un niño corre de espaldas despavorido y se cae, pero el jinete logra controlar al animal y regresar a la pista (terminará volando cuando su montura no libra el último obstáculo). En otra ocasión, nos toca ver cómo el caballo en vez de saltar, se estrella contra el pequeño muro de madera, decorado con piñas de agave y barriles tequileros. Otro ecuatoriano eliminado. Van muchos, el recorrido es difícil.
Nos reencontramos con Taide mi esposa, y nos toca ver el recorrido limpio de uno de los mexicanos (terminaría en séptimo lugar), luego el calor arrecia y vamos por agua. Unos colononones. No, esos son para las cervezas. Damos otra vuelta y, aproximadamenete cinco horas después de que llegamos, nos enteramos que van por el jinete 35 y son 49. Mejor emprender el regreso antes de que aquello se convierta en un atascón sensacional. Somos muchos los que salimos, pero todavía entra algo de gente ("qué extraño", me digo, "cinco horas de retraso").
Por fortuna el regreso es de bajada y hay un camión especial super lleno que sale rumbo a Zapopan en esos momentos. Será un trayecto lento. Luego un taxi para unas karnes en su jugo con sus cervezas, llegar a la Minerva y caminar desde ahí al centro, por la agradibilísima Avenida Vallarta, de viejas casas solariegas, a veces convertidas en negocios, cruzar Avenida Chapultepec -donde hay un "fan-fest" dominado por un tianguis de artesanías que no deja ni caminar- e internarnos en el centro histórico de la ciudad, señorial y bien conservado.


Las Leonas y el Tuca


Una de las cosas buenas de estos Panamericanos es la inteligente utilización de los deportivos públicos para dotarlos de infraestructura nueva o remodelada. Es el caso del complejo ubicado en la bonita colonia Providencia. La densidad de unidades deportivas en Guadalajara es una de las explicaciones de los éxitos recientes de los atletas jaliscienses en las olimpiadas nacionales.
En el Estadio Panamericano de Hockey jugaban el equipo femenino más poderoso contra el más débil. Argentina (que en final resultó sorprendida por Estados Unidos) contra Barbados (en la foto). Para las Leonas, aquello fue un entrenamiento: pases certeros y veloces, jugadas prefabricadas, dribles, tiros desde todos los ángulos. Para las barbadenses, aquello fue un suplicio. Hubo un momento -el partido ha de haber estado 9-0- en el que por fin una delantera de Barbados pudo adentrarse en la zona defensiva rival, entre los vítores del público. La bola le pega en el pie, falta. La muchacha hace una tristísima cara de puchero: "Fuck!", exclama. Ninguna de sus compañeras llegaría tan lejos. Las Leonas se toman en serio todo el partido -"respetar al rival", le dicen-. Termina 19-0.
El segundo juego es mucho más parejo. Canadá y Trinidad-Tobago se disputan el pase a la semifinal. Ambas cayeron con Argentina y derrotaron a Barbados. El partido es de ir y venir. El público entiende el hockey en lo estrictamente elemental: como futbol con sticks. "Ahí viene una diagonal matona", exclama una aficionada. Las trinitarias logran el primer gol y es el momento de también nosotros tomar el símil futbolero. Su entrenador, muy gritón, de seguro les ordena que defiendan el golecito, que significa el pase, y las canadienses se la pasan "apedreando el rancho" ante una defensa cada vez más cerrada y heroica. El estilo del entrenador trinitario me recordó al del Tuca Ferretti. La portera canadiense no juega, nomás grita para animar a sus compañeras. Es aplaudida cuando toca la bola a mediados del segundo tiempo. Faltan ocho minutos y Trinidad-Tobago se ha salvado como ocho veces, pero en un short corner cae el ansiado gol del empate. El público, que al principio apoyaba a las caribeñas, ahora está con las canadienses. ¿Qué hace el Tuca trinitario ante el empate? Pues defenderlo. La justicia llega faltando dos minutos para el final: Canadá anota, se lleva el triunfo, el pase y elimina a TNT.
A la salida, uno se asoma y ve cómo calientan los jugadores de frontón, como hacen piruetas en el Patinódromo las patinadoras de figura y camina entre bosquecitos y canchas en un lugar muy adecuado para la práctica social del deporte.
Comemos cerca de ahí. En la mesa de junto, federativos menores del hockey mexicano. Grillísimos. Hablan de todo -elecciones, presupuestos, cofradías y grupos de poder-. De todo, menos del deporte.

Lucha lucha lucha

Noche de finales de lucha olímpica en el Code II. Gran estruendo en el domo. Se respira sudor. Circo de dos pistas en los repechajes de bronce; de una sola en la gran final. Es un espectáculo con verdadero espíritu olímpico, el moderno pugilato. Un deporte de contacto relativamente fácil de entender y muy emocionante. En la primera final, un dominicano derrota a un gringo, que hace berrinche, no saluda a su rival y pretende irse por otro lado hasta que lo regaña su entrenador, extrañamente parecido a Michael J, Fox. En la segunda, un cubano destroza a un puertorriqueño (escucho La Bayamesa y recuerdo a mi padre). La tercera es una gran pelea entre un cubano y un estadunidense con poses presumidas, que termina empatada. En el punto de oro, al norteamericano le toca bola negra y debe asumir actitud pasiva. Logra mantenerse dentro del ring hasta el último segundo: la fuerza del caribeño lo echa cuando el reloj ha concluido y él se ha llevado el oro. Gran victoria. En una de las peleas por el bronce de peso completo hay un cubano impresionante, que se despacha rápidamente al rival. ¿Quién le habrá podido ganar a éste? Un fortachón de EU, Dlagnev, que ni suda para despacharse a un canadiense que tuvo suerte en el sorteo. Salimos satisfechos: el alma de los juegos se nos ha pegado.

The Bourne Ultimatum


En el complejo de volibol juegan Estados Unidos y Puerto Rico. EU trajo a su equipo B, lo que significa que los boricuas le causan problemas. En una grada cercana hay un grupo de niños de primaria. Las escuelas privadas cerraron por los juegos; de las públicas reciben boletos para algunos eventos y así muchos menores que no hubieran podido asistir tienen esta gran experiencia. Los gritos de los niños son incansables: "¡Puer-to-Ri-co-Puer-to-Ri-co!!. Bueno, no de todos: hay un gordito que se ha parado como tres veces a comprar chuchulucos.
En el equipo de EU hay un güerito muy ganoso, de apellido Bourne. Todavía no entra a jugar. Cuando hay tiempo fuera, él se pone a calentar. Salta, hace remates de sombra, se estira. Pasa un set, pasan dos, pasan tres, y a Bourne nomás no lo meten a la duela: "¡Blondie-inside!", gritamos. Tras el cuarto set, el juego está empatado. Bourne calienta que calienta. Es el quinto y último, Puerto Rico se va arriba. Entonces el coach hace un movimiento sorprendente: saca de la duela a su mejor jugador, Patak (el de la foto), y mete al güero. Bourne falla lamentablemente su primer remate. El segundo es bloqueado y le da otro punto a Puerto Rico. Patak regresa al juego y Bourne, a la banca. Los gringos le dan la vuelta al set y ganan el reñido partido. Ahora entendemos el papel de Bourne en el equipo: lo metían a jugar para que Patak descansara un poco en los momentos clave.
El segundo partido es entre Cuba y Argentina. Los niñitos de primaria empiezan a corear "¡Ar-gen-ti-na!" cuando un señor del público, muy ideologizado él, se les acerca les dice que no, que hay que apoyar a Cuba e inicia una porra. Logra dividir a los infantes, entre la indiferencia de los maestros. El equipo argentino está plagado de jóvenes, pero es muy talentoso, empezando por el líbero Franco López. El cubano es potentísimo, los remates suenan efectivamente a cañonazo y la bola tras rebotar llega al segundo piso de las tribunas. Pero, a diferencia de los sudamericanos, los cubanos no juegan con alegría. Casi no se felicitan, son como autómatas, robots en el sentido etimológico de la palabra: trabajadores del volibol. Los argentinos juegan, disfrutan, se abrazan. Los cubanos le pegan bien fuerte al balón. Pum. Son mucho mejores, pero con garra y corazón Argentina les aguanta hasta el quinto set. Una lástima..

La noche de las cenicientas

Parecía un boleto equis. Semifinales de baloncesto femenino. Quièn iba a decir que sería una jornada histórica para el basquetbol mexicano. Habíamos alcanzado a ver por televisión el final de las dos victorias de último segundo que le habían dado a las chicas el pase a la semifinal. Eso en sí ya era increible. La división en el basquet mexicano, que lo ha hundido por dos décadas, amenazaba conque ni siquiera hubiera equipo local en el torneo panamericano. Los equipos se acabaron de armar con dos semanas de anticipación, con jugadores de las tres asociaciones rivales y entrenadores traídos de afuera, de España. Y estas muchachas, las cenicientas del torneo, a base de riñones y con un poquito de estrategia, ya saboreaban la semifinal, que tocaba contra Colombia.
El domo del CODE I (otro complejo deportivo social bien utilizado) estaba a reventar. El calor del público se fundía con el del ambiente. Largas y lentas colas para la cerveza (¡Ay, esas personas que hacen fila por media hora y frente al mostrador empiezan a decidir qué comprar!). El grito estentóreo: "¡Mé-xi-co! ¡Mé-xi-co!" cuando salen las cenicientas, lideradas por La Cucha Gómez (en la foto) y enfundadas en uniformes que parecen quedarles grandes.
Durante el partido el domo ruge, un estruendo contínuo, que impulsa a las mexicanas a dominar la duela. Los abucheos ponen nerviosa a alguna colombiana a la hora del tiro libre, pero las sudamericanas se muestran capaces de remontar una diferencia de 17 puntos y bajar por un rato breve nuestros decibeles. En los últimos minutos, el equipo mexicano retoma el control del partido y termina ganando por 6 puntos. El estadio entero estalla en júbilo, ondean las banderas y las sonrisas, las muchachas se abrazan. Después de muchas décadas, y a pesar de los destrozos del rufián federativo Toussaint, el basquet mexicano -el segundo deporte más practicado en el país- vuelve a brillar. Es hora de que alguien dé un manotazo sobre la mesa, porque talento y ganas hay, y mucho.
El regreso es ronco y feliz. Tomamos un refresco frente a la espléndida catedral, junto con otros fanáticos. Hay un ambiente de felicidad compartida. Intercambiamos información de triunfos y uno que otro sinsabor. Qué rica sabe la noche. 

La fuerza y la técnica

Competencia de halterofilia en el CODE Paradero, en la colonia Atlas ("colombia Atlas", corrige el taxista, que era malhablado como muchos tapatíos, pero un poco más que el resto). Otra instalación bien ubicada en un deportivo popular con alberca, canchas y gimnasios. El local de la competencia es pequeño y los mejores lugares están apartados para invitados especiales que nunca llegan. Veremos las finales varoniles de menos de 77 kilos y femeniles de menos de 63.
Lo primero que hay que hacer notar es que no se trata sólo de una competencia de levantamiento. También lo es de estrategia. Los competidores -y en particular los que aspiran a medallas- van cambiando los pesos de sus próximas cargadas, a partir de cálculos precisos y generando una guerra de nervios entre ellos.
Así, se las van arreglando para levantar apenas un prodigioso kilogramo más que el rival que tienen en la mira. Por ejemplo, en la competencia de hombres, la estrategia le funciona al estadunidense para superar al brasileño y asegurar el bronce. Luego, el gringo se pone una meta muy grande, esperando rebasar al ecuatoiano que va en segundo y al cubano que lidera. El ecuatoriano no puede con el nuevo peso, pero el cubano le aumenta un kilito para volverse inalcanzable, aun si el de EU hiciera bueno el levantamiento. El pesista Iván Cambar tiene éxito; Chad Vaughn falla en su intento. Oro para Cuba, plata para Ecuador y bronce para Estados Unidos.
En la competencia femenina esperábamos ver a Natalie Woolfolk, la "pesista zen" que no es muy buena, pero es todo un show porque siempre sonríe a la hora de levantar. No estaba inscrita. Aquí había esperanza mexicana, la sonorense Luz Mercedes Acosta (en la foto). La competencia es reñida y está claro que Luz, la colombiana Palomeque y la canadiense Girard son quienes pelearán las medallas. Durante el día he notado que Taide mi esposa pronostica a la perfección si se hará un levantamiento o no. "No me había dado cuenta, pero tantos años de practicar pesas me dieron el ojo clínico". Nos pide poner especial atención en piernas y rodillas: una flexión excesiva, un ligero movimiento de los talones a la hora del split, ciertos jadeos son indicadores de un posible fracaso. Nos hace percatarnos de que se requiere fuerza y técnica, pero lo determinante es la segunda. En efecto, la competidora más fuerte es la colombiana, pero la de mejor técnica es la canadiense, que terminará llevándose el oro. La mexicana es menos fuerte que Palomeque y menos técnica que Girard. Mejora sus marcas tanto en arranque como en envión, pero se queda con el bronce.
Tras esa jornada y unas fotos con las mascotas-botarga, regresamos al centro, a gozar un rato el paseo en calandria, bien platicadito, entre viejos edificios con historia, plazas, avenidas y callejuelas. Guadalajara deja en el visitante la nítida impresión de gran ciudad, bien hecha, consciente desde hace siglos de su destino, pero que a su vez respeta tradiciones. Una ciudad con gente que no tiene que andarse inventando falsas superioridades. Una sede digna de unos juegos bien organizados.

(Continuará).



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